Poesía para cambiar el mundo
Ser autor o autora de literatura infantil supone resetear el cerebro, olvidar los convencionalismos de los adultos y hacer un ejercicio de introspección que les devuelva a las edades más tempranas. Solo de esa forma consiguen crear un contenido accesible al lenguaje de los más pequeños, a las experiencias vividas y a la forma de ver y entender el mundo.
Sigue leyendo este post de Diana Oliver paras saber cómo funciona la mente de Pedro Mañas, el autor que consigue que los niños y niñas amen la poesía.
La infancia es una forma de estar en el mundo que a menudo, cuando llegamos a ser adultos, nos cuesta recordar. Supongo que por eso, para escribir poesía para niños y niñas hay que atreverse a revisitarse. Situarnos en ese lugar en el que todo es posible. El lugar en el que todo pasaba de una manera diferente, que decía Carmen Martín Gaite.
La poesía entrena una mirada que nos ayuda a innovar, a romper convenciones y hasta a cambiar el mundo
Pedro Mañas (Madrid, 1981), como un maestro del tiempo y del espacio, va y vuelve, va y vuelve, para recordarnos que sí, que la magia existe, que está en las palabras que usamos, en nuestra mirada, que ahí sigue ese país extraño llamado infancia. «Escribir poesía no consiste en mirar al niño desde arriba y sepultarlo bajo un montón de diminutivos, de cursilerías, de clichés. La poesía consiste precisamente en lo contrario: en sorprenderlo con lo inesperado», dice. Premiado con importantes galardones como el Premio de Barco de Vapor o el Premio de Poesía Infantil Ciudad de Orihuela, convocado por el Ayuntamiento de Orihuela y la editorial Kalandraka, Mañas está convencido de que la poesía es juego, es música, es imagen, es conjuro, es emoción. Que la poesía es, al fin y al cabo, la mejor forma de estar.
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¿Quién soy? - El bosque
Diana Oliver: ¿Qué es para ti la poesía?
Pedro Mañas: ¡Uf, tantas cosas! La poesía es juego, es música, es imagen, es conjuro, es emoción… Pero, ante todo, es una forma especial de mirar el mundo, de extrañarse ante lo que la rutina ha transformado en vulgar y cotidiano. Y una forma de intentar que los demás compartan nuestra mirada gracias al poder mágico de la palabra.
La poesía quizás también requiere un poquito más de nosotros como lectores. No sé si por esto leemos menos poesía de la que deberíamos, si puede ser un síntoma de la sociedad rápida y práctica en la que vivimos en la que importa que nos den todo masticado…
¡También a mí me gustaría saberlo! Intuyo que conviven diversos factores: una sociedad en la que se exigen inmediatez y gratificación inmediata, la pérdida progresiva de la lectura en voz alta, la falta de cuidado atención al lenguaje (y no me refiero a la ortografía, sino a su poder transformador), la escasez de mediadores implicados con el género… Quizá por eso encontramos más satisfacción en la novela o un tipo de poesía que se parece más a la autoayuda o la publicidad.
D.O.: ¿Por qué dirías que es interesante leer poesía a los niños y niñas?
P.M.: Desde un punto de vista práctico, porque tiene innumerables beneficios, que van desde el desarrollo de las competencias del lenguaje hasta la formación de valores estéticos, pasando por el desarrollo de la memoria, del pensamiento abstracto, de la memoria o la musicalidad. Pero, ante todo, porque la poesía entrena una mirada distinta y original que nos ayuda a innovar, a romper convenciones… y hasta a cambiar el mundo. Me encanta decir eso de que «la poesía no solo sirve para dormir a los niños, sino también para despertarlos».
D.O.: Pienso que a los niños, en general, les gusta mucho este género y somos nosotros, los adultos, los que tendemos a proponerles menos estas lecturas. Como mediadores, ¿debemos revisar nuestras propias creencias en este sentido?
