Emma Frost
Evelyn apenas ha podido PEGAR OJO en toda la noche.
No ha parado de dar vueltas y más vueltas.
Su cama es un rebujo de sábanas.
La manta está prácticamente caída.
Media funda de la almohada ha quedado colgando.
Su pijama está más arrugado que un pañuelo de papel después de varios usos.
Y SU MATA DE PELO NEGRO está empapada de sudor, con algunos mechones pegados a la cara.
Hay momentos en que se siente profundamente aliviada de haberle confesado a Martina el CALVARIO que estaba pasando por culpa del grupito de las guais. Pero al segundo ya se está arrepintiendo de haberlo hecho.
Teme la reacción de Alexia, tener que enfrentarse a ella.
Se la imagina tan furiosa como la reina de corazones de ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS: «¡¡¡Que le corten la cabeza!!!».
Y ella se ve cada vez más encogida.
Sabe que no va a ser capaz de hacerle frente.
Se achantará.
Bajará la cabeza.
No será capaz de aguantarle la mirada.
Una mirada glacial que la congelará en un instante, porque esa chica posee el mismo poder que Elsa de FROZEN… pero sin remordimientos.
Quizá hubiera sido mejor dejar las cosas como estaban, continuar fingiendo, disimulando…
Aunque, en su fuero interno, sabe que eso no es posible.
Porque tiene CLAVADAS en el corazón cada una de las afrentas que le han hecho, y le sangra al recordarlas: la ceja que se tuvo que depilar, la vergüenza que pasó en gimnasia al DECIRLE AL PROFESOR que tenía que ir al vestuario porque se le estaban cayendo las bragas, los suspensos que la obligaron a sacar para demostrarse a sí misma que podía ser rebelde, la quemadura que le han provocado en el brazo con sal y hielo…
Pero lo peor de todo es el trastorno alimentario que ahora tiene y que empezó al seguir los CONSEJOS de las que creía sus amigas: masticar la comida y escupirla, no tragársela, chupar hielo para ENGAÑAR AL HAMBRE, subir y bajar escaleras compulsivamente, meterse los dedos en la garganta para devolver cada vez que se come un bollo o cualquier otra tentación…
En este momento su cabeza es como una batidora cuyo rotor cambia de sentido aleatoriamente.
A pesar de que sabe que la van a proteger Martina, Nico, Lu y Kavinchi, siente que Alexia se ha apoderado de su alma y le va resultar muy difícil hacerle frente.
Martina le ha enviado un mensaje acompañado de varios brazos de Popeye: «Stoy llegando».
El CORAZÓN se le ha puesto al galope. Siente que se le va a salir del pecho.
Tenía tantas ganas de pertenecer a ese grupo…
Las veía tan GUAPAS, tan ESTILOSAS, con tanto glamur…
Y ella se sentía tan acomplejada por su cuerpo, por sus rasgos indígenas, por ser tan apocada, tan cortada…
¿Acaso pensaba que solo por ir con ellas se transformaría en alguien guay, que desaparecerían sus complejos?
Ellas la han hecho sentir como un trol, como alguien que necesita un reciclado completo, indigna de su amistad.
Se han reído de ella.
Así que ahora además se siente humillada, agobiada por los suspensos, con un malestar indefinido que se ha apoderado de ella y no sabe controlar, enfrentada a sus padres…
Evelyn coge la mochila dispuesta a bajar al portal.
—le pregunta su madre.
—No me da tiempo. Me llevo unas galletas para el camino —miente.
Baja las escaleras con miedo, DUBITATIVA.
Se aferra a la pared, que está llena de desconchones, como ella.
Le gustaría desaparecer del mapa, no tener que afrontar semejante marrón.
Cuando ya está a punto de llegar al portal, vuelve a consultar el móvil para ver si Martina ha llegado.
Por suerte Alexia no sabe dónde vive. Pero, aun así, teme encontrársela.
Igual lo ha averiguado de algún modo…
De repente su mente la ha convertido en una VILLANA del universo Marvel con grandes poderes.
¡Claro! ¡No es ELSA! ¡Es Emma Frost!
Ella puede leer mentes y cambiarlas, borrar recuerdos, transmitir pensamientos…
Quizá es esto último lo que está haciendo en este momento con ella: volverla loca, usar la TELEPATÍA para obligarla a dar marcha atrás, a retractarse de su relato…
Y aun en el caso de que fuera capaz de mantener las acusaciones en público, Alexia se transformaría en ese diamante frío y poderoso capaz de cortarle la mente y el CORAZÓN, de impedirle cualquier acción.
En realidad, con ella lo tiene muy fácil: le basta con su mirada de hielo para dejarla fuera de juego.
¿Y si sube a casa y FINGE QUE ESTÁ ENFERMA? Muy enferma…
¿Me has leído la mente?
—¡Estoy aquí, Evelyn!
La voz cantarina y animosa de Martina frena su impulso de HUIDA.
De súbito se siente una traidora.
Le duele el pecho a causa de los golpetazos del corazón.
¿Habrá adivinado su nueva amiga lo que pensaba hacer?
Desde luego, su cara de susto no pasa desapercibida para su compañera, que enseguida se hace cargo de la situación.
