INTRODUCCIÓN
Hogar, dulce hogar. Cuando Dorothy Gale vuelve a Kansas tras sus aventuras en el país de Oz, exclama que no hay nada como estar en casa, y parece contenta de estar de nuevo en la granja con su tía Em y su tío Henry. La película de la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) basada en El Mago de Oz, quizá más conocida que la propia novela, insiste en este mensaje. Pero es mentira. Dorothy todavía no sabe lo que es un hogar, y solo aquellos que conocen las catorce novelas de cuento de hadas de L. Frank Baum sobre Oz son conscientes de que el hogar no se encuentra en Estados Unidos. El hogar es Oz, un extraordinario paraíso utópico que debe resguardarse de Estados Unidos.
Por supuesto, el propio Baum no sabía muy bien qué haría con Dorothy y ese paraíso cuando empezó a escribir El Mago de Oz en 1899. Escribía dejándose llevar por la intuición, y cuando sus lectores pidieron secuelas y él necesitó dinero para zafarse de las presiones financieras, retornó a Oz, trabajando sin cesar en lo que creía ser un mundo socialista ideal. No es que Baum fuera un intelectual político, pero estaba al tanto de las carencias tanto de su vida como de la sociedad estadounidense, de tal modo que Oz se fue convirtiendo en la encarnación de lo que el autor consideraba el paraíso. Para entender esta visión y por qué se vio atraído una y otra vez a Oz, es importante seguir las trazas de su recorrido vital, que lo llevaron de la costa este a la oeste, de Broadway a Hollywood, con paradas importantes en Aberdeen, Dakota del Sur y Chicago.
Nacido en Chittenango, Nueva York, el 15 de mayo de 1856 con una anomalía cardíaca, Baum se parecía mucho al León Cobarde: era todo corazón. Fue el séptimo de nueve hermanos, y sus padres, Benjamin Ward Baum y Cynthia Ann Stanton, provenían de familias adineradas y respetables. Su madre, una metodista devota, administraba la casa con rigidez y disciplina. Su padre tenía una fábrica de barriles, que vendió en 1860 para embarcarse en el prometedor negocio del petróleo en el oeste de Pennsylvania y en el norte de Nueva York. Ese mismo año la familia Baum se trasladó a Siracusa, en el estado de Nueva York, y en 1861 el padre compró una casa de campo de quinientos acres llamada Rose Lawn a las afueras de la ciudad, donde Baum pasó idílicos días, exploró el campo y se le despertó el interés por la horticultura y la crianza de pollos. A causa de su enfermedad coronaria, Baum fue escolarizado en casa, donde desarrolló el gusto por los cuentos de hadas y la literatura victoriana. Sin embargo, en 1868 sus padres decidieron que necesitaba más organización y disciplina, así que lo enviaron a la academia militar Peekskill. Él la detestaba, y, de hecho, a causa de la crueldad y de los castigos corporales que sufría, solo duró allí dos años. En 1870 volvió a Siracusa, donde siguió sus estudios con tutores privados, aunque nunca obtuvo el graduado escolar.
Cuando Baum cumplió quince años le regalaron una imprenta, y decidió escribir una revista mensual con su hermano menor, Harry. La llamaron The Rose Lawn Journal, y durante tres años publicaron cuentos, poemas, acertijos, artículos y anuncios. Ya de joven, Baum, muy influenciado por Charles Dickens, mostró una gran inclinación por todos los géneros de escritura y de experimentación. Nunca fue un holgazán idealista, sino que era resuelto y luchaba por sus sueños. Y sus sueños se hicieron realidad.
