Tute: «Lo más importante es el deseo; el deseo desafía a la muerte»
Una veintena de libros de historietas publicados dicen que él es, antes que nada, un humorista gráfico. Quino dijo además, alguna vez, que entre los argentinos era el mejor de su generación. Pero Tute hace muchas otras cosas, todas con cierta notoriedad: grabó discos (Una veintena de libros de historietas publicados dicen que él es, antes que nada, un humorista gráfico. Quino dijo además, alguna vez, que entre los argentinos era el mejor de su generación. Pero Tute hace muchas otras cosas, todas con cierta notoriedad: grabó discos («Tangos nuevos», con Hernán Lucero; «Canciones dibujadas», con varios músicos y artistas gráficos), condujo varios ciclos de entrevistas («Tutelandia»; «Preguntas dibujadas») y acaba de completar el guion para una película que proyecta dirigir él mismo. Es decir que hay varios Tutes, y sin embargo, cuando se mira cada una de esas cosas que hace de cerca, queda claro –en las obsesiones que se reiteran, en su estilo; fundamentalmente, en su sensibilidad— que es siempre el mismo Tute. Un artista que, cruzado por el psicoanálisis (el centro de los libros «Tuterapia», «Humor al diván» y el reciente «Superyó», pero está presente en toda su obra), poniéndose en ocasiones lírico pero jamás parsimonioso, vive haciéndose y haciéndonos preguntas netamente existenciales.
Por Mariano Kairuz

Crédito: Federico Paul / Penguin Random House.
LENGUA: A tus entrevistados los hacés hablar acerca de cómo muchos artistas empiezan, muy al principio de sus recorridos, copiando a otros. ¿Hubo un momento así para vos, de búsqueda personal a través del robo a aquellos que admirabas?
Tute: Creo que en mi caso fue la parte inconsciente. Una influencia fuerte de esas que por ahí uno no advierte, como por ejemplo la poesía que puso en mis manos mi vieja, que en ningún momento cuando lo hacía entendí que iba a formarme para mi trabajo y sin embargo hoy creo que fue fundamental. El hecho de que mi vieja me haya dado un librito de Vallejo siendo yo un adolescente es importantísimo para mí. Hace poco en una entrevista me pidieron que eligiera un momento en el que imaginara que había sido iluminado, un instante en el que pudiera detener el tiempo –no la inspiración en el sentido de la metáfora del rayo que atraviesa todo e ilumina al artista— y me vino a la cabeza un verso de Pessoa de ese libro en el que el momento en el que está, lamenta las muertes, y recuerda el festejo de un cumpleaños y dice: «En ese momento yo era feliz y nadie había muerto». Si yo tuviera que elegir me voy para atrás, a mi infancia, a mi casa de José Mármol, con toda la familia. Mi vieja era fanática de la poesía, de Pessoa, de Los heraldos negros de Vallejo, y compartimos eso. Me fanaticé tanto que me puse a escribir poesía; mi vieja me alentó un montón y publiqué algunos libritos cuando tenía 18. En ese momento para mí fue algo absolutamente pasional. Tanto que yo tenía una imprenta en la esquina de mi casa; junté todos mis poemas y fui a verlo al imprentero y le dije: «Quiero hacer un libro». Me inventé una editorial y escribí ese libro; pero todas las noches escribía un nuevo poema y por supuesto quería que participara en el libro, entonces al día siguiente iba corriendo a la esquina a decirle al imprentero que tenía un nuevo poema y el tipo me decía que los pliegos eran de ocho páginas, «así que tendrías que traer siete más», y me pasaba una semana escribiendo poesía y así, y no terminaba nunca de cerrar el libro…
LENGUA: ¿En ese momento imaginabas que ya habías encontrado tu vocación y que te ibas a dedicar a la poesía?
