Aquiescencia

Víctor Sombra

Fragmento

Índice

Índice

Cubierta

Aquiescencia

PRIMERA PARTE

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

SEGUNDA PARTE

Capítulo 7

Capítulo 8

TERCERA PARTE

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

CUARTA PARTE

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

QUINTA PARTE

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Biografía

Créditos

PRIMERA PARTE

PRIMERA PARTE
1

1

Gianni Schicchi llegó temprano a su despacho en la Comisión Europea. En el ascensor se propuso empezar la jornada de manera lenta y metódica, evitar la inmersión inmediata que le devolvía, vacío y exhausto, sin noción del tiempo, a la orilla de sí al final de cada día. El problema era dejarse arrastrar por lo urgente. Abrir un tema por su parte más acuciante y sin acabarlo abrir otro más por su vertiente más apremiante, y sin cerrarlo abrir otro, y luego otro más y así hasta perderse. El problema estaba en la primera acometida, se decía, vigilándose y huyendo de sí al abrir con demasiada fuerza la puerta de su despacho.

Como cada día pasó la hoja del calendario antes de sentarse. El tacto le dijo que 1996 adelgazaba, pero antes de comprobar la fecha exacta una pegatina amarilla llamó su atención por la caligrafía chillona de su jefe: «3er Borrador USA, definición Internet. Dime algo antes de las 10». Debajo un documento de una, no, de dos páginas. Levantó el teléfono y pidió a su secretario que no le pasara llamadas. Mientras hablaba había empezado a revisar el correo, deteniéndose ante un pequeño sobre sin remite, franqueado en Santa Mónica, California, del que extrajo una tarjeta de visita con un par de líneas manuscritas. La releyó una y otra vez, girándola varias veces ante su sonrisa fría. Salió del despacho y volvió enseguida con un vaso de plástico lleno de café humeante. Atrajo hacia sí el documento enviado por su jefe.

Media hora después miró el reloj. Encajó el vaso vacío en otro, aupando una sonrisa al levantarse. La sostuvo mientras caminaba veloz a lo largo del pasillo. La secretaria del jefe de División hablaba por teléfono y se limitó a darle paso con la mirada. Él tocó dos veces en la puerta y entró sin esperar una respuesta.

Al fondo de la sala la luz de la ventana recortaba la silueta de Silkembothe, reclinada sobre la mesa.

—Siéntate y espera un momento —le dijo sin dejar de escribir.

Gianni anticipaba el instante en que tendría frente a él los ojos azules, el bigote recortado, la misma cara alargada e impasible de siempre. Cruzaba una pierna sobre otra, alternándolas varias veces, como si con los gestos de la espera pudiera adelantar el momento en que sonara la voz grave de su jefe:

—Gianni... —su mirada hoy ligeramente curiosa— no quiero simplemente tu opinión sobre esos papeles. Quiero que evalúes el estado de la situación... Cómo se justifica la nueva propuesta americana en la fase actual del proceso. Cómo se tiene en pie lo suyo y lo nuestro y cómo...

—Lo suyo mal... —le interrumpió Gianni, y enseguida supo que su prudentísimo jefe no diría nada más. Que el precio de su interrupción era esa mirada expectante, amasada deprisa con una pizca de estupor. Que él en cambio tendría que justificar su ímpetu y para ello tomó aire, frunciendo el ceño para avistar un documento que sin embargo estaba a su lado—. ¿Cuánto tiempo hace —preguntó Gianni— que los americanos comenzaron a hablar de una definición de Internet?... Ni tú ni yo estábamos aquí hace tres años, cuando ellos crearon el Grupo de Trabajo para la Infraestructura de la Información y la industria comienza a hablar de conseguir seguridad jurídica en el nuevo territorio para el que empiezan a calcular sus inversiones... Un año después el Gobierno americano se hace eco de esas preocupaciones a través de un Libro Verde al que siguió otro Blanco: qué ley se aplica a las comunicaciones, qué derechos, qué jurisdicción, quién debe responder... Elementos necesarios de un entorno internacional seguro para el mercado electrónico... Luego se decidió que un Tratado internacional solucionaría mejor la cuestión que las simples leyes nacionales. Cuando me propusiste como Jefe de la Unidad de Comercio Electrónico el primer borrador americano de ese Tratado estaba sobre mi mesa y la decisión de aceptarlo como base de trabajo estaba tomada desde arriba. Se trataba de poner los cimientos, consensuar un elemento previo a cualquier reglamentación internacional de las comunicaciones por Red... —Gianni se detuvo un instante y buscó la mirada de Silkembothe. Al parecer nada de lo dicho hasta ahora justificaba su ardor. Los dedos de Silkembothe tamborileaban cerca del borde de la mesa.

—En cualquier caso, de ahí arranca el proceso de negociación... —dijo Gianni— con una definición que describa de manera objetiva, tecnológicamente neutra, lo que supone transmitir o comunicar algo por la Red... Una definición que sirva de base a la resolución de las otras cuestiones pero sin prejuzgarlas...

Ante el silencio de su jefe subió la voz, habló más deprisa:

—Pues bien, la segunda propuesta americana añadía a la definición un párrafo aclaratorio en que se indica que la actividad que llevan a cabo los operadores no constituye comunicación. En la Red sólo se comunican los usuarios... Si los servidores no se comunican tampoco responden... Esta formulación no nos gustaba pero por la importancia del tema aceptamos discutirlo. Eso sí, siempre que su propuesta no se tomara de manera literal sino de modo abierto, como un punto de partida... Los Estados Miembros estaban de acuerdo y así se lo hicimos saber a los americanos... Y así llegamos a la tercera propuesta, la que acaba de llegar y quieres q

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos