La victoria de la Conspiración

Hania Czajkowski

Fragmento

CAPÍTULO 1
Los Vientos del Cambio

—Primero parecieron ser sólo unas brisas, luego crecieron, tomaron fuerza y se transformaron en vientos. Vientos, como tantos otros vientos que recorren la tierra, de norte a sur, de este a oeste. Y viceversa. Y viceversa —dijo Ojos de Fuego sosteniendo firmemente el volante en sus manos—. Y desde entonces jamás se detuvieron.

—Sí, Amo, los árboles comenzaron a mecerse y a oscilar, el mundo entero comenzó a oscilar con ellos —aseguró Hidhbodedut con voz chillona sacudiendo su sombrero de cinco puntas—. Y cuando los árboles crujieron desde las raíces, muchos seres comenzaron a crujir de incertidumbre. Nadie podía encontrar una explicación a lo que estaba pasando. Pero Amir y yo lo sabíamos: los Vientos de Dios habían envuelto la tierra en una bendita Tempestad Espiritual.

—Los Vientos se desataron al mismo tiempo alrededor de mundo entero, Amo. Sus ráfagas despertaron una tremenda rebeldía. Una irresistible alegría. Los Aventureros fueron los primeros en darse cuenta, abrieron de par en par todas las ventanas y olieron los aires buscando información. Los Románticos, los Soñadores, los Místicos, se quedaron en silencio y comenzaron a escuchar: Los Vientos susurraban mensajes de amor y de compromiso. Alertaron a los Ensoñadores y éstos alertaron a todas las fuerzas de la Luz y fue entonces cuando, en todo el planeta, los grupos espirituales entraron en acción. Y comenzaron a construirse los Refugios, a toda velocidad.

—Sí, y enviaron aquella información que corrió como un reguero de pólvora y llegó hasta los desiertos —aseguró Ojos de Fuego—; recuerdo las palabras exactas: “¡Alerta compañeros! La Tormenta espiritual se ha desatado. ¡Los Vientos del Cambio arrasan la tierra! Son buenos, muy buenos. Traen bálsamos para el alma: sencillez, dulzura, amor. Barren soledades, derriban muros de aislamiento y ahuyentan desamparos”.

—Son fuertes. Pero serán cada vez más fuertes. Y se infiltrarán en nuestra alma… Déjenlos entrar —completó Hidhbodedut.

Ojos de Fuego sonrió.

—Sí, ése había sido el irreversible comienzo de la gran Tormenta Espiritual a escala planetaria —musitó tomando la curva del camino, como siempre, a máxima velocidad—. Al poco tiempo Los Vientos se volvieron más y más intensos. Y desde entonces vienen sucediendo muchos, muchísimos, y son cada vez más: desean por fin amar. Simplemente amar… Y este sueño comienza a ganar más y más adeptos.

—Pero hay quienes, aterrados, todavía resisten. Y resisten, y resisten —dijo con voz burlona Hidhbodedut—. ¡Oh! No. Ellos no van a cambiar. Nunca. Jamás. “Son sólo unos vientos”, aseguraban una y otra vez, “son sólo unos vientos, aseguran una y otra vez, una y otra vez” — el Elfo dio una graciosa vuelta carnero en el volante.

—Los conservadores, los escépticos, los indecisos, los terriblemente aferrados a sus costumbres, enseñan los dientes y resisten con toda su alma —rió con ganas Ojos de Fuego.

—Muchos siguen intentando negar lo que pasa. Sin embargo los Vientos ya están comenzando a entrar por las siempre cerradas orejas que no quieren escuchar, por los pequeños ojos que no quieren ver, por las apretadas bocas que sólo emiten juicios. Por las noches se siente ese misterioso ulular, penetrando en los sueños. Y entonces… —El Elfo abrió desmesuradamente los ojos mirando fijamente a su Amo.

