Somos la leche (edición revisada y actualizada)

Fragmento

cap-1

PRÓLOGO

Empiezo este prólogo bastante abrumada por la responsabilidad de presentaros el libro de la que considero que es, sin duda, una de las máximas autoridades en lactancia materna de nuestro país. Para mí es un honor que Alba me haya elegido para escribirlo y puedo afirmar que ella ha supuesto, tanto mediante sus artículos como mediante e-mail (¡y whatsapp!), una ayuda fundamental para que la lactancia de mi hijo Bruno haya sido exitosa. Sinceramente, me siento muy feliz al saber que este libro va a contribuir a que muchas madres vivan, como yo estoy viviendo, una lactancia informada, consciente y no influida por consejos pseudocientíficos, tradiciones obsoletas o el famoso, ¡y absurdo!, «a demanda diez minutos en cada pecho cada tres horas».

¿Y qué es eso de una lactancia informada? La verdad es que cuando me quedé embarazada no había pensado mucho en «lo de dar el pecho». Sabía que mi madre me había dado pecho y yo pensaba «intentarlo» cuando llegara el momento, pero poco más. Fue precisamente a raíz de un e-mail de Alba en el que me mencionaba su proyecto LactApp cuando empecé a interesarme por la lactancia materna, pero en serio. Pocos meses antes de dar a luz comencé a leer mucho sobre el tema (¡qué bien me habría venido este libro por aquel entonces!). Leí uno tras otro los artículos de Alba publicados en internet, me compré todos los libros de Carlos González… Aprendí cuáles son las hormonas que regulan la lactancia, qué son el agarre, las crisis de crecimiento, el calostro, qué beneficios tiene la lactancia para la madre y el bebé… De pronto había descubierto la gran importancia que tenía la lactancia materna y quería saberlo todo para estar bien preparada cuando llegara el momento.

Nació Bruno y, pese a que el parto fue complicado y estuvo a punto de acabar en cesárea, mi hijo se enganchó en el paritorio. Verle trepar por mi tripa buscando mi pecho fue una de las experiencias más alucinantes que he vivido. Mi pequeño había nacido y tenía muy claro lo que tenía que hacer… ¡más claro que yo! Y es que los primeros días fueron días de dudas, de dolor de pecho, de preguntas sobre si el agarre sería correcto, de miedo a que no estuviera cogiendo suficiente peso, de leer y releer los artículos de Alba en internet… Aun así, nada más ver la carita de Bruno al terminar de mamar, totalmente «borracho de leche», mi instinto me decía que lo estábamos haciendo bien.

Recuerdo que intercambiaba e-mails con Alba, ella preocupada por lo flaquito que estaba Bruno, yo feliz de poderle contestar que sí, que estaba muy flaquito porque había nacido muy alto, pero que estaba subiendo de peso como un tiro… ¡todo a base de teta!

Gracias a los artículos de Alba comprendí las primeras crisis de crecimiento, y las sobreviví. Más adelante, cuando me tocó separarme de Bruno varias horas por alguna grabación, Alba estuvo a mi lado (¡ay, bendito whatsapp!) tranquilizándome y ofreciéndome las mil soluciones que tan solo su experiencia podía brindarme. Superamos aquellas situaciones y logramos alcanzar los seis meses de lactancia materna exclusiva recomendados por la OMS (y a día de hoy continuamos con la lactancia materna, ya con alimentación complementaria). Pues bien, ahora, gracias a este libro, Alba estará también a vuestro lado en todos esos momentos, y estoy segura de que muchas veces recurriréis a estas páginas en busca de consejos, de respuesta a vuestras dudas o, simplemente, para encontrar una frase tranquilizadora que os recuerde que sí, que lo estáis haciendo bien.

