Los desmadres de Mym

Mym Saro

Fragmento

Título

1

¡Oh, no!
¡El multitasking!

Me levanto un día más pensando en lo de siempre: hoy sí, hoy me va a dar tiempo de todo. Y mientras lo pienso y paso lista de ese “todo” que quiero hacer me dirijo al baño. De camino recojo las pantuflas de los niños, las cartas que llegaron ayer y alguien dejó sobre un plato de pizza, el cuento que su papá leyó anoche, los lentes, las ligas del pelo, el cepillo… total, cuando llego al baño (sólo hay dos metros de distancia y, sí, ocurrió tooodo eso), alguien más listo, más rápido, y desde luego menos multitasking, se adelantó.

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Odio el multitasking. Es un invento del demonio que, más que hacernos capaces de realizar varias tareas a la vez, nos hace incapaces de concentrarnos en una sola cosa.

Es como si ser multitasking equivaliese a tener varios cerebros coordinados entre sí. Mi esposo y mis hijos me hablan a la vez, como si no estuviera al teléfono con un cliente, al tiempo que escribo una nota al maestro informando que el niño pasó mala noche, consulto el tránsito en Waze para ver por dónde llegaré antes a la oficina y me aseguro de que la mayor lleva la bolsa con sus cachivaches para las cinco actividades extracurriculares del día.

Es muy difícil frenar la mente cuando está así de ocupada, dispersa y activa. Así que cuando al fin logro salir de casa, ¿cómo rayos voy a dedicarme sólo a manejar? Ni hablar, una puede pasar de 0 a 100 en décimas de segundo, pero desacelerar es otra cosa mucho más complicada. Además, cuando estás acostumbrada a exprimir el tiempo haciendo mil cosas a la vez, estás convencida de que es una absoluta pérdida de tiempo hacer sólo una. ¡O, no! ¡El multitasking! Una actividad, luego otra, más otra y así sucesivamente. Para mí, mujer todóloga, el trayecto en coche es el momento perfecto para maquillarme, revisar el WhatsApp y hacer la compra del súper mientras acelero, freno, acelero…

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Ah…, que el semáforo lleva en verde un rato… ¡Ya, ya!

Las multitasking somos como el reloj de Elastigirl: creemos que podemos estirar el tiempo. Dicho de otro modo, otra vez llego tarde al trabajo. Y es que la puntualidad es al multitasking como la tranquilidad al tráfico. No es imposible, pero sí improbable.

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Salvo excepciones, solemos llegar tarde. No es culpa nuestra, sino del tiempo, que se empeña en no alargarse. También es culpa de todas las cosas que queremos hacer, y es que pensamos que el tiempo es como nuestra bolsa, ese agujero negro en el que cabe de todo. Pues no, la realidad es que el tiempo es limitado y rígido como un clutch, con suerte te cabe el celular y el lipstick.

Hoy vino Arturo a pedirme el borrador que empecé ayer. Asegura que juré que hoy se lo daba, ¡terminado! Por alguna extraña razón, las mujeres multitasking tenemos fama de despistadas y olvidadizas. Somos una joya. Pongo en espera a alguien de comercial (pobres…) para buscar ese borrador en las carpetas de la computadora, como tarda un poco en abrirse el programa envío un par de mails y escribo un wasap pidiendo a mi esposo que compre nopales para cenar.

—Sí, amor, perdona…

—Señora, creo que se confunde… —oigo al otro lado del teléfono.

Y Arturo esperando el dichoso borrador que, por alguna extraña razón, estaba en la carpeta de Ofertas del súper.

Más que multitasking, a este don deberían llamarlo “multidiarrea”, por la cantidad de cagaditas de éstas que nos pasan a lo largo del día. Quien dijo aquello de “no se puede estar en todo” tenía razón, pero es que lo del multitasking es un vicio, a ver cómo te desenganchas de la adrenalina que liberan veinte actividades a la vez.

A la hora de la comida salgo al Moshi Moshi, quedé con María, la jefa de marketing digital. Acaba de reincorporarse de su incapacidad por maternidad, y seguro que tiene un montón de maravillas que contarme de su bebé. Ahí la veo, chateando a una velocidad de vértigo con su celular.

—Mym querida, qué bueno verte, un momento que estoy con la nana —me dice sin levantar los ojos de la pantalla.

Pido agua mineral y me quedo espantada observando a María. Varios folletos de gimnasia para bebés asoman de su bolsa-maleta y junto a su plato hay un ejemplar de Mamá no me abandones.

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El tiempo pasa, tic tac tic tac, y yo sólo tengo una hora para comer.

—Ya termino, Mym, digo al papá que todo va sobre ruedas y estoy contigo —murmura, en la misma posición de hace quince minutos.

Al final devoro algo rápido mientras María informa a su mamá de cómo fue el regreso al trabajo, llama a su hermana para decirle lo mismo y wasapea a la nana cada cinco minutos para preguntarle si su bebé está bien.

—Uy, cómo pasa el tiempo —me dice antes de despedirse—. ¡Me encantó verte!

Uno de los peligros del multitasking es lo que te pierdes mientras haces tantas cosas al mismo tiempo. Pienso en mi amiga y veo que pronto sufrirá una crisis de omnipresencia. Darnos cuenta de que no podemos estar en más de un sitio a la vez marca un antes y un después en la vida de cualquiera. Quizá por eso intentamos hacer tantas cosas a la vez, para compensar esa imperfección que nos impide estar al mismo tiempo en la oficina y en otro sitio, en casa y en otro sitio, en el gym y en otro sitio… Aunque todo llegará, quizá el multitasking 2.0 sea el multipresence.

Lo que más me fastidió de mi encuentro con María fue que, mientras ella estaba inmersa en sus tareas de teleoperadora, yo podía haber comido frente a la compu, mirando las noticias en internet y respondiendo a la encuesta de change.org. Pero así son las cosas. Al menos tengo la oportunidad de tomarme un café en el coche, mientras voy a recoger al pequeño a la escuela. Gracias a la tecnología puedo seguir hiperactiva, sino tendría que limitarme a manejar únicamente (y ya no sé cómo se hace eso).

Hablo con Andrea, la diseñadora, a través del manos libres para que haga unos cambios en la propuesta que presento mañana a los socios fundadores. Mi salvador, el frenado automático, acude en mi auxilio y gracias a él no choco con el de adelante mientras miro el diseño que me envió Andrea.

—¡Está delicioso! —le digo, saboreando el café.

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Si la mañana transcurre entre las paredes de mi oficina, los pasillos y los pisos del edificio, la tarde se precipita en el tr

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