El Tonaya no perdona

Edson Lechuga

Fragmento

Título

si pinches mi pasado y pinches mi presente,
pinchísimo será mi futuro

la güera no es güera sino güero, dijimos. y es que un día se cansó de obedecer y tener que pasar por las armas debajo de cada wey que se afiliaba al escuadrón;

la güera no es güera sino güero porque ya estuvo bueno, hijos de putas, de que me agarren de su puerquita y sea yo quien tenga que talonear para que chupemos todos bien a gusto;

la güera no es güera sino güero porque basta de cábula, culeros, basta de zapes, basta de jalones de greñas;

la güera no es güera sino güero porque de ahora en adelante si quieren coger, les va a costar, pendejos, porque nada es de a gratis y cuarenta varos por piocha o no hay bombón.

—¿treinta varos? —se le resbala la pregunta por las comisuras al ojitos—, pero si la trucutú cobra tostón y está bien buena.

—cuarenta, pendejo. dije cuarenta.

la güera no es güera sino güero porque ya se dio cuenta de que

ser mujer en este pendejo mundo no es cosa de gozo,

ni de risa,

ni de virtud,

ni de orgullo, sino de miedo.

todos ellos, hechos bolas, anudados, zurcidos unos a otros con hebras de alcohol son el escuadrón∙de∙la∙muerte. así les dicen y así se dicen y así se saben. «voy con el escuadrón», dicen cuando le caen a la esquina a darse un pegue. se refieren a san jerónimo, regina, mesones, isabel la católica y 5 de febrero.

todas esas esquinas son su esquina.

todas esas calles son su calle.

su puta calle.

y justo ahora ahí están todos, borrachos e infelices, mugrosos y felices, optimistas e infelices, hediondos y felices junto al arbolito de navidad que la delegación puso en un macetero de su calle, decorado con esferas de colores y que ellos, poco a poco, uno a uno, fueron adornando con botellas vacías de tonaya porque se ve más bonito así, más chingón, más de nosotros. se ve como más de a de veras, como más neta. con esferitas y foquitos se veía fresa, se veía gringo, gacho. pero con botellitas de tonaya cambia, se ve como una navidad nuestra,

con su santaclós todo dado a la verga

y sus renos todos mariguanos,

y su reyes vagos:

una navidad a la intemperie.

y todos ríen y asienten y se dan de zapes en el cogote y se mandan a la verga y rolan la colilla de cigarro y se mochan con otro frasco de tonaya, porque el invierno en esta pinche ciudad se pone cada vez más gandalla. y todo por culpa del pinche obamas que hace sus mamadas de recalentar el planeta y nos pasa a chingar a todos. y se pondrá peor porque ahí viene el anaranjado∙idiota, el hijo de paquita la del barrio, el bad∙hombre y sus ganas de sonarse los mocos con este país, sus ganas de meternos los dedos por el anófeles, sus ganas de echarle barda a su parcela, no tanto para que no entremos, sino para no vernos: porque a los ricos les molesta ver a los pobres.

y ahora sí van a saber de cuál calza el alabado.

pero no hay pedo, carnales, aquí está el remedio metido en estos frasquitos de doscientos cincuenta mililitros que el lauro acaba de talonear en el oxxo de la esquina. aquí está el remedio porque tonaya viene de tonatiuh, y tonatiuh es más dios que el alabado.

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así que para él es facilito quitarnos la sed, las penas, el hambre, las calamidades. y a él hay que entregarse aunque sea a cachos, como me estoy entregando yo, dice el chaparro, y se remanga el pantalón y muestra el hoyo pútrido que tiene en la pantorrilla.

una úlcera varicosa o várice ulcerosa que le está comiendo en carne∙viva la carne∙viva, y ya mero se le ve el hueso, pero le vale verga al chaparro porque así es esto de chupar del diario,

así es esto de entregarse a dios.

—huele a muerto —dice el salva, pero el chaparro no lo pela, sigue cantando mientras la calle se va llenando de godínez de las siete y veinte que miran de reojo al escuadrón, y le temen, le tienen lástima, le huyen, le sacan la vuelta, les despierta compasión, les da asco. pero algunas veces —como hoy— también les da risa su risa, y sus canciones alegran un poquito la mañana aburrida de ese martes en el de∙efe al que ya le quieren cambiar el nombre.

y el escuadrón ni se inmuta. saben que la calle es suya y de nadie más. no es de los transeúntes, ni de los coches, ni de los automovilistas, ni de los peseros, ni de los godínez, ni de los ambulantes, sino suya.

suya porque han pagado por ella el enorme precio del desprecio, el abandono, el frío, el hambre, la marginación, la desnutrición, los calambres, los delirios, el rechinido de dientes y el llanto.

el pinche llanto que se desboca cuando algún mal recuerdo se pone delante del futuro: si pinches mi pasado y pinches mi presente, pinchísimo será mi futuro. pero ni modo, aquí nos tocó malvivir y aquí malvivimos:

en esta casa sin techo que es la calle.

esta casa sin techo que es la calle, repito. así que ellos, los del escuadrón, deciden si entrar o no entrar:

porque a la calle se entra, no se sale.

se entra como quien entra a una selva, o a un desierto, o a una cueva, o a la boca enorme de un dios que en veces se endemonia y te digiere, te asimila, te disuelve para después cagarte en alguna esquina oscura del universo.

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salir de casa y entrar a la calle.

es lo que hice y es lo que volvería a hacer si otra vez estuviera en mi casa, dice el chaparro. pero eso es un puro decir porque de aquí ya no me saca nadie.

—¿ni muerto? —pregunta el salva.

—ni así —dice el chaparro—, porque quiero que me entierren aquí mero, en esta mera esquina de san jerónimo e isabel la católica por donde ahora pasa ya la gente a ríos. apresurada la gente que entra a las ocho porque ya son las siete cincuenta y tres y el salva se caga de risa porque está borracho y está contento.

—cántate otra, chaparro.

y el chaparro se arranca con el rey porque yo sé bien que estoy afuera, pero el día en que yo me muera, sé que tendrás que llorar:

llorar y llorar,

llorar y llorar.

y todos desaforados gritan y lloran, cantan y lloran, se desmelenan, abren los brazos, se desabrochan la camisa, aúllan y lloran, salpican gotitas de saliva alcohólica mientras berrean a boca abierta y lloran; porque llorar y llorar es saber que estoy afuera y tener la certeza de que el día en que yo me muera sé que tendrás que llorar.

y todos:

el chaparro,

el salva,

el lauro,

el ojitos,

la güera que no es güera sino güero,

desgañitándose corean la rola y sienten que la calle es uña y ya le anda de mugre;<

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