Hablalo con mi abogado

Diego Gualda

Fragmento

Índice

Índice

CUBIERTA

INICIALES, INELUDIBLES, INNECESARIAS

VOLVER A VIVIR

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CORRALITO

TENENCIA COMPARTIDA

Y VOLVER A SALIR

FAMILIA POLÍTICA (MENTE INCORRECTA)

SAURON Y YO

IMELDA Y LOS IMPORTADOS

EL RUIDO Y LAS NUECES

FAHRENHEIT

MI MAMI DIZE QUE ZOY ESPECIAL

LA CONSEJERA

ROSA, ROSA

HÁGASE LA LUZ

TERAPIAS ALTERNATIVAS

LA REINA DE LA BONDIOLA

ESTRESANTEMENTE RELAJADOS

EL SEGUNDO ROUND

LA CHISPA

ESE MALDITO (DE) TALLE

DIVIDIDOS, LAS PELOTAS

DOS SON MULTITUD

PRONTUARIO

EL HOGAR Y SUS MONSTRUOS

UNA VOCECITA EN EL TELÉFONO

DICE MI ABOGADO (I)

CONFESIONALES

ROSAS Y ESPINAS

LA CAÍDA

¿Y AHORA DE QUÉ ME DISFRAZO?

HASTA LA VICTORIA, SIEMPRE

LA MISTERIOSA DESAPARICIÓN DEL OZO

LLÁMAME, LLÁMAME, SI ME NECESITAS

LA PREGUNTA

TELO PROMETO

DIVISIÓN ELECTRÓNICA

EL REGRESO DEL OZO

SAURON Y VICTORIA

PILA PILA

TRATANDO DE CRECER

A TRAICIÓN

CAMBIOS

TE LA REGALO

LA VIRGINIA, CAFÉ, CAFÉ

NOS DESCUBRIERON, POR FIN NOS DESCUBRIERON

NOCHE DE BODAS

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

LA BRUJA

AMOR DURO

DESAGENDADOS

LA TERAPIA

GASTOS EVENTUALES

ADIÓS A LA VIOLENCIA

DICE MI ABOGADO (II)

EL SUR… ¿TAMBIÉN EXISTE?

CRUELDADES

LA OFENDIDA

SALVEN A LAS BALLENITAS

MALDITAS REDES SOCIALES

CELULARIZAME ÉSTA

EL ESTIGMA DEL SOBRE

EL ATAQUE DE LOS CLONES

CUESTIONES DE “JARDINERÍA”

RECUERDOS DE VACACIONES

LA PAÑALERA

LA NAVIDAD DEL SEÑOR ESTEBAN

MENSAJEAME Y LLAMAME MARTA

1990

DESENCUENTRO MATRIMONIAL

LOS AUTÉNTICOS DECADENTES

MILAGROS INESPERADOS

MILAGRO VIRTUAL

AGACHATE

PEQUEÑO MILI ILUSTRADO

DOS ETAPAS

MALAS COMPAÑÍAS

LA MITAD DE NADA

TRES SON MULTITUD

POR VERTE

DESENCUENTRO

SEIS A EME

AURICULARES BLANCOS

MONTAÑA RUSA

LU

TITANES EN EL RING

DICE MI ABOGADO (III)

ROMANCE 2.0

TODO VUELVE

EL FIN DE SEMANA LARGO

ESCENA DE CINE NACIONAL

NO TODO LO QUE BRILLA ES PURPURINA

CHATEANDO A LA LUZ DE LAS VELAS

EXHIBICIONES OBSCENAS

ESTADÍSTICAS

QUE LOS CUMPLAS FELIZ

EN LA CALLE

TEORÍA Y PRÁCTICA DE LOS CUERNOS

VACACIONES FORZADAS

PROPUESTA

LEJOS, EN BERLÍN

A RODAR LA VIDA

EL GUSTO ES MÍO

HACIA UN SANO EJERCICIO DE LA ABUELITUD

CONECTANDO A LA GENTE

LATODAMTA

MILI, CAROLINA Y LA VERDAD DE LA MILANESA

INQUILINOS Y COLADOS

A LAS PATADAS

HECHOS BOLSA (DE TRABAJO)

