Era una abuela tan pero tan
dulce que todos sus nietos salieron
diabéticos.
Era una adivina tan pero tan buena
que además del futuro te adivinaba
el condicional simple y el pretérito
pluscuamperfecto del subjuntivo.
Era un atleta tan pero tan rápido
que al correr alrededor de un poste
se mordía la oreja.
Era un auto tan pero tan rápido
que pasaba los pueblos
de dos en dos.
Era un bebé tan pero tan feo que
cuando nació el médico lo tiró
al aire diciendo:
¡Si vuela es murciélago!
Era un bebé tan pero tan feo que
cuando nació su madre preguntó
dónde estaba la cámara oculta.
Era un bebé tan pero tan feo que
la madre en vez de darle el pecho
le daba la espalda.
Era un bebé tan pero tan feo que
cuando nació el médico le dio la
palmada en la cara.
Era una mujer con una boca tan
pero tan chiquita que tomaba la
sopa con pajita.
Era una mujer con una boca tan pero
tan chiquita que para decir “tres”
tenía que decir: “uno, uno y uno”.
Era un brasileño tan pero tan rico
que además de pagar con cruzados
pagaba con rectos, perpendiculares,
paralelos y oblicuos.
Era una bruja tan pero tan tonta
que no se dedicaba a las ciencias
ocultas porque no las encontraba.
Era un caballo que estaba tan
pero tan cansado que cuando le
pusieron la silla se sentó.
Era un campo que estaba tan pero
tan verde que sólo podían pastar
las vacas mayores de 18 años.
Era un capataz tan pero tan malo
que ni jugando al ajedrez lograba
mover a los peones.
Era una casa tan pero tan chiquita
que para que entrara el sol alguno
tenía que salir.
Era una casa tan pero tan chiquita
que no cabía ni la menor suciedad.
Era una casa tan pero tan chiquita
que para cambiar de idea había
que salir a la vereda.
Era una casa tan pero tan chiquita
que cuando venía el médico
el enfermo tenía que sacar la
lengua por debajo de la puerta.
Era una casa tan pero tan elegante
que hasta los ratones usaban
corbata.
Era una casa tan pero tan grande
que la familia tardaba varios días
para reunirse.
Era un cazador tan pero tan feo
que las liebres, al verlo, morían
de un ataque al corazón.
Era un cazador tan pero tan malo
que, cuando iba a cazar,
las perdices en vez de huir
le pedían autógrafos.
Era una chica tan pero tan mona
que sólo comía maníes.
Era una chica tan pero tan buena
lectora que leía hasta las palmas
de la mano.
Era un chico tan pero tan bruto que
para sacar una raíz cuadrada
regaba una planta con cubitos.
Era un chico tan pero tan bruto que
no jugaba al balero porque decía
que no le gustaban los juegos
de ingenio.
Era un chico tan pero tan bruto que
creía que “mi mamá me mima” era
un trabalenguas.
Era un chico tan pero tan bruto que
escribía “vaca” con “pe” larga.
Era un chico tan pero tan tonto que
el papá le dio plata para el
almuerzo y al mediodía se la comió.
Era un chico tan pero tan distraído
que pensaba que la leche cortada
se obtenía ordeñando
a las vacas lastimadas.