Novelas, alcohol y sobredosis: el hotel Chelsea en catorce escritores
Construido en 1884, el hotel Chelsea de Nueva York devino en poco tiempo en refugio para artistas en apuros. En alguna de sus 250 habitaciones han pasado la noche (o han residido allí durante largas temporadas) estrellas como Andy Warhol, Marylin Monroe, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Stanley Kubrick, Frida Kahlo y Diego Rivera, Jim Morrison o Sid Vicious, quien asesinó bajo el efecto de las drogas a su novia Nancy Spungen en el baño de la habitación número 100. Por sus pasillos y zonas comunes ha corrido el alcohol, la heroína, la sangre y la autodestrucción, pero también ha fluido el talento, la creatividad y la tinta de las máquinas de escribir. En el libro «Hoteles literarios. Viaje alrededor de la Tierra» (reeditado recientemente por Alfaguara), el francés Nathalie Saint-phalle recorre este edificio de hierro forjado y ladrillo rojo a través de varios de los escritores -son todos los que están, pero no están todos los que son- que ayudaron a darle forma al mito.

Vista de la entrada del hotel Chelsea, donde han colocado una placa en honor de Leonard Cohen. Crédito: Getty Images.
Chelsea Hotel (222 West, 23rd Street)
El Chelsea muestra aún en sus paredes los grafitis de las generaciones de artistas que lo ocuparon. Fue el hotel más parecido a un hotel europeo en Estados Unidos. Inmueble de ladrillo rosa y con balcones de hierro forjado iluminado con el neón azul de su nombre legendario, mágico, cerebralmente brillante, psicodélico en su travesía de decenios de alucinaciones y sueños más o menos sabiamente dosificados. El Chelsea albergó las pesadillas de todas las locuras, la muerte, dulce y violenta, las ilusiones y desilusiones de los extravagantes de su tiempo. El decorado era sobrio, la fauna, extraña. El hotel es un monumento a la gloria de la decadencia, sin otra razón que el genio de los lugares, sin otra organización que unos cuantos principios libertarios y cierta idea de la armonía. Es el imperio de la Anarquía con vistas al Empire State Building, perpetuamente atiborrado de pintores, escritores, músicos, en su mayoría huéspedes estables desde hace años, algunos que no salen nunca de sus habitaciones. El Chelsea ha sido colonizado por el ingenio, no por la razón. Es un hotel de psicosis, un hotel psiquiátrico, el hotel de la más delirante imaginación, un santuario de creación, con sus víctimas consentidoras.
O. Henry
William Sidney Porter, escritor vagabundo que se hizo célebre con el seudónimo de uno de sus carceleros, pasó muchas temporadas en él, inscribiéndose cada vez con un nombre distinto. Trabajó aquí en The Rolling Stones, publicado después de su muerte, en 1913.
Dylan Thomas
Recluido en el Chelsea en 1952 y 1953, fue uno de los primeros en destruirse en él, ahogando su talento en whisky straight y muriendo, tras el decimoctavo vaso, con lo que batió su propio récord. En Elegía, su último poema escrito en la habitación 206, hablaba de la muerte de otro...
Brendan Behan
Poeta y dramaturgo irlandés que recaló en el Chelsea, terminó allí su drama personal, dictando, alcohólico charlatán y ceceante, un último libro, mientras los cronistas al acecho esperan el anuncio de su muerte inminente, en 1964, a los cuarenta y un años.
Una habitación con vistas
Mark Twain
Primer huésped literario del Chelsea, construido en 1884, transformado en hotel en 1905, Mark Twain, hijo de pionero y expiloto en el Misisipi (cuyo seudónimo significa «dos brazas de profundidad»), después periodista y novelista, se alojaba en él entre dos viajes.
Thomas Wolfe
Llegado a Nueva York en 1923, joven profesor de veintitrés años, se encerraba en el Chelsea para escribir sus libros, hasta su muerte, en 1938... Look homeward, Angel; Of Time and the River; From Death to Morning; The Web and the Rock; You can’t go home again...
Vladimir Nabokov
Tras Berlín y París, un exilio cada vez más alejado de Rusia, pero siempre metropolitano. El exilio del autor de Lolita, nacionalizado americano en 1945, menos dorado que el de Montreux que le reservará el futuro de la novela escandalosa que le dará riqueza y gloria.
Arthur Miller
Trabajó siete años en el Chelsea mientras Marilyn Monroe, que ocupaba su cabeza, rodaba en Hollywood o lo esperaba en su casa de Roxbury. «Lo surreal tuvo su sede en el Chelsea», cuyo «aire inequívoco de decadencia incontenible» adoraba, un lugar sin gusto, sin vergüenza.
Tennessee Williams
Se refugiaba en el Chelsea siempre que iba a Nueva York para ahogar sus fracasos en el alcohol y las drogas, como sus héroes, víctimas de sus obsesiones sexuales, hostigados por la sociedad, culpabilizados y al borde del suicidio. Murió en Nueva York en 1983, lejos de su Sur.
Ginsberg/Corso/Gysin
Después de los vagabundeos, Tánger y luego París, todos los escritores y poetas de la Beat Generation se autodestruyeron algún tiempo aquí, probando todas las drogas, todas las protestas contra el sistema y la civilización americanos, nuevos rebeldes enamorados de las libertades social y sexual.
Bob Dylan
Robert Zimmerman tomó el nombre de Dylan en homenaje a Dylan Thomas. Siguiendo sus huellas, el portavoz de la protesta americana contra la guerra de Vietnam escribió entre los muros del Chelsea Blonde on Blonde y algunos otros textos de los años hippies.
Sam Shepard
Destrozado por las drogas comunes y por la rebelión de los años sesenta y setenta, terminaba por dinero y salvaba por instinto Cowboy Mouth, su primera pieza de teatro, en unas cuantas noches en blanco en su habitación del hotel. Escribirá después las Motel's Chronicles.
William Burroughs
Vivió ocho meses, en 1965, en el Chelsea, donde ni una sola habitación se parecía a otra, ese hotel de Nueva York que «parecía haberse especializado en muertes de escritores célebres... Era un hotel sin problemas. Pasaban montones de cosas..., asesinatos, suicidios, sobredosis...».
Arthur C. Clarke
Encerrado en su habitación 1008, observaba de noche el cielo y las estrellas con telescopio, mientras escribía en la última planta del hotel la epopeya galáctica que daría la vuelta al mundo: 2001, odisea del espacio, que partió del Chelsea...
Leonard Cohen
Escribió y cantó Chelsea Hotel para Janis Joplin, cuando se enteró de su muerte por abuso de drogas y de alcohol: «I remember you well in the Chelsea Hotel. You were famous, your heart was a legend...». Una leyenda en un hotel de leyenda...
Y también, entre otros pintores, escultores, cineastas y músicos, Willem De Kooning, Christo, Daniel Spoerri, Janis Joplin, Robert Filiou, Jimi Hendrix, Viva, Sid Vicious —diez años en la habitación número 100—, Patti Smith, Milos Forman, muchas obras y muchas sobredosis.