David Quammen: el hombre que escuchó llegar a la covid-19
Nueve años atrás, en su libro «Contagio: la evolución de las pandemias», David Quammen predijo con escalofriante precisión la catástrofe epidemiológica que vivimos hoy. Sin embargo, dice que no hizo más que escuchar a los científicos que sigue en sus trabajos de campo: el mismo método que utilizó para sus otros catorce libros y sus artículos para «National Geographic», «Esquire», «Rolling Stone» y «The New York Times». Conocido por desplazarse a los lugares más remotos —del Congo al Serengueti y al Ártico ruso, metiéndose en selvas, pantanos y desiertos—, de 2020 a ahora Quammen se ha convertido en uno de los periodistas científicos más requeridos del mundo. En este diálogo con LENGUA, habla del impacto del movimiento antivacunas, cuenta cómo adaptó su método de trabajo ahora que no puede viajar como lo hizo toda su vida y explica por qué cree que el coronavirus se quedará entre nosotros un largo tiempo.
Por Federico Kukso
Fotomontaje de Max Rompo.
Por FEDERICO KUKSO
«¿Yo, un gurú? Naaah... Yo soy solo el mensajero.» David Quammen se ríe. Y también se sonroja. Con humildad, oculta en ese gesto, detrás de su poblado bigote blanco, décadas de experiencia como periodista científico que le permitieron en 2012 ver venir como pocos la pandemia con la que hoy convivimos. En los últimos cuarenta años, este escritor estadounidense cuya carrera arrancó como autor de novelas de espías fue abandonando paulatinamente las historias de intriga protagonizadas por agentes internacionales para adentrarse en otra clase de misterios: los de la vida en el planeta Tierra.
De risa contagiosa y escritura atrapante, Quammen lleva publicados quince libros —entre ellos Contagio: La evolución de las pandemias (originalmente publicado como Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic)— y cientos de reportajes en National Geographic, Outside, Esquire, The Atlantic, Rolling Stone y artículos de opinión para The New York Times.
Si hay algo a lo que no le teme este escritor es a ensuciarse las manos. Es conocido por desplazarse a los lugares más remotos del mundo para narrar los dramas de los protagonistas de sus historias: los científicos. Desde el Congo hasta el Serengueti y de ahí al Ártico ruso, Quammen recorre selvas, pantanos, montañas, sabanas y desiertos, donde ha seguido los rastros del origen de virus como el ébola y el VIH o pistas sobre la extinción de toda clase de especies animales, convirtiéndose en el camino en uno de los cronistas del mundo natural más importantes en la actualidad.
Federico Kukso: Junto al historiador israelí Yuval Noah Harari, usted ha sido uno de los autores más requeridos en lo que va de la pandemia de la covid-19. ¿Le molesta tanta solicitud de entrevista?
David Quammen: No tanto. No soy ningún clarividente. Todo lo que cuento sobre nuevos virus, entre ellos el SARS-CoV-2, lo aprendo de los científicos. Yo solo los sigo al campo, les hago preguntas, los escucho y cuento historias sobre ellos y su trabajo para una audiencia amplia, general. Es lo que hice, por ejemplo, en 2012, cuando publiqué mi libro Contagio, en el que predecía una pandemia provocada por un coronavirus y que podría venir de los murciélagos. Y ahora aquí estamos. La gente me pregunta: «¿Cómo lo supiste?». Y yo respondo: «Porque escucho a estos tipos».
Federico Kukso: ¿No siente que la pandemia es un gran «se lo dije»?
David Quammen: No necesito hacerlo. Habría preferido equivocarme.
La pandemia... en 2012
Federico Kukso: Durante varios meses al comienzo de la pandemia muchos periodistas e intelectuales insistieron en que se trataba de un «cisne negro», es decir, un evento altamente improbable, de gran impacto y que nadie vio venir...