Con franqueza, después de estos meses viviéndolo en mi piel, puedo afirmar que la lactancia es una parte tan maravillosa de la maternidad que merece la pena intentarlo. Son momentos de conexión total con tu bebé, de tranquilidad, de paz, de amor completo… No sé, es algo tan grande que me resulta difícil describirlo. Son muchas las personas que os desanimarán, que os dirán que es muy sacrificado, que os querrán meter miedo con las posibles complicaciones… Y sí, puede que sea sacrificado, pero merece la pena. Yo, personalmente, os animo a por lo menos probarlo, y creo que este libro os resultará de gran ayuda para afrontar la lactancia de manera informada. Luego saldrá o no saldrá, pero lo bueno es que no podréis decir: «Si lo hubiera sabido antes…».

Gracias, Alba, por escribirlo y por dedicar tanto trabajo y tanto esfuerzo a facilitarnos la vida a todas aquellas que optamos por la lactancia materna. Tu labor no solo es valiosa para muchísimas madres, sino también para todos aquellos bebés que crecerán beneficiándose de haber recibido las bondades de la lactancia materna. Gracias.

Alma Obregón

cap-2

LA GRAN AVENTURA

Las organizaciones oficiales que velan por la salud de las madres y sus hijos nos recuerdan que todos los bebés deberían alimentarse de manera exclusiva con leche materna durante los seis primeros meses de vida y, a partir de ese momento, debe complementarse la lactancia con alimentos sólidos hasta tener como mínimo dos años. Después la lactancia materna debería continuar hasta que la madre y el niño quisieran.

Es posible que hayas tenido que releer el parágrafo anterior un par de veces, quizá porque te ha sorprendido, o has pensado que no vas a amamantar tantos meses, o te ha parecido una locura... Tal vez ni te habías planteado que los niños pueden tomar el pecho durante años. No pasa nada, esto nos ha ocurrido a todas. En nuestra sociedad no es habitual ver a niños (no hablo de bebés de pocos meses, sino de niños que ya anden o hablen) mamando y la primera vez esto no suele dejar indiferente.

Hace diecisiete años me convertí en madre y decidí que quería dar el pecho a mi hija. No era una persona decidida, más bien al contrario: basta deciros que me daba vergüenza entrar a comprar en la mayoría de las tiendas. Pero cuando me sentí perdida, cuando pensaba si no estaría matando a mi hija de hambre porque no paraba de llorar, cuando me decían que ya lo había intentado y que la leche artificial era inevitable, me armé de valor, llamé a un teléfono desconocido y encontré la respuesta que necesitaba: lo estás haciendo bien, no pasa nada, solo es una (maldita) crisis de demanda.

Esa llamada me convirtió en quien soy ahora. La maternidad me llevó por unos caminos que no había ni imaginado: primero fui asesora de lactancia, después IBCLC,[1] y la lactancia se convirtió en mi mundo y en mi camino. Así, he podido disfrutar de dos lactancias maravillosas de las que he aprendido mucho de mí misma.

En estos años he tenido la suerte de acompañar a muchas madres en su lactancia, he sido testigo de muchas situaciones y he aprendido de cada madre y cada bebé. Y sé que para las madres es vital disponer de información y apoyo para poder tomar decisiones respecto a su lactancia.

Esta va a ser una gran aventura para los dos, madre e hijo, y las aventuras hay que vivirlas, dejarse sorprender. Es muy probable que cambies de planes, modifiques tu camino y consideres que ya es suficiente y lo dejes. O puede que descubras inesperadamente lo práctico que es dar el pecho y quieras seguir amamantando mucho más de lo que habías previsto. La lactancia es vuestra aventura y deberíais poder vivirla como queráis. Verás que en ocasiones el camino se llena de piedras o avanza cuesta arriba, y por eso voy a intentar que encuentres todo lo que puedas necesitar en este libro y que estas páginas te sirvan de ayuda durante el trayecto.

Como en cualquier guía de viaje, habrá apartados que podrás obviar, otros que seguramente ya conocerás y otros que te va a tocar leer con atención, así que no tienes por qué seguir un orden estricto en la lectura de los capítulos.

