La revolución del capital

Juan Miguel Zunzunegui

Fragmento

cap-1

HASTA AHORA EN LA REVOLUCIÓN HUMANA…

Los últimos cinco siglos de la historia humana han sido más revolucionarios que los cien anteriores, todo se ha movido y se ha transformado más en los últimos quinientos años que lo que se movió y transformó desde el fin de la glaciación y el inicio de la era agrícola.

La revolución humana es exponencial, eso a veces nos trae beneficios, pero esa desmedida creación de complejidad es también la principal fuente de sufrimiento humano, y desde luego, de inconsciencia, pues todo cambia más rápido de lo que nuestra mente es capaz de aceptar. En los tiempos modernos siempre vamos detrás de la revolución, persiguiéndola sin alcanzarla nunca.

El ser humano en sí mismo es una revolución inexplicable. Su existencia, tan similar en tantos sentidos a todo lo demás existente, es absolutamente diferente y en muchos casos inexplicable hasta llegar a tener que aceptar con humildad que nos enfrentamos a un misterio. La evolución biológica explica todo lo que somos a nivel material pero al llegar a la vida y la consciencia nos enfrentamos a que somos algo más y ese algo es del todo inexplicable… para la razón.

Ya es absolutamente misterioso e incomprensible para la mente humana que el todo surja aparentemente de la nada, pero así es al parecer. Lo es en los relatos mitológicos sobre el origen y lo es en la mismísima narración del Big Bang y en la física cuántica.

Pero olvidémonos de algo incomprensible como la nada y depositemos la atención en el todo, en eso que aparentemente existe por lo menos para nuestra mente: el mundo. Como nos dijo Heidegger: el Ser se manifiesta permanentemente en entes pero la totalidad de los entes no es el Ser. Los entes son observables y mesurables, el Ser es incomprensible y aunque todo se transforma en él, como nos dijo Heráclito, al mismo tiempo permanece inmóvil como nos dijo Parménides.

¿De qué está hecha toda la materia? De atómos… ¿Y los atómos? De protones, neutrones y electrones. ¿Y los protones y neutrones? De quarks. ¿Y los quarks, los fotones y los electrones? Son como todas las partículas elementales, vibraciones en campos cuánticos que no dependen de la materia, el espacio o el tiempo. La materia es una ilusión.

El mundo está hecho de materia idéntica, de particulas fluctuando en el vacío como nos dijo Demócrito. Partículas que al parecer existen de manera virtual cuando la consciencia los observa, y brotan constantemente de campos cuánticos. El mundo surge de la nada aquí y ahora, no en un punto del pasado. Dentro de la ilusión del tiempo, el Big Bang ocurrió hace 13,800 millones de años en el pasado, fuera de dicha ilusión esa “gran explosión” ocurre aquí y ahora, a cada efímero instante.

Las estrellas lejanas, las rocas de nuestro planeta, las plantas, el aire, los demás animales y nosotros mismos estamos compuestos exactamente por la misma materia, que al parecer ni siquiera es real y sin embargo sólo en nosotros se manifiesta ese misterio al que llamamos consciencia, que al parecer es completamente ajeno y distinto al mundo material, incluso podría ser el creador de dicho mundo. Como nos dijo Max Planck, padre de la física cuántica, la materia se deriva de la consciencia.

El surgimiento de la consciencia en el ser humano (volumen 1: La revolución del Sapiens) es una inexplicable revolución que es el origen de todo a lo que llamamos historia. Con consciencia, capacidad de abstracción y pensamiento simbólico nos hicimos infinitamente creativos.

No hemos dejado de crear. Creamos relatos mitólogicos y religiones, creamos preguntas y posibles respuestas, creamos símbolos y gracias a ellos, sociedades complejas, sistemas legales, éticos y filosóficos, creamos herramientas, desde piedras afiladas hasta misiles Tomahawk, y formas de manipular la energía, desde hogueras hasta reactores nucleares.

Hace unos 12 mil años, con consciencia, capacidad de abstracción, uso de símbolos, principalmente el lenguaje y de nuestra infinita creatividad, desarrollamos la agricultura. Comenzamos a dominar la naturaleza y no hemos dejado de hacerlo desde entonces. Empezamos a producir y consumir, y lo hacemos de manera cada vez más irracional desde entonces (volumen 2: Civilización e imperio).

Con la agricultura surgió la civilización y aún es imposible decidir si tuvo más pros que contras. Ya establecidos y sedentarios, nos sometimos al monocultivo, perdimos nutrientes hasta incluso reducir la talla del humano promedio, comenzamos a sentir miedo por malograr la cosecha, comenzamos a organizarnos para luchar y no hemos dejado de hacerlo desde entonces.

Construimos para nosotros mismos un nicho de seguridad, desde la aldea hasta el imperio, y nos sometimos a estructuras jerárquicas de las que no hemos salido, donde muchos trabajan para la subsistencia personal y el bienestar desmedido y obsceno de muy pocos.

La primera gran revolución de la humanidad, la consciencia, nos dio un potencial ilimitado comenzando por el de la libertad. En la segunda gran revolución, la agrícola, nos hicimos civilizados y comenzamos a despojarnos de dicha libertad y a someternos al trabajo, a la familia, a los dioses, al Imperio, a la República, a la Polis, a los roles de género y en general a todos los consructos socioculturales que consideramos hechos naturales, aunque todos son creados por nosotros, cosa que ignoramos porque ignoramos casi todo acerca de nuestra mente.

Entre el 1,500 y el 1,200 antes de nuestra era, quizás por una serie de cambios climáticos, una serie de hordas invasoras asolaron la franja de la civilización: los helenos llegaron por el norte del mediterráneo, los hebreos por el sur de Arabia, los arios po

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