DICE MI ABOGADO (IV)

LOS CABALLEROS DE LA ORDEN DEL HOSPITAL

PALABRAS DE AMOR

AUSENCIAS

EL VIAJE

EPÍLOGO CON MEDIALUNAS

CRÉDITOS

ACERCA DE RANDOM HOUSE MONDADORI ARGENTINA

Iniciales, ineludibles, innecesarias

“Los nacidos en los turbulentos ’70, los de Cámpora, los de Perón, los de Isabelita, los de la Junta, caímos en los temibles y sagrados lazos del matrimonio en tiempos de Menem. Y quizás, sólo quizás, nuestras vidas conyugales no sean más que un reflejo de los avatares sociopolíticos y económicos del país. Nacimos con el rodrigazo, nos criamos con la hiperinflación, nos casamos con la convertibilidad y nos divorciamos con la devaluación”.

Yo diría que en un libro que empieza así, todo prólogo es al pedo. Pero el hombre Diego Gualda me ha hecho el honor de pedirme las ineludibles palabras preliminares que todo libro exige, y no puedo ni quiero ni debo negarme, a pesar de la pereza y la resignación de mi cuasi medio siglo de teclado, desde la Underwood que usaba Scott Fitzgerald hasta las compu de los analfabetos de turno. Y diré por qué, qué diablos. Porque sé muy bien quién es el hombre que firma Diego Gualda, y que a lo mejor y con suerte, se llama realmente así. Veamos.

Quememos, hacia atrás, varios almanaques. Casi veinte. El lugar es una semiderruida casona de Riobamba y Arenales donde, un poco por milagro y un poco por prepotencia, arrancó el curso de Periodismo de la Universidad Católica, y me tocó —Dios y el Diablo se conjuraron, estoy seguro— ser el primer profesor de esa insensata aventura.

Aquellos jóvenes llenos de ilusiones que querían ser Tom Wolfe, Ernest Hemingway o Roberto Arlt —extraño: no habían leído a ninguno de los tres, ni a nadie— escribían con una prosa que oscilaba entre el candor y el terror. Pronto comprendí que mi tarea era, además de imposible, pecado original sin redención y seguro camino al Infierno. Ignoraban, como reza el tango, de la fusta, chaquetilla ni color. Creían que Borges era Graciela, y que Julio César era el nombre del dos de Argentinos Juniors. Quemé, en un par de años que luego fueron dos décadas, miríadas de lápices rojos. Sí, porque yo, como los viejos maestros, corregí siempre en rojo: no hay mejor guía que la vergüenza.

El hombre —el muy joven entonces— Diego Gualda se sentaba en las primeras filas. Pero este tipo de pelo rojo, gordo, fumador cual escuerzo, insolentón, discutidor, molesto (¿por qué exculparlo?), escribía como la puta madre que lo parió, con perdón de su santa progenitora. No había cumplido veinte años, el desgraciado, pero sus textos eludían mi lápiz rojo eternamente, y hasta la frustración. Era imaginativo, creaba (que no es lo mismo que ser creativo, ostentoso título que se adjudican ciertos publicitarios para vender boludeces como jabón o mayonesa light), y tenía todo lo que un periodista necesita. Tanto, que muchas veces me pregunté qué cuernos hacía allí, salvo esperar la hora del recreo y del sándwich triple o cuádruple —no recuerdo bien— en el viejo y glorioso Cervatillo, el bar de la esquina. Los años pasaron, pasaron, y el hombre Diego Gualda entró y salió de a ratos de algunas redacciones, acaso por astucia, y lo perdí de vista hasta que Jobs y Gates

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