Tute: Y, siempre, siempre me proyecto en el tiempo haciendo a aquello a lo que me estoy dedicando en el momento, lo veo como la razón de mi vida. A los 18 años ya dibujaba, pero firmaba mis libros de poesía como Juan Matías Loiseau, no quería ser Tute, «el dibujante que escribe», quería ser «el escritor». Propio de las inseguridades de ese momento. Iba a ver a escritores, y Horacio Salas escribió uno de los prólogos, Jorge Calvetti otro; quería que me tomaran en serio los verdaderos poetas y escritores. Pero te cuento esto porque más que nada era la misma pasión con la que lavaba a autos a los diez años y pensaba que me iba a dedicar toda mi vida al lavadero de autos…
LENGUA: En el prólogo de tu libro Tute de Bolsillo, Alejandro Dolina dice que «poetizar es reflexionar acerca de la condición humana» y que en ese sentido tus libros de historietas son libros de poemas. Que tus dibujos son «metafóricamente venenosos». Pero en tu obra hay algo que podría decirse que es casi lo contrario de la metáfora, algo así como una antimetáfora. Lo que hacen muchos de tus chistes es mostrar cuando se rompe el contrato y se dice lo normalmente, en condiciones civilizadas, no se suele explicitar. La mujer que le dice al novio: «Quiero que nos casemos y seamos felices», a lo que el tipo responde: «Decidite». El empleado que va a ver a su jefe y le dice: «Señor, vengo a pedir lo que me corresponde», y el jefe que contesta: «No venga con chiquilinadas, Fernández».
Tute: Es cierto, parte del mecanismo, o uno de los mecanismos, que uso en el humor, es la ruptura del contrato social. Lo pensado o lo sentido pasa a la palabra sin filtro y eso genera mucha identificación en la gente. Porque la gente piensa y siente estas cosas, no las dice.
LENGUA: ¿Cuánto creés que tuvo que ver en esto tu paso por la terapia?
Tute: Muchísimo, porque el análisis sirve para que uno pueda perder la inocencia. Uno deja de ser inocente cuando hace verdadero psicoanálisis. Lo que hace es ejercitarte el ojo, te adiestra para mirar el mundo. Creo que yo miraba el mundo de una manera y desde que me analizo lo veo de otra forma; voy haciéndome de nuevas herramientas. Aguza la mirada: eso es lo que hace el psicoanálisis, sobre uno mismo y sobre lo que lo rodea.
LENGUA: Depende de a quién le preguntes, puede que la terapia no te ayude a superar tus problemas sino a convivir con ellos (y tal vez a resignarte). En tus tiras hay algo de eso, de aceptar que algunas cosas son como son y listo.
Tute: Pero el psicoanálisis es lo contrario de eso; uno no aprende a vivir con sus limitaciones, sino lo que decía antes: uno aprende a ver las cosas de otro modo y al verlas de otro modo es muy probable que quieras modificarlas. Después podrás o no podrás, pero seguro que el psicoanálisis no colabora con la resignación sino con todo lo contrario. Estará en cada uno la posibilidad de verdaderamente modificar algo de tu vida, tus relaciones, tus vínculos, tu historia. Tampoco asocio al psicoanálisis a la comodidad: es una terapia absolutamente incómoda; eso lo aprendí con los años, porque al principio yo fui un muy mal paciente.
LENGUA: ¿En qué sentido?
Tute: Me compraba una Coca Cola e iba y tomaba y fumaba durante la sesión y creía que el psicoanálisis era hablar de uno y pasar un buen momento. Empecé siendo un gran desconocedor de las posibilidades del psicoanálisis. Y, si bien lo defiendo a través de lo que hago permanentemente en los libros, tampoco creo que sea para todo el mundo, ni la verdad revelada, la única forma de modificar algo en uno. Es una herramienta. Pero sí creo que el siglo XX fue revolucionado por Freud, que llegó y dijo: «muchachos y muchachas, existe una cosa que se llama inconsciente, que llevamos todos dentro nuestro y que tiene las riendas de nuestras vidas. No nos podemos hacer los tontos con él…».
LENGUA: ¿En qué momento empezaste a analizarte?
