Ni enfermos ni pecadores: La violencia silenciada de las «terapias de conversión» en España

Saúl Castro

Fragmento

1. Las «terapias de conversión» como fenómeno global

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Las «terapias de conversión» como fenómeno global

Desde 2016, la práctica generalizada e impune de las mal llamadas «terapias de conversión» se ha convertido en uno de los principales temas de preocupación y denuncia dentro del activismo LGTBIQ+ español, así como en una de las reivindicaciones de nuestra comunidad en la lucha por la garantía de nuestros derechos humanos.

Sin embargo, a nivel político y legal, todavía estamos muy lejos de que exista un consenso sobre qué son, en qué consisten y cómo deberían atajarse las «terapias de conversión» desde un prisma normativo y sociopolítico.

Esta problemática ha absorbido gran parte del trabajo que he realizado en los últimos tres años, y que determinó la fundación de la Asociación Española contra las Terapias de Conversión a principios de 2021, con la intención de crear una plataforma que tratara estas prácticas de forma conjunta, más allá del amarillismo de la denuncia en medios. No solo eso, sino que me preocupaba especialmente la vulnerabilidad en la que se hallaban las víctimas y la necesidad de configurar un marco asociativo que les permitiera conocer sus derechos, interrelacionar la información que poseían y sus experiencias, así como servirles de parapeto tras el cual iniciar procedimientos legales sin que las víctimas tuvieran que sobrellevar toda la carga del proceso y mitigando la revictimización consecuente.

Ahora, con este libro, pretendo compilar y dar forma a todo lo que sabemos sobre las «terapias de conversión». Mi objetivo es poder ofrecer al público general una lente que le permita conocer qué está pasando en su país, que le abra los ojos a una violencia sistemática y estructurada que se mantiene oculta a la sociedad civil. Y, sobre todo, espero remover conciencias, generar enfado y preocupación, y conseguir una llamada a la acción colectiva para desenmascarar a los perpetradores, enjuiciarlos y establecer un marco jurídico que garantice que estos abusos no se sigan cometiendo.

Antes de adentrarnos en este mundo, es imprescindible hacer una reflexión terminológica. Actualmente, la expresión «terapias de conversión» está desfasada tanto a nivel científico como en el ámbito del activismo LGTBIQ+. Se entiende que los conceptos «terapia» y «conversión» designan de forma inadecuada el tipo de violencia que provocan estas prácticas dirigidas a modificar o anular la diversidad sexual y de género.

Por un lado, la palabra «terapia» se usa normalmente para referirse a los tratamientos médicos que buscan proporcionar una solución a una enfermedad. Distintas asociaciones, instituciones e incluso gobiernos han optado por evitar este concepto porque consideran que, implícitamente, las patologiza. Señalan que asocia la diversidad sexual y de género con una característica que se puede tratar o puede ser objeto de un proceso terapéutico.

Además, el concepto «terapia» también parece revestir de legitimidad científica o médica unas conductas cuya efectividad, como veremos en las siguientes páginas, está absolutamente rechazada por los consensos científicos, técnicos y profesionales.

Por otro lado, el uso del término «conversión» tampoco es correcto. En él subyace la idea de que estos abusos implican necesariamente la modificación o alteración de la orientación sexual, identidad o expresión de género, excluyendo otras prácticas que buscan la anulación de la sexualidad o de la identidad de género, e imponen la abstinencia forzada o expresiones de género normativas. Asimismo, la propia idea de conversión minimiza, diluye e invisibiliza el grave impacto que estas prácticas tienen en la salud física y mental de las víctimas, además de en su bienestar social y económico.

Hablar de estos abusos de derechos humanos como «terapias de conversión», por muy extendido que esté el término, es incorrecto y esquivo. Asume el marco conceptual de los victimarios y aparta el foco de la violencia que sufren las víctimas y de la esencia LGTBIfoba de la misma.

En la literatura y en los medios de comunicación, se han empleado muchos términos para intentar capturar todos los escenarios y contextos en que se producen las «terapias de conversión». Así, podemos encontrar las siguientes expresiones que designan este tipo de agresiones contra las personas LGTBIQ+: «terapias reparativas», «terapias de contracondicionamiento», «terapia exgay», «cura gay», o «terapias críticas con el género».

Todos estos términos también reciben críticas, ya que continúan refiriéndose a las mismas con una terminología medicalizante y científica; circunscriben el término exclusivamente a aquellas prácticas dirigidas contra homosexuales (como la «cura gay» o «terapia exgay») o personas trans (las «terapias críticas con el género»); o implican la idea de «reparación» o «corrección» de conductas o prácticas que en sí mismas no son negativas.

En el presente libro usaré alternativamente las siguientes dos expresiones: «terapias de conversión» y ECOSIEG. Veréis que escribo siempre el concepto «terapias de conversión» entre comillas. He optado por esta expresión porque, mal que nos pese, es la que está más arraigada en el imaginario colectivo y la que usa la gente corriente para referirse a este fenómeno de violencia. Creo que es importante no abusar de terminología técnica y excluyente, que aleje esta realidad de las expresiones coloquiales usadas por las comunidades que han sufrido y sobrevivido a estas prácticas.

Sin embargo, para denotar lo equívoco que es referirse a las mismas como terapias o tratamientos con revestimiento médico, significaré esta expresión con un entrecomillado.

Por otro lado, también usaré indistintamente las siglas ECOSIEG, que se refieren a los Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual e Identidad y Expresión de Género.[1] Este término es el que más se ha popularizado en los últimos dos años, gracias al impulso que le ha dado el movimiento asociativo LGTBIQ+ internacional. También es la propuesta conceptual que más me gusta, porque se enfoca en las características perseguidas y anuladas por esta violencia: la orientación sexual, la identidad de género y la expresión de género.

Tal vez lo que todavía no me convence es que estas prácticas pasen a agruparse bajo la expresión «Esfuerzos de Cambio», ya que, aunque este término es más aséptico y menos medicalizante, sigue sin capturar ni hacer referencia a las «terapias de conversión» que proponen la abstinencia total y que «aceptan a las personas», pero critican las conductas o las prácticas en sí mismas. Es decir, a las «terapias de conversión» que entienden la orientación sexual no heterosexual como un comportamiento que se puede controlar a voluntad y desvincular de la identidad individual. En este sentido, creo que la idea de «cambio» no refleja este tipo de violencia, ya que muchos perpetradores defienden que s

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