David Quammen: Yo les diría a esas personas que se compren nuevos binoculares. Esta pandemia es un «cisne blanco» y muchos lo vimos venir hace tiempo porque los científicos que estudian enfermedades emergentes vienen advirtiendo sobre el tema. No es una sorpresa. Hace años que los científicos dicen que la próxima gran pandemia será de gripe o una causada por un nuevo coronavirus. Eso es lo que me explicaron hace diez años: se sabe que este tipo de virus pasan de animales a humanos, que evolucionan rápidamente y que se pueden adaptar a nuevos anfitriones; en el pasado han causado pandemias o amenazas pandémicas, como la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave de 2002-2003 causada por el coronavirus SARS-CoV-1 o la del síndrome respiratorio de Oriente Medio en 2013 provocada por el coronavirus MERS-CoV. Así que la pandemia actual era parte de un patrón.
Federico Kukso: Además, si uno ve la historia humana desde una perspectiva más amplia, las pandemias son una constante.
David Quammen: Así es. Los historiadores estiman que la pandemia de gripe de 1918 mató al menos a cincuenta millones de personas. Ha habido enfermedades que han pasado de animales salvajes a humanos probablemente desde que somos humanos. No tenemos evidencias de los primeros saltos de estos virus. Por ejemplo, el sarampión sigue matando gente. Tenemos vacunas contra este virus desde hace sesenta años y aun así el sarampión sigue matando a personas que no se han vacunado porque nunca hemos podido erradicar el virus que la provoca. El sarampión es una enfermedad tan antigua que no hay más que una versión en animales salvajes. Pero todo viene de alguna parte: quizá provino del ganado bovino o del salvaje. Desde hace un tiempo el virus ha evolucionado y es un virus en humanos. Nunca hemos podido erradicar la enfermedad porque hay gobiernos y gente que se niega a ser vacunada y continúa siendo un problema.
Federico Kukso: Hace unos años, usted dijo que una epidemia es básicamente una historia de misterio: tiene un adversario (un virus), un costado humano, un drama, una lucha... Desde un punto de vista narrativo, ¿es la pandemia la «historia perfecta»?
David Quammen: En parte, sí. En verdad es una gran tragedia. No es tan divertida como una historia de misterio. En Contagio, la describo como una historia detectivesca. Por ejemplo, hay un nuevo virus en Malasia, nunca visto en humanos. Los científicos van, encuentran el virus, lo secuencian y se preguntan de dónde vino. Ahí hay un misterio. Es lo que sucede con el virus Nipah, que ya ha matado al menos a cien personas. Ahora tenemos esta pandemia. Y el gran misterio: «¿De dónde provino?». Es importante intentar resolverlo, pero quizá nunca conozcamos su origen. Y mientras, ha matado a más de tres millones de personas. Es más bien una gran historia de guerra.
«No soy ningún clarividente. Todo lo que cuento sobre nuevos virus lo aprendo de los científicos. Los sigo al campo, les pregunto, los escucho y cuento historias sobre ellos y su trabajo. Es lo que hice en 2012, cuando publiqué Contagio, en el que predecía una pandemia provocada por un coronavirus y que podría venir de los murciélagos. Y aquí estamos. La gente me pregunta: "¿Cómo lo supiste?". Y yo respondo: "Porque escucho a estos tipos".»
De la selva al Zoom, del Zoom a la caverna
Una de las características que ha hecho de Quammen un autor cautivador es que, más allá de escribir sobre virus, especies animales y enfermedades infecciosas en ensayos como Contagio y Ébola: la historia de un virus mortal, sus libros tienen siempre como epicentro historias humanas en medio de escenarios que parecen más aventuras que investigaciones científicas.