Tute: Fui por motu proprio y por curiosidad. Mi casa era una casa psicoanalizada, mi vieja era una psicóloga social, mi viejo una persona muy analizante, así que se hablaba mucho en términos psicoanalíticos, de lecturas, de furcios. Para mí era muy intrigante, porque no entendía de qué hablaban… Empecé por curiosidad y después siempre encontrás cosas, motivos para quedarte. Lo tome al principio de una manera muy liviana, muy superficial. No lo conocía, no entendía de qué iba. Incluso lo tomé un poco como un espacio egocéntrico. Es un encuentro con uno mismo, pero eso no necesariamente se puede entender o explicar como un espacio egocéntrico; es un espacio incómodo, mientras que el egocentrismo es cómodo, un espacio en el que uno se regocija con uno mismo. En cambio, cuando uno está incómodo se quiere ir. Tuve pocos analistas. Tuve tres en mi vida y el del medio no puedo decir que fuera malo, era uno muy prestigioso pero no era para mí, o para ese momento mío. Tenía algunas actitudes demasiado lacanianas para ese momento en el que necesitaba expresarme largamente…
Psicoanálisis a través del humor
LENGUA: Volviendo sobre las influencias que recibiste, por afuera de la más obvia de tu padre, en tu libro Diario de un hijo contás que él te dio un libro de Saul Steinberg. Está su famoso globo con el NO lleno de palabras en el que pueden advertirse su influencia sobre algunos de los globos de los pacientes de los psicoanalistas de tus…
Tute: …de mis páginas dominicales, las de La Nación Revista. Sí, Saul Steinberg es una gran influencia, junto con Sempé en el campo de la gráfica. Muy sintético en la construcción de sus ideas y de sus mensajes, y un fino observador de la realidad. Para los argentinos es bastante desconocido, pero es un tipo al que admiraba profundamente Pablo Picasso y han compartido dibujos. Revolucionó no solo el humor gráfico sino todo el campo gráfico y el diseño. Un rumano radicado en Estados Unidos que además fue tapista de The New Yorker, exquisito igual que Sempé; un gran dibujante, un fino colorista y un observador de la burguesía parisina. Creo que es el tipo más elegante que vi en mi vida a la hora de dibujar. Traté de aprender lo máximo posible de él.
LENGUA: ¿Y podés identificar qué cosas tomaste de unos y de otros?
Tute: De los de acá, Quino, mi viejo y Fontanarrosa son los tres tipos que más he leído y más admiro. De todos he tomado cositas. De Copi, esa cosa de los silencios teatrales que usaba en sus historietas. Algo también de Kalondi, que era un dibujante y arquitecto, y que tenía un humor muy filoso y filosófico bastante crudo que me gustaba mucho. Y de Tabaré, y de Crist: en algún momento quise dibujar como el Negro Crist. Por supuesto, no me salió, pero fue una gran referencia. Me enamoraba por épocas. De España hay un tipo que me gusta muchísimo que se llamaba Chumy Chúmez, que también tiene un humor muy filosófico, con mucha síntesis y muy gracioso. La generación de todos esos dibujantes, que me formó de alguna manera a través de un libro que me regaló mi viejo –bah, que se lo afané y me lo terminé quedando—, que era algo así como Nuevo Humor Español, un tomo gordo con todos estos, con un joven Forte, con Chúmez, con Summers, Perich. Nine es otra gran influencia, otro tipo al que admiro mucho; con Sábat son dos próceres para mí.
«El psicoanálisis sirve para que uno pierda la inocencia. Te ejercita el ojo, te adiestra para mirar el mundo. Creo que yo miraba el mundo de una manera y desde que me analizo lo veo de otra forma; voy haciéndome de nuevas herramientas. Aguza la mirada sobre uno mismo y sobre lo que lo rodea».
LENGUA: En Diario de un hijo también contás que fuiste a la escuela de Garaycochea, o sea que tenés además de todas esas lecturas un entrenamiento técnico. En ese mismo libro hay una escena de retrato con modelo vivo, e incluís cada tanto algo de dibujo realista, pero es un recurso que dosificás mucho dentro de tu estilo habitual, como buscando un efecto particular. Por ejemplo, cuando dibujás a tu padre como un Superman musculoso. ¿Alguna vez te interesó el dibujo de aventuras, realista?
Tute: De chico leía las revistas Nippur, Skorpio, el anuario de D’Artagnan, pero después las abandoné. No me interesa mucho, la verdad. Me gusta Pratt, El Corto Maltés, pero ya es algo más lírico, es distinto. A los dibujantes de aventura los admiro, tienen una gran técnica, pero no es lo que más me atrapa; sí me gusta usarlo como recurso. Cuando tuve que dibujar a mi viejo como un superhéroe gigante sobre una ciudad lo hice sin calcar y me salió; me sorprendí a mis mismo, recuperé una técnica que había visto, que no sé cómo se hace pero que había visto, no me era ajena. Cuando lo terminé se lo mandé a Olivetti (que es famoso por sus dibujos para la historieta argentina Cazador y ha trabajado mucho para los sellos Marvel y DC) y le dije: «Mirá, yo también puedo».