Hacia 1873 Baum empezó como redactor en The Empire, un periódico local, mientras desempeñaba la función de periodista júnior en el New York World. Después de que las pérdidas financieras forzaran el cierre de The Empire fundó su propia imprenta en Bradford, Pennsylvania, y escribió muchos años en el periódico The New Era. Sin embargo, esta ocupación no acababa de llenar al imaginativo y enérgico Baum, que además trabajó como viajante, criador de pollos y, como secretario de la Asociación de Avicultores del estado de Nueva York, creó una revista llamada The Poultry Journal. En 1880 empezó a gestionar las óperas y los teatros propiedad de su padre, en los que también participó como dramaturgo y actor, a pesar de no tener formación teatral. Le llevó poco tiempo producir su primer éxito, un musical romántico llamado The Maid of Arran, escrito en 1881 y basado en la novela de William Black A Princess of Thule (1874). Baum también actuaba en la obra, que se representó en Pennsylvania, Siracusa y Nueva York en 1882, y estaba convencido de que su futuro estaba en el mundo del teatro, que sería su pasión durante toda la vida.
Mientras tanto, Baum se había enamorado de Maud Gage, una estudiante de Cornell, en la fiesta de Navidad de 1881 en casa de su hermana. Maud era hija de Matilda Joslyn Gage, quien había colaborado con Susan B. Anthony y Elizabeth Cady Stanton en escribir los cuatro volúmenes de History of Woman Suffrage (1881-1886), aunque había adquirido mayor celebridad por su libro Woman, Church, and State (1893). Con una amplia educación y de espíritu independiente, Maud provenía de un entorno social muy diferente al de Baum, aunque parecían complementarse: ella con su sobriedad política y su pragmatismo, y él con su idealismo e imaginación ilimitados. En efecto, después de casarse el 8 de noviembre de 1882, necesitarían tanto la sobriedad como el idealismo, pues un cúmulo de infortunios les conllevaría un descenso social y grandes dificultades económicas.
En 1883, después de instalarse en Siracusa, Baum siguió escribiendo obras de teatro, pero no gozaron de mucho éxito. Compaginaba esta actividad con un trabajo como viajante de la empresa Castorine, el negocio petrolero de su familia. El 4 de diciembre, Maud dio a luz a Frank Joslyn Baum, el primero de sus cuatro hijos, en un momento en que todo apuntaba a que la familia tendría el futuro asegurado. Sin embargo, en 1884, un incendio y la mala gestión empresarial provocaron que Baum perdiera las acciones de uno de los teatros de ópera. Poco después fundó una pequeña empresa para vender productos derivados del petróleo en colaboración con el negocio paterno, pero este se encontraba en quiebra porque un contable había falsificado las cuentas para apropiarse de sus fondos, lo que les supuso innumerables pérdidas. En 1885, el padre de Baum sufrió un grave accidente que lo dejó hemipléjico. Cuando murió, en 1887, el negocio ya había quebrado y la fortuna del petróleo se había desvanecido. Con otro hijo al que alimentar, pues Robert Stanton Baum había nacido el 1 de febrero de 1886, y con pocas perspectivas de seguir en el mundo del teatro, Baum decidió hacer como muchos estadounidenses y trasladarse al oeste para beneficiarse de la fertilidad de la tierra. Maud tenía dos hermanas y un hermano que vivían en Aberdeen, y Baum los visitó en junio de 1888 para investigar qué actividad podría llevar a cabo en el estado de Dakota del Sur. En septiembre se trasladó allí con su familia y abrió un colmado llamado Baum’s Bazaar. Durante los tres años siguientes intentó asentarse en Aberdeen, pero no pudo haber escogido peor momento, pues las cosechas fueron escasas y los campesinos estaban a punto de sumergirse en una depresión económica que duraría años.
