Best Friends Forever 3 - Intercambio en París

Ana Punset

Fragmento

cap-1

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Estrenar un trimestre es como comenzar de nuevo: siempre tienes unos días entre trimestres para disfrutar antes de que regrese la locura de los trabajos, de los exámenes...; ese momento de tranquilidad es como un respiro previo a la tormenta. Pero Vistalegre es diferente: en este internado parece que no existe la tranquilidad... ni el aburrimiento. En nuestra primera tarde libre, la directora nos ha convocado a todos los alumnos de la ESO al auditorio. ¿Qué sucederá ahora?

Voy al auditorio con Julia y, cuando llegamos, las gradas ya están prácticamente llenas, pero Adrián, Matías y Sergio nos socorren haciéndonos una señal con la mano, como tantas otras veces, para que nos sentemos a su lado, donde dos butacas libres nos llaman a gritos como si nos hubieran estado esperando toda la vida. Adrián sonríe a Julia cuando toma asiento a su lado y ella le devuelve el gesto, contenta de tenerlo tan cerca durante un ratito. Sé que le está oliendo porque mi amiga cierra los ojos e inspira. Sí, el chaval huele bastante bien, la verdad... Ha debido de entrenar con el equipo de natación hace poco porque lleva el pelo mojado y todavía desprende ese olor a cloro que cuesta quitarse incluso con la ducha.

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—¿El entreno bien? —le pregunta mi amiga.

—Sí, hoy he hecho una buena marca. Si sigo así, en la próxima competición me tocará un carril de los del medio —responde satisfecho.

—¿Cuándo tienes la siguiente competición? —le pregunta ella.

—A finales de curso. A ver si esta vez vienes a verme...

Julia responde con un pestañeo que le sale más lento de lo habitual, y a mí se me escapa la risa.

—¿Lo harás? —le insiste clavando esos ojos verdes tan perfectos solo en ella.

Yo aparto la mirada para dejarles un poco de intimidad, y oigo de refilón:

—Prometido —le dice mi amiga.

Y se quedan mirándose un rato en silencio, conscientes de que podrían decirse muchas cosas más, y de que quizá algún día consigan superar sus límites y los obstáculos, y lo hagan al fin.

—¿Prometido qué? —pregunto entonces, rompiendo el momento íntimo para fastidiar un poco, porque me aburro y ya no sé adónde mirar mientras espero a que Carlota haga su aparición estelar. Esta dichosa charla no empieza ni mañana.

—Julia acaba de prometerme que vendréis a la competición de natación de junio —me responde Adrián sin esconder su sonrisa alegre.

Entorno los ojos y miro a mi amiga antes de preguntarle:

—¿En serio? ¿Dos horas viendo a los machitos lucir músculo?

Julia asiente, encogiéndose de hombros, y Adrián chasquea la lengua antes de defenderse entre risas. Me conoce demasiado bien como para tomarse a mal lo que acabo de soltarle.

—Yo no luzco músculo, solo quiero ser el mejor en algo que me apasiona, son cosas distintas.

—¿Seguro...? —respondo enarcando las cejas, y Julia niega con la cabeza—. ¿Tantas ganas tienes de verlo en bañador? —le susurro al oído a mi amiga, y el color de su cara lo dice todo: rojo fuego. De nuevo se me escapa la risa porque la veo muy acalorada y tengo la impresión de que se ha convertido en una estufa.

—¿Estás bien, Julia? —le pregunta Adrián.

Intento tragarme la risa mientras ella disimula.

—¿No hace mucho calor aquí? —farfulla abanicándose con la mano, y yo ya no aguanto más, y estallo en carcajadas.

Veo que Julia me lanza una mirada de advertencia para que me controle un poco delante de Adrián, pero al verme doblarme de la risa se le contagia y acabamos las dos riéndonos sin poder parar. Hasta me duele la tripa de la intensidad...

—Chisss, por favor, silencio.

Oímos por los altavoces la voz de Carlota, que acaba de aparecer sobre el escenario y levanta un dedo en el aire a modo de aviso. ¿O quizá llevaba un rato y con la risa no nos hemos dado ni cuenta?

La cosa es que, en cuanto la oímos, nuestro cuerpo reacciona; igual que si un ratón ve un águila se esconde, nosotras cerramos la boca y miramos al frente como soldados. El resto de los presentes hace lo propio y enseguida se instaura un silencio sepulcral en el auditorio. Es el poder de nuestra recta directora.

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Con todo el público pendiente de ella, tal como pretende, Carlota comienza a hablar.

—Como sabéis, hoy empieza el último trimestre del año, el que determinará vuestra media para pasar al siguiente curso. Pues bien, en esta promoción hemos decidido incorporar una novedad...

Miro a Julia y la veo tensar la cara, un poco miedosa. Es comprensible, pues la última vez que Carlota incorporó una novedad nos separaron de habitación y de clase sin previo aviso. De repente, me estremezco y siento un escalofrío al recordar todo lo que aquello provocó: secretos, distancia, amenazas, tristeza, soledad... Cojo la mano de Julia para recordarle y recordarme que aquello es cosa del pasado, que las dos hemos aprendido mucho de las malas decisiones y que, venga lo que venga, juntas lo afrontaremos. Bueno, sé que es mucho suponer de un simple gesto, pero entre mi amiga y yo las cosas van así, sobran las grandes explicaciones, ahora nos comunicamos casi sin abrir la boca. Así que yo ya me entiendo...

—Nuestro colegio homólogo en París, Le Beau Paysage, nos ha propuesto hacer un intercambio de un mes entre escuelas, en el que participarán los estudiantes con la nota media más alta. Los alumnos de primero de la ESO con mejor media podrán pasar los próximos treinta días en uno de los colegios más prestigiosos de Francia, conocer el entorno, practicar francés y, sobre todo, seguir esforzándose tanto como aquí para continuar siendo los mejores.

Como Carlota para de hablar, los allí presentes nos lo tomamos como un permiso para reaccionar a aquella grandísima e inesperada noticia. ¿Francia? ¿París? ¡Eso no es una novedad, es un regalo! Rápidamente, crece el murmullo cargado de ansiedad e ilusión, docenas de alumnos soñando juntos sobre lo que supondría ser el ganador de esa oportunidad. Noto que mi corazón palpita fuerte, no me lo puedo creer... ¡París! La ciudad más bella del mundo, aquella a la que fui cuando era tan solo una niña y de la que solo guardo bonitos recuerdos, a pesar de que me acompañaba mi familia... Miro a Julia, que sigue con la mano cogida a la mía, todavía sorprendida por la noticia, hasta que me la aprieta contenta antes de exclamar con su francés de andar por casa:

Tu t’imagines? Paris!

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Me lanzo a sus brazos y nos reímos entusiasmadísimas ante la idea de viajar juntas a París..., pero entonces Carlota vuelve a hablar recuperando el tono severo y recordándonos algo fundamental, algo que quizá a más de uno se nos ha pasado por alto.

—Como no vais a poder disfrutar todos de esta oportunidad, a la salida os encontraréis colgadas en los corchos las listas de los alumnos que superan la media para ir a Le Beau Paysage de

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