Ecos del destino

Miranda Kellaway

Fragmento

 

1.ª edición: mayo 2012

 

© Mariana Caetano Caetano, 2012

© Ediciones B, S. A., 2012
 para el sello Vergara
 Consell de Cent 425-427 - 08009 Barcelona (España)
 

www.edicionesb.com

Depósito Legal:  B.15623-2012

ISBN EPUB:  978-84-9019-114-9

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

 

 

 

 

 

 

A mi hijo Ian,

mi pequeño pedazo de cielo en la Tierra

 

 

 

 

 

 

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

 

WILLIAM SHAKESPEARE

 

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Cita

 

1

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1

 

Londres, 1850

 

—¡Maldita sea, Haygarth! ¿Has vuelto a perder? —La voz de Miles Parker retumbó como un trueno en todo el salón, causando miradas de desaprobación en el resto de los asistentes.

—Es solo una mala racha —respondió su amigo, agitando un as en su mano derecha—. La próxima será la jugada de mi vida.

—Más te vale, si no quieres que tu padre te mate.

Julian Haygarth le miró fijamente.

—Papá no haría eso. Tiene que dejarle a alguien el título, y Brandon está muerto. Así que...

Una mujer elegantemente vestida y con un prominente escote se acercó a ellos.

—Caballeros —dijo sentándose en el regazo de Julian—. ¿Hay suerte esta noche?

—Me temo que no —contestó Miles, levantándose de la mesa—. Nos vamos a ver obligados a retirarnos.

—Ni hablar —protestó Julian—. No pienso irme.

—Claro que sí. Y lo harás ahora —le espetó Parker, arrastrándole hasta la salida del Hodge’s, su sala de juegos favorita.

—¿Pero qué diablos crees que haces? —gruñó Julian al cerrarse las puertas de entrada tras ellos.

—Salvarte el pellejo. Unos minutos más y te hubieras jugado Haygarth Park.

—Si no fueras mi mejor amigo, te daría una buena paliza por meterte en mis asuntos.

—Vamos Julian, mírate. El futuro marqués de Rockingham, con un prometedor futuro por delante, comportándose como un vulgar vagabundo. ¿Es que no tienes dignidad?

—Déjame en paz —dijo este, bajando las escaleras con dificultad—. Solo quiero disfrutar de mi libertad mientras dure.

—Te acompaño a tu casa. No puedes irte solo en ese estado.

—No. Voy a pasear. Necesito aire fresco.

—Julian...

—Ya me has oído.

Miles vio cómo su amigo se alejaba tambaleándose, y se arrepintió de haberle llevado al Hodge’s esa noche. Pensó en seguirle para asegurarse de que llegaba sano y salvo a casa, pero eso significaría otra bronca. Sabía que era una pérdida de tiempo discutir con un hombre tozudo como él.

Pasadas las dos de la madrugada, Julian entró en el salón de estar de su mansión en Mayfair. Se sirvió una copa de brandy y se dirigió al sillón más cercano. Las palabras de lord Rockingham, su padre, vinieron de nuevo a su mente como una pesadilla:

—Eres un perfecto inútil, Julian. Ahora que Brandon ha muerto no me queda más remedio que poner mis esperanzas en que seas tú quien me suceda. No sé qué le habré hecho al cielo para merecer semejante desgracia.

Él permanecía de pie, inmóvil, sin dar crédito a lo que oía. ¿Tanto le odiaba? ¿Cómo era posible que le soltara eso justamente en el funeral de su hermano?

—Padre, este no es el momento. —No tenía fuerzas para decir nada más.

El marqués hizo una mueca.

—Tu ineptitud nos ha puesto en esta situación. Espero que me recompenses de alguna manera el haberme quitado a mi hijo —le reprochó Craig Haygarth con los ojos rojos de ira contenida, dando un portazo tras de sí al abandonar la estancia.

Julian se llevó la copa a los labios, sorbiendo lentamente su bebida, recordando aquellas palabras llenas de amargura y dirigidas a él como dardos venenosos apuntando a su corazón. E

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