A pesar de tener iniciativa, Baum no destacaba como hombre de negocios y no sabía cómo gestionar su establecimiento para llegar a fin de mes. Además, pecaba de generoso y no era capaz de forzar a los clientes más necesitados o a los que pasaban una mala época a pagar lo que le debían. Hay que decir que también prefería invertir su tiempo contando cuentos a los niños fuera de la tienda o animando al equipo de béisbol local que en esforzarse a que el negocio prosperase. El 1 de enero de 1890 se vio obligado a cerrar el colmado y a buscar un trabajo más adecuado a su talento e intereses. Pronto se puso a cargo del semanal The Aberdeen Saturday Pioneer como editor y redactor. Durante un año y medio, escribió artículos sobre acontecimientos sociales, políticos y deportivos, así como sobre prensa rosa, meteorología y economía. Algunos de sus editoriales trataban acerca del sufragio femenino, la teosofía, las campañas electorales, la Iglesia, la horticultura y la cría de animales. Baum siempre había apoyado el movimiento sufragista y se había manifestado a favor de la igualdad de género. Se mostraba en contra de la religión organizada y apoyaba a la Alianza de Campesinos, que era crítica con el gobierno y el sistema bancario porque no concedía créditos a los agricultores y granjeros. La columna que gozó de más éxito se titulaba «Nuestra casera», donde explicaba las condiciones en que vivía la gente en una pensión ficticia dirigida por una tal Sairy Ann Bilkins. En esta revista es donde publicó deliciosas historias que se burlaban de los ciudadanos célebres de Aberdeen, o que hablaban sobre objetos fantásticos como las mantas eléctricas y las máquinas voladoras. Con todo, a pesar de su notable talento periodístico, la tirada del semanal disminuyó porque la gente no podía permitirse el lujo de comprarse una revista. Además de sus tareas como editor y redactor, Baum tenía que componer los textos, la publicidad e imprimir otras publicaciones. En marzo de 1891 devolvió el periódico a su propietario original y dimitió como director.
Cuando su tercer hijo, Kenneth Gage Baum, nació el 24 de marzo, Baum estaba desesperado por encontrar un trabajo. Por fortuna le ofrecieron uno como redactor del Chicago Evening Post en esa misma ciudad. En unos meses, sin embargo, dejó el puesto porque le rebajaron el sueldo, y poco después empezó a ejercer de viajante para la empresa de porcelana Pitkin and Brooks. En aquella época, los Baum (con su suegra, Matilda Gage) vivían en una casa en Chicago que no tenía agua corriente ni cuarto de baño, y Maud impartía clases de bordado a diez céntimos la hora para colaborar en la economía familiar. Poco a poco, Baum se convirtió en el mejor comercial de Pitkin and Brooks, al tiempo que ayudaba a los clientes a diseñar los escaparates. Durante ese tiempo siguió escribiendo cuentos y poemas, que publicaba en periódicos locales, se unió a la Sociedad Teosófica, acudió entusiasmado a partidos de béisbol, apoyó causas populares, y hasta participó en una manifestación. En 1897, la fatiga y las hemorragias nasales, síntomas de un corazón sobrecargado, le obligaron a retirarse como viajante, y asumió la dirección de The Show Window, la primera revista publicada en Estados Unidos destinada a diseñadores de escaparates. Como en todo lo que hacía, Baum se volcó con pasión en su nuevo desempeño y acabó siendo el secretario de la Asociación Nacional de Decoradores de Escaparates. Imaginativo e inventivo, describía y diseñaba escaparates para seducir