Secreto Maximiliano

Leopoldo Mendívil López

Fragmento

Título

Antesala imperial

Las figuras de Juárez y Maximiliano están extremadamente idealizadas. El público en general no conoce lo que sucedió realmente en lo que se denomina Guerra de Reforma (1857-1860) e Intervención Francesa (1861-1867), episodios clave en la definición del actual México.

La historia conocida sobre estos diez años enigmáticos generalmente es una colección de leyendas romantizadas tanto de Maximiliano y Juárez como de Carlota.

Sobre Maximiliano y Carlota se han escrito incontables libros en torno a una historia de “amor” sin ahondar en sus grandes incógnitas. Los agujeros que existen en esta trama, y el porqué vinieron a México, llevan ciento cincuenta años sin respuestas.

El 17 de diciembre de 1861 desembarcaron en México los ejércitos invasores de los siguientes países: Inglaterra, España y Francia, por una famosa “deuda” que México no había pagado. Ocurrió mientras los Estados Unidos vivían su Guerra Civil contra los estados rebeldes del sur, los cuales intentaban independizarse y crear un nuevo país: la “Confederación de Estados Americanos”, compuesta de plantaciones de esclavos —incluyendo el gran territorio que acababan de quitarle a México (es decir, Texas, en 1848)—.

Al llegar a Veracruz, las tropas invasoras se separaron: Inglaterra y España sorpresivamente se “rajaron” y se regresaron a sus países (el porqué, otro misterio, se responde en este libro), mientras que las francesas, al mando del ambicioso emperador Napoleón III (presunto sobrino de Napoleón Bonaparte; genéticamente no lo fue), avanzaron hacia la capital para invadir México y en 1864 dicho emperador trajo al país, para que se sentara como gobernante de la nación conquistada, a un joven príncipe europeo que carecía de la experiencia y la malicia necesarias para el cargo: Maximiliano de Habsburgo. Transcurrieron tres años y los mexicanos lo fusilaron.

Pasaron ciento cincuenta años más y se olvidó o borró de la historia —en el dominio público— lo que ocurrió detrás de toda esta trama.

Hoy se sabe la verdad:

La Guerra Civil de los Estados Unidos y la presencia de Maximiliano en México no fueron dos eventos aislados y simultáneos por casualidad: se trató de un mismo fenómeno. Maximiliano (y su “Imperio Mexicano”) fue parte de este enfrentamiento, así lo afirmaron los generales estadounidenses Philip Sheridan y Ulysses Grant (y en este libro se explica a detalle cómo Maximiliano suministró armamento de Francia a los rebeldes esclavistas del sur con el objetivo francés de dividir a los Estados Unidos para siempre). A su vez, en forma más global, tanto la guerra de Secesión como el implantar en México a Maximiliano fueron parte de la guerra secreta que Inglaterra y Francia (y en general Europa) estaban librando para destruir o debilitar a los Estados Unidos y evitar que se convirtieran en la potencia dominante del planeta.

Los mismos Estados Unidos —hoy potencia dominante en el mundo— han suprimido o minimizado esta trama de su propio pasado. ¿Por qué? Porque sus antiguos enemigos (Inglaterra y Francia, y en gene­ral Europa) son sus actuales aliados.

Benito Juárez para los mexicanos es el héroe indiscutible que venció prácticamente solo a los franceses y los sacó de México, y quien derrotó y capturó a Maximiliano y lo condenó al fusilamiento. Pero en su fascinante historia se borró el hecho de que los Estados Unidos complotaron para colocarlo en el poder dos veces (1860 y 1867) en esta gran guerra secreta contra Europa, y que el enfrentamiento para sacar a Francia y a Maximiliano de México —en pro de la Doctrina Monroe— fue una operación norteamericana, aprobada por Lincoln, a cargo de cinco generales desconocidos para el mexicano promedio: Ulysses Grant (quien se volvió presidente tras el éxito contra “Maximilian”), Philip Sheridan, William Sherman, Lew Wallace y Herman Sturm. La población mexicana desconoce esto porque Lincoln le ordenó a Grant que dicha operación fuera “secreta”, y que se le ocultara incluso al secretario de Estado.

En resumen: se borró de los libros no sólo esta operación sino el hecho de que México fue el patio de combate entre dos adversarios (Europa y los Estados Unidos), y que Maximiliano, Juárez, Carlota, e incluso el propio Napoleón III, fueron sólo piezas, mas no títeres.

¿Por qué en México se ha suprimido o minimizado o distorsionado esta trama de nuestro propio pasado?

¿Por qué los mexicanos tenemos la idea simplificada de Carlota como una mujer bella que “se volvió loca”? ¿Por qué nadie ha investigado qué es lo que la volvió loca? Ella misma dijo categóricamente que la envenenaron, y dio el nombre de quien lo hizo, pero hasta hoy nadie se ha molestado en explorar su cuerpo en Laeken, cuando todo apunta a que eso fue exactamente lo que sucedió, y que el culpable fue una potencia, como parte del complot contra México.

¿Por qué un emperador como Napoleón III tuvo la “ocurrencia loca” de invadir México y volverlo un “imperio”, una “superpotencia”, arriesgando el dinero y las tropas de Francia, cuando su propia población se oponía al proyecto por ser un “Vietnam” del siglo XIX: una carnicería de soldados que sólo estaba vaciando las arcas francesas y, según Thiers, destruyendo a la misma Francia? La versión hasta hoy “oficial” es que fue un “capricho”.

El público da por hecho que los “emperadores” Maximiliano y Carlota no tuvieron hijos, pero ¿a qué se debió la falta de intercambios sexuales en la pareja?, y ¿existieron hijos fuera del matrimonio? Este libro presenta información más que abundante al respecto, así como las pruebas hasta hoy disponibles, incluso a personas vivas.

¿Maximiliano fue masón al igual que Juárez? ¿Es cierta la teoría de que Maximiliano no murió, sino que la masonería lo perdonó y le dio una nueva vida en otro lugar del mundo, con un nuevo nombre y una nueva identidad?

Título

Estás a punto de explorar el siglo XIX

En la era de Maximiliano, Lincoln y Napoleón III (1864), el franco francés valía aproximadamente doce dólares de hoy (doscientos diez pesos actuales, o 4.5 gramos de plata, o 0.29 gramos de oro, o treinta y nueve centavos de dólar de esa época, o cuarenta y seis centavos de florín austrohúngaro). Un dólar en ese momento valía veinte dólares de hoy, o 1.85 pesos mexicanos de ese entonces (4.36 a partir de 1866).

Una legua equivalía a 4.19 kilómetros.

La avenid

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