El libro contiene lo que me hubiera gustado leer cuando fui madre: las luces y las sombras de la lactancia y las situaciones clave que se van a producir y que es preciso que conozcas para poder decidir qué quieres hacer. Porque lo único que pretendo es que tengas suficiente información para tomar tu camino, sea el que sea. Lo que me hubiera gustado leer cuando me pusieron por primera vez a mi hija en los brazos y me dijeron: «Hala, ya le puedes dar el pecho».

Así que disfruta del camino y disfruta de la lectura.

cap-3

¿CÓMO ME PREPARO?

Seguro que has pensado en qué cochecito de todos los que ofrece el mercado debes comprar, o qué silla para el coche es la más adecuada y segura. Incluso habrás valorado temas más banales, como elegir el color de la pared de la habitación de tu bebé, los pañales y la ropa que te harán falta... En general solemos comprar las cosas del bebé con antelación y lo tenemos todo preparado antes de su llegada; no es demasiado lógico esperar a que nazca para adquirir lo que va a necesitar, porque no tendríamos tiempo ni ganas de irnos de compras.

............

Pero ¿y la alimentación del bebé? ¿Te has planteado qué quieres hacer?

En nuestra primera maternidad no solemos dar demasiada importancia al tema de la alimentación del bebé. Yo misma tenía claro que, si podía, daría el pecho a mi hija y, cuando me lo preguntaban, así lo afirmaba. Pero siempre añadía la coletilla «Si puedo, claro». Me parecía una cuestión de suerte o azar el poder o no poder dar el pecho, el tener o no tener leche. Era algo que no dependía de mí por muchas ganas que yo tuviera de hacerlo.

Y esa sensación de no tener la capacidad de decisión es la que lleva a muchas madres a no preparar la lactancia, a centrarse en el embarazo y el parto y dejar de lado la lactancia.

Pero la lactancia es instintiva, ¿no? Solo hay que poner al bebé en el pecho y listo.

Pues no. Imagina que en unos meses vas a aterrizar en un planeta desconocido, donde todo es diferente y se habla un idioma que no conoces. Estoy segura de que te gustaría llegar a ese planeta teniendo un poco de información, sabiendo unos conceptos básicos que te permitieran salir adelante y sentirte segura y fuerte. ¿Me equivoco? Lo mismo pasa con la lactancia: la lactancia no es instintiva para las madres, tenemos que aprender.

Pues esta es tu primera inmersión en el mundo llamado lactancia. Prepárate, lee, infórmate; debes capacitarte para ella, y aunque nadie puede asegurarte el éxito, sin esta base todo puede ser más complicado.

Vamos a por la teórica

Seguramente tienes el carné de conducir y si no, como es mi caso, te harás enseguida a la idea: el embarazo es el momento ideal para que te saques la teórica (no de conducir, de lactancia), es el tiempo que puedes dedicar a leer, informarte, observar y adquirir unos conceptos que te serán de mucha utilidad cuando te toque «conducir»; vaya, cuando tengas a tu pequeño bebé lleno de vérnix[2] sobre tu cuerpo.

Es cierto que muchas mujeres no necesitan sacarse la teórica, es cierto que la humanidad no ha llegado hasta aquí con un manual de lactancia, es cierto que muchas mujeres confían en su cuerpo, en su capacidad para amamantar y en las capacidades de su bebé para mamar. Pero también es cierto que en poco más de cien años la cultura de la lactancia se ha visto arrinconada y que muchas mujeres tienen dudas y miedos y no encuentran cómo resolver sus problemas.

En nuestra sociedad impera la cultura del biberón. No hace falta ser muy listo para ver que la información directa e indirecta que recibimos sobre lactancia artificial es muy superior a la que recibimos sobre lactancia materna. Solo hace falta abrir una revista de maternidad, poner la televisión o salir a la calle. Es más, aunque creas que no sabes nada de este tema, ya tienes inputs en tu cerebro sobre lo que crees que es amamantar a un bebé.

