Por qué no obligar a nuestros hijos a compartir
Enseñar a nuestros hijos que compartir no solo es dividir algo material para dárselo a los demás es de vital importancia para que entiendan otros beneficios, como empatizar con los demás o disfrutar de hacer algo de forma desinteresada. Pero ¿desde cuándo enseñarles esa lección?
EQUIPO PENGUIN KIDS
Entendemos de libros que molan
Mío, mío, mío. No, no estamos imitando a una de las gaviotas de La Sirenita, que a cada bocado de pescado levantaban alerta las cabezas para enfocar al delicioso manjar y comérselo antes que el resto. Estamos imitando a cualquiera de nuestros hijos en cualquier situación a lo largo del día. Entonces ¿son nuestros hijos comparables a las gaviotas?
¿Es compartir una acción aprendida o es algo inherente al ser humano?
Nuestros hijos pasan por diferentes fases a lo largo de su desarrollo. De algunas somos conscientes y otras pasan totalmente desapercibidas para nosotros, bien porque son de muy corta duración, bien porque no somos conscientes ni de la existencia de tales fases. Pero no hay que culparse por ello, ser padre o madre no implica tener conocimientos de absolutamente todos los estados por los que pasa un ser humano desde que nace, para eso están los psicólogos y educadores, que nos pueden ayudar y enseñar mucho de esas pequeñas gaviotas que tenemos en casa.
Uno de esos momentos por los que pasan todos los niños es la hora de compartir. Compartir la merienda, compartir los juguetes, compartir el espacio más cercano a papá y mamá, compartir, compartir, compartir. Esa palabra que tantos quebraderos de cabeza nos trae y que tantísimos dramas protagoniza.
Y los padres nos preguntamos... si compartir es bueno, ¿por qué mi hijo o hija es tan egoísta? ¿No le estaremos educando bien?
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Lo primero, calma. Ni tú eres un padre o una madre que no esté haciendo bien su labor, ni tu hijo o hija es una gaviota incapaz de compartir el más mínimo trozo de comida. Todo tiene una explicación y seguro que a partir de ahora lo verás de otra manera.
Desde que nacen, nuestros hijos sienten como algo natural que el mundo gire alrededor de ellos. Les vestimos, les damos de comer, les compramos juguetes y tienen a su alcance todo lo que quieren. A la hora de comer, comen; cuando están aburridos, van al parque; cuando lloran, mamá y papá les abrazamos y damos besitos... y así con todo.
¿Tenemos la culpa como educadores de que nuestros hijos no sepan compartir? Para nada. Como hemos dicho al principio de este post, todos nuestros hijos pasan por diferentes etapas de desarrollo, las cuales hay que respetar y no pretender forzar, ya que, de por sí, unas desembocan de forma natural en las otras.
Hasta los cuatros años aproximadamente, tienen una forma egocéntrica de ver la vida, todo pasa por y para ellos y su perspectiva es tan limitada que hasta ese momento se consideran el centro de todo. No es hasta los cinco o seis años cuando empiezan a socializar en grupo y a realizar tareas en las que cooperan con otros similares a ellos. De hecho, si te fijas, hasta esa edad todos los juguetes son de uso individual, y los juegos de mesa en los que han de respetar turnos van dirigidos a niños y niñas de la siguiente franja de edad.
No obstante, hay algunas pautas para ir adentrándose en la experiencia de compartir cuando llegue el momento. Toma nota.
Cuatro consejos para enseñar a compartir
- No fuerces la situación.
Este primer consejo es única y exclusivamente para que nos lo apliquemos los padres y madres. No intentes acelerar el proceso y mucho menos te enfades con ellos si no consigues los resultados deseados. Recuerda que ese momento llegará solo, y enfadarse o castigarles puede empeorar la situación, así que mucha paciencia y deja de lado el «qué dirán». Respeta la evolución natural de su desarrollo y que no te preocupe lo que piensen los otros padres cuando vean que no intervienes si tu hijo o hija no quiere compartir sus juguetes. Lo mejor que puedes hacer si quieres evitar dramas es desviar la atención de tu hijo a otra cosa.
- Predica con el ejemplo.
Ya sabemos que esta frase está muy manida y parece sacada de manual, pero es totalmente cierta y efectiva. La mayoría de las cosas las aprenden por imitación, así que, ya sabes, a compartir.
- Refuerzo positivo.
Ellos no entienden los beneficios personales y sociales de compartir, pero sí entienden nuestras reacciones y nuestra aprobación cuando hacen algo bien. No te vamos a decir qué palabras o lenguaje usar, eso ya lo sabes de sobra.
- Favorece la cooperación en el juego.
Intenta que tus hijos jueguen con otras personas de su edad a juegos en los que cada uno tenga que desempeñar una función y tengan que hacer uso de unas reglas sencillas. Al integrarse en un grupo que se mueve en la misma dirección será más fácil implementar ciertas costumbres a la hora de tratar con los demás.
Como verás, en ningún momento hemos mencionado lo gratificante que resulta compartir algo con los demás, y es que, a pesar de haber estudios que afirman que el altruismo puede darse a partir de los dieciocho meses, no es hasta una edad más adulta cuando somos conscientes de que nuestras necesidades no son las mismas que las de los demás y que parte de lo que tenemos puede hacer feliz a otras personas.
Y como siempre te decimos, si tú no eres capaz de expresarlo con tus propias palabras, ayúdate de algún cuento. Hay literatura para absolutamente todo, y, en este caso, uno de los mejores ejemplos es El pez Arcoiris, un cuento que ha enseñado a compartir a más de 100.000 niños y niñas de todo el mundo y que hasta Michelle Obama leyó a un grupo de niños en el jardín sur de la Casa Blanca en la festividad de Pascua de 2016.
foto vía ANDREW HARNIK / AP
Arcoíris es el pez más hermoso del océano, con sus preciosas escamas de mil colores. Pero, a pesar de su belleza, se siente muy solo. ¿Qué te parece si jugamos un poco con él? Para ello te presentamos dos propuestas de experimentación sensorial, para estimular la curiosidad y los sentidos de los más pequeños, además de fomentar la concentración.
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