Global gay

Frédéric Martel

Fragmento

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PRÓLOGO

«¿Busca usted a The Queen of Amman? Pues ya me ha encontrado». Madian al-Jazerah se está acabando de tomar un café americano y me hace un gesto para que me siente a su mesa. Con sus cincuenta años, su frente ancha y su perilla blanca bien recortada, me recuerda a Randy Jones, el cowboy de Village People.

El Books@Café está situado en la esquina de la calle Omar Bin al-Jattab con la Rainbow Street, en el centro de Ammán, la capital de Jordania. «Ya sé que me llaman la Reina de Ammán, es mi apodo, pero le aseguro que aquí, en este país musulmán, no hago proselitismo. Soy gay y no lo oculto, pero no quiero llamar demasiado la atención. No ando por ahí con la rainbow flag desplegada. He creado este local alternativo. Es simplemente un café gay friendly». Madian al-Jazerah es uno de los homosexuales más emblemáticos del mundo árabe y su bar, el Books@Café, un milagro en tierra de islam, un oasis, una excepción, un misterio. Tal vez un espejismo.

¡No hay más que ver el nombre de la calle! «En una época, Al-Rainbow Street era como una especie de Campos Elíseos de Ammán. Luego llegó la depresión y el barrio perdió su encanto. Los precios bajaron. Vinieron los artistas y con ellos las galerías de arte, los cines… y los gays. Poco a poco, el barrio volvió a ponerse de moda y hasta se convirtió en bohemio pero burgués. Es lo que se llama la “gentrification”. Pero el nombre de la calle no tiene nada que ver con la bandera gay, es una simple coincidencia», me dice Madian al-Jazerah. Le propongo no mencionar su verdadero nombre en mi libro para no exponerlo inútilmente. «No, al contrario, puede citarme. No tengo miedo. La notoriedad me protege. Y al fin y al cabo —me suelta sonriendo—, la Reina de Ammán no se esconde».

Se accede al Books@Café por un pequeño patio, a la sombra de los naranjos en flor, en la planta baja de una casa señorial. A falta del esplendor de antaño, el edificio conserva algo del caos oriental. Primero se entra en una librería (la arroba forma parte del nombre del lugar, pues también es un cibercafé). En las estanterías hay libros en árabe y en inglés, CD y DVD. Veo varias películas gays de culto: Brokeback Mountain del taiwanés Ang Lee, Adiós a mi concubina del chino Chen Kaige o Mi hermosa lavandería de Stephen Frears. Un poco más allá, un doble DVD de la serie de HBO, Angels in America, la adaptación televisiva de la célebre obra del dramaturgo gay judío americano Tony Kushner. «No es una librería gay», objeta sin embargo Madian al-Jazerah, mostrándome unas guías turísticas, unos best sellers y una sección de cómics para niños. Entre las novelas, encuentro Los hijos de la medianoche de Salman Rushdie (pero no Los versos satánicos), el libro de Edward W. Said sobre el «orientalismo» y un texto de la estadounidense Susan Sontag dedicado al sida. Y en una estantería, bien a la vista, veo la novela El edificio Yacobián del egipcio Alaa al-Aswany, un magnífico fresco que describe una casa art déco de El Cairo, opulenta y cosmopolita, verdadero microcosmos cultural, donde conviven todas las generaciones y clases sociales, los pachás y los coptos, y naturalmente los heteros y los gays. Me digo a mí mismo que hoy se podría escribir una novela aquí, en este café, que es una especie de edificio Yacobián moderno.

Detrás de la caja de la librería hay una escalera discreta. El bar está en el primer piso y, mientras que la planta baja es estrecha y enclaustrada, el club resulta inmenso. Consta de una sucesión de cuatro salas que se prolongan en dos amplias terrazas, visiblemente ganadas a los tejados, provistas de vidrieras asimétricas colocadas a diferentes niveles. En verano, se está fresco y a la sombra; en invierno, da el sol y se está resguardado. Ora al aire libre, ora bajo unos toldos multicolores. Desde las terrazas, se divisa la ciudad de Ammán, blanca y ocre, sus colinas, sus mezquitas iluminadas de verde, sus barrios burgueses y sus campos de refugiados palestinos.

Madian al-Jazerah es de origen palestino. Su familia, descendiente de beduinos, procede de San Juan de Acre, hoy Acre, al norte de Israel. Sus padres se instalaron en Yenín, en Cisjordania, antes de huir de los territorios palestinos ocupados y exiliarse en Kuwait, donde él nació. «Yo me he criado en el desierto, con el respeto por la cultura de los beduinos. Y aunque mi familia era una familia culta, tengo algo de nómada. Me sigue emocionando la belleza del desierto. El desierto no miente». Expulsados de nuevo, sus padres emigraron a Jordania. «Ser palestino es eso», resume. «Siempre estás un poco exiliado, sin patria. Nunca estás en tu casa».

En los años setenta, Madian va a parar «de forma natural», como él dice, a Estados Unidos, donde estudia Arquitectura en la Oklahoma State University, luego vive en California y finalmente se instala en la costa Este. «Cuando eres palestino, no estás nunca mucho tiempo en un sitio. Y Estados Unidos es la tierra prometida. Es como en la película América, América de Elia Kazan: yo también creí en el sueño americano».

En Nueva York, en los años ochenta, este sexual-liberationist abre el Frisbee, un bar árabe en un barrio gay friendly. Al cabo de diez años, hará lo contrario en Ammán: abrir un café gay friendly y americanizado en una ciudad musulmana.

El Books@Café es un concentrado del mundo árabe gay. Durante el día, parece un coffee shop alternativo californiano, con el añadido del humo perfumadísimo del narguile. Un exiliado iraquí, que da la impresión de estar muy inseguro, se pasa allí las tardes consultando Internet a la espera de obtener los papeles para trasladarse a Beirut. Un sirio que se ha criado en Dubái repasa sus apuntes de la Universidad de Ammán. Un jordano «de pura cepa» (según su expresión, para que no lo confundan con un palestino) hojea unos folletos de Study in the USA apilados a la entrada de la librería. Un joven de buena familia, que según me dicen es un príncipe, lleva una camiseta Abercrombie & Fitch y me propone rebautizar este café como «You Mecca Me Hot», un juego de palabras que me provoca una carcajada. Un azafato de British Airways —un hummus queen, que es como llaman aquí a los blancos que se lo hacen con los árabes— charla con un grupo de hombres, uno de los cuales estudia para dentista en la Universidad Americana de El Cairo. En cuanto a Mohamad, que lleva una kefia de cuadros rojos, vive en el campo de refugiados de Jabal el-Hussein en Ammán y me advierte de que se niega a beber Coca-Cola o a consumir kétchup (boicotea los productos israelíes y estadounidenses); también me muestra una fotografía del Che Guevara, que lleva siempre en la cartera, y afirma ser miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina, el movimiento nacionalista fundado por Georges Habache, líder marxista y cristiano, y también terrorista, por cierto. Moha

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