Autobiografía en viñetas
Un cómic premonitorio: «El eternauta» y el final de los tiempos
Hay obras cuya lectura nunca se agota y cada década que pasa adquieren nuevos sentidos y lectores. Es el caso de clásicos indiscutibles como «El eternauta» -primera gran novela gráfica en español-, escrita por H. G. Oesterheld y dibujada por Solano López en 1957. Una historia que narra la lucha de un grupo de amigos que intentan sobrevivir tras una invasión extraterrestre en Buenos Aires. Se trata de una obra con una vitalidad sorprendente, ya que no solo ha sido recientemente adaptada como serie para Netflix, sino que el sello Reservoir Books acaba de publicar por primera vez la versión restaurada del famoso cómic dibujada por Alberto Breccia en 1969 y reescrita por el propio Oesterheld. Un «reboot» que ya ha obtenido el estatus de obra de culto debido al poder y la belleza de sus imágenes.
El eternauta, del cómic a la pantalla. Crédito cortesía de Netflix España.
Corría el año 1957 cuando la revista Hora Cero Semanal publicó la primera entrega de El eternauta. Lo haría nada menos que durante 106 semanas, dos años en los que se dio forma a una historia que ha tenido una influencia definitiva tanto en el cómic como en la ciencia ficción contemporánea. Una historieta -como el propio autor la denominaba con orgullo- que, más allá de ser un magnífico relato de aventuras y resistencia en un ambiente postapocalíptico, fue capaz de aglutinar algunos de los miedos y el sentir de una época. Es necesario tener en cuenta que El eternauta fue escrita en plena Guerra Fría, cuando existía un constante temor a la destrucción total y al uso de bombas nucleares, armas que incluso aparecen en el relato. Además, es necesario señalar el clima de inestabilidad y violencia política que se vivía en Argentina. La Plaza de Mayo había sido bombardeada en 1955 -provocando centenares de víctimas-, debido a una conjura cívico-militar que intentaba acabar con el peronismo, y dos años más tarde el país fue controlado por un gobierno militar. Los invasores estaban ahí y podían destruirlo todo en cualquier momento. Una idea que también podemos encontrar en filmes de esta misma década, caso de La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), Ultimátum a la tierra (Robert Wise, 1951), y, por supuesto, en La guerra de los mundos (Byron Haskin, 1953), basada en el relato fundacional de H. G. Wells y que es una influencia clara para Oesterheld. No es casualidad que durante los cincuenta se produjeran numerosos filmes catastrofistas que tienen como invasores a alienígenas y cuya lectura política -el miedo a los rusos y el comunismo-, resulta hoy en día evidente. Sin embargo, el sentido político de El eternauta, como veremos, es muy distinto. Es interesante señalar que en el caso del filme La invasión de los ladrones de cuerpos hay incluso una conexión directa con El eternauta, ya que los invasores son capaces de duplicar a los humanos, haciendo que el vecino sea de repente tu enemigo. En el cómic, los extraterrestres implantan dispositivos para controlar el comportamiento de los bonaerenses. Existe por tanto un miedo no solo a la invasión, sino al control individual. Otra posible influencia que ahonda en este tema es la novela Amos de títeres, escrita por Robert A. Heilien (1951), donde unas babosas espaciales controlaban el cerebro de los humanos.
Sin embargo, hay algo que separa estas obras de El eternauta: el protagonista. Aunque a priori este parece ser Juan Salvo, cuya misión es encontrar a su hija y esposa, en realidad nos hallamos ante un protagonista colectivo que rompe con la típica figura heroica norteamericana de un héroe único que salva el mundo. Lo que importa en el cómic es el grupo, formado principalmente por su amigo Favalli, profesor de física, y luego por nuevos miembros que se unirán a ellos durante su periplo por una ciudad arrasada. Es el caso de Franco, un tornero, Pablo, un niño de doce años, y Mosca, un historiador.
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La historieta comienza de una forma bastante singular: un ejercicio de pura metaficción, en el que propio guionista, Oesterheld, es visitado por un hombre, Juan, que procede de otro tiempo y que lleva viajando por el cosmos eternamente. Él le relata la pesadilla que vivió en la tierra y que da comienzo a una historia que transcurre en un lugar atípico, el barrio de Vicente López, un paisaje suburbano de Buenos Aires lleno de elementos reconocibles y que representa un espacio familiar y próximo. Mientras Juan y sus amigos juegan a las cartas cae una extraña nieve que mata por el simple contacto con la piel. A partir de ahí comienza la primera parte del cómic, un relato de supervivencia en el que hombre se muestra como un lobo para el hombre. En cuestión de horas descubren que sus vecinos matan y roban solo por sobrevivir. Las noticias que vienen de fuera son alarmantes. Parece que el mundo entero ha caído y que la única forma de salir del encierro es construyendo trajes aislantes. La segunda parte del comic ya se centra en la lucha contra los invasores. Juan y sus amigos se han unido a lo que queda del ejército, aunque este en realidad les utiliza como carnaza, obligándoles a arriesgar la vida continuamente. Aparecen así los primeros extraterrestres, los Cascarudos, insectos gigantes, pero pronto entenderán que estas criaturas en realidad están controladas por otros seres de aspecto humano a los que llaman Manos. Cuando logran apresar a uno de ellos gracias a la habilidad de Franco (de hecho, este es uno de los grandes temas del cómic, el ingenio y la inteligencia del hombre común) descubren que estos a su vez en realidad están controlados por los verdaderos invasores, los Ellos, seres malvados que pretenden dominar el cosmos y que de algún modo conectan con el mundo de Lovecraft, cuya visión del universo hostil formado por seres con un poder inimaginable está muy presente en el cómic. Los Manos tienen implantada la glándula del miedo, una glándula totalmente política, ya que provoca que estos no puedan rebelarse con los Ellos. Si lo hacen, la glándula segregará veneno en su cuerpo. Esta es una de las claves de la novela gráfica, ese miedo implantado por gobiernos totalitarios que subyuga al individuo mediante el terror. Hay además otras criaturas dominadas por los Ellos, los Gurbos, monstruos gigantescos. Y, por supuesto, está el Hombre-robot, cuyos implantes en la nuca logran anular la voluntad del individuo y obedecer órdenes ciegamente.
