Rascar donde no pica (Colección Endebate)

Pere Estupinyà

Fragmento

1. Estrés, canas, coronilla y el valor de la experimentación por delante de la lógica

Reencuentras a un viejo amigo después de tiempo sin veros y lo segundo que te dice es: «¡Cuántas canas te han salido!». Tú respondes: «¡Pues tú esa panza no la tenías!», y le intentas convencer de que a ti las canas te hacen más interesante. No obstante, cuando llegas a casa, te miras de inmediato en el espejo, piensas en el intenso y desordenado ritmo de vida que has llevado en los últimos tres o cuatro años por Estados Unidos, y te surge una duda: ¿estará tanto estrés haciéndome envejecer más rápido de lo que toca?, ¿serán signos de ello las canas o esa incipiente coronilla que, por suerte, sólo veo cuando la desalmada peluquera pasa un espejito malévolo por todos los ángulos de mi cabeza para mostrarme cómo ha quedado mi corte de pelo? No lo sabes. Sin embargo, la curiosidad ya te ha regalado una nueva pregunta sin respuesta: ¿el estrés me hace envejecer más rápido? Puedes elegir el camino fácil y consultar a alguien que se haga llamar experto. Pero a saber qué te dice. Los expertos no son de fiar. Hay una manera más directa, simple y efectiva de solucionar este interrogante: buscar en la bibliografía científica estudios rigurosos que hayan investigado la posible asociación entre canas, pérdida de pelo, estrés y envejecimiento prematuro. ¿No es sobrecogedoramente lógico? Con mucha probabilidad, siempre habrá un científico que haya investigado sobre cualquier tema que te interese. 

Pubmed es la base de datos que recoge todos los artículos científicos publicados en el ámbito de la biomedicina. Haces una simple búsqueda por palabras clave, y te fijas en las revisiones o artículos más recientes en las revistas con alto índice de impacto. El primer dato encontrado resulta positivo: un estudio danés siguió a veinte mil personas y no encontró ninguna relación entre mortalidad por causas naturales y edad de aparición de canas, signos de arrugas o calvicie. En otras palabras, la pronta aparición de canas no parece indicar que tu cuerpo envejezca (desde una perspectiva médica, no estética) más rápido.

Parece interesante, pero no constituye una gran sorpresa y deja sin explicar si los episodios de estrés podrían haber adelantado el emblanquecimiento de mi pelo. Siguiendo esa pista, encontré un artículo en el que se debate si el incremento de canas de Barack Obama podía ser debido a la presión que estaba sometido. Los médicos consultados venían a expresar un «No. Ya le tocaba, y punto». El principal factor —y destacado— que marca cuándo empezará a volverse blanco tu pelo son los genes que te pasen tus padres. En concreto, en cuestión de razas, los blancos suelen empezar más pronto, seguidos de los asiáticos y las personas de color. Lo normal es que las primeras canas aparezcan pasados los treinta, y que a los cincuenta la mitad de nuestros pelos sean blancos. La gran diversidad que puedes observar depende básicamente de la genética.

Ok, pero ¿el estrés acelera el proceso o no? Pues parece que no, que el vínculo vida atosigada-canas es un mito. Lo que se ha observado es una relación entre la aparición de canas y el estrés celular. Por estrés celular los científicos entienden la acumulación de agresiones que recibe el ADN de tus células, ya sean los famosos radicales libres, los procesos metabólicos intracelulares, o factores externos como los agentes químicos o la luz ultravioleta. Pues bien, resulta que los melanocitos de tus folículos capilares son bastante sensibles a estos cambios.

Los melanocitos son las células que, dentro de cada folículo capilar, van produciendo el pigmento melanina que impregna y da color a las fibras de queratina de tu pelo. A medida que envejeces, las células precursoras de melanocitos van dañándose y perdiendo actividad, y un estudio publicado en julio de 2009 en la revista Cell sugiere que si maltratas su ADN, disminuye su diferenciación hacia melanocitos. En uno de los experimentos sometieron ratones a radiaciones ultravioletas y observaron un daño celular asociado a mayor aparición de pelos blancos. O sea que tomar el sol relajado te puede blanquear más el pelo que trabajar estresado en la oficina.

En conclusión: respecto a mis canas, debo quedarme tranquilo y continuar autoconvenciéndome de que no me hacen más viejo, sino más interesante. No busquemos estudios científicos al respecto por si acaso. Pero ¿y esos claros en la parte superior de mi cabeza? (malditas bombillas situadas estratégicamente encima del espejo del baño para disminuir nuestra seguridad). Tras la pista de las canas de Obama venía el cotilleo sobre la supuesta pérdida de vitalidad de la lujuriosa melena de la queridísima Sarah Palin durante la precampaña de las elecciones estadounidenses. ¿Estará relacionado el estrés con el debilitamiento y la pérdida de pelo? En esto sí, ¿no? Pues depende.

El estrés de verdad, el que se sufre tras un suceso traumático, un momento de intensidad emocional o física verdaderamente extrema, o en ocasiones tras el nacimiento de un hijo, sí puede desencadenar un desorden llamado efluvio telegénico: el ciclo de crecimiento de los folículos capilares se detiene, la cabellera deja de regenerarse durante un tiempo, se debilita, y a los tres meses se experimenta una pérdida de pelo considerable. Normalmente, perdemos unos cien pelos al día, pero ante una situación así este número puede quintuplicarse con facilidad.

De todas maneras, esto sólo ocurre en casos de estrés patológico serio. El «estoy estresado» del que nos quejamos por vicio los que trabajamos bastante y no queremos perdernos ningún sarao no conlleva directamente pérdida de cabello. Si va unido a una dieta pobre, tomar más copas o un maltrato generalizado del cuerpo, entonces podemos perder más pelo y tenerlo más finito. Pero el «ir a tope» cotidiano es bastante menos trascendente para el debilitamiento capilar de lo que solemos creer.

Conclusión final: que no merece la pena bajar el ritmo… y que nada se escapa al análisis de los científicos. Acudir a ellos con preguntas es una gozada, y escucharles retándoles a que te sorprendan, un riesgo considerable.

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