LENGUA: Ese Superman es realista pero no deja de ser un dibujo tuyo; hay algo en el sombreado…
Tute: Sí, el sombreado. Es lindo cuando se nota el autor a pesar de estar corrido de su estilo…
LENGUA: Otra cosa por las que les preguntás a tus entrevistados es la muerte…
Tute: Hay una frase de Kant que dice algo así como que la filosofía es un ejercicio para la muerte. Una vuelta en Tutelandia lo entrevisté a Darío Z, y le pregunté sobre esta idea de que filosofamos como una suerte de ejercitación para llegar al momento final sin morir de pánico, o con un nivel de aceptación distinta, comprendiendo que la cosa es así. «A mí no me sirve para nada», fue su respuesta, «y Kant habrá muerto cagado en las patas». Por ahí es un ejercicio vano, en términos de poder llegar al momento final con ese nivel ad aceptación que uno quería. También la entrevisté a Mercedes Morán y cuando le pregunté cómo se imaginaba un último comentario posible, qué le diría a la muerte cuando llegue, me dijo –ni siquiera siguiendo la consigna, porque me respondió otra cosa, pero me encantó—: «Espero poder trocar, cuando llegue el momento, miedo por intriga. No morir con miedo, morir con ganas de saber qué hay del otro lado».
LENGUA: Vos hablás mucho sobre el tema en tus historietas, bastante la muerte pero tal vez más aún el paso del tiempo. ¿Cómo te llevás vos mismo, en este momento de tu vida en particular, en plena mediana edad, con la idea de la muerte?
Tute: En este momento me llevo mal. En este momento me llevo especialmente mal; siempre me llevo mal, pero ahora con el paso del tiempo más. Tengo a mis hijos, que están bien, y tengo una vida tranquila y bastante feliz, y no tendría grandes motivos para quejarme de mi existencia, pero también acarreo muchas muertes, muchas más de las que me he imaginado para esta altura de mi vida; muertes tempranas, muertes muy cercanas. Me llevo mal. Pasé por muchos estadios frente a la muerte: enojo, incomprensión, bronca, algún grado de aceptación, de entender que la cosa es así, que nada se puede calcular, que todo tiene su cara y contracara, y que esa es tal vez la aceptación más grande, que la vida es vida porque existe la muerte y que la felicidad, la alegría, tienen su otro lado de la moneda. Que también es absolutamente necesario para poder disfrutar de esos buenos momentos. Borges, ya viejo y ciego decía que él esperaba con cierta ansiedad la muerte. «Yo podría morir esta noche». Pero después decía: «No, esta noche no, esta noche tengo cine. Mañana». «Ah, no, mañana no, mañana tengo teatro». Y eso me gusta, como síntesis de la idea de que uno nunca se quiere morir. De que siempre hay algo que tira para adelante: un vino con alguien, una obrita de teatro, un encuentro, lo que sea. Es mejor hacer algo que morirse.
LENGUA: ¿Te imaginás dibujando para siempre?
Tute: Sí, yo creo que voy a dibujar hasta el final de mi vida. Pero no me imagino dibujando solamente, a mi dibujar no me alcanza.
LENGUA: Por eso hiciste música, animación, te convertiste en entrevistador, y ahora escribiste una película con la idea de dirigirla vos.
Tute: Sí, y andá a saber mañana con qué aparezco, pero ese es el motor. Más allá de los obvios motores, como el amor por mis hijas… Es la misma inquietud que tenía cuando era un pibe y vendía huevos o lavaba autos o trabajaba en la radio. Al mismo tiempo hacía futbol y estudiaba no sé qué cosa y quería dar clases de eso, de lo que fuera que estaba haciendo. Me iba armando pequeños universos paralelos, que son mi mascarón de proa. Que es lo que me pasa hoy, que me interesa mucho más la película que mi trabajo cotidiano. Que me encanta, eh, y es mi actividad troncal y no me imagino sin dibujar; sin embargo necesito hacer cosas distintas, probarme como si pudiera concentrar muchas vidas en una y vivir muchas vidas. Me gustan muchas cosas y no me imagino haciendo una sola.
«Pasé por muchos estadios frente a la muerte: enojo, incomprensión, bronca, algún grado de aceptación, de entender que la cosa es así que todo tiene su cara y contracara, y que esa es tal vez la aceptación más grande, que la vida es vida porque existe la muerte y que la felicidad, la alegría, tienen su otro lado de la moneda».