a los clientes y atraerlos a las tiendas. Su experiencia en el teatro jugó un papel muy importante, pues concebía los aparadores como escenarios de obras de teatro fantásticas que parecían ofrecer a los espectadores la oportunidad de cambiar su vida si adquirían los productos expuestos. De todas formas, Baum no estaba tan interesado en el comercio como lo estaba en la literatura y el teatro. Su suegra, gran admiradora de las fábulas que contaba a sus hijos antes de ir a la cama, lo animó a escribir libros infantiles: Mother Goose in Prose (1897), ilustrado por el conocido Maxfield Parrish, My Candelabra’s Glare (1898) y Father Goose (1899), su primera colaboración con W. W. Denslow, quien ya se había forjado una reputación en Chicago como ilustrador talentoso. Todas estas obras gozaron de un éxito relativo, pero fue la publicación en 1900 de El Mago de Oz, con las maravillosas ilustraciones de Denslow, lo que le permitió dimitir como redactor de The Show Window para dedicarse por entero a la escritura y al teatro. En realidad, Baum nunca tuvo la intención de crear una saga de libros sobre Oz, por lo que después de El Mago de Oz compuso Dot and Tot of Merryland y Cuentos de hadas del Nuevo Mundo en 1901, Vida y aventuras de Santa Claus en 1902 y The Enchanted Island of Yew en 1903. No fue hasta 1904 que publicó una secuela de Oz, El país de Oz. Las razones por las que continuó con esta historia revelan muchos aspectos sobre la cultura estadounidense y la relación personal entre Baum y la fantasía utópica que literalmente dirigió su vida. El primer motivo fue que lectores de todas las edades le pidieron que El Mago de Oz tuviera una continuación, en parte gracias al gran éxito del que gozó la adaptación musical de 1902, que hizo crecer el interés por ese universo. La obra, una comedia romántica para adultos, añadió nuevos personajes y criaturas, como la vaca Imogen, que ocupaba el lugar del perro Toto. El musical estuvo en cartelera durante largo tiempo en Broadway e inspiró al autor a escribir otras obras sobre Oz. El segundo motivo fue que Baum siguió trabajando en relatos breves y cuentos con personajes similares a los de Oz, pero, no satisfechos, sus lectores seguían pidiéndole que los emplazara en ese país. Y por último, Baum, cuando empezó a tener problemas económicos debido al fracaso de sus empresas teatrales y a su elevado tren de vida cuando disponía de dinero, se convenció de que las secuelas y la posibilidad de llevarlas al teatro le proveerían de la cantidad que requería. Así, estableció una relación curiosa con Oz: era un pozo sin fondo al que recurrir cuando tenía necesidad, y le permitía estar en contacto con cientos, si no miles, de lectores que le escribían y le aportaban sugerencias sobre los personajes, los episodios y las tramas. A su favor, hay que decir que Baum, que se refería a sí mismo como Historiador Real de Oz, fue dándose cuenta de que, después de haberlo creado, Oz ya no le pertenecía. Y era cierto, pues él inventó ese lugar maravilloso y a sus habitantes, pero también consiguió arraigar en sí mismo y en sus lectores el deseo de vivir en un país pacífico, tolerante con la diversidad de criaturas y los comportamientos extraños de comunidades como Crystal City, el país de porcelana, Time Town, Regalia, Blankenburg y muchas otras, generalmente autónomas. Este país no era Estados Unidos, y cuanto más se adentraba Baum en las relaciones y principios del socialismo utópico de Oz, más compartía con sus lectores esta idea.