El eternauta fue escrita en plena Guerra Fría, cuando existía un constante temor a la destrucción total y al uso de bombas nucleares (...). Además, es necesario señalar el clima de inestabilidad y violencia política que se vivía en Argentina. La plaza de Mayo había sido bombardeada en 1955 por una conjura cívico-militar que intentaba acabar con el peronismo, y dos años más tarde el país fue controlado por un gobierno militar.
Hay por tanto una obsesión por parte Oersterheld de mostrar cómo el poder se ejerce anulando la voluntad del otro, subyugándole hasta hacerle perder la identidad. Lo extraño, casi algo premonitorio, es que el propio guionista moriría dos décadas después mientras trataba de luchar contra la última dictadura cívico-militar de Argentina. El escritor se había unido a la agrupación guerrillera Montoneros hasta que fue secuestrado por las fuerzas armadas en 1977. Al igual que otras decenas de miles de personas, no se le volvió a ver. Tampoco a las cuatro hijas del escritor. Así, parece como si la pesadilla del protagonista, la perdida de la familia y la lucha para tratar de no ser controlado por un poder brutal, ya las hubiera anticipado en su obra.
El cómic tuvo un éxito extraordinario y fue considerada la obra maestra de Oesterheld, quien ya era muy conocido por sus colaboraciones en las revistas Más allá, Hora Cero y Frontera, y que había creado series como Sargento Kirk, Bull Rockett o Ernie Pike. De hecho, este éxito fue tan grande que a lo largo de los años El eternauta tendrá distintas continuaciones y secuelas. De entre todas ellas destaca con luz propia la versión del famoso comic de 1969 dibujada por Alberto Breccia, autor con el que Oesterheld había colaborado en cómics como Sherlock Time y con el que luego haría las biografías gráficas dedicadas a Evita y al Che. Originalmente publicado en la revista Gente, esta nueva versión del El eternauta, con un guion readaptado, resultó pronto un fracaso, en parte por su fuerte contenido político y en parte por la experimentación de las imágenes, de tal forma que los lectores, molestos, obligaron a la revista a finalizar de forma precipitada con la serie, publicándose solo 17 entregas.


Páginas interiores de El eternauta 1969, de Héctor Germán Oesterheld y Alberto Breccia. Crédito: cortesía de Reservoir Books.
La versión que ahora presenta el sello Reservoir Books es la primera que se edita de forma completa y en español, y ya muestra el extraordinario talento de Breccia. Se trata de una joya a nivel estético, brutal, a veces abstracta, enigmática, y bella al mismo tiempo, con dibujos que tienen casi un sentido táctil, imágenes con relieve y textura, que describen un mundo y una atmósfera muy distintas a las dibujadas por Solana López, con un estilo en general más realista, efectivo, y supeditado al texto. Aquí Breccia vuela libremente y logra que cada viñeta tenga una entidad propia. La abstracción que logra resulta por momentos desasosegante y consigue que el lector se adentre en un territorio oscuro y hostil. Por otro lado, el principal cambio en esta versión es, como ya se apuntaba, el trasfondo político, ya que desde el comienzo hay una crítica al imperialismo explicita. Ahora los alienígenas han invadido Sudamérica tras negociar con las grandes potencias mundiales que, a cambio de protección, han entregado el continente. Leer ahora esta magnífica novela gráfica supone recuperar una obra de culto que había quedado largo tiempo olvidada y que condensa, yendo a la esencia más radical, la historieta original de los cincuenta.
La serie presta atención al retrato humano y se centra en la historia de supervivencia, la fragilidad el hombre ante los cambios, y huye una espectacularidad vacua (…). Su principal valor es que, al igual que El eternauta original, ha logrado conectar con el tiempo actual y nuestro miedo al final de los tiempos.
La fascinación por El eternauta provocó que la serie tuviera distintas continuaciones que llegaron incluso hasta la primera década del dos mil, sin embargo, nunca había tenido su versión cinematográfica. Ha sido ahora, gracias a la plataforma Netflix, que ha visto la luz. Creada por Bruno Stagnaro e interpretada por Ricardo Darín, lo primero que sorprende de esta nueva relectura es que transcurra en el presente, en un tiempo postpandemia. Así, El eternauta forma parte de esta nueva fiebre por los relatos distópicos y los escenarios apocalípticos que caracterizan a la producción cultural nuestro tiempo. Otro cambio fundamental es la relevancia de los roles femeninos, antes totalmente pasivos, y la introducción de un trauma del protagonista relacionado con su intervención en la guerra de Las Malvinas. En general, el personaje tiene ahora una psicología más atormentada y compleja que la del Juan original. Aparte, esta primera temporada prescinde de la voz en off y narra solo los primeros episodios de la historieta, el inicio de la invasión, dando así pie a futuras temporadas.
La serie, sobria estéticamente, presta atención al retrato humano y se centra en la historia de supervivencia, la fragilidad el hombre ante los cambios, y huye una espectacularidad vacua. De esta forma, una de sus mayores virtudes es su autenticidad, no solo porque muestre un Buenos Aires reconocible, sino por la proximidad de sus personajes. Pero, sobre todo, su principal valor es que, al igual que El eternauta original, la serie ha logrado conectar con el tiempo actual y nuestro miedo al final de los tiempos.