LENGUA: También parece que vas consiguiendo vencer la merma de la energía física…
Tute: Es verdad que con el tiempo tenés un poco menos de resistencia pero yo me siento resistente todavía: sigo quedándome una madrugada entera laburando igual que a los veinte, si me siento apasionado. Lo más importante es el deseo; el deseo desafía a la muerte. Hacer una película o escribir un libro de poemas o grabar un disco incluso sin ser músico, es desafiar a la muerte. Y es mantenerme vivo.
LENGUA: Alguna vez contaste de cuando vendías huevos en tu adolescencia y de lo bien que te iba. Eso también te entusiasmaba…
Tute: ¡Ganaba un montón de guita vendiendo huevos!
LENGUA: Y el huevo se convierte en una imagen recurrente en Diario de un hijo. Está en la tapa y en la contratapa. Y uno intuye cuáles pueden ser sus sentidos, pero nunca es del todo obvio qué representa ese huevo.
Tute: Yo tampoco sé qué es exactamente. Esa tapa fue mutando; la contratapa inicialmente era la tapa, después paso a las retiraciones. No puedo reconstruir el derrotero perfectamente. Pero sé que lo quedó al final a mí me habla, por un lado, de los sures, porque en el frente está el sur de la ciudad, donde estamos ahora –en San Telmo— y la contratapa podría ser el sur de la provincia de Buenos Aires, que es de donde vengo. Yo nací en Capital, pero a los dos años estaba viviendo en José Mármol; me crié en potreros, en Longchamps tenía mi barra de amigos. Así que por un lado los sures, y después ese huevo, al que no había asociado con mi época de vendedor, pero que por ahí tiene que ver con el Clementosaurio que dibujaba mi viejo, ese que ponía un huevo gigante. Yo al huevo lo tomo como una especie de renacimiento a partir de una muerte. Uno empieza una vida nueva a partir de una muerte tan próxima, tan cercana y tan dolorosa como es la muerte de un padre. Porque a partir de ahí empezás a vivir tu vida sin él y es una cosa absolutamente inédita.
LENGUA: Cuando tu padre murió, en 2012, vos ya eras padre y estabas en camino de serlo de nuevo.
Tute: Hay algo que se va y algo que viene: mi hija estaba en la panza de la mamá en el momento en que mi viejo muere. Yo puedo indagarme y buscar algunas interpretaciones de por qué hago lo que hago, pero nunca te voy a poder decir exactamente por qué lo hago y tampoco tiene mucho sentido, porque es mucho más interesante lo que vos leas en eso que hago. Siempre son más interesantes las interpretaciones personales que las razones del autor.
LENGUA: También hiciste incursiones en el mundo de la música sin tener ningún entrenamiento técnico ni saber tocar instrumentos. Pero puede decirse que tus canciones parecen pertenecer al mismo universo de tu obra gráfica. En la canción Barcos de papel la letra dice «Y ahora sé / que hay cosas que no salen bien». Y podría decirse que tiene que ver con esas aceptaciones que aparecen, con humor, en tus tiras: todo eso que es así, que es lo que es y que uno termina de reconocer como tal en su adultez.
Tute: Sí, pero de nuevo, como lo que decía del psicoanálisis, no es desde un lugar de resignación. La aceptación es más profunda en la capacidad de entendimiento, de comprensión; no es un «es así, qué vas a hacer» y me tiro en su sillón, deprimido, hasta que llegue mi último día. Sí es entender que los paraísos se pierden a lo largo de la vida: uno va perdiendo el paraíso de la infancia, el de los padres juntos, el de un amor ideal o idealizado. Se van perdiendo, pero también uno puede ir construyendo nuevos paraísos, y eso es lo lindo: estas cosas, estos motores, el deseo que tira para adelante. Aunque después no puedas construir este paraíso que deseás, el desear su construcción es suficiente.