Hoy en día muchas mujeres quieren dar el pecho a sus hijos y optan por «criarlos»,[3] algo que quizá suena hasta antiguo. Simplemente hacen lo que sienten que deben hacer sin dejarse llevar por la masa social y la publicidad imperante. Volver a dar el pecho no representa un retroceso en los derechos de las mujeres ni en su libertad para decidir sobre el trabajo remunerado y su proyección laboral. En nuestra sociedad ser madre, querer cuidar de los hijos y desear postergar la vida laboral está mal visto, y en muchas ocasiones nos vemos obligadas a renunciar a alguno de estos aspectos o, peor aún, nos vemos obligadas a ocuparnos de todos a la vez y además a tener éxito en todos ellos.

Decidir si quieres amamantar dos días, dos meses o dos años es cosa tuya y de tu bebé. Habrá circunstancias que quizá determinen la duración de la lactancia, pero si deseas amamantar debes saber que muchas mujeres lo consiguen, muchas mujeres lo hacen cada día y muchas mujeres lo encuentran satisfactorio.

Si decides no dar el pecho o dejar de hacerlo, que sea porque tú lo quieres así.

Un día, cuando llegué al grupo de apoyo me contaron una historia que me sorprendió mucho, ocurrida en un zoológico de Estados Unidos hace ya algunos años. Una gorila nacida en cautividad tuvo una cría. Como ella había sido alimentada por los cuidadores y no había visto nunca amamantar no supo cuidar de su cría, que irremediablemente murió. Hay quien dice que se la acercaba al pecho de espaldas, lo cual explicaba con claridad que no entendía qué debía hacer.

Cuando de nuevo volvió a estar embarazada los cuidadores resolvieron que tenían que hacer algo para prepararla y mostrarle cómo debía alimentar a la cría cuando naciera. Así que se pusieron en contacto con miembros de la Liga de la Leche[4] y les pidieron que fueran al zoo. Su tarea era fácil, solo debían dar el pecho delante de la gorila para que ella pudiera ver qué hacían y cómo lo hacían. Así pues, realizaron diversas sesiones y poco a poco el interés de la gorila fue en aumento.

Nació la cría y la gorila parecía perdida de nuevo, incapaz de alimentar a su bebé. Los cuidadores llamaron de nuevo a una de las madres de la Liga de la Leche, que le fue mostrando paso a paso cómo colocaba a su bebé, cómo lo acercaba al pecho, cómo hacía que rozara con sus labios el pezón… Y la gorila imitó cada uno de los gestos hasta que su pequeño se agarró al pecho y se alimentó.

Esta historia, verdadera o no, quizá un poco adornada o amplificada, es ideal para entender que no se puede dar el pecho sin aprender, que son imprescindibles la observación y el conocimiento para lograrlo y aunque cualquier mujer sabe que amamantar consiste en poner el pecho de la madre en la boca del bebé, es preciso disponer de algunos conocimientos más. Solo nosotras, las mamíferas, las hembras de primates y las orcas, necesitamos aprender a dar el pecho. No es un comportamiento tan instintivo como creemos, debe existir una transferencia de información para que se produzca. Esto significa que disfrutamos (o deberíamos disfrutar) de una estructura matriarcal importantísima que tendría como misión el acompañamiento de la nueva madre y la transmisión de los conocimientos necesarios para conseguir la mejor lactancia y crianza.

Por suerte, para los bebés[5] la lactancia sí es instintiva. Ellos nacen esperando un pecho del que alimentarse. Lo más sorprendente es que hacen prácticas mientras están dentro del útero: han estado estos nueve meses sacándose la teórica para que al nacer les sea posible mamar. Mientras un bebé se forma y crece dentro del útero, aprende a buscar, succionar y deglutir. De esta manera cuando es puesto encima del cuerpo de su madre, piel con piel, sabe perfectamente lo que debe hacer, de la misma forma que cualquier otro cachorro sabe encontrar por sí mismo el pecho de su madre.