—¿Qué tal estás? Supongo que no habrás dormido mucho esta noche.
—La verdad es que no —responde Evelyn, con una mueca que revela LO TENSA QUE ESTÁ.
—Sé cómo te sientes, Evelyn. Seguro que incluso te habrás arrepentido de no haber dejado todo tal cual estaba.
—¿Cómo lo sabes? ¿Me has leído la mente? —pregunta, preocupada, como si sus PENSAMIENTOS fuesen de dominio público.
—Ya…, pero… les tengo MIEDO. Pienso que se van a vengar de mí, que me lo van a hacer pasar mal.
—Eso es de lo que se aprovechan ellas, del miedo. Por eso debemos hacerles frente, para que vean que no se lo tenemos.
—Pero es que yo sí se lo tengo. Soy débil, una cobarde, y Alexia lo sabe.
—Bueno, ahora no estás sola. Somos una piña y vamos a estar a tu lado. Esa es nuestra fortaleza. HAY QUE ARRINCONAR A ESAS MATONAS, no hay que darles aire para que sigan haciendo de las suyas…
Evelyn la escucha en silencio.
Quiere creerla, sabe que tiene razón.
Pero su instinto de PROTECCIÓN está en guardia, no lo ve tan claro.
—A mí me arrebataron hasta la autoestima —añade Martina—. Llegué a pensar que los complementos y bisutería que hacía no eran más que unas manualidades cutres. Si no hubiese sido por el mercadillo, aún seguiría creyéndolo.
—¡Pero si son chulísimos! Todo el mundo los quería comprar. Yo estoy encantada con mi PULSERA. Ya me gustaría a mí tener tu talento…
—Tú también tienes el tuyo, pero ellas se encargan de volverte invisible, de borrarte, de convertirte en una nebulosa. Así les resulta más fácil jugártela, porque eres un ser inanimado, SIN SENTIMIENTOS. Te acabas convirtiendo en un pelele de ellas.
—Bueno…, en mi caso no hay mucho que borrar, la verdad… Siempre he estado acomplejada. Y las admiraba tanto…
—¿Por qué? ¿Por su físico? Ya ves tú de qué te sirve ser guapa cuando tu interior está podrido.
—Para ti es fácil decir eso, porque también eres guapa y superestilosa. En cambio, yo…
—Mira, Evelyn, todas tenemos COMPLEJOS. Yo también. Pero mi madre dice que precisamente son las imperfecciones lo que nos humaniza, que debemos admitirlas y aprender a convivir con ellas. Solo tienes que mirarte con ojos menos críticos. ERES MUY GUAPA. Tienes un pelazo fabuloso, una piel maravillosa y unos labios muy bonitos…
—¿Por qué te machacas con lo que no te gusta? Piensa mejor en todo lo bueno que tienes. Eres una chica muy inteligente, encantadora, buena persona… Y eso es lo que más importa.
—Ya ves lo INTELIGENTE que he sido…
—Sí, entiendo cómo te sientes. Yo misma me he machacado a saco por no haberme dado cuenta antes de cómo eran. Hubo un momento en que incluso me sentí culpable, porque pensaba que habría hecho algo mal para que ellas actuaran así conmigo. TRATABA DE JUSTIFICARLAS…
—También yo lo he pensado. Además, en mi caso es más grave porque accedí voluntariamente a todas las pruebas a las que me sometieron. He sido una estúpida.
—No te equivoques: las ESTÚPIDAS han sido ellas. Se aprovecharon de la admiración que les tenías, de tus ganas de pertenecer a su grupo. Por eso debemos conseguir que se den cuenta del daño que hacen con sus tonterías y alertar a los compañeros para que nadie vuelva a caer en sus redes. Cuando se vean sin apoyos, cambiarán, se les quitarán las ganas.
Evelyn se calla, no quiere rebatirla, pero está convencida de que esas chicas PISAN MUY FUERTE y nunca van a cambiar.
Continúa pensando que el físico las hace inmunes y les otorga privilegios que no tienen los que no son como ellas.
Van tan absortas en la conversación que ni siquiera se han dado cuenta de que apenas quedan cien metros para llegar al instituto y de que Nico, Lu y Kavinchi están esperándolas junto a la verja.
Es la voz de Lu la que las hace aterrizar.
—¡Estamos aquí! —agita la mano como si fuese una NÁUFRAGA en mitad del mar.
Ambas se maravillan de que sus pies las hayan guiado hasta ahí, instintivamente. Han cruzado pasos de peatones y semáforos sin tener conciencia de haberlo hecho, y aquí están.
A Evelyn se le ENCOGE el estómago.
Todo su ser se hace tan pequeño que cabría dentro de un pañuelo.
Ha llegado la hora de la VERDAD y no se ve preparada para afrontarla.
A pesar de ir escoltada por los cuatro miembros de EL CLUB DE LOS VALIENTES, entra en el instituto como un pajarillo asustado.
Cada paso le cuesta un mundo porque sus piernas tratan de atornillarse al suelo.
LE SUDAN LAS MANOS.
Tiene palpitaciones.
Siente que el MUNDO da vueltas muy deprisa…