Memorial del engaño

Jorge Volpi

Fragmento

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Cita

Obertura

Primer acto. Il dissoluto punito

Escena I. Sobre cómo un pichón arruinó mi primer cumpleaños y la ingratitud de los lobeznos

Escena II. Sobre cómo unos shedim equivocaron su maleficio y mi madre se unió a los alienígenas

Escena III. Sobre cómo desguanzar un violín con una sierra eléctrica y ser comunista y anticomunista en una tarde

Escena IV. Sobre cómo apareció mi Watson-con-falda-hippy y el judío canalla que inventó el FMI

Escena V. Sobre el carácter asesino de los genes y las guerras que se libran en familia

Escena VI. Sobre cómo limpiar tu nombre de la infamia y la extinción de los profetas

Escena VII. Sobre cómo unos bañistas hicieron quebrar al Planeta Tierra, S. A., y la persistencia de los virus

Escena VIII. Sobre las muchas vidas de los cadáveres y cómo formar un equipo de tenis con comunistas

Escena IX. Sobre cómo ensamblar una bomba H con bonos basura y cómo cantar a tres un dúo de La Bohème

Escena X. Sobre cómo influir en la gente y traicionar a tus amigos y los cuervos que anidan en el corazón

Segundo acto. L’occasione fa il ladro

Escena I. Sobre cómo visitar Washington de noche y arrastrar un cadáver por el lodo

Escena II. Sobre cómo dos economistas consiguieron la piedra filosofal y dos economistas estelarizaron la pelea del siglo

Escena III. Sobre cómo enamorarse de una espía y engordar con una dieta de rencor

Escena IV. Sobre cómo pinchar una burbuja erótica y la guerra de los mundos

Escena V. Sobre cómo reconocer una mala dentadura y cómo acorralar a un espía con una calabaza

Escena VI. Sobre cómo formar un perfecto matrimonio y abofetear delicadamente a tu Maestro

Escena VII. Sobre cómo ganar perdiendo y perder ganando y cómo montar un pequeño álbum de familia

Escena VIII. Sobre cómo reconstruir el mundo en un hotel de lujo y la plácida jubilación de los espías

Escena IX. Sobre cómo unos mellizos se apoderaron del mundo y cómo usar a tu hijo como escudo

Escena X. Sobre cómo invertir en bienes raíces siendo comunista y naufragar sin salvavidas

Tercer acto. L’inganno felice

Escena I. Sobre cómo salvar el mundo con esparadrapo y cómo comerciar con viento

Escena II. Sobre cómo calentarse en el invierno moscovita y cómo hacerse millonario con cupones

Escena III. Sobre cómo ser inteligente y guapo te transforma en héroe y ser inteligente y guapa te convierte en puta

Escena IV. Sobre cómo retrasar la verdad por medio siglo y por qué cayó Babel

Escena V. Sobre cómo sobrevivir al fin del mundo

Notas

Sobre el autor

Creditos

Grupo Santillana

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Para Rocío

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IL COMMENDATORE

Pentiti!

DON GIOVANNI

No!

MOZART, Don Giovanni (1787)

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Obertura

La mañana del 23 de abril de 2011, la secretaria depositó sobre mi escritorio un paquete enviado por correo ordinario, sin remitente y con matasellos de Colombo, en cuyo interior se alineaban una carta y un manuscrito titulado Memorial del engaño, firmado por J. Volpi. Me imaginé frente a una broma de mal gusto o el desafío de algún malicioso autor de la agencia (pensé en dos o tres nombres). Como cualquier neoyorquino, había seguido con cierto interés la historia de Volpi, un inversor de Wall Street y mecenas de la ópera que, de acuerdo con una nota del Times de octubre de 2008, había estafado a sus clientes, en una suerte de esquema Ponzi, por un monto cercano a los 15 mil millones de dólares: una cifra considerablemente menor a los 65 mil millones defraudados por Bernard Madoff, pero suficientes para acreditarlo como otro de los grandes criminales financieros de la Gran Recesión iniciada ese año. Sólo que, mientras Madoff fue condenado a ciento cincuenta años de prisión tras confesar su desfalco, Volpi huyó del país ante la inminencia de su arresto sin que a la fecha exista indicio alguno sobre su paradero.

En su carta, o en la carta escrita en su nombre, Volpi me pedía (casi me exigía) que leyese su autobiografía y, en caso de apreciar su «innegable valor documental y literario», me decidiese a representarlo. Me repelió su tono altivo e imperioso —un tono que, según la prensa, siempre caracterizó sus intervenciones públicas—, pero aun así le solicité a S. Ch., entonces vicepresidenta de la agencia, que me presentase un dictamen. Con un escepticismo idéntico al mío, ella intentó desembarazarse del encargo y lo delegó en un asistente. Quiero que lo revises tú misma, la apremié sin contemplaciones.

El sábado siguiente, mientras mi esposa y yo jugábamos al bridge con un celebrado autor de novelas policíacas y su mujer, S. Ch. me llamó para informarme que, o bien el manuscrito era obra de Volpi,

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