Pero volvamos a nosotras: ¿a cuántas mujeres has visto dar el pecho? Si lo has visto, ¿cuánto tiempo lo has visto? La mayoría de las que estéis leyendo no lo habrá visto o lo habrá visto de pasada sin estar atenta a todos los detalles. Las madres hemos perdido la cultura de la lactancia, ya no contamos con la suerte y el privilegio de estar rodeadas de mujeres que hayan dado el pecho, de las que podamos aprender y a las que podamos recurrir cuando tengamos dudas.

Muchas veces acudimos a los sanitarios y, por desgracia, ellos tampoco tienen todas las respuestas. La lactancia no es una situación patológica, por lo que no se estudia (o se trata por encima) en la mayoría de las carreras sanitarias. Es una situación fisiológica, un proceso más de la vida que no tiene por qué requerir atención médica. Cada vez más profesionales sanitarios se forman para atender mejor a las madres lactantes, e incluso ellos deben, al igual que las madres, superar los mitos y prejuicios que rodean la lactancia.

Por tanto, la clave es encontrar información veraz, apoyo respetuoso y contacto con otras madres lactantes. Así que vamos a observar, a descubrir y a aprender cómo se hace esto que llaman dar el pecho.

¿Tengo que preparar el pecho?

Durante el embarazo algunas madres se sienten animadas para planificar punto por punto la llegada del bebé y no dudan en hacer o comprar lo que sea necesario con el fin de evitar el tan temido dolor al amamantar:

«Quiero darle pecho pero me da mucho miedo que me duela y me salgan grietas. Me han comentado que va muy bien untar la leche del pecho en el pezón. ¿Hay alguna cremita en la farmacia u otro remedio que se pueda poner una durante la lactancia o incluso antes para preparar el pezón? Me da miedo que me duela mucho y que algo tan bonito se convierta en doloroso.»

Aún hoy en día se recomienda a las mujeres embarazadas que preparen sus pezones durante la lactancia. Ya sea mediante cremas específicas, masajes en el pezón o potingues caseros. Hay quien recomienda frotarlos con guantes de crin y una mezcla de alcohol y vaselinas al cincuenta por ciento. Espero que al leerlo hayas pensado: «¡Qué dolor!». Porque, evidentemente, nada de eso es necesario. El mito del dolor planea sobre la cabeza de muchas madres. Nos han dicho que amamantar duele y, claro está, queremos escapar al dolor, curtir el pezón para endurecerlo y prevenir la aparición de estas grietas que parecen algo fatal.

Para intentar evitar las grietas debemos saber las principales situaciones que las causan: un mal agarre o una succión deficiente del bebé.

Lógicamente la parte que corresponde al bebé no la podemos encauzar en el embarazo, pero sí podemos observar a otras madres amamantando para aprender cómo deberemos colocar al bebé y entender que no hay que preparar el pezón porque los pezones vienen preparados de fábrica y están diseñados para amamantar. En todo caso, debemos preparar nuestro cerebro y empaparnos del conocimiento necesario para conseguir una lactancia indolora.

Por ello, es clave saber cómo funciona el pecho para así desterrar mitos y miedos. Descubre tu cuerpo y sorpréndete con la perfección de la glándula mamaria.

Tus pechos: únicos y diferentes

Si te pido que imagines un pecho quizá lo primero que evocará tu mente es un pecho redondo, turgente, simétrico... ¡Un pecho de anuncio, vaya! La publicidad no ha ayudado demasiado a conocernos y nos ha vendido que el pecho es solo de una determinada forma. El pecho de nuestro imaginario es muy diferente de los pechos reales, los pechos de las mujeres y las madres de verdad.

