«Cartas eróticas»: los mensajes más «hot» entre grandes figuras de la historia

Si quieres conquistar a tu «crush» o subir la temperatura con tu pareja este San Valentín, busca la inspiración literaria en estas «Cartas eróticas» (Plan B), las joyas epistolares más íntimas y pasionales de escritores, monarcas y artistas de todos los tiempos. 

13 febrero,2023

 Crédito: Getty Images.

Como ya lo había hecho en Cartas a la madre, el escritor y editor francés Nicolas Bersihand recopila en esta nueva antología epistolar las Cartas eróticas que se dedicaron algunas de las figuras más reconocidas de la historia… Porque antes de responder con un fueguito a las stories de Instagram o dejar volar la imaginación en chats instantáneos, el deseo, y su confesión escrita, ya existían. Estas cartas —pasionales hasta niveles impúdicos— muestran el lado más íntimo de escritores, pintores y un largo etcétera, recordándonos que el sexting no es más que la actualización moderna de una práctica muy antigua. 

Con estas Cartas eróticas te animamos a subir la temperatura de febrero. Son solo algunos fragmentos de las que hemos considerado aptas para todos los públicos, pero dentro del libro encontrarás ejemplos mucho más incandescentes. Mientras tanto, empezamos con los preliminares. 

Las más dulces y románticas

«Eres lo mejor que hay para mí»: Federico García Lorca a Salvador Dalí

Ian Gibson lo describió como El amor que no pudo ser, pero la íntima relación entre los dos genios —poeta y pintor— dejó sus huellos en las cartas apasionadas que compartieron. Aquel amor, erótico y trágico, llevó al granadino a escribir líneas como estas: 

Mi querido Salvador: 

Cuando arrancó el automóvil, [...] estuve a punto de tirarme del coche para quedarme contigo en Cadaquès [...]. 

Me he portado como un burro indecente contigo, que eres lo mejor que hay para mí.

Un solo beso que dure todo el tiempo que tiene que durar el mundo, de tu siempre muy tuyo. 

«Había pensado volar contigo sobre el mar»: Emilio Prados a Federico García Lorca

Se conocieron en Málaga cuando tenían 13 y 14 años respectivamente, pero fue la convivencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid, a lo largo de la década de 1920, la que verdaderamente forjó un vínculo inquebrantable entre estos poetas: 

Yo he pensado tanto en ti, te quiero tanto, ¡mariposilla sin alas! [...] Mira, había pensado —seriamente— unirnos para siempre y sacudirnos de los hombros sentimientos, trabas y romper las ligaduras de la responsabilidad. Había pensado volar contigo sobre el mar. ¿Tienes valor? Nos iríamos ¿cómo? Nos iríamos ya sabes a dónde, a donde nuestra cuna de estambres rojos y troncharíamos —tu mano y la mía en una— los más hermosos tulipanes. 

«Me gustas más que ningún libro»: Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós

Eran ambos, a finales del siglo XIX, dos de las figuras más ilustres de la literatura española. La relación epistolar, en un primer momento centrada en consejos y asuntos profesionales, terminó dando lugar a una deliciosa historia de amor. Sus paseos por las calles de Madrid encendieron la chispa que durante décadas prendió cartas y cartas como estas:

Sí, yo me acuesto contigo y me acostaré siempre, y si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria... porque tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro.

«No veo cómo puedo seguir viviendo lejos de ti; estos intervalos son la muerte»: Henry Miller a Anaïs Nin

La suya es una historia cargada de erotismo, transgresión y escándalo (como su literatura). Cuando se conocieron, ambos estaban casados. Hasta aquí, en realidad, nada demasiado extravagante. Pero ¿cómo te quedas si te decimos que la mujer de Miller y la propia Anaïs Nin empezaron también una relación? La primera no sabía que compartía amante con su marido, y de hecho lo abandonó en cuanto supo la verdad. Las líneas que se dedicaron fueron siempre tan intensas como estas, en las que el escritor menciona al esposo de Anaïs: 

Salí con trozos de ti pegados a mí; camino, nado, en un océano de sangre, tu sangre andaluza, destilada y tóxica… No veo cómo puedo seguir viviendo lejos de ti; estos intervalos son la muerte. ¿Qué te pareció la vuelta de Hugo? ¿Seguía yo ahí? No puedo imaginarte moviéndote con él como lo hacías conmigo.

Las (casi) más fogosas

«¡Quiero esa posesión que me causa tanto dolor y tanto miedo!»: Lou a Guillaume Apollinaire

Si hablamos de deseo, confesiones atrevidas y fantasías explícitas… No hay cartas que puedan competir con las que compartieron Apollinaire y Lou, su amante durante la I Guerra Mundial. Son la joya de la corona en lo que a correspondencia erótica se refiere. Para que entiendas de qué hablamos, basta decir que el siguiente fragmento es apenas una aproximación sugerente: 

Mi querido Gui, estoy enferma de excitación... y te quiero con locura... [...] No puedo más...; te escribo rápido, con la tremenda impaciencia que me produce estar sola en mi pequeña cama, con la luz apagada, y amarte perdidamente y tocarme toda la noche..., toda la noche hasta que me desmayo... [...] Poséeme por completo, totalmente, profundamente...

«Podría besarte hasta que sangraras»: Raddclyffe Hall a Evguenia Souline

Si hablamos de deseo, confesiones atrevidas y fantasías explícitas… No hay cartas que puedan competir con las que compartieron Apollinaire y Lou, su amante durante la I Guerra Mundial. Son la joya de la corona en lo que a correspondencia erótica se refiere. Para que entiendas de qué hablamos, basta decir que el siguiente fragmento es apenas una aproximación sugerente: 

No sé qué hacer conmigo mientras esto escribo, por el anhelo que siento de tener tu mano sobre mí, tu cuerpo apretado con mucha fuerza contra el mío, tu boca en mi boca. Podría besarte hasta que sangraras — podría hacerte trizas, Evguenia.

«Tengo un apetito terrible de tu amor y de tu persona»: Juliette Drouet a Víctor Hugo

La actriz francesa fue la amante pública del autor de Los miserables, hasta sustituir a la esposa del escritor cuando esta falleció en 1868. También Drouet tuvo que lidiar con las infidelidades de su amante, pero eso no le impidió dedicarle cartas tan pícaras y sensuales como esta:

Tengo un apetito terrible de tu amor y de tu persona. Te aconsejo que no bajes la guardia ante mi gran amor, mi gran boca y mis grandes dientes. Porque estas extraordinarias dimensiones son solo para quererte mejor, para besarte mejor y para comerte mejor, caperucita negra mía. Hasta la tarde, tu ogresa.

«Tu ensoñación me envuelve en el deseo febril de mis noches de delirio: Simón Bolívar a Manuela Sáenz

En plena guerra de liberación de América, Simón Bolivar —el Libertador— recuerda apasionadamente a su amante Manuela Sáenz:

Me atraen profundamente tus ojos negros y vivaces, que tienen el encantamiento espiritual de las ninfas; me embriaga, sí, contemplar tu hermoso cuerpo desnudo y perfumado con las más exóticas esencias, y hacerte el amor sobre las rudimentarias pieles y alfombras de campaña. Todo esto es una obsesión, la más intensa de mis emociones. ¿Qué he de hacer? Tu ensoñación me envuelve en el deseo febril de mis noches de delirio. 

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