Para The Song of the Dodo (La canción del Dodo), Quammen viajó junto a biólogos durante ocho años y vio por sí mismo algunos de los animales en peligro de extinción del planeta: recorrió Madagascar, las Galápagos, la selva de Brasil y Tasmania buscando serpientes, aves, reptiles. En Indonesia, siguió los pasos del naturalista británico Alfred Russel Wallace, quien descubrió la selección natural al mismo tiempo que Darwin. En el oeste de Uganda, fue testigo, junto al biólogo Matt McLennan, de cómo la tala de bosques ha impulsado a chimpancés desesperados y hambrientos a asaltar los campos cercanos al pueblo Kyamajaka, donde atacan a niños y aumentan las probabilidades de transmisión de alguna nueva enfermedad. Para comprender cómo y por qué las enfermedades mortales «se propagan» de los animales salvajes a los humanos para Contagio, rastreó los orígenes del ébola, el SARS, la influenza aviar, la enfermedad de Lyme, acompañando a virólogos, antropólogos médicos, veterinarios de vida silvestre e inmunólogos hasta las azoteas de Bangladesh, a un bosque en el Congo, una granja de ratas china y laboratorios de alta bioseguridad. Incluso siguió a intrépidos investigadores mientras se arrastraban e introducían en cuevas infestadas de pitones en Uganda para capturar murciélagos y confirmar en ellos la presencia del virus de Marburgo.
Su pasión por los viajes, las aventuras, el drama y el suspenso de la búsqueda de estos virus asesinos quizá tenga sus raíces en su pasado (en su origen) como novelista de espías, donde el equilibrio geopolítico o la paz mundial pende del hilo del destino de un hombre, un opaco agente anónimo para el mundo. Su explicación es simple: «Las personas quieren leer sobre personas». Dice: «En toda investigación científica tienes un protagonista humano, un héroe, un personaje que se mueve a través de un paisaje de incertidumbres. Uno que sostiene una lámpara o linterna buscando el camino en la oscuridad. En un momento, ese personaje se puede caer en un agujero. Puede ser gracioso o trágico, pero es interesante. Es una historia. Yo escribo sobre científicos, las personas que hacen la ciencia. En vez de explicar teorías complicadas, cuento historias. La narración hace que mis libros y artículos sean más amenos. Pero también ayuda a entender mejor qué es la ciencia: la ciencia no son los Diez Mandamientos, sino un proceso humano de descubrimiento y comprensión sobre cómo funciona nuestro mundo a través del método científico. La ciencia es recopilar información a través de la observación y experimentación; formular hipótesis; contrastarlas con nueva información. Pero también es equivocarse, competir con otros, ser ambicioso, avergonzarse...».
Federico Kukso: En un artículo publicado en The New York Times en enero de 2020, antes de que la covid-19 recibiera su nombre, dijo: «Los brotes de nuevas enfermedades virales son como las bolas de acero en una máquina de pinball: puedes golpearlas con tus aletas y mover la máquina sobre sus patas, pero dónde terminan cayendo depende de once niveles de probabilidad. Esto es cierto con los coronavirus en particular: mutan a menudo mientras se replican y pueden evolucionar rápidamente». Respecto a esto, ¿cuán importante cree que son las analogías a la hora de comunicar ciencia?
David Quammen: Son fundamentales para comunicar hechos científicos, pero también nos ayudan a pensar. Una analogía exitosa es aquella que se recuerda. La propia idea de spillover (derrame) de virus de animales a seres humanos es una metáfora. A veces le digo a la gente: «Los virus no escalan en nosotros. Se derraman en nosotros». No corren, no caminan, no nadan, no vuelan. Los virus cabalgan. Son pasivos pero oportunistas. Se aprovechan de nuestro organismo para replicarse. La metáfora del derrame es una metáfora muy valiosa. Yo no la inventé, pero cuando estaba investigando para el libro me crucé con ella y dije: «¡Ajá! Esta es la palabra».
Federico Kukso: Usted no es lo que se dice un periodista «de escritorio»: no solo habla con los científicos, sino que prefiere hacerlo en el terreno, que muchas veces es un lugar exótico o incómodo. ¿Qué perspectiva le aporta el «estar ahí»?
