¿Quién se ha llevado mi máster?

Tomás Fuentes

Fragmento

cap

1

LA FÁBULA

DEL RATÓN

QUE MINTIÓ

EN SU

CURRÍCULUM

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rase una vez, todo el rato, en un país más cercano de lo que nos gustaría, vivían cuatro pequeños personajes, dos ratones y dos hámsteres, que pugnaban para gobernar en las cloacas. Los ratones se llamaban Pedro y Màxim.

Pedro quería ser presidente y, aunque no había sido elegido, lo consiguió tras destapar una tubería especialmente apestosa. Fue entonces cuando invitó a su amigo Màxim a comerse una parte del queso. Pero pronto se descubrió que, años atrás, el ratoncito glotón había amasado sin declarar 218.322 quesitos.

Así que Pedro, siendo ya presidente de las cloacas, lo expulsó del gobierno. Nunca más se supo de Màxim. Así que esta historia que os vamos a contar se reduce ahora a tres personajes. Podríamos incluir más, sí. Pero si tuviéramos que matar una rata cada vez que la pillamos mintiendo, este sería el cuento de nunca acabar. Y no, este es el cuento de ¿Quién se ha llevado mi máster?

A lo que íbamos, antes de que Pedro llegara a la presidencia de las cloacas, los hámsteres, el joven Pablo, apuesto y decidido, y su compañera Cristina, también apuesta y decidida, pero no tan joven, se movían impunemente por las cloacas en busca de su ración de queso.

Con tanto afán por saciar su gula, ratones y hámsteres estaban a la greña desde tiempos inmemoriales. Unos decían que eran mejores que los otros. Pero era puro teatro: todo el mundo sabe que entre un ratón y un hámster las diferencias son mínimas.

Un buen día, Laratonera.es destapó un escándalo que afectaba directamente a uno de nuestros protagonistas. Al parecer, Cristina había recibido un trato de favor en la obtención de un máster en la Universidad Rey Gran Rata. Todo el mundo hablaba del tema. Pablo, su amigo, la consolaba.

Cristina era una hámster fuerte; se puso a dar vueltas frenéticamente en su ruedecilla de dominar el mundo y aseguró que no soltaría su silla. Su amigo Pablo la apoyaba en público, si bien durante esos días se le veía nervioso, sudoroso y errático en sus declaraciones.

A todo esto, el ratón Pedro guardaba un silencio hermético. Tenía cosas más importantes por las que preocuparse. Un grupo de cobayas llevaba tiempo queriendo dejar de formar parte de las cloacas y fundar su propia madriguera. No podía permitirlo.

Pero los medios de comunicación, ávidos de sangre, asestaron un golpe mortal a Cristina: publicaron un vídeo en el que la roedora robaba dos paquetes de pipas con efecto rejuvenecedor de un centro comercial. La pobre no tuvo más remedio que dimitir y malvivir con apenas 43.000 quesos anuales.

Su máximo defensor, Pablo, quiso quitar hierro al asunto ante la prensa.

Durante dos días, la situación en las cloacas se normalizó. Pedro intentaba quedar bien de cara a sus conciudadanos, y Pablo criticaba cualquier cosa que el ratón hiciera, sin aportar ni una propuesta interesante.

Mentiría si dijera que Pablo no se esperaba que sería la siguiente víctima de las investigaciones periodísticas. Sus sudores estaban en lo cierto: al cabo de unas semanas, el diario que había acabado con la carrera de Cristina acusó a Pablo de haber mentido también en su currículum académico.

El roedor quiso usar la misma estrategia de defensa que su amiga Cristina, pero a él tampoco le funcionó.

Conforme pasaban los días, las incriminaciones iban en aumento. Pablo aseguraba haber cursado un posgrado en una de las facultades roedoras más prestigiosas del mundo: la Roquefort University. Sin embargo, pronto se descubrió que, en realidad, solo había asistido a unas charlas en Aravaca.

Pablo se enfrentaba a un problema enorme: ¿cómo evitar la dimisión ante un hecho tan vergonzoso e inmoral? Pronto encontró la respuesta: no dimitiendo. Tan simple, tan efectivo.

Entre tanto, Pedro consiguió la presidencia de las cloacas por pura carambola. Aun así, seguía sin “mojarse demasiado” ante la avalancha de títulos falsos que salpicaba a sus contrincantes. Quizá porque hasta su propio título de presidente lo había conseguido gracias a una casualidad del destino que ahora no viene al caso.

Hasta que le tocó a él. Los insaciables medios acusaron a Pedro de haber plagiado su tesis doctoral. Él lo negó una y otra vez y, al igual que Casad… Perdón. Al igual que Pablo, decidió aferrarse a su cargo.

Poco después, la prensa de las cloacas se olvidó del tema al comenzar la nueva edición de Operatón Triunfo.

Cierto día, paseando, se encontraron los cuatro protagonistas de esta fábula. Màxim rompió el hielo.

Pedro lo echó sin miramientos. Y entonces sí, fue la última vez que se tuvieron noticias de Màxim. Los otros tres roedores analizaron su situación.

¡¡¡JA, JA, JA!!!

¡¡¡JA, JA, JA!!!

Esta vez, Cristina no supo qué contestar. Enternecidos por la inocencia de su compañera, Pedro y Pablo decidieron animarla.

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