Hambre emocional

Ángeles Wolder

Fragmento

Título

La obesidad en tiempos de coronavirus

(HOY, EN 2021, AÚN PREOCUPA MÁS EL SOBREPESO)

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Este último tiempo ha sido único y peculiar en el mundo entero. Todos juntos como humanidad nos hemos visto abocados a vivir de una manera diferente debido a las condiciones de la pandemia por coronavirus (SARS-COV-2) o COVID-19 y a interesarnos por una enfermedad a la que nunca le habíamos puesto nombre y por otra que conocíamos bien. La desconocida proviene de un virus que ha dado bastante miedo. La segunda es el sobrepeso que, unida al virus COVID-19, forma una bomba de tiempo porque aumenta la morbimortalidad, lo que significa que la obesidad confiere mayor riesgo a la infección por COVID-19, mayor cantidad de días de hospitalización y mayor gravedad respecto a las personas con peso normal, y esto ya ha sido demostrado en numerosos estudios.

Por ejemplo, una investigación realizada en el año 2020 por la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) señaló que la obesidad es un factor de riesgo que aumenta las probabilidades de tener una forma grave de la enfermedad. Se demostró que 80% de los pacientes con formas graves de COVID-19 que falleció o requirió intubación, ventilación mecánica, asistencia respiratoria o que permaneció más tiempo en las unidades de pacientes críticos presentaba obesidad, lo que ha convertido al sobrepeso en el principal factor de mal pronóstico en esta infección.

En un artículo publicado en The British Medical Journal (The BMJ) se expone igualmente el riesgo entre obesidad y COVID-19. Esta investigación se realizó en el Reino Unido y participaron 428 225 personas, de las cuales 340 estaban ingresadas en el hospital con coronavirus confirmado, 44% tenían sobrepeso y 34% obesidad.

La conclusión entre este estudio y el de OpenSAFELY, realizado con registros electrónicos, es que las posibilidades de morir por COVID-19 aumentan si el paciente es obeso. El riesgo es 27% mayor en la primera categoría de obesidad según el índice de masa corporal 30-34.9, y éste aumenta al doble en la categoría IMC>40. Estudios más pequeños y de otras zonas, como la región de Asia-Pacífico, Europa y Estados Unidos, confirmaron estos hallazgos.

The Lancet publicó un estudio de David Kass, profesor de Cardiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, quien a finales de marzo de 2020 realizó una investigación con 265 pacientes (58% hombres) en diferentes hospitales de Estados Unidos, y sus resultados refuerzan la idea de que la obesidad está unida a pacientes con COVID-19.

Una posible explicación puede sustentarse en la presencia de la enzima ace2, localizada en la membrana de las células, la cual usa el SARS-COV-2 para entrar en éstas. Al respecto, cabe mencionar que dicha enzima existe en mayores cantidades en personas con obesidad. La otra relación se establece con una respuesta inmune deficiente. Sin duda, la obesidad comporta un estado proinflamatorio que produce una falta de regulación del sistema inmune, lo que compromete su capacidad de respuesta ante la infección respiratoria por la COVID-19 y propicia un empeoramiento de la enfermedad. Además, se agrava por la presencia de grasa en los tejidos, debido al sobrepeso u obesidad, lo que disminuye la función pulmonar, ya que hay una mayor resistencia en las vías respiratorias y una mayor dificultad para expandir los pulmones. Esto supone una complicación en el intento por mejorar los niveles de saturación de oxígeno. La obesidad ejerce una presión adicional en el diafragma mientras se está acostado sobre la espalda, limitando así la respiración. Se proponen como recursos preventivos la dieta sana y el ejercicio físico, ya que potencian la inmunidad y ayudan, por tanto, al control de las infecciones.

Y si antes de la llegada de la COVID-19 a nuestras vidas, el sobrepeso y la obesidad eran síntomas que afectaban a millones de personas en todo el mundo y que preocupaban enormemente, en plena pandemia necesitamos ocuparnos más para difundir la importancia que tiene el normopeso como base para una salud estable. Otro dato interesante del estudio de la SEEDO es la evaluación del grado de desinformación sobre el peor pronóstico de las personas con obesidad y COVID-19, ya que sólo 50.9% de las personas encuestadas había escuchado sobre este vínculo. Falta información para tomar consciencia de lo que está en nuestras manos y así poder asegurarnos de tener una vida más sana.

Y aquí viene otro punto importante y es que nuestros hábitos han cambiado. La SEEDO ha comprobado que durante el confinamiento ha habido un aumento significativo de peso, debido al mayor consumo de harinas, azúcar y alcohol, y a una reducción notable de la movilidad y de la actividad física. El resultado es que casi la mitad de los habitantes de España (44.3%) aumentaron de peso en los primeros seis meses de confinamiento domiciliario debido a la situación de alarma decretada por el gobierno con motivo de la pandemia de coronavirus, y la mayoría de ellos, 73%, dice haber aumentado entre uno y tres kilos en los primeros meses de encierro por pandemia.

En España se han realizado estudios científicos sobre obesidad infantil (Aladino 2019 y Estudio Pasos de la Fundación Gasol) que aportan datos como que cuatro de cada diez niños españoles de entre 6 y 9 años tenían exceso de peso antes de la pandemia, y también 35% de los que tenían entre 8 y 16 años. Pediatras y endocrinólogos aseguran que estos datos han crecido en el 2021, porque niños y adolescentes han tenido menos actividad física, han salido menos de casa, han visto suspendidas muchas de sus actividades extraescolares y han pasado muchas más horas sentados ante las pantallas. Lo anterior ha llevado a observar a estos doctores que en sus consultas haya cada vez más niños con resistencia a la insulina o prediabetes, hipertensión, grasa en hígado, dislipidemia (alteración de los niveles de colesterol y lípidos en sangre), pubertad precoz, hipercolesterolemia y una baja autoestima en relación con la insatisfacción de su imagen.

Idoia Labayen, profesora de Fisiología y Nutrición de la Universidad Pública de Navarra, y directora del grupo de investigación ELIKOS sobre nutrición, actividad física y salud, apunta que, cuanto antes empieza la obesidad, antes lo hacen las complicaciones, y ya se ve un porcentaje de niños con exceso de peso de 20% en edades muy tempranas, de entre 3 y 5 años. El 35% de los menores con exceso de peso tiene grasa en el hígado y 40% de niños de entre 10 y 12 años presenta prediabetes. Idoia pone énfasis en que a pesar del consenso de médicos e investigadores sobre la importancia del problema, se encuentran con que los padres restan importancia a lo que les ocurre a sus hijos, y que es mayor la

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