Todos somos Greta

Valentina Giannella

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Hong Kong, mañana del viernes del 15 de marzo de 2019. Los chats del colegio de mis hijos echan humo desde el amanecer: docenas de fotos de cartones pintados con los colores de la tierra, los eslóganes diseminados por los sitios de los #FridaysForFuture. Hoy es el día de la gran huelga global de los estudiantes convocada por Greta Thunberg, activista medioambiental y candidata —justo por ese motivo— al próximo Premio Nobel de la Paz. Así se ha despertado Hong Kong, pero las voces que se oyen no son solo las de los estudiantes. Los padres y los abuelos de los jóvenes se están preparando para ocupar la estación de metro en Central, el punto de encuentro de los manifestantes.

«Mamá, ¿qué quiere decir cambio climático?», me pregunta Agata, de ocho años. Todos los niños hacen preguntas: es lo que les toca, tienen que comprender cómo es el mundo en el que han nacido. Y después de que esta chica sueca con trenzas y mirada seria haya llamado la atención de los de su edad sobre temas importantes para el futuro del planeta, las mentes de los más jóvenes se han llenado de preguntas. ¿Qué se entiende por calentamiento global, por efecto invernadero, por combustibles fósiles? ¿Qué es la biodiversidad y el desarrollo sostenible? ¿Quién estudia los cambios que se están produciendo en la Tierra? ¿Cuáles son las fuentes fiables? ¿Qué puedo hacer yo?

En los días previos a la primera manifestación, los chicos de secundaria se informaron. Exploraron las webs, leyeron artículos científicos, preguntaron a sus profesores. Formaron equipos de padres, que tuvieron que ponerse al día para hacer buenas síntesis y que se divulgaran entre el alumnado. Fue complicado desentrañar en los medios de comunicación las informaciones fragmentadas o los términos especializados que usan los expertos, pero lo consiguieron: chicos y padres convergían en chats divulgativos, en los que ofrecían resúmenes, análisis, respuestas. Cuando el 15 de marzo marcharon cantando hacia las sedes de los mandatarios de sus respectivas ciudades, la mayor parte de los estudiantes estaban más preparados que los adultos, quienes, recelosos, los observaban desde las aceras y las ventanas.

En medio de esos chicos, carteles que recordaban —como en cientos de otras ciudades del mundo ese día— que tenemos que actuar pronto, pues, sencillamente, There is no Planet B. De todos ellos, uno me conquistó: My name is Greta, yo soy Greta. Lo llevaba una chica de flequillo negro y mirada firme, también severa, igual a la de su coetánea sueca. No solo ella, sino todos los estudiantes de la manifestación, todos aquellos que se habían informado sobre lo que los científicos repiten desde hace décadas, aquello que habían comprendido los que se estaban manifestando porque ya no queda tiempo: todos ellos eran Greta. Y no se trata del mismo mensaje adoptado por las redes después de Je suis Charlie. Este lema no nace de la solidaridad ni de la proximidad: nace de la voluntad de pertenecer a una nueva identidad global. Una chica sin miedo ha removido y hecho real, visible, la conciencia de toda una generación: la de cientos de miles de jóvenes que comparten los principios universales de la ciencia, del respeto, del equilibrio de la Tierra.

Este libro, que contiene los conceptos fundamentales del cambio climático explicados de forma científica y sucinta por las fuentes más autorizadas, es para ellos. Y para todos nosotros, padres y abuelos, que tendremos que responder a las preguntas de los más pequeños, directas y urgentes, sobre la salud de nuestro planeta.

 

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Estocolmo, Suecia. El 20 de agosto de 2018, poco después de desayunar, Greta se ata los zapatos y se prepara para salir de casa como otros millones de chicos. Esa mañana, sin embargo, su ruta cotidiana cambia. No llegará al colegio y su mundo —junto con el nuestro— ya no volverá a ser el mismo.

Greta Thunberg nació el 3 de enero de 2003. Su madre, Malena, es cantante lírica, personaje público, escritora. Su padre, Svante, es actor. También se llamaba Svante otro famoso miembro de la familia Thunberg, Svante Arrhenius, que obtuvo el Premio Nobel de Química en 1903: fue el primer científico que demostró la relación entre el aumento de las emisiones de dióxido de carbono y el de la temperatura de la Tierra. Sus cálculos de física y de química sirvieron de punto de partida para los estudios sobre el calentamiento global en 1960. Espectáculo, cultura, ciencia: Greta tiene cuanto necesita para soñar sin miedo su futuro. Pero algo, en esta historia, baraja las cartas.

Greta es una niña curiosa. Cuando cumple ocho años, se pregunta por qué mamá y papá insisten en que hay que apagar las luces, en que no hay que derrochar agua, en que no hay que tirar comida. Decide saber más y empieza a leer, a documentarse. Descubre el cambio climático y sus consecuencias sobre la salud del planeta. Se preocupa, a lo mejor preferiría pensar en otra cosa, como hace todo el mundo. Pero tiene una manera propia de ver las cosas y no puede encogerse de hombros: «Si estamos seguros de que quemar combustibles fósiles es perjudicial, ¿por qué lo seguimos haciendo?». La veta científica que hay en la familia y el respaldo de sus padres la ayudan a profundizar, a tratar de entender más. Al principio, las cosas no van nada bien. Greta lee de todo, los datos se amontonan en su mente como toxinas, que no metaboliza porque aún es demasiado joven. A sus once años, Greta está deprimida. Deja de comer, pierde diez kilos en dos meses. No habla. Sus padres la llevan al médico, que diagnostica síndrome de Asperger y mutismo selectivo. El síndrome de Asperger es una forma leve de autismo que no afecta al aprendizaje ni al lenguaje, suele más bien manifestarse con un gran interés en el estudio de los temas más variados y con la carencia de inhibiciones sociales para sacar adelante ideas. El mutismo selectivo es, en cambio, la incapacidad de hablar con gente que no nos interesa. Los únicos momentos en los que los ojos de Greta se iluminan y las palabras le brotan de los labios, siguiendo lógicas impecables, son aquellos en los que tiene la posibilidad de compartir sus preocupaciones por el futuro del planeta: «¿Qué estamos haciendo para salvarnos, y para salvar a nuestros hijos y a nuestros nietos?». Sus padres compren

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