
¿Le damos suficiente importancia a las emociones de nuestros hijos?
A veces damos muchas cosas por supuesto, creemos que nuestro hijo siente rabia y que «ya se le pasará», quizás está enfadado por «tonterías infantiles» o simplemente le vemos triste e intentamos distraerle sin ahondar en sus sentimientos. Si te ha pasado algo de esto, sigue leyendo, que hoy hablamos de emociones.

EQUIPO PENGUIN KIDS
Entendemos de libros que molan
Quizás no estemos dando suficiente importancia a los sentimientos de nuestros hijos y cómo intentan expresarlos, muchas veces sin palabras. Las rutinas, la vorágine de cada día o simplemente que tampoco sabemos qué decir en determinadas circunstancias, nos puede estar llevando a dinámicas en las que restamos importancia a sus emociones o incluso mentimos con tal de evitar su malestar.
A partir de los dos años los niños y niñas comienzan a interactuar más activamente con otras personas de su edad y con los adultos, y en ese momento es recomendable iniciarles en el reconocimiento de las emociones. En la etapa de los tres a los cinco años empiezan a controlar sus emociones, a gestionarlas e incluso a ocultarlas. Y a partir de los cinco años es preferible que ya sean capaces de poner nombre a lo que sienten y que adquieran seguridad para expresarlo y comunicarse con nosotros.
Procurarles una educación en inteligencia emocional es clave para ayudarles a desarrollar habilidades emocionales ya que el reconocimiento, la comprensión y la gestión de las emociones es esencial para que los niños se desenvuelvan en las diferentes etapas de su vida y puedan aprender a canalizar sus emociones, reconocerlas y ponerles nombre, comprenderse a ellos mismos y desarrollar empatía hacia los demás y expresarse y dialogar sobre sus sentimientos.
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Canción protesta. Una historia de Yo...
Puede que suene sencillo, pero en realidad no lo es, ¿verdad? Los adultos intentamos hacerlo lo mejor posible, pero no existe una fórmula mágica y muchas veces nosotros mismos no somos coherentes con lo que intentamos inculcar a nuestros hijos e hijas.
Nunca es tarde para replantear nuestras respuestas, renovar costumbres y romper con hábitos adquiridos, para escuchar más activamente a nuestros hijos y generar un clima natural de diálogo y comunicación con nosotros, los adultos.
En este sentido, desde hace tiempo viene tomando fuerza la corriente de la crianza respetuosa. Basada en comprender al niño y sus necesidades, se fundamenta en los principios del amor incondicional, la empatía, la igualdad y el respeto por los hijos.
La crianza respetuosa implica ponernos en el lugar de nuestros hijos, bajar a su altura y entender sus emociones dándole la importancia que merecen, respetándolas y acompañando a los niños cuando nos necesiten.
Queremos escucharles con atención, entenderles, respetar lo que sienten, ayudarles… ¿cómo lo hacemos? No existen recetas mágicas, pero sí libros que nos ayudan a trabajar de manera conjunta con ellos y ellas.
¿Has oído hablar de Yo soy ratón?
Manu Rubio, educador y psicomotricista en el colegio Reggio de Madrid, es el alma de este grupo de música que ya acumula más de 100.000 reproducciones y 15.000 discos vendidos. Su estilo no es el habitual de la música infantil; a través de las letras de sus canciones, que combinan rock, worldmusic y funk, conecta a todos los niveles con hijos y padres.
Por un lado, ayuda a los niños y niñas a expresarse y a poner palabras a sus sentimientos. Y, por el otro, facilita que los padres y madres comprendan mejor a sus hijos y hagan frente a situaciones del día a día generando lazos de complicidad y confianza.
El cuento profundiza en Canción protesta, el tema más exitoso del grupo. La letra de Manu Rubio cobra vida en las ilustraciones rompedoras, vivas y entrañables de El Rubencio, planteando situaciones cotidianas en las que padres e hijos se verán reflejados.
Un libro que invita a los niños a expresar lo que sienten y a los padres a ponerse en el lugar de sus hijos, a escucharles con atención y a comprenderles. Padres e hijos aprenden a valorar el mensaje que se quieren dar, generando, como dice el autor, «un contexto propicio para mirarse hacia dentro y replantearse costumbres heredadas susceptibles de mejora…».