—Entonces, déjame adivinar… —Ojos de Fuego sonrió— suben los volúmenes de sus grandes pantallas planas de televisores y computadoras y las dejan prendidas, prendidas, prendidas día y noche, noche y día, en un último intento de ignorar la inquietante presencia. Y de seguir desconectados de sí mismos. Pero tú los viste en la ciudad. Elfo, dime, ¿qué más hacen?

—¡Oh! Cierran bien todas las ventanas, aseguran a fondo todas las puertas. Toman antidepresivos. Antiimpulsivos. Antisentimientos. Antitodo… En algunas miradas ya brilla esa metálica indiferencia que hiela las almas. Sin embargo, los vientos no dejan de soplar y las fuerzas del cambio se infiltran entre las rendijas cada día más. Ellos apretan los dientes y siguen resistiendo, resistiendo y resistiendo hasta que ya no puedan más. Porque tarde o temprano, cansados de agarrarse de las paredes para ir a cumplir sus ritos diarios con el sistema, como si nada estuviera pasando, y mareados por los vientos y los vaivenes de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, finalmente todos tendrán que detenerse. Y aspirar los dulces aromas del mundo nuevo. Y tendrán que ver y escuchar. No se puede mirar siempre hacia otro lado, Ojos de Fuego. ¿No te parece?

Ojos de Fuego acarició con cariño los mínimos pies que, enfundados en puntiagudos zapatos rojos, colgaban sobre su hombro. Hidhbodedut, el pequeño Elfo, lo acompañaría de ahora en más donde fuera, reflexionó contento. El extraño ser verde había llegado a él por destino, o por casualidad, o por estar en el lugar adecuado en el momento justo. Mucho tiempo antes de que él llegara a la Caverna Sagrada, Shémesh, el gran Kabalista, había estado allí, visitando a su entrañable amigo, el alquimista Amir. Y le había traído un especial obsequio: un pequeño y entrenado Elfo. La criatura verde había acompañado a Amir en muchas aventuras en el camino de los alquimistas. Y Amir, en un gesto que jamás olvidaría, le había entregado al Elfo antes de partir:

—Ojos de Fuego, llévatelo para que te proteja y te acompañe —dijo poniéndolo en sus brazos—. En las ciudades siempre es bueno tener cerca a estos sabios seres de la naturaleza.

—Cuando todo empezó yo estaba lejos, Elfo, muy lejos, danzando con los derviches en los desiertos, y creímos que habíamos convocado los vientos con nuestros giros místicos. Pero luego nos dimos cuenta: algo muy fuerte estaba aconteciendo en la tierra. Y comenzaron a llegar los informes secretos. Pero cuéntamelo todo, Hidhbodedut. ¡Cuéntame, Elfo!

—Apenas Los Vientos comenzaron a soplar, Amir supo que el gran cambio había llegado. Por eso me envió de recorrida por las grandes orbes del planeta para informarle lo que estaba aconteciendo. Y cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí que el Maestro Shémesh, el gran Kabalista que conocerás ahora, era quien dirigía la Gran Conspiración en las ciudades —dijo el Elfo mirando fijamente a Ojos de Fuego con sus grandes ojos amarillos—. ¡Hubo que organizarse, Amo! Los cambios siempre provocan resistencias y desorientación. Los cuadros de avanzada, entrenados por Shémesh, formaron aquellos primeros escuadrones de Comandos de Conciencia, y muchos, muchísimos conspiradores participaron voluntariamente de los trabajos de construcción de los Refugios que ahora existen bajo todas las ciudades del mundo. Estamos muy organizados, un nuevo mundo se está gestando en las entrañas del mundo viejo. La Conspiración avanza, Amo, y la victoria está muy cerca. Pero hay que actuar silenciosamente, nada se ve en la superficie, todo acontece en los subsuelos y en el interior de las personas.

—Como siempre…

El Elfo asintió sacudiendo alegremente su sombrero de cinco puntas.

El guerrero se ensimismó en sus pensamientos. U

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