La magia de leer

José Antonio Marina
María de la Válgoma

Fragmento

1

UN TRATADO DE MAGIA

Este libro es un Tratado de magia. Mezcla, pues, recetas y consejos para lograr encantamientos prodigiosos. Quienes dividen la magia en blanca y negra se equivocan. Olvidan que la magia más poderosa y magnífica es la del negro sobre el blanco. La escritura, y la lectura, claro, que es su complemento. De ella emergen hadas y dragones, mundos nuevos y mundos antiguos, personajes, historias, sentimientos, poemas y ecuaciones.

Leer es descifrar cualquier tipo de signo. Por eso, si admitimos, como hacen los poetas o los místicos o los psicoanalistas o los celosos, que todo es símbolo o indicio de algo, que continuamente habitamos en un bosque de signos, podríamos decir que nuestro modo principal de conocer la realidad es leyéndola. Según los científicos, la Naturaleza entera es un gran libro, escrito en lenguaje matemático, que es, al fin y al cabo, un lenguaje más. Y según los teólogos, convertidos en grafólogos a lo divino, la realidad entera es un gran poema escrito por la mano de Dios.

Los autores del libro nos sentimos felizmente hechizados por los encantamientos de la lectura, y nos gustaría que este libro sirviera para extender la magia. Más aún, que fuera en sí mágico y que, al internarse el lector por los senderos de sus líneas, fuera dejando atrás el lugar donde está, las preocupaciones en que vive, y, como el explorador que avanza intrépido por la selva, sintiera que la maleza se vuelve a cerrar tras su paso, acogiéndole en un mundo de orquídeas y lianas, mariposas gigantes con ojos en las alas, rugidos de panteras y gritos de Tarzán. Todo el mundo sabe que una biblioteca es como un bosque. Los libros tienen algo de selvático, y no es raro que algunos autores antiguos titularan los suyos Selva de lecturas variadas, Silva de varia lección. Neruda lo dice a su manera:

Libro

hermoso,

libro,

mínimo bosque,

hoja

tras hoja,

huele

tu papel

a elemento,

eres matutino y nocturno, cereal,

oceánico,

en tus antiguas páginas

cazadores de osos,

fogatas

cerca del Mississipi,

canoas

en las islas,

más tarde

caminos

y caminos,

revelaciones,

(…)

Y Vicente Aleixandre corrobora:

Oye este libro que a tus manos envío

con ademán de selva.

También nosotros quisiéramos presentarle este libro con ademán selvático, explorador y aventurero. La aventura es la alquimia de la realidad. Otra vez magia.

Los adultos tenemos el gusto estragado por la acumulación de lecturas profesionales y prácticas. Nos gustaría que el lector se olvidase de informes, circulares, noticias, cartas del banco, páginas administrativas, prospectos farmacéuticos, y otras secas literaturas, para recuperar fervores antiguos o adquirir nuevos fervores. Queremos reactivar la experiencia feliz de la lectura, para que después, una vez afiliado a la secta de los lectores o renovada su afiliación, ejerza un benefactor proselitismo, utilice su sabiduría y se la transmita a otras personas, en especial a los niños. Esta magia necesita de una confabulación de convencidos para manifestar su poder.

Se habla mucho del desencantamiento del mundo, y encantarlo de nuevo resulta un imprescindible proyecto. También se habla mucho de la agresividad y de la violencia actuales, y conviene recordar que la lectura es una gran pacificadora. El desconocido autor de las vidrieras de la catedral de Winchester nos dejó un consejo guardado en esas nupcias del cristal y del sol: Study to be quiet, «lee para alcanzar la serenidad». Y los psicólogos infantiles nos advierten que leer a un niño lo tranquiliza. Para encantar y pacificar ofrecemos la magia de la lectura. Es probable que los niños nos hayan enseñado el camino, con su fascinación por las andanzas de Harry Potter, que, al fin y al cabo, son historias de magia.

2

LA MAGIA DEL LENGUAJE

La poderosa magia de la lectura se funda en dos magias previas e imprescindibles: la del lenguaje y la de la escritura. Llevamos tantos años conviviendo con ellas que ya no nos sorprenden. Por ello necesitamos desacostumbrarnos de lo cotidiano, y recuperar la capacidad de asombro. Tal vez el acontecimiento más importante en la vida de un niño sea comprobar que cada cosa tiene un nombre. Todo lo que tiene que ver con el lenguaje es desmesurado y misterioso, es a la vez trascendental y rutinario. Al acercarse a la palabra sobrecoge su complejidad, su eficacia, su maravillosa lógica, su selvática riqueza, su espectacular manera de estallar dentro de la cabeza, como un fuego de artificio, los mil y un caminos por los que influye en nuestras vidas, su capacidad para enamorar, divertir, consolar, y también para aterrorizar, confundir, desesperar.

Nadie sabe cómo apareció el lenguaje, es decir, cómo se las arreglaron nuestros mudos antepasados para volverse locuaces. La imposibilidad de explicar el prodigio hizo que algunos lingüistas llegaran a la conclusión de que el mismo Dios tenía que haber entregado al hombre tan sutil invento, con sus declinaciones y subjuntivos. La pulsión por inventar lenguas parece inagotable. En la actualidad hay censados 5.103 idiomas. Semejante fertilidad no está repartida uniformemente. En la India hay 1.652 lenguas, mientras que en Europa sólo se mantienen unas 70. Como no hay razón para admitir una peculiar falta de inventiva lingüística europea, podemos suponer que fueron causas políticas las que provocaron la supervivencia de unas pocas y la desaparición del resto. Los estados muy centralizados suelen considerar engorrosa la proliferación lingüística.

La inteligencia humana literalmente rompió sus límites con la aparición del lenguaje. La realidad entera quedó encerrada en las palabras, se hizo manejable, transmisible. El mundo, que estaba lleno de cosas, se llenó de narraciones: poéticas, fantásticas, históricas, científicas, religiosas, mitológicas. Había aparecido la gran alquimia. A partir de ese momento, la realidad fue lo que era más lo que se podía decir de ella. El pensamiento, que hasta entonces debió de ser una mera yuxtaposición de imágenes y sentimientos, se articuló en conceptos e ideas y metáforas. Se inventaron palabras y sintaxis para pensar mejor o para expresar mejor lo que se pensaba. Y cuando aparecieron entidades difíciles de manejar con palabras, como eran las matemáticas, se crearon nuevos lenguajes: la aritmética, el álgebra, las geometrías, que nos permiten contar maravillosas histor

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