David Quammen: Me da el proceso de una investigación, así como los resultados. A veces el proceso es aburrido, a veces es dramático. La ciencia precisa de mucha paciencia. Un científico se puede pasar un año en una carpa sucia en una selva en Madagascar estudiando el comportamiento de los lémures. Puede ser incómodo. Pero eso es parte de la historia. Por eso me gusta ir al terreno. No voy todo un año, pero quizá sí dos semanas para apreciar por lo que atraviesa un científico. Eso sí: llevo siempre mi propia carpa.
Federico Kukso: Y en esta época sin viajar ¿cómo se las ha arreglado?
David Quammen: Es complicado. El primer principio en mi carrera siempre ha sido «viaja, ve ahí donde está la historia». «¿Te interesa el demonio de Tasmania? Viaja a donde los científicos estudian los demonios de Tasmania». Ahora no puedo hacerlo. Hace más de un año que no me subo a un avión. No he salido del estado de Montana, en Estados Unidos, donde vivo, desde hace más de un año.
Federico Kukso: ¿Y eso ha afectado a su trabajo?
David Quammen: Por supuesto. Me obligó a trabajar de una nueva manera. Para historias que escribí para The New York Times y The New Yorker hice, como todos, entrevistas por Zoom. Y también volví a mis cuadernos de campo de hace diez años, cuando en Camerún vi un pangolín. Ahora estoy escribiendo sobre la covid-19. Sé que va a haber cientos de libros sobre el tema. El desafío es cómo escribir uno distinto, valioso, a mi manera. No puedo viajar a China en este momento. Ni meterme en una cueva de murciélagos. Así que me estoy adaptando. Hago entrevistas por Zoom a científicos. Les pregunto por su trabajo y su vida durante la pandemia. También les pregunto sobre el origen del virus. Espero ir a Tailandia pronto para pasar días con biólogos que estudian murciélagos. Espero poder entrar al país.
Federico Kukso: ¿Le encontró algún beneficio a esta nueva modalidad de trabajo?
David Quammen: Algo. Hay cierta privacidad y contacto cercano en una entrevista por Zoom. Es mucho mejor que una entrevista por teléfono. Y en cierta manera es mejor que visitar a una persona en su oficina: puede entrar en la cueva de un investigador, en su casa, en su espacio privado.
Federico Kukso: Como ahora. Puedo ver su oficina con estantes colmados de libros, carpetas prolijamente ordenadas, un gran archivero gris, una montaña de revistas National Geographic, un sillón, anotadores en el escritorio, un par de anteojos...
David Quammen: Sí, a veces le pido a mis entrevistados que tomen la computadora y recorran su oficina para ver cómo es, qué hay en las paredes. Pero lo que más me gusta de hacer entrevistas por Zoom es que ahonda en la privacidad, en cierto aspecto construye cierta intimidad. Eso hace que él o ella me diga algo que quizá no me habría dicho si la cita hubiera sido con su secretaria.
«El gobierno de Trump no tomó las amenazas pandémicas con seriedad al desfinanciar las redes mundiales de vigilancia viral. Creo que con el gobierno de Biden se le va a dar más importancia. Estados Unidos ya ha vuelto a la Organización Mundial de la Salud. Esto no significa que no pueda haber otra pandemia, pero hace decrecer las probabilidades y nos permite reaccionar más rápido para contener un brote antes de que se convierta en epidemia y en pandemia.»
El éxito de un virus
Volviendo a la covid-19, en un artículo en National Geographic publicado en febrero de 2021, Quammen recuerda cómo los virus dan forma a nuestro mundo: si bien tienen un gran poder destructivo, la vida tal como la conocemos no podría ser como es sin ellos. Resulta que los virus han desempeñado un papel crucial en el desencadenamiento de importantes transiciones evolutivas en los organismos del planeta. Se cree que hace ciento cincuenta millones de años, los virus infectaron a mamíferos y dejaron genes que llevaron a un avance evolutivo crucial: la placenta, que permite que los nutrientes y el oxígeno lleguen al feto. Quammen lleva treinta años contando sus historias.
