Irresistibles. 100 años de it girls en la moda

Vicente Gallart

Fragmento

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lgo especial. Hay chicas que tienen algo especial. Y es más que probable que ese algo especial no se pueda describir con palabras. Con detalle. Algunos adjetivos pueden acercarse a la esencia de su extraordinaria personalidad y muchos de ellos aparecen en este libro. Pero para explicar con precisión por qué estas chicas son únicas y han conseguido destacar es necesario conocer sus vidas personales. El último siglo, década tras década, ha ido obsequiándonos con su presencia en ámbitos sociales, artísticos, intelectuales, hedonistas y, cómo no, en el ámbito de la moda, un entorno en el que ellas han sido y serán siempre una referencia inevitable, sin tener en cuenta necesariamente la belleza femenina como requisito indispensable.

Sus azarosas y apasionadas existencias han podido tener un final feliz... o no. Es curioso como aquellas chicas elegidas para la gloria estética y mediática cuyas vidas acabaron de un modo trágico son las que han perdurado con mayor intensidad en el subconsciente colectivo. La fatalidad que les marcó ha resultado ser la principal razón que las ha situado más allá de lo que nadie podría haber supuesto en el pasado. Sus nombres forman parte de ese capítulo de la historia de la sociedad occidental dedicado a aquellos que murieron jóvenes, pasando a la posteridad con todo su esplendor intacto. Algunas de ellas se encontraron con el infortunio de repente, sin esperarlo, otras, sin embargo, lo buscaron de un modo premeditado, jugaron con fuego sabiendo que estaban destinadas a formar parte de un melancólico recuerdo y que su destino era morir de éxito. Así pues, no todo ha sido alegría y diversión lo que ha rodeado y rodea a unas chicas escogidas para convertirse en centro de todas las miradas, a pesar de su incurable timidez o de su miedo a las multitudes.

En el pasado su popularidad se debió a menudo a su pertenencia a acaudaladas familias o a sus matrimonios con hombres célebres. En la actualidad esto no es necesario y se crean a sí mismas, hasta tal punto que la enorme influencia que pueden llegar a ejercer en la moda se escapa incluso de los implacables planes de marketing, algo que las hace infinitamente más interesantes. Pero ¿qué tienen ellas que no tienen las demás? En francés se usaría la palabra allure para definirlo. Pero en inglés... el pronombre IT fue y sigue siendo el elegido para estereotipar su atrayente figura. Con él, es decir, con el término “eso” se intenta describir algo intangible, inmaterial, algo que está en el aire y no se ve, pero se siente de una manera vehemente. Desde los locos años veinte, las revistas y periódicos más populares han intentado desgranar todo lo IT sin éxito y han claudicado ante lo insólito de la situación. Las chicas IT o it girls son únicas en su especie, y su especie no es catalogable dentro de un determinado ecosistema social, porque tienen la capacidad de saltar de un ámbito a otro y de adaptarse con sorprendente habilidad a todos ellos. Su presencia es siempre bienvenida y su estatus les permite ser una especie de comodín para aquellos que organizan los eventos y fiestas más importantes. En este sentido, las it girls se diferencian claramente de las socialites (aunque también puedan serlo) porque no están sujetas a tantos protocolos y poseen un margen bastante más amplio en la forma de vestirse y comportarse mientras cumplen con unos compromisos que, uno tras otro, multiplican su aparición en los medios y, por tanto, su fama. ¿Representan entonces cierta libertad ansiada por otras mujeres que carecen de ella? En cierto modo, sí.

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Clara Bow, ¿la primera it girl? Seguramente sí. Su encanto, tanto fuera como dentro de la gran pantalla, fue la clave de su triunfo en todo el mundo en los años veinte.

Existe una teoría acerca del origen del término it girl que, según mi opinión, resulta demasiado evidente. En 1927 la estrella del cine mudo Clara Bow protagonizó el film It, basado en el libro publicado por la escritora inglesa Elinor Glyn. En él se mostró al gran público por primera vez las cualidades de una chica que, gracias a su belleza e intelecto, conseguía seducir a hombres y mujeres por igual. Ellos caían rendidos de amor ante su figura, ellas quedaban fascinadas por su estilo y, al instante, la imitaban. Así transcurría el guion de la película que, sin duda, convirtió el concepto it girl en algo masivo por primera vez. Sin embargo, la propia Glyn no tuvo que investigar demasiado para crear el personaje interpretado por Bow. Su hermana mayor, la diseñadora Lucy Duff-Gordon, fue desde principios de siglo esa it girl en los círculos de la aristocracia inglesa. Conocida en ellos como Lucile, su asistencia a las fiestas de los salones más exclusivos de Londres, París y Nueva York era siempre garantía de éxito. Como creadora alcanzó gran aceptación por su agudo (y atrevidísimo para la época) sentido de la sensualidad aplicada a la moda en forma de vestidos de inspiración lencera, pero también gracias a su visión comercial de la profesión al ser la primera en organizar desfiles sobre un escenario con luces y música muy teatrales. Poco a poco Lucile se fue haciendo muy popular a ambos lados del Atlántico y en 1917, mientras se aventuraba en el diseño de vestuario para las bailarinas de las Ziegfeld Follies de Broadway y para la diva del cine mudo Mary Pickford, utilizó el término it en su columna sobre estilo de la revista Harper’s Bazaar. Lucile comentó en ella “cómo había disfrutado encontrándose con una buena amiga que llevaba un precioso vestido parisino con el que se sentía feliz y muy it”. Con todos estos antecedentes familiares, es más que obvio que Elinor Glyn halló la inspiración para su novela y posterior guion del film en su propia hermana, una auténtica pionera de las it girls del siglo XX. También es muy probable que la propia Clara Bow le sirviera como referencia y, después, como indiscutible protagonista de la película producida por Paramount Pictures. Nacida en Brooklyn, esta actriz personificó a la perfección el espíritu garçonne que tanto éxito tuvo en los años veinte. Su mezcla de inocencia y provocación y su personalidad de ingénue y femme fatale al mismo tiempo, la convirtieron en una estrella sin igual a nivel internacional y la transformaron en la primera it girl cuyo origen era cien por cien cinematográfico. A finales de la década, Bow (en quien se inspiró el personaje animado de Betty Boop) recibía más de 45.000 cartas al mes de admiradores, tanto masculinos como femeninos, y su estilo al vestir, maquillarse y peinarse fue el más imitado por unas chicas que encontraban en ella a la perfecta compañera de travesuras sentimentales mientras sonaban de fondo los ritmos del charlestón.

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La diseñadora Lucy Duff-Gordon fue la inspiración para la novela y el posterior film It, probablemente el germen

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