ÍNDICE
Portadilla
Índice
Frontispicio
Dedicatoria
Introducción
La retórica en el pasado y ahora
Las cinco partes de la retórica
La primera parte de la retórica: Invención
Ethos: la importancia del carácter, o mira quién habla
Logos: sonar razonable
Pathos: «Hazles reír, hazles llorar, hazles asentir»
Campeones de la retórica I: Satán. El primer maestro de la elocuencia
La segunda parte de la retórica: Disposición
Exordio
Narración
División
Prueba
Refutación
Peroración
Campeones de la retórica II: Marco Tulio Cicerón. El perro de presa del Foro romano
La tercera parte de la retórica: Elocución
Decoro
Humor
Efectos de sonido
Control del tiempo
Las figuras
Campeones de la retórica III: Abraham Lincoln. «Algunas observaciones oportunas»
La cuarta parte de la retórica: Memoria
Campeones de la retórica IV: Churchill y Hitler
Churchill
Hitler
La quinta parte de la retórica: Acción
Las tres ramas de la oratoria
La primera rama de la oratoria: Retórica deliberativa
Campeones de la retórica V: Martin Luther King Jr. La fe en los sueños
La segunda rama de la oratoria: Retórica judicial
Campeones de la retórica VI: Barack Obama. La audacia del tropo
La tercera rama de la oratoria: Retórica epidíctica
Campeones de la retórica VII: El escritor de discursos desconocido
Así se demuestra...
Apéndice: Glosario y conceptos fundamentales
Notas
Notas a pie de página
Índice analítico
Sobre el autor
Créditos
Grupo Santillana
Para mamá
INTRODUCCIÓN
Permítanme comenzar con una escena de Los Simpson:
MARGE (canta «Blowin’ in the Wind»): «¿Cuántos caminos debe un hombre recorrer para que puedan llamarlo un hombre?».
HOMER: Siete.
LISA: No, papá, es una pregunta retórica.
HOMER: ¿Retórica, eh?… ¡Ocho!
LISA: ¿Sabes lo que significa «retórica»?
HOMER: ¿Que si sé lo que significa «retórica»?
No es exagerado decir que el libro que tiene en sus manos gira en torno a esta breve escena. ¿Sabe usted qué significa «retórica»? Porque debería saberlo. Y si Homer Simpson, uno de los grandes representantes del hombre corriente de finales del siglo XX, es capaz de hacer una broma sobre la retórica, puede estar seguro de que es un tema que no tiene por qué ser intimidatorio.
Así que ¿qué es la retórica? En la definición más sencilla posible, la retórica es el arte de la persuasión: el intento de un ser humano de influir en otro mediante palabras. No es más complicado que eso. Probablemente usted está acostumbrado a asociar la retórica con la oratoria formal: los discursos que pronuncian los políticos por televisión, los directivos en las juntas anuales de accionistas y los sacerdotes en la misa dominical. Lo cual es cierto, pero entonces es cuando la retórica resulta más visible; cuando se viste de largo y saca brillo a sus zapatos de baile. Sin embargo, esa no es más que una parte de todo el vasto terreno que abarca el término.
La retórica es un campo del conocimiento: es decir, algo susceptible de ser analizado y comprendido de la misma forma que la poesía. Igual que quienes estudian poesía hablan de anapestos y cesuras y versos catalécticos, los que estudian la retórica han aprendido a reconocer el nombre de algunas de las formas en que funciona el lenguaje retórico.
Pero la retórica es también —principalmente— una habilidad práctica: lo que uno de sus primeros y más importantes teóricos, Aristóteles, describió como techné, de la que se deriva la palabra «técnica». Con ese término pretendía diferenciarla de la filosofía. La filosofía constituye un conjunto de métodos para llegar a una comprensión desinteresada de las verdades eternas del mundo. La retórica está orientada a un fin práctico: es un medio para alcanzar un objetivo.
La retórica sirve para conseguir cosas, y nuestros antepasados lo sabían. Durante quince siglos aproximadamente, el estudio de la retórica estuvo en el centro de la educación occidental. Ser capaz de reconocer las técnicas retóricas y saber utilizarlas era uno de los atributos básicos de todo hombre educado (entonces la mayoría eran hombres… lo siento).
Y era lógico que así fuera. El funcionamiento del Estado tenía, y sigue teniendo, dos instituciones centrales —los tribunales de justicia y la maquinaria del gobierno— en las que la práctica de la retórica era fundamental.
Por el momento no hablaré de los tropos y figuras que componen la caja mágica del retórico. La falta de espacio me impide explicar cómo los misteriosos Córax y Tisias ya urdieron todo el asunto en el siglo V a. C. No me detendré en la forma en que una con