El musical de 1902, The Wizard of Oz, muy bien adaptado al teatro por su director, Julian Mitchell, causó una disputa con W. W. Denslow sobre la propiedad de los derechos de Oz. Durante un tiempo, Baum y Denslow se vieron envueltos en una especie de rivalidad sobre quién debía recibir más ingresos por la creación de los libros, en especial de El Mago de Oz. Denslow consideraba que se le había dado un papel poco importante en la producción del musical y quería una mayor cantidad de los derechos de autor, así que se separó de Baum para escribir e ilustrar sus propios libros de Oz, que no tuvieron mucho éxito. En realidad, a Baum nunca le habían acabado de gustar las ilustraciones de Denslow, por lo que se mostró conforme con la separación, y se centró en la obra de teatro y en su carrera teatral. Así como los beneficios de la más temprana Father Goose ayudaron a la familia Baum a comprar una casita de verano en Macatawa, Michigan, el éxito del musical les permitió mudarse a una casa más confortable en Chicago. Mientras tanto, Baum se siguió dedicando a proyectos teatrales. Terminó en 1903 Search for Montague, basada en Madre d’Oro an Aztec Play de Emerson Hough (1889), pero nunca la llevó a escena. Escribió el guión y las canciones para la adaptación de Father Goose y el proyecto para otra obra, The Maid of Athens, que se publicó pero no se representó. Por último, en 1904, publicó El país de Oz, ilustrado por John R. Neill, que a partir de entonces colaboraría en todos los libros de Oz hasta su muerte en 1943, y también escribiría cuatro novelas sobre ese mundo mágico en los inicios de los cuarenta. En esta primera secuela de El Mago de Oz, Baum introdujo personajes tan memorables como Ozma, la soberana legítima de Oz, Jack Pumpkinhead, el Caballete y el profesor Calapatillo. Este libro es importante porque le obligó a incorporar más información histórica acerca del país inventado, su legislación y sus habitantes, y a afinar su visión de la sociedad socialista utópica. Por otra parte, empezó a publicar una serie de veintisiete cuentos bajo el título de «Queer Visitors from the Marvelous Land of Oz», con ilustraciones de Walt McDougall, en las páginas de humor del Philadelphia North American, el Chicago Record Herald y otros periódicos, hasta febrero de 1905. Pronto aparecieron productos de todo tipo (partituras, postales, broches y grabaciones) que impulsaron la distribución y las ventas de los libros de Baum sobre Oz. De hecho, Calapatillo gozó de una gran popularidad y se convirtió en una especie de icono nacional, lo que llevó a Baum a escribir The Woggle-Bug Book,[1] ilustrado por Ike Morgan, y a producir una obra, The Woggle-Bug, en 1905 (que no tuvo mucho éxito).
En los dos años siguientes, Baum siguió publicando obras que no estaban relacionadas con Oz. Por ejemplo, en 1905 terminó un musical, The King of Gee Whiz, en colaboración con Emerson Hough; una novela de cuento de hadas tradicional, Queen Zixi of Ix, la cual Baum consideraba la mejor de sus obras; y una novela para adultos, The Fate of a Crown, firmada con el seudónimo de Schuyler Staunton. El año siguiente, a la vuelta de un viaje que realizó con su mujer a Egipto y Europa, empezó una saga para chicas jóvenes con Aunt Jane’s Nieces y Aunt Jane’s Nieces Abroad, con el seudónimo de Edith van Dyne; y una saga para chicos, Sam Steele’s Adventures on Land and Seas, bajo el nombre de Captain Hugh Fitzgerald. Pero ni siquiera así pudo abandonar Oz, y durante unos cuantos años continuó con la saga, que seguiría con Ozma de Oz (1907), Dorothy y el mago en Oz (1908) y El camino de Oz (1909). Tampoco pudo abandonar el teatro, y concibió una producción teatral itinerante titulada Fairylogue and Radio Plays en la que usó diapositivas, cine, actores en directo y música para contar historias de Oz y otros cuentos. Este espectáculo estuvo de gira desde que se estrenó en Grand Rapids, Michigan, el 24 de septiembre de 1908 hasta terminar el 16 de diciembre en la ciudad de Nueva York. Atrajo bastante público, pero Baum no había calculado bien los costes de llevar a cabo una producción itinerante tan grande, lo que le causó problemas económicos. A pesar de ello, invirtió en una compañía de cine y dirigió toda su energía en escribir guiones para teatro y en rodar películas, razón por la que resolvió poner fin a la serie de Oz con La Ciudad Esmeralda de Oz en 1910. Pero, por supuesto, Baum no quería abandonarla del todo, ni podía. Es más, quería usar el medio cinematográfico para hacer realidad sus fantasías sobre su país inventado, y para eso era necesario mudarse a Hollywood, donde la industria del cine progresaba a pasos agigantados.