La variedad en la forma, las medidas, los pezones y las areolas de los pechos es infinita. Por suerte, las partes del pezón —tanto interior como exterior— son las mismas y funcionan de la misma manera.

¿Cómo funciona el pecho? Externo

Lo primero que te quiero pedir es que te desnudes y observes tus pechos. Colócate delante de un espejo que te permita verte desnuda de cintura para arriba. Quizá nunca te has parado a observar tus pechos con detenimiento. Obsérvate de frente, de un lado y del otro lado, y busca diferencias: ¿tus pechos son completamente simétricos? ¿Hacia dónde se dirigen los pezones: al frente, hacia los lados?

Seguramente tus dos pechos no se parecen en nada y quizá no tienen los pezones situados justo delante, sino más bien hacia los lados. Esta observación minuciosa te permitirá entender que vas a necesitar una postura diferente en cada pecho y, como verás en el siguiente capítulo, es fundamental para una lactancia placentera y eficaz.

Seguro que en la escuela estudiaste los nombres de las partes del sistema reproductor. En los libros de texto se presta atención a los genitales, tanto internos como externos, pero en ningún libro se detallan las partes del pecho, ni qué hacen ni para qué sirven. Eso sí, a todos nos toca aprendernos las partes del riñón, del corazón o del hígado… Partes importantes del cuerpo que hay que conocer, pero que funcionan solas y de las que no tenemos mayor control. Pero ¿y del pecho? ¿No te gustaría tener más información sobre sus partes y funcionamiento?

Pues vamos allá.

EL PECHO DESDE FUERA

Pecho: Como has visto, tu pecho es único. La forma de cada pecho está determinada por la grasa corporal, que lo moldea. Normalmente el tejido glandular, el encargado de producir leche, es similar en los pechos pequeños y en los grandes. Da igual el pecho que tengas,[6] da igual si es pequeño o grande, la gran mayoría de ellos permiten amamantar a un bebé, a dos e incluso a tres. La forma del pecho va a determinar cómo debes colocar al bebé.

Durante el primer trimestre de embarazo, el pecho crece, la glándula mamaria se desarrolla interiormente y se prepara para la lactancia. En el tercer trimestre, la glándula ya segrega leche (calostro) y está preparada para la llegada del bebé.

Areola: La areola es la zona circular más oscura que rodea el pezón. Hay areolas de todos los tamaños: grandes, medianas, pequeñas… Una idea muy extendida es pensar que cuando el bebé mama debe tener toda la areola dentro de la boca, pero en realidad hay areolas que no cabrían ni en la boca de un adulto. Así que lo más importante cuando el bebé mama es que tenga gran parte de la areola dentro de la boca, especialmente la zona inferior.

Durante el embarazo, la areola se oscurece para darle otra pista al bebé. Al nacer los bebés tienen una vista bastante limitada, pero distinguen bien los colores oscuros, de esta manera identifican rápidamente el color oscuro que les indica dónde está la comida.

En la areola se destacan unos «granitos» blanquecinos llamados corpúsculos de Montgomery, a los que familiarmente llamamos Montgomerys, acortándoles el nombre para que sea más fácil de recordar. Si no los distingues muy bien, basta con que pases los dedos dibujando círculos por encima de la areola y verás cómo responden arrugándose, contrayéndose y endureciendo el pezón.

Estas pequeñas «espinillas» se encargan de lubricar e hidratar el pezón. Además, la sustancia blanca de su interior huele como el líquido amniótico, lo que le proporciona al bebé, justo después de nacer, una segunda pista, en este caso olfativa, para saber dónde se tiene que dirigir.

Pezón: No hay dos pezones iguales: pueden ser anchos, planos, grandes, pequeños, poco salidos, planos, invertidos...

