Índice
Portadilla
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Dedicatoria
Cita
Obertura
Primer acto. Il dissoluto punito
Escena I. Sobre cómo un pichón arruinó mi primer cumpleaños y la ingratitud de los lobeznos
Escena II. Sobre cómo unos shedim equivocaron su maleficio y mi madre se unió a los alienígenas
Escena III. Sobre cómo desguanzar un violín con una sierra eléctrica y ser comunista y anticomunista en una tarde
Escena IV. Sobre cómo apareció mi Watson-con-falda-hippy y el judío canalla que inventó el FMI
Escena V. Sobre el carácter asesino de los genes y las guerras que se libran en familia
Escena VI. Sobre cómo limpiar tu nombre de la infamia y la extinción de los profetas
Escena VII. Sobre cómo unos bañistas hicieron quebrar al Planeta Tierra, S. A., y la persistencia de los virus
Escena VIII. Sobre las muchas vidas de los cadáveres y cómo formar un equipo de tenis con comunistas
Escena IX. Sobre cómo ensamblar una bomba H con bonos basura y cómo cantar a tres un dúo de La Bohème
Escena X. Sobre cómo influir en la gente y traicionar a tus amigos y los cuervos que anidan en el corazón
Segundo acto. L’occasione fa il ladro
Escena I. Sobre cómo visitar Washington de noche y arrastrar un cadáver por el lodo
Escena II. Sobre cómo dos economistas consiguieron la piedra filosofal y dos economistas estelarizaron la pelea del siglo
Escena III. Sobre cómo enamorarse de una espía y engordar con una dieta de rencor
Escena IV. Sobre cómo pinchar una burbuja erótica y la guerra de los mundos
Escena V. Sobre cómo reconocer una mala dentadura y cómo acorralar a un espía con una calabaza
Escena VI. Sobre cómo formar un perfecto matrimonio y abofetear delicadamente a tu Maestro
Escena VII. Sobre cómo ganar perdiendo y perder ganando y cómo montar un pequeño álbum de familia
Escena VIII. Sobre cómo reconstruir el mundo en un hotel de lujo y la plácida jubilación de los espías
Escena IX. Sobre cómo unos mellizos se apoderaron del mundo y cómo usar a tu hijo como escudo
Escena X. Sobre cómo invertir en bienes raíces siendo comunista y naufragar sin salvavidas
Tercer acto. L’inganno felice
Escena I. Sobre cómo salvar el mundo con esparadrapo y cómo comerciar con viento
Escena II. Sobre cómo calentarse en el invierno moscovita y cómo hacerse millonario con cupones
Escena III. Sobre cómo ser inteligente y guapo te transforma en héroe y ser inteligente y guapa te convierte en puta
Escena IV. Sobre cómo retrasar la verdad por medio siglo y por qué cayó Babel
Escena V. Sobre cómo sobrevivir al fin del mundo
Notas
Sobre el autor
Creditos
Grupo Santillana
Para Rocío
IL COMMENDATORE
Pentiti!
DON GIOVANNI
No!
MOZART, Don Giovanni (1787)
Obertura
La mañana del 23 de abril de 2011, la secretaria depositó sobre mi escritorio un paquete enviado por correo ordinario, sin remitente y con matasellos de Colombo, en cuyo interior se alineaban una carta y un manuscrito titulado Memorial del engaño, firmado por J. Volpi. Me imaginé frente a una broma de mal gusto o el desafío de algún malicioso autor de la agencia (pensé en dos o tres nombres). Como cualquier neoyorquino, había seguido con cierto interés la historia de Volpi, un inversor de Wall Street y mecenas de la ópera que, de acuerdo con una nota del Times de octubre de 2008, había estafado a sus clientes, en una suerte de esquema Ponzi, por un monto cercano a los 15 mil millones de dólares: una cifra considerablemente menor a los 65 mil millones defraudados por Bernard Madoff, pero suficientes para acreditarlo como otro de los grandes criminales financieros de la Gran Recesión iniciada ese año. Sólo que, mientras Madoff fue condenado a ciento cincuenta años de prisión tras confesar su desfalco, Volpi huyó del país ante la inminencia de su arresto sin que a la fecha exista indicio alguno sobre su paradero.
En su carta, o en la carta escrita en su nombre, Volpi me pedía (casi me exigía) que leyese su autobiografía y, en caso de apreciar su «innegable valor documental y literario», me decidiese a representarlo. Me repelió su tono altivo e imperioso —un tono que, según la prensa, siempre caracterizó sus intervenciones públicas—, pero aun así le solicité a S. Ch., entonces vicepresidenta de la agencia, que me presentase un dictamen. Con un escepticismo idéntico al mío, ella intentó desembarazarse del encargo y lo delegó en un asistente. Quiero que lo revises tú misma, la apremié sin contemplaciones.
El sábado siguiente, mientras mi esposa y yo jugábamos al bridge con un celebrado autor de novelas policíacas y su mujer, S. Ch. me llamó para informarme que, o bien el manuscrito era obra de Volpi,