En diciembre de 1910 los Baum emigraron a Hollywood, y con el dinero que Maud había heredado de su madre compraron una casa a la que apodaron «Ozcot». En ella vivió Baum hasta su muerte, en 1919, y allí se dedicó a cultivar flores, pasatiempo por el que incluso ganó premios como horticultor aficionado. Además, volvió a criar pollos Rhode Island en su jardín. Pero cuando llegó a Hollywood, Baum estaba lejos de convertirse en un jubilado de campo, y siguió escribiendo obras de teatro, guiones de cine y poemas. A pesar de su productividad, tuvo que declararse en bancarrota en junio de 1911 a causa de las deudas que había contraído con Fairylogue and Radio Plays. Cuando su situación se hizo pública recibió más de mil cartas, sobre todo de lectores jóvenes, que se ofrecían a enviarle dinero o a ayudarlo en lo que pudieran. Pero Baum no aceptó la caridad, y la única forma que tuvo de recuperarse de las deudas financieras fue continuar escribiendo a toda máquina.
No solo publicó dos nuevas novelas de fantasía para niños, The Sea Fairies (1911) y Sky Island (1912), sino que también terminó numerosos libros para otras sagas infantiles y participó en la obra de teatro The Tik-Tok Man of Oz, que se estrenó en el teatro Majestic de Los Ángeles el 31 de marzo de 1912. Las buenas críticas que despertó esa obra y la demanda de los lectores le convencieron para retomar la saga de Oz, y el 1 de julio de 1913 publicó The Patchwork Girl of Oz, y después Tik-Tok of Oz (1914), The Scarecrow of Oz (1915), The Lost Princess of Oz (1917), The Tin Woodman of Oz (1918), The Magic of Oz (1919) y Glinda of Oz (1920), las dos últimas publicadas póstumamente. Escribió estas novelas mientras adaptaba para el cine y el teatro otras obras de esta misma saga. Lejos de rendirse, Baum fundó la Oz Film Manufacturing Company, y se sirvió de personajes y temas de The Patchwork Girl of Oz, sobre la cual también se había hecho un musical en 1913, para rodar una película. En los años siguientes produjo más películas sobre su país inventado, y escribió varios cuentos basados en sus temas y sus personajes. Incluso después de que le operaran de la vesícula en febrero de 1918 y de que su enfermedad coronaria empeorara, hecho que le causaba tics faciales, Baum siguió trabajando en los libros de Oz. Por último, sufrió un derrame cerebral y murió en su casa de Hollywood el 6 de mayo de 1919.
Es tentador leer la trayectoria vital de Baum como si fuera la de un pionero de finales del siglo XIX que se abrió camino en el Oeste cuando sus oportunidades se agotaron en la costa Este. Es cierto que el declive social y económico lo impulsaron a buscar nuevas oportunidades en el territorio de Dakota. Y cuando sufrió otro revés durante la depresión económica de la última década del XIX, se trasladó de forma temporal a Chicago, donde ganó una fortuna y la perdió. Después, siguiendo su propensión a experimentar con los últimos inventos tecnológicos relacionados con su arte, se trasladó a California, como siempre imaginándolo todo de color de rosa, optimista hasta el final. Era un hombre de un talento increíble con un espíritu y un instinto indómitos, a pesar de su enfermedad coronaria. Periodista, impresor, criador de pollos, actor, gerente de teatros, dramaturgo, comercial de petróleo, propietario de un colmado, redactor de un periódico, decorador de escaparates, editor de una revista profesional sobre escaparates, carpintero, inventor, cineasta, teósofo, partidario del movimiento sufragista, seguidor de béisbol, propietario de una compañía cinematográfica, horticultor, padre de cuatro hijos y esposo devoto, a lo largo del viaje de su vida Baum desarrolló nuevas cualidades para intentar cumplir con todos esos papeles, y muchas de esas experiencias y aptitudes fueron incorporadas en los libros sobre Oz. Como Dorothy, viajó para descubrir