La Iglesia Católica

Hans Küng

Fragmento

La iglesia católica

INTRODUCCIÓN

La iglesia católica en conflicto

Como autor de esta breve historia de la iglesia católica deseo declarar abiertamente, ya en el principio, que a pesar de todas mis experiencias sobre cuán inflexible puede resultar el sistema romano, la iglesia católica, esa hermandad de creyentes, ha seguido siendo mi hogar espiritual hasta el presente.

Esto tiene sus consecuencias en este libro. Como es natural, la historia de la iglesia católica también podría relatarse de otro modo. Los expertos en religión o los historiadores no involucrados personalmente en tal historia podrían ofrecer una descripción «neutral». O podría describirse por parte de un filósofo o un teólogo «hermenéutico» preocupado por el «conocimiento», para el que comprenderlo todo es también perdonarlo todo. Sin embargo, he escrito esta historia como persona involucrada en ella. Puedo «comprender» fenómenos tales como la represión intelectual y la Inquisición, la quema de brujas, la persecución de los judíos y la discriminación de la mujer desde un contexto histórico, pero eso no quiere decir que pueda por ello «perdonarlos» en modo alguno. Escribo como alguien que se pone del lado de las víctimas, o de las prácticas religiosas que ya en su tiempo fueron reconocidas y censuradas como no cristianas.

Para concretar mi posición personal: escribo como alguien nacido en una familia católica en la católica ciudad suiza de Sursee y que fue a la escuela de la católica ciudad suiza de Lucerna. Después viví siete años consecutivos en Roma, en la elite papal del Collegium Germanicum et Hungaricum, y estudié filosofía y teología en la Universidad Gregoriana Pontificia. Cuando fui ordenado sacerdote celebré la eucaristía por primera vez en San Pedro y di mi primer sermón a una congregación de Guardas Suizos.

Tras doctorarme en teología en el Institut Catholique de París, trabajé dos años como pastor en Lucerna. En 1960, a la edad de treinta y dos años, trabajé como profesor de Teología Católica en la Universidad de Tubinga.

Tomé parte en el concilio Vaticano II entre 1962 y 1965 como experto nombrado por Juan XXIII, di clases en Tubinga durante dos décadas, y fundé el Instituto de Estudios Ecuménicos, del cual fui director.

En 1979 experimenté personalmente la Inquisición bajo otro papa. La iglesia me retiró el permiso para la enseñanza, pero aun así mantuve mi cátedra y mi Instituto (que quedó segregado de la Facultad Católica).

Durante dos décadas más permanecí inquebrantablemente fiel a mi iglesia con lealtad crítica, y hasta el presente he seguido siendo profesor de Teología Ecuménica y un sacerdote católico «de buena reputación».

Defiendo el papado para la iglesia católica, pero al mismo tiempo reclamo infatigablemente una reforma radical de acuerdo con los criterios del Evangelio.

Con un historial y un pasado católico como este, ¿acaso no puedo ser capaz de escribir una historia de la iglesia católica que sea al mismo tiempo devota y objetiva? Tal vez resulte aún más emocionante escuchar la historia de esta iglesia de parte de uno de sus miembros, que hasta ese punto se ha visto involucrado en ella. Obviamente, me preocupa tanto ser objetivo como a cualquier «neutral» (si tal cosa es posible en asuntos de religión). Sin embargo, estoy convencido de que la devoción personal y la objetividad más realista pueden combinarse en una historia de la iglesia como en la historia de una nación.

Me aventuro a ofrecer esta breve historia de la iglesia, pues, como alguien de larga experiencia en asuntos eclesiales y que ha sido puesto a prueba muchas veces por los mismos. Desde luego, no podrá reemplazar los trabajos en varios volúmenes —los editados por A. Fliche y V. Martin; por H. Jedin; por L. J. Rogier, R. Aubert y M. D. Knowles; o por M. Mollart du Jourdin— de los cuales he hecho uso, ni tampoco es esa mi intención. Pero dado que he estudiado esta historia toda mi vida y he vivido parte de la misma, mi libro es bastante singular.

Y he abordado la historia de la iglesia católica en libros anteriores (traducidos todos ellos al inglés), The Council and Reunion (1960; trad. ingl., 1961), Structures of the Church (1962; trad. ingl., 1965), y The Church (1967; trad. ingl., 1971); y continué haciéndolo más tarde en On Being a Christian (1974; trad. ingl., 1977), Does God Exist? An Answer for Today (1978; trad. ingl., 1980), Theology for the Third Millennium: An Ecumenical View (1984; trad. ingl., 1988), Judaism (1991; trad. ingl., 1992) y Great Christian Thinkers (1993; trad. ingl., 1994). Ofrecí una síntesis analítica de toda la historia del cristianismo en mi libro Christianity: Its Essence and History (1994; trad. ingl., 1995). En este libro describí los diversos paradigmas que crearon época, no solo el paradigma católico romano, sino también el paradigma judeocristiano, el paradigma helenístico-bizantino-eslavo, el paradigma de la reforma protestante y el paradigma de la Ilustración y la modernidad. En él el lector encontrará gran profusión de referencias bibliográficas sobre la historia de la iglesia católica romana y, claro está, también numerosas ideas y perspectivas que enfocaré en este breve libro de un nuevo modo. Lo haré con brevedad, y me centraré en las líneas, estructuras y figuras principales sin hacer uso del lastre más erudito (no hay notas ni referencias bibliográficas).

Mientras escribo soy plenamente consciente de que los puntos de vista sobre la iglesia católica y su historia divergen ampliamente, tanto dentro como fuera de ella. Probablemente más que ninguna otra, la iglesia católica es una iglesia controvertida, sujeta a los extremos de la admiración y el desprecio.

No cabe duda de que la historia de la iglesia católica es una historia de éxitos: la iglesia católica es la más antigua, numéricamente la más fuerte y seguramente también la representante más poderosa del cristianismo. Existe gran admiración por la vitalidad de esta iglesia doblemente milenaria; por su organización, que ya era global antes de que se hablara de «globalización», y por su efectividad a nivel local; por su estricta jerarquía y por la solidez de sus dogmas; por su culto, rico en tradición y luminoso en su esplendor; por sus indiscutibles l

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