Hijos invisibles

Martha Alicia Chávez

Fragmento

Introducción

Es de gran interés para mí exponer en este espacio ciertos conceptos que le darán sentido a las propuestas que posteriormente presentaré. Hacerlo nos permitirá comprender de manera más amplia, profunda y certera el contenido del libro y, por añadidura, hacer su lectura más enriquecedora.

Comencemos por hablar de la neurosis. Ésta es un conjunto de trastornos psicológicos, mentales y emocionales generados por una crianza deficiente, que afectan el funcionamiento a nivel social, familiar y laboral de quien la padece. La finalidad de dichos comportamientos neuróticos es hacerse la vida más llevadera, y se establecen como un patrón debido a que le han funcionado a la persona que los presenta. Se dice que todos somos neuróticos en alguna medida, mínima o extrema, y esto es verdad, ya que prácticamente nadie fue criado por padres perfectos ni en circunstancias ideales.

Karen Horney, reconocida psiquiatra, escritora y autora de importantes teorías sobre el desarrollo de la personalidad –que hasta la fecha se consideran unas de las mejores propuestas al respecto–, afirma que más que el abandono o el abuso, la indiferencia de los padres es la causa principal del desarrollo de cualquier tipo de neurosis.

La indiferencia paterna lleva al niño a sentirse desprotegido, ignorado, inseguro y abandonado. Para protegerse del sufrimiento que ésta le causa, el niño desarrolla inconscientemente ciertas estrategias adaptativas que en un principio lo protegen de sentir frustración y dolor, o por lo menos lo llevan a sentirlos en menor grado. Debido a que funcionan para tal fin, con el tiempo dichas estrategias se convertirán en una respuesta generalizada en todas sus relaciones y ámbitos donde se desenvuelva. Es decir, se convierten en un patrón de relación y en un estilo de vida.

Así pues, si un niño experimenta enorme frustración, enojo y hostilidad por la indiferencia de sus padres, desarrollará la estrategia –patrón– de ir contra las personas, lo que implica conductas agresivas, abusivas, controladoras y manipuladoras, que serán el sello que marque sus relaciones y su funcionamiento social en general, como si su dolido corazón se hubiera llegado a convencer de que con estos comportamientos estará protegido, seguro y nadie le podrá hacer daño.

Otros niños, ante la indiferencia de sus padres, lo que experimentan es una gran ansiedad, inseguridad y desamparo, lo que los llevará a desarrollar la estrategia de ir hacia las personas. Ésta conlleva comportamientos serviles y complacientes, con la finalidad de lograr ser visto, reconocido y amado. Al ser esta estrategia la que le otorga el anhelado ser visto, se establecerá como un patrón de relación y un estilo de vida.

En otros casos, el niño se protege del dolor por la indiferencia de sus padres a través de, digámoslo así, darse por vencido. Entonces se mete en sí mismo, desarrollando la estrategia adaptativa de ir lejos de las personas, lo cual también se podrá convertir en un patrón de relación y estilo de vida. En este caso, su dolido corazón está convencido de que si se mantiene alejado no podrá ser dañado.

Sea cual fuere la estrategia adaptativa que el niño adopte –lo cual por supuesto es un proceso inconsciente–, su objetivo es protegerse de sufrir. En los dos primeros casos –ir contra y hacia las personas– es así como se hace visible y obtiene reconocimiento, y en el tercer caso –ir lejos de las personas– al mantenerse apartado, como un ermitaño social, es como logra sentirse protegido y seguro.

Por otra parte, Karen Horney afirmó la siguiente idea, que ha sido reforzada y confirmada por innumerables estudiosos de la psique humana, tales como Fromm, Jampolsky y Chopra, entre otros: cuando un niño tiene la fortuna de tener aunque sea a una persona que lo ama, se interesa por él, lo valora o por lo menos lo aprecia, podrá superar los traumas y efectos nocivos que le dejaría el abuso, la agresión, el abandono o, en el caso que nos ocupa, la indiferencia de sus padres.

En capítulos posteriores veremos la innegable asociación que existe entre estas propuestas de Horney y los casos y temas que constituyen el contenido de este libro. Además, siempre es fascinante ver más allá y, de este modo, conocernos y comprendernos más de cerca y con mayor profundidad.

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¿Qué significa ser invisible?

Los niños invisibles no son niños abusados o agredidos. Su problema no es ése, sino la indiferencia de sus padres y de los adultos emocionalmente significativos. El ser ignorado por ellos, por la razón que sea, es el sello que marca la vida de un niño invisible.

Los niños agredidos no son ignorados, sino tomados en cuenta. Para maltratarlos, golpearlos o abusar de ellos deben ser vistos. Ese maltrato les causará un gran dolor y daño, sin duda alguna, pero la situación del niño invisible es diferente y por tanto también son distintas las consecuencias. El niño maltratado es muy visto, el niño invisible no lo es en absoluto.

Por más indeseables que dichas conductas paternas sean y causen profundas heridas en la vida de los hijos, éstas no son del tipo de las que la invisibilidad produce. Y por más extraño que parezca, el corazón de un niño prefiere –si podemos usar esta palabra– ser visto por sus padres, aunque sea para que lo agredan, en lugar de ser ignorado por ellos. Así, la indiferencia de los padres es la gestación de un individuo invisible.

Tomo estas frases de la canción “Rómpeme, mátame”, del grupo Trigo Limpio, que ejemplifican con gran claridad las ideas que estoy presentando: “Rómpeme mátame, pero no me ignores […] Prefiero sentir la espuela que me hincas cada día, que ser la flor en un vaso que olvidaste en una esquina”.

Estas expresiones, que se antojan casi aterrorizantes, son una cruda manifestación de la inmensa necesidad de los seres humanos, y sobre todo del niño, de ser vistos, y del lacerante dolor que les provoca cuando son ignorados.

Sería ridículo y una pérdida de tiempo que nos cuestionáramos si será peor ser un niño agredido o uno invisible. Lo que sí es verdad es que cada situación provocará dif

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