Federico Kukso: ¿Qué es lo que le fascina tanto de estos parásitos?
David Quammen: Para empezar, que los virus no son inherentemente malos. Los virus no tienen malicia contra nosotros. No tienen propósitos. Siguen los mismos imperativos darwinianos simples que las ratas o cualquier otra criatura impulsada por un genoma: extenderse tanto como sea posible en abundancia, en el espacio geográfico y en el tiempo. Intentan ganar el juego darwiniano. Desde el punto de vista de un virus, la carrera del SARS-CoV-2 hasta ahora es una gran historia de éxito. Ha infectado a más de 142 millones de personas en el mundo. Este coronavirus ha hecho un gran cambio en su carrera evolutiva, extendiéndose desde su reservorio en animales a los humanos. Ya ha logrado dos de los tres imperativos darwinianos: replicarse lo más posible y expandir su rango geográfico. Solo queda como desafío el tercer imperativo: perpetuarse en el tiempo, sobrevivir, continuar replicándose, evitar la extinción. El virus está comandado a cumplir con estos mandatos. Y hay muchas probabilidades de que triunfe con el tercero. Este virus no se va a ir nunca. Probablemente, circulará entre las poblaciones para siempre.
«Creo que será difícil encontrar el origen exacto o el paciente cero de la covid-19. Muchos científicos creen que provino de murciélagos en el sur de China. Pero no sabemos quién fue el primer humano infectado, ni cuándo ni cómo sucedió. Quizá ni siquiera ocurrió en la ciudad de Wuhan. Es importante intentar saberlo. Pero quizá nunca lo sepamos.»
Quiero creer
Federico Kukso: Sin viajes y con Zoom, ¿cómo es un día de trabajo?
David Quammen: Hago mucha investigación, leo muchos papers. Tengo muchas carpetas y cuadernos. Entrevisto a científicos y las transcribo. Espero hasta que siento que las oraciones van tomando forma en mi cabeza y empiezo a escribir. Me preocupo mucho por la estructura, pero me gusta que sea orgánico, que haya sorpresas, que dos cosas que parecían no estar conectadas de repente se conecten para el lector. Me siento con una taza de café junto a la computadora y escribo. Para un artículo, usualmente sé que hay cuatro o cinco cosas que quiero incluir en una historia, pero no hago un boceto. Busco la manera en que una cosa lleve a la otra. Me gusta acompañar al lector. No imagino un libro como escalar una montaña, sino más bien como recorrer un laberinto.
Federico Kukso: ¿Qué tipo de libros le gusta leer?
David Quammen: Antes leía solo novelas. Quizá porque comencé mi carrera como novelista. No leía muchos libros de no ficción. Luego empecé a leer ensayos y me di cuenta de que es un género que puede ser ingenioso e imaginativo. También leo mucho sobre historia, historia de la ciencia y biografías. Suelo leer por las tardes. Leo como un caracol. Muy lentamente. Ahora estoy leyendo un libro llamado The Hitler Conspiracies: The Third Reich and the Paranoid Imagination, del historiador británico Richard J. Evans. Es sobre pensamiento conspirativo, gente que quiere creer en conspiraciones que tienen alguna conexión con Hitler. Es un tema muy actual porque hoy en día hay personas que en plena pandemia consumen y se dejan engañar por muchas fabulaciones conspiranoicas sobre la fabricación del virus en un laboratorio. Es muy interesante: el autor explora cómo esas historias toman forma y por qué hay gente que quiere creer en ellas. Para mí, es una lectura muy entretenida.
Federico Kukso: ¿Ya lo han vacunado contra el coronavirus?
David Quammen: Sí. Ya recibí dos dosis de la vacuna de Pfizer/BioNTech. Tengo setenta y tres años. Pero, como dijo alguien, creo que en Twitter: «No es cuestión de si yo ya recibí mi vacuna. Es cuestión de saber si ya la hemos recibido todos».
OTROS CONTENIDOS DE INTERÉS: