Verdad

Hector Macdonald

Fragmento

cap-1

Prefacio

Ojalá este libro provoque reacciones fuertes.

Escrito durante una epidemia de noticias falsas y hechos alternativos, supone que el público volverá a interesarse por la verdad y que en todas partes se insistirá en que políticos, empresarios, líderes de campañas políticas y otros comunicadores profesionales se hagan responsables de la veracidad de sus palabras. Confío en que valoramos la verdad lo bastante como para luchar por ella.

Pero la verdad no es tan sencilla como parece. Hay diferentes maneras de decir la verdad, y no todas son honradas. En la mayoría de las situaciones existen múltiples verdades que podemos elegir y comunicar. Aquella que escojamos influye en el modo en que los que nos rodean perciben determinada cuestión y reaccionan ante ella. Podemos elegir verdades que atraen a personas e inspiran actos, o verdades que engañan deliberadamente. La verdad tiene muchas formas y los comunicadores experimentados saben cómo explotar esa variabilidad para modificar nuestra impresión de la realidad.

Este es un libro sobre la verdad, no sobre la mentira, aunque una buena parte de él trata sobre la forma en que la primera puede utilizarse como la segunda. Los mismos instintos, presiones e incentivos que llevan a los comunicadores a decir cosas que no son ciertas también los impulsan a utilizar la verdad de una manera muy engañosa. Tengo la esperanza de que, si consigo explicar la forma en que esto sucede, aumente el número de personas que detecten y denuncien esas verdades que se utilizan para engañar.

Los diferentes tipos de verdad también pueden utilizarse de una manera constructiva para unir, inspirar y transformar. Seleccionar la verdad adecuada puede hacer que una empresa salga adelante, infundir valentía a un ejército, acelerar el desarrollo de una tecnología nueva, congregar a los simpatizantes de un partido político e impulsar la energía, creatividad y entusiasmo de organizaciones enteras. Los líderes tienen que entender sus opciones de comunicación y saber cómo elegir y presentar las verdades más atractivas.

Este libro está dirigido a todos los que desean comunicar de una manera veraz y a la vez entienden que pueden elegir entre varias verdades. Es para los que están cansados de que políticos, expertos en marketing y responsables de relaciones públicas les tomen el pelo. ¿Qué verdad será más efectiva para comunicar las intenciones que uno tiene? ¿Cuál será más eficaz a la hora de inspirar a una organización? ¿Cuál es la más ética? ¿Qué verdades pueden utilizarse para convencernos de actuar contra nuestros propios intereses? ¿Cómo podemos enfrentarnos a las verdades engañosas? Verdad intenta responder esas preguntas.

Un libro sobre la verdad es un blanco fácil para sufrir acusaciones de imprecisión o falsedad. En las numerosas historias y cuestiones que aquí se tratan, he hecho los mayores esfuerzos para constatar de manera fidedigna los datos, pero es inevitable que haya errores. Agradezco las correcciones que puedan hacerme los lectores más observadores y aquellos que sepan más que yo sobre las cuestiones que aquí se plantean, pues sus comentarios me evitarán situaciones sonrojantes en futuras reimpresiones. También me gustaría enterarme de verdades interesantes, astutas, escandalosas y transformadoras que hayáis encontrado en las noticias, en instituciones o en la vida cotidiana. Por favor, enviadme vuestras correcciones y sugerencias a través de <https://hectormacdonald.com/truth>.

Londres, octubre de 2017

cap-2

INTRODUCCIÓN

Cuando las verdades chocan

No hay peor mentira que una verdad mal entendida por aquellos que la oyen.

WILLIAM JAMES,
«El valor de la santidad»

EL DILEMA ANDINO

Para los vegetarianos y los celíacos, el descubrimiento de la quinua fue una especie de milagro. De pronto disponíamos de una semilla sin gluten, rica en magnesio y hierro, con más proteínas que cualquier otro grano, además de todos los aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo no puede producir por sí mismo. La NASA declaró que la quinua era uno de los nutrientes más equilibrados de la Tierra y lo consideró ideal para los astronautas. «La quinua tiene un sabor delicioso, una textura agradable y “esponjosa” y es uno de los alimentos más saludables que pueden encontrarse», pondera Yotam Ottolenghi en 2007.[1] Esta planta, que se cultiva en los Andes, estuvo rodeada de una leyenda que encantaba a los consumidores occidentales: los incas la valoraban tanto que la consideraban sagrada y la llamaban «la madre de todos los granos»; el emperador sembraba las primeras semillas de la temporada con aperos de oro. Incluso las Naciones Unidas celebraron este superalimento y declararon el 2013 Año Internacional de la Quinua.

Pero a los amantes de la quinua les esperaba una revelación inquietante. Entre 2006 y 2013, su precio en Bolivia y Perú se triplicó. Al principio, ese aumento se consideró positivo, puesto que elevaba el nivel de vida de los campesinos pobres de los Andes. Luego surgieron rumores de que los pueblos locales ya no podían permitirse consumir su propia comida tradicional debido a la demanda insaciable de Norteamérica y Europa. En 2011, The Independent advirtió de que el consumo de quinua en Bolivia había «caído un 34 por ciento en cinco años y las familias locales ya no podían pagar un alimento básico que se había convertido en un lujo».[2] The New York Times citaba estudios según los cuales la desnutrición infantil estaba aumentando en las zonas de cultivo de la quinua[3]. En 2013, The Guardian subió la apuesta con un titular provocador: «¿Pueden digerir los veganos la desagradable verdad sobre la quinua?». Según el periódico, para los peruanos y bolivianos se había vuelto más barato consumir «comida basura importada».[4] «La quinua: buena para usted; mala para los bolivianos», sostenía un titular de The Independent en el 2013.[5]

Este relato se difundió por todo el mundo y causó crisis de conciencia en los consumidores de alimentos saludables. «Cuanto más se adora la quinua, más se perjudica a los peruanos y bolivianos», sostenía un titular de The Globe and Mail de Canadá.[6] En las redes sociales, en blogs de veganos y en foros de dietas saludables, la gente se preguntaba si seguía siendo correcto consumir la milagrosa semilla andina. «Intentaré dejar de comer quinua», declaró una mujer:

Es cuestión de principios […]. La gente para la que la quinua ha sido un alimento básico durante innumerables generaciones ya no puede consumirla debido a que personas como yo hemos generado una enorme demanda para su exportación y hemos hecho que su precio aumentara […]. Sobreviviremos sin ella. Yo sobreviviré sin ella.[7]

La idea de que el elevado precio de la quinua, inflado por la demanda global, había perjudicado a los habitantes de Bolivia y Perú era creíble, y muchos la aceptaron. Sin embargo, a los economistas Marc Bellemare, Seth Gitter y Johanna Fajardo-González no les parecía correcta. Después de todo, gracia

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