No hay pezones ni buenos ni malos y aunque quizá te hayan dicho que tu pezón no sirve, nada más lejos de la realidad. Tus pezones son perfectamente válidos para amamantar.

............

¿Tienes el pezón plano o invertido y eso te preocupa?

Pues no hay razón para ello, ya que el pezón no es más que un referente táctil para el bebé. Una manera de encontrar, después del nacimiento, junto con el color oscuro de la areola y el olor que desprenden los corpúsculos de Montgomery, el lugar exacto por donde sale la leche. Porque recuerda: la leche no sale del pezón, sale por el pezón. Y los bebés para mamar necesitan agarrar la areola, no solo el pezón. Podrás comprobar que si aprietas el pezón salen apenas unas gotas de calostro o de leche. Para conseguir que salga leche debes comprimir la areola y, con un poco de práctica, ¡verás qué chorros salen!

Si tienes el pezón plano o invertido lo más importante es empezar con buen pie. Cuando se deja al bebé piel con piel justo después del parto, el bebé está atento y dispuesto a mamar. Este momento se llama período sensible o sensitivo y es un momento único de aprendizaje, similar al que experimentan otros animales recién nacidos, por ejemplo los patos. Cuando un pato nace experimenta un período de impronta,[7] lo que significa que va a reconocer como a iguales a todos los seres que le rodeen y aprenderá de ellos y de sus comportamientos. Si esta impronta no se produce es imposible reproducirla después.

De la misma manera, si el bebé consigue mamar y agarrar el pezón «complicado» en ese momento, en el que está tan bien dispuesto al aprendizaje, es más probable que la succión a posteriori no le cree problemas.

¿Cómo funciona el pecho? Interno

Para imaginar el interior de la glándula mamaria lo más fácil es que te imagines que tu pecho está compuesto por varios racimos de uvas, de esta manera te será más fácil entender cómo funciona y dónde se sitúa cada parte. También es conveniente que te familiarices con las hormonas, que son las encargadas de fabricar y exprimir la leche del interior y mandarla hacia el bebé.

Prolactina: La prolactina es la hormona que fabrica la leche. Se produce en respuesta al estímulo que el bebé realiza al succionar el pezón. Cuando se produce una descarga de prolactina en la sangre de la madre, en los acinos, y en concreto dentro de cada célula productora que los conforma, todo el mecanismo se pone en funcionamiento y se elabora la receta que da como resultado leche materna de la mejor calidad.

Acinos o alvéolos: Los acinos son como diminutos granos de uva. Dentro de cada uno de ellos hay células que se encargan de fabricar leche. La leche materna se fabrica usando, por un lado, sustancias procedentes de la sangre de la madre y, por otro lado, estas células son capaces de crear nutrientes por sí mismas, son unas pequeñas fábricas que trabajan de manera incansable para nutrir al bebé.

Para conseguir que la leche salga de su interior y vaya hacia el pezón, los acinos están envueltos en unas estructuras que responden a la presencia de la hormona oxitocina y les hacen contraerse como una esponja cuando es apretada por alguien.

Oxitocina: La oxitocina es la hormona del amor y los cuidados maternales. Se produce no solamente en respuesta a la succión del pezón sino también mediante estímulos táctiles, olfativos y visuales relacionados con el bebé. Es la encargada de contraer los pequeños alvéolos para que la leche se dirija al pezón. Además, se ocupa de contraer las fibras del útero cuando el bebé succiona o cuando tenemos un orgasmo. Los entuertos[8] que puedes notar los primeros días tras el parto cuando tu bebé mama también se deben a la acción de esta hormona.

Lobulillos y lóbulos: Los acinos, las fábricas de producción, se unen formando lobulillos (el racimo de uvas), y dentro del pecho encontramos diversos lobulillos que forman lóbulos más grandes; es decir, varios racimos de uvas juntos que se unen e interrelacionan por medio de los conductos y los conductillos.