P.M: Lo más sorprendente es que durante los primeros años de su vida sí les invitamos a disfrutar de la rima, de la musicalidad, de las canciones, de las lecturas en voz alto. En definitiva, les invitamos a vivir a través del verso. Luego, a partir de cierta edad (especialmente cuando se convierten en lectores autónomos), cambiamos repentinamente el rumbo y la narrativa se convierte en la gran protagonista. Los niños se desconectan de la poesía a nivel emocional y artístico. Por fortuna, los mediadores empeñados en prestigiar el género son pocos pero tenaces, y hacen una gran labor a esas edades. Todos deberíamos aprender de ellos.
D.O: La colección ¿Quién soy? trata de iniciar a los niños en la poesía. ¿Cuáles dirías que son las claves de estos libros para lograrlo?
P.M.: Tal vez la sencillez y la universalidad del concepto: elementos naturales que, convertidos en niños, nos invitan a descubrir su día a día desde un punto de vista poético. Y lo hacen a través de rimas breves, musicales, lúdicas y sensoriales que invitan a los niños a acompañarlos y a sorprenderse con ellos, a mirar con ojos distintos lo que sucede en el cielo, el bosque o el mar.
D.O.: ¿Cómo ha sido el proceso creativo de esta colección?
P.M.: En primer lugar, tuve que intentar ponerme en la piel de estos niños «simbólicos» (el Mar, la Luna, el Bosque…) e imaginar cómo sería su rutina, lo que generó un montón de material inicial. Luego viene el trabajo duro, que es el de recortar, pulir y destilar esas primeras ideas para darles una forma sencilla, musical y estructurada. Se trata de un trabajo casi matemático. Por eso a veces digo que escribir poesía es resolver un problema con palabras.
D.O: ¿Es importante el acompañamiento de la ilustración en esta etapa?
P.M.: No solo importante, sino (casi) fundamental. La ilustración acompaña, complementa, subraya, narra historias paralelas y hasta contradice al texto, haciendo de la lectura una experiencia más placentera pero también más rica y compleja.
D.O.: Y a la hora de escribir, ¿cómo debe ser el lenguaje para que tenga calidad literaria?
P.M.: Personalmente, lo único que intento a la hora de escribir literatura infantil es no utilizar una gramática que lo haga inalcanzable para el lector (es decir, que le obligue a mirar más el diccionario que el propio libro). Por lo demás, no hay límites.
D.O.: Te preguntaba lo anterior porque a menudo creo que se utilizan mensajes simplones, carentes de emoción, y muy moralistas… ¿Qué opinas?
P.M.: Desgraciadamente, a veces se confunde lo sencillo con lo simplón, con lo condescendiente y lo pueril. Escribir poesía no consiste en mirar al niño desde arriba y sepultarlo bajo un montón de diminutivos, de cursilerías, de clichés. La poesía consiste precisamente en lo contrario: en sorprenderlo con lo inesperado.
D.O.: Para escribir hay que leer mucho. ¡Muchísimo! Tú fuiste un gran lector ya de pequeño. ¿Quién dirías que es el/la poeta que más te ha influenciado?
P.M.: No soy muy original al responder que fue Gloria Fuertes la poeta que marcó mi infancia. Nadie como ella nos hizo comprender a toda una generación que leer poesía iba más allá de ese viaje farragoso a través de fechas y textos inalcanzables en busca de la metáfora, la rima y el recuento silábico. Que la poesía molaba tanto que hasta salía en televisión.
La poesía de Pedro Mañas
La Luna duerme en lo alto del cielo sobre las nubes. Cuando se despierta, estornuda, se le caen las pecas y llena el cielo de estrellas. Ilumina los callejones, persigue a los murciélagos y, de vez en cuando, se asoma por las ventanas para contar cuentos de buenas noches.
El Bosque descansa en una madriguera y deja huellas de hierba allí donde pisa. Cuando salta por las piedras del río, suenan como las teclas de un piano. El bosque tiene su propia música. Y por la noche, cuando todo está oscuro, las luciérnagas lo guían de vuelta a su habitación.
El Mar es el rey de lo más profundo y de toda su superficie. Cabalga una ballena, salta sobre las olas, sabe dónde están todos los tesoros y, cuando se va a dormir, el faro de la costa lo acuna con su luz intermitente.