La vida secreta de la mente

Mariano Sigman

Fragmento

INTRODUCCIÓN

Me gusta pensar la ciencia como una nave que nos lleva a lugares desconocidos, a lo más remoto del universo, a las entrañas de la luz y a lo mas ínfimo de las moléculas de la vida. Esa nave tiene instrumentos, telescopios y microscopios, que hacen visible lo que antes era invisible. Pero la ciencia también es el camino mismo, la bitácora, el plan de ruta hacia lo desconocido.

Mi viaje en los últimos veinte años, entre Nueva York, París y Buenos Aires, ha sido a la intimidad del cerebro, un órgano formado por un sinfín de neuronas que codifican la percepción, la razón, las emociones, los sueños, el lenguaje.

En este libro, el cerebro está visto desde lejos, allí donde empieza a tomar forma el pensamiento. Y allí donde la psicología se encuentra con la neurociencia navegaron, en una completa promiscuidad de disciplinas, biólogos, físicos, matemáticos, psicólogos, antropólogos, lingüistas, ingenieros, filósofos, médicos. Y también cocineros, magos, músicos, ajedrecistas, escritores, artistas. Esta obra es el resultado de esa mezcla.

Así fue como la bitácora del viaje tomó la forma de este texto que recorre el cerebro y el pensamiento humano. Es un viaje especular: se trata de descubrir nuestra mente para entendernos hasta en los más pequeños rincones que componen quiénes somos, cómo forjamos las ideas en nuestros primeros días de vida, cómo damos forma a las decisiones que nos constituyen, cómo soñamos y cómo imaginamos, por qué sentimos ciertas emociones, cómo el cerebro se transforma y, con él, lo que somos.

El primer capítulo es un viaje al país de la niñez. Veremos que el cerebro ya está preparado para el lenguaje mucho antes de empezar a hablar, que el bilingüismo ayuda a pensar y que formamos nociones de lo bueno, lo justo, la cooperación y la competencia que luego hacen mella en nuestra manera de relacionarnos. Estas intuiciones del pensamiento dejan trazas duraderas en nuestra manera de razonar y decidir.

En el segundo capítulo exploramos qué define la fina y borrosa línea de lo que estamos dispuestos a hacer y lo que no, las decisiones que nos constituyen. ¿Cómo se combinan la razón y las emociones en las decisiones sociales y afectivas? ¿Qué hace que confiemos en los otros y en nosotros mismos? Descubriremos que pequeñas diferencias en los circuitos cerebrales de toma de decisiones pueden cambiar drásticamente nuestra manera de decidir, desde las decisiones más simples hasta las más profundas y sofisticadas que nos definen como seres sociales.

El tercer capítulo y el cuarto son un viaje al aspecto más misterioso del pensamiento y el cerebro humano, la conciencia, a través de un encuentro inédito entre Freud y la neurociencia de vanguardia. ¿Qué es y cómo nos gobierna el inconsciente? Veremos que podemos leer y descifrar el pensamiento decodificando patrones de actividad cerebral, aun en el caso de pacientes vegetativos que no tienen otra forma de expresarse. ¿Y quién se despierta cuando se despierta la conciencia? Veremos los primeros esbozos de cómo hoy podemos registrar nuestros sueños y visualizarlos en una suerte de planetario onírico y exploraremos la fauna de los distintos estados de conciencia, como los sueños lúcidos y el pensamiento bajo el efecto de la marihuana o las drogas alucinógenas.

La geografía del cerebro

Para estudiar el cerebro conviene dividirlo en distintas regiones. Algunas de ellas están delimitadas por surcos o hendiduras. Así puede dividirse la corteza cerebral, que abarca toda la superficie de los hemisferios cerebrales, en cuatro grandes regiones: frontal, parietal, occipital y temporal. La corteza parietal y la frontal, por ejemplo, están separadas por el surco central.
Cada una de estas grandes regiones de la corteza participa en múltiples funciones pero tiene a la vez cierto grado de especialización. La corteza frontal funciona como la “torre de control” del cerebro: regula, inhibe, controla distintos procesos cerebrales y arma planes. La corteza occipital coordina la percepción visual. La corteza parietal integra y coordina la información sensorial con las acciones. Y la corteza temporal codifica las memorias y funciona como un puente entre la visión y la audición y el lenguaje.

Estas grandes regiones se dividen a su vez según criterios anatómicos o de acuerdo a roles funcionales. Por ejemplo, la corteza motora es el área en la corteza frontal que gobierna los músculos, y la corteza somatosensorial es el área en la corteza parietal que coordina la percepción del tacto.

En el corte interior en el medio del cerebro, en el plano que separa los dos hemisferios, se pueden identificar subdivisiones de la corteza frontal. Por ejemplo, la corteza ventromedial prefrontal y la corteza orbitofrontal, que coordinan distintos elementos de la toma de decisiones. Debajo de la corteza frontal y parietal se extiende la corteza cingulada (también llamada giro cingulado o simplemente cingulado). La parte más cercana a la frente (cingulado anterior) está conectada con la corteza frontal y tiene un rol primordial en la capacidad de monitorear y controlar nuestras acciones. La parte más cercana a la nuca (cingulado posterior), en cambio, se activa cuando la mente divaga a su voluntad, en lo que conocemos como sueños diurnos. En el centro del cerebro está el tálamo, que regula el “interruptor” de la conciencia.

Los últimos dos capítulos recorren preguntas sobre cómo el cerebro aprende en diferentes ámbitos, desde la vida cotidiana hasta la educación formal. ¿Es cierto que estudiar un nuevo idioma es mucho más difícil para un adulto que para un niño? Nos adentraremos en un viaje a la historia del aprendizaje, al esfuerzo y la virtud, a la transformación drástica que sucede en el cerebro cuando aprendemos a leer y a la predisposición del cerebro al cambio. El libro esboza cómo todo este conocimiento puede ser utilizado de forma responsable para mejorar el experimento colectivo más vasto de la historia de la humanidad: la escuela.

La vida secreta de la mente es un resumen de la neurociencia desde la perspectiva de mi propio viaje. Pienso a la neurociencia como una manera de comprender a los otros y a uno mismo. De hacernos entender. De comunicarnos. Desde esta perspectiva, la neurociencia es una herramienta más en esta búsqueda ancestral de la humanidad de expresar —acaso de manera rudimentaria— los tintes, colores y matices de lo que sentimos y lo que pensamos para que sea comprensible para los otros y, cómo no, para nosotros mismos.