Conductos y conductillos: Forman un gran entramado parecido a las raíces de un árbol, van de los lobulillos hasta el pezón.

FIL: Este nombre son las siglas de «factor inhibidor de la lactancia», que es una proteína que tiene la función de regular la producción de leche de ambos pechos. La producción de cada pecho es variable e independiente y el FIL se encarga de regularla de una manera muy sencilla e ingeniosa. Si el FIL que está en la leche es extraído del pecho por la succión del bebé o por la extracción manual o mecánica (sacaleches), el cuerpo entiende que ha producido poca leche y fabricará más en la siguiente toma. Si por el contrario el FIL queda dentro del pecho junto con la leche, la glándula entiende que se ha pasado produciendo y ajustará a la baja su producción.

El saber no ocupa lugar

Cuando todavía no somos madres solemos tener una idea preconcebida bastante romántica de lo que es la maternidad, así que resulta muy aconsejable darse un baño de realidad antes de tener al bebé. La maternidad no es rosa, la lactancia no es rosa, la maternidad y la lactancia pueden ser maravillosas pero también fuente de frustración y de cansancio.

Mi primer libro sobre la lactancia fue el mítico Mi niño no me come, del doctor Carlos González. No es un libro que hable de lactancia de manera específica, así que compré varios libros americanos para tener recursos e información; en ese momento no había nada más. Hoy en día la situación ha cambiado, puedes acceder a una variedad infinita de libros. Existen libros muy diversos, unos enfocados exclusivamente a la lactancia y otros que incluyen temas de crianza: colecho,[9] inicio de la alimentación complementaria, BLW,[10] crianza con apego…

Y por otro lado tenemos mucha información en la red. Este ha sido el gran avance de los últimos años. Internet ha democratizado el acceso a la información, y eso afecta también a la información acerca de la lactancia. Hay webs, blogs, grupos de Facebook, etc., que proporcionan información muy valiosa y que ayudan a las madres a encontrar su tribu virtual.

Es cierto que puede ser complicado averiguar qué información es correcta y cuál es mejor obviar, pero con la información que te proporcionaré al final del libro podrás hacer una búsqueda rápida que te dará una buena base para empezar.

Por cierto, las revistas de maternidad que se venden en el quiosco no siempre contienen información adecuada sobre la lactancia. Además, en muchas ocasiones, al lado de cada página donde se habla de lactancia hay un anuncio de leche artificial, que fomenta una visión sesgada de la alimentación infantil, ya que transmite la idea de que la leche artificial es nutricionalmente igual que la leche materna y que es absolutamente necesario que en algún momento tu hijo la tome.

No estoy en contra de la leche artificial y de su uso, estoy en contra de la publicidad de la leche artificial que infringe la ley española[11] y el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna.[12] De la misma manera que estoy en contra de los anuncios y la publicidad de la mayoría de productos o alimentos destinados a menores.

Así que aprovecha y lee. Leer te hará comprender que la visión que solemos tener sobre los bebés no es real, que no son seres manipuladores a los que hay que domar o adiestrar. Nuestros bebés nos necesitan y solo quieren de nosotras amor, calor y alimento.

Observando se aprende (Los grupos de apoyo)

Quizá te apura ir a un grupo de lactancia, ¡habrás oído de todo! Debo confesar que, hace diecisiete años, la primera vez que acudí a uno sentí miedo y lo pasé mal. A pesar de que el ambiente era distendido y nadie me dijo nada, yo estaba tensa. Y es que tenía miedo: miedo de lo que pudieran decirme, pues tenía la sensación de que iba a pasar un examen de conocimientos y habilidades, y estaba segura de que me reñirían en el caso de hacer algo mal. Me pasé las dos horas de la reunión callada, con la niña en brazos y poniéndola a la teta de vez en cuando, escuchando, mirando, hasta que una asesora me preguntó qué tal estaba, me comentó que veía muy bien a la niña. Le expliqué que yo creí

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos