Mi tirano favorito

Olga Hermon

Fragmento

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Capítulo 1

—¿Así que tu nombre es Alicia Suárez del Rincón?

Aunque la «película» era una copia exacta de las que había visto las dos últimas semanas, la voz clara y un tanto subida de tono no le permitió a la entrevistada cerrar los oídos, y asintió a todo con una sonrisa amable.

—Eres huérfana de padre y madre desde los dos años de edad. A partir de entonces, tu tía abuela Adel, que vivía en los Estados Unidos, se hizo cargo de ti hasta los doce, cuando falleció de su vieja aflicción de pulmones.

Alicia pronunció un sí, en tanto suspiraba con paciencia y miraba cómo la anciana hacía anotaciones en su libreta.

—Por no contar con más familiares, el Estado de Arizona resolvió enviarte a una casa hogar en la cual permaneciste hasta tu mayoría de edad. —Mati prosiguió con la mirada un tanto ceñuda sobre el joven rostro. No comprendía el que nadie se hubiese interesado por adoptar a una criatura de rasgos tan dulces y mirada inocente—. Me doy cuenta de que eres una chica sincera, me agrada; no es fácil encontrar esa virtud hoy en día —comentó sorprendida al leer la parte en que confesaba que, aunque brillante en la escuela, era un imán para atraer los problemas. «Cualidad usual para alguien de tan corta edad y con un difícil pasado», diría ella.

—Señora Mati —dijo Alicia buscando las palabras, pues no quería que su personalidad grandilocuente le echara a perder la mejor propuesta de trabajo vista hasta ahora, sin descontar que seguro sería la única. —¿Le gustaría saber por qué nunca fui adoptada? —Aunque su estilo, un tanto cínico, la había hecho merecedora de una felicitación, pensó que valía la pena sincerarse con la afable mujer que, sin conocerla de nada, la había invitado a que la llamara por su mote y era por demás amable con ella—. Para mí fue sencillo decidir. No quería ser entregada a una de esas familias de acogida —dijo con mirada resuelta—. Deseaba a toda costa evitar el trago amargo que sufrieron muchos chicos de mi edad que fueron devueltos a la casa hogar como si fueran electrodomésticos descompuestos, solo porque no eran «el niño perfecto» que esperaban. —repitió con frialdad, como seguro había escuchado en infinidad de veces. Sin poder evitarlo, un destello de dolor logró colarse en sus bonitos ojos—. Así que busqué la forma de permanecer huérfana e impedir ese fastidio en mi vida. —Terminó con una sonrisa que a leguas se veía muy practicada.

—Me apena escuchar eso, Alicia —dijo Mati sincera. Al instante capturó su fuerza de carácter, eso era justo lo que se requería para el puesto, aunque la última palabra la tenía el jefe, que en ese momento escuchaba la entrevista del otro lado de la puerta.

—«Lo que no mata te fortalece» —recitó a pie juntillas el dicho preferido de la directora del orfanato—. Lo aprendí siendo muy niña.

— ¿Por qué consideras que, a pesar de no tener experiencia en el ramo, cuentas con la capacidad para desempeñar el puesto? —Aunque le agradara la chica, tenía que ceñirse al guion.

—Aunque nunca he trabajado de bibliotecaria, sé bien lo que es manejar una biblioteca. La tía Adel contaba con una bastante extensa en casa, la misma que yo mantenía en perfecto orden según sus enseñanzas y exigencias. Ella sí que era una experta en la materia; toda su vida trabajó para la biblioteca central del condado —agregó el dato que esperaba le valiera puntos—. Y créame, lidiar con eso no fue nada fácil. También, hablo inglés y español a la perfección. —Ciertamente, era bilingüe de nacimiento.

A pesar de que Alicia no conocía de nada la biblioteca de ese mausoleo, pensó que no podía ser muy diferente a la de su difunta tía Adel.

—No has preguntado quién es la persona contratante, ¿acaso no sientes curiosidad? —Si bien Mati seguía el cuestionario para las entrevistas, sintió que la pregunta era relevante, pues la chica era la única candidata, hasta ahora, que no había llegado al punto de la imprudencia por saberlo.

—¿Su jefa o jefe es algún tipo de extraterrestre o asesino serial? —Mati sonrió ante la ocurrencia—. Quiero este empleo, creo estar capacitada para desempeñarlo, lo demás es

secundario —dijo con pasión. Obtener techo y comida en el mismo paquete era una ganga que no podía desaprovechar. A esas alturas del mes, contaba con los dedos de una mano los fondos restantes de la última ayuda otorgada por el Gobierno en tanto se colocaba.

—El propietario de esta casa es un excéntrico genio de la música y odia que lo molesten. —Mati informó sin empacho y estaba por seguir con la «prueba de fuego». Esperaba que su intuición no le fallara, pues algo le decía que esa chica era la persona indicada para lidiar con el «energúmeno». Sabía que se ganaría una reprimenda del vapuleado hombre, pero sentía la obligación de advertirla—. Él defiende su privacidad a capa y espada, en pocas palabras, es un huraño de difícil trato, por no decir imposible —soltó lo último casi para ella.

—Señora Mati, si su propósito es desalentarme, créame, ningún genio incomprendido o lo que sea me asusta. —Hizo una pausa pensativa—. Después de lidiar con mi estirada tía Adel y con los «afectuosos» encargados de la casa hogar, tenga la certeza de que sé cómo arreglármelas. —Levantó el mentón con orgullo, convencida de sus palabras.

Mati optó por zanjar el tema; presentía que, si seguía por ese camino, la chica no conseguiría el empleo. Bastante daño se había hecho con el desafortunado comentario de momentos antes. Hasta donde se encontraba sentada, le había llegado el rechinido de muelas del «genio incomprendido».

Alicia salió de la mansión llevándose consigo la promesa del famoso «nosotros la llamaremos», que había escuchado lo suficiente para toda una vida. Por el camino de regreso no hizo otra cosa que rogar al cielo que la ayudara a conseguir ese puesto, pues al pagar el boleto del camión de San Miguel a San José, de ida y vuelta, el saldo de sus arcas había mermado al grado de quedar al borde de los números rojos.

Pensativa elucubraba que, aunque la entrevista no se había llevado a cabo en la biblioteca, por la belleza y magnitud de la residencia del «genio de la música», pudo concluir que se trataba de un hombre rico. Fuese por los éxitos o por herencia, el dinero y la opulencia eran evidentes en el lugar. Estaba convencida de que, si no era contratada, jamás volvería a tener la suerte de pisar un sitio como aquel.

Cuando llegó a San Miguel, ya habían empezado las clases en su escuela preparatoria, así que se obligó a bajar de la nube en la que flotaba para regresar a su realidad, que aguardaba dentro del aula.

En una semana concluiría el semestre y recibiría su ansiado certificado; requisito indispensable para poder inscribirse en la Licenciatura de Letras, en una escuela virtual que tenía en la mira desde hacía varios meses. Solo había un pequeño inconveniente: si no conseguía un empleo que le permitiera pagar los estudios, sus sueños se irían al traste.

***

—Excéntrico, huraño, difícil e imposible, ¿eh? —Se escuchó la grave voz, en tono de reclamo, al momento de que Nícholas entró a su despacho después de que fuera despedido el último candidato del día—. Quiero que contrates ahora mismo a Suárez.

—¿Estás seguro, Ni

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