LENGUA: Lo que se ve en el video de Barcos de papel así como en la introducción de las entrevistas de Tutelandia, es que tus dibujos se traducen muy bien a la animación, cosa que no pasa con las obras de otros artistas que a veces son grandes dibujantes. Parece haber algo intrínseco en tu dibujo que se presta a eso. Los corazones que saltan en el aire, el globo que se enreda sobre la cabeza del paciente en su diván, los personajes que mutan en otra cosa…
Tute: Eso me gusta porque es un poco a lo que uno aspira: que esos dibujitos que están fijos puedan tener vida. Por eso es que las páginas dominicales (N del A: que se publican en la revista del diario La Nación, uno de los de mayor circulación nacional en Argentina) las hago sin previo boceto, porque me interesa mucho conservar la frescura, que uno tiene cuando dibuja sin pensar demasiado y de manera despreocupada. Eso sale de una manera que es muy real, muy errática y muy falible; como es uno en la vida. Eso es fundamental: fue un momento de quiebre en mi laburo, decidir publicar esos dibujos que son más bocetos que originales. Fue hacia el 2005, porque yo volvía a la revista después de que en 2001/2002 había pasado a ser diminuta tras la crisis. Yo vuelvo con esta impronta, y a los pocos dibujos de esta vuelta, mando un boceto y empiezan a salir así.
LENGUA: ¿Y no te preguntaron nada cuando mandaste ese boceto por primera vez?
Tute: Nunca. Nada: yo soy un defensor de esa revista, porque a mí me dio tanta libertad, toda la vida. He tenido discusiones con el diario por alguna cosa, pero con la revista jamás. Y he publicado lo que quise. Es un espacio tan caprichoso y tan saludable para mí; puedo publicar un dibujo solo, miles de viñetas, chistes, no chistes, un poema ilustrado, una canción, una canción ajena. Me he despedido de mi vieja, de mi viejo, de mi hermano. He hecho lo que quise, para mí es como una especia de carta abierta.
LENGUA: En la presentación animada de tu ciclo de entrevistas, Tutelandia, está el tipito que camina, que vendrías a ser vos, que recorre el mundo, y al principio es el mundo que gira bajo sus pies, mientras se le aparecen temas como el amor, el paso del tiempo, la terapia y la muerte. Y de pronto el tipito se frena y es el mundo el que se lo empieza a llevar consigo…
Tute: Y a veces es estar quieto y que el mundo te lleve, tal cual; no lo había pensado pero es cierto. Muchas veces uno se queda quieto y el mundo sigue girando, te lleva puesto. Cuando se murió mi viejo y le dediqué la canción que salió en el disco, lo que me parecía más delirante a partir de la muerte de él era que el mundo siguiera girando. Que todo siguiera funcionando. Que al otro día se escucharan las voces, que siguiera pasando el carrito que vende cosas; que el diario en el que publicó mi viejo durante cuarenta años se siguiera publicando sin ningún problema. Entonces, a modo de desagravio escribí esa canción (Sin querer). Congelé el mundo. Fue al revés, ¿no? ¡Murió mi viejo, el mundo se tiene que detener! Mi libro Diario de un hijo sale en el 2019 y yo empiezo una serie de presentaciones por todo el país, y en el medio se mueren mi vieja, el 9 de julio de ese año, y mi hermano, el 22 de noviembre (N del E: Tomás Loiseau murió repentinamente durante un recital de la banda que lideraba, Mamushkas). Yo a esa altura me sentía un impostor, hablando de la muerte de mi padre, porque ya tenía para entonces absolutamente hecho el duelo y lo que tenía en carne viva era lo otro, pero tenía que hablar de este libro.
LENGUA: Pero el libro no era realmente parte del duelo, ¿verdad? Pareciera que lo sacaste siete años después porque pudiste terminarlo recién cuando diste por cerrado tu duelo.
Tute: Sí, yo creo que sí, creo que el libro es el corolario del duelo. No es real aquello –que es lindo de decir— de que hice un duelo dibujado. A mí no me alcanzó este libro, tuve que hacer un montón de otras cosas para completar el duelo. Para poder transitarlo, para entender qué era, cómo era, cuánto duraba, cuánto dolía. Después sí pude hacer ese libro dibujado y pude ser feliz, disfrutar dibujándolo. Me sirvió para empezar a disfrutar de las cosas vividas con mi viejo; ese repaso tuvo muchos momentos tristes, pero también muchos momentos de fuerte felicidad, en esa soledad de la noche dibujándolo, de alguna manera reviviéndolo a mi viejo, resucitándolo un rato y volviendo a pasar esas cosas que vivimos juntos
LENGUA: En una viñeta contás que tu padre te dijo un día: «Yo te veo para el diseño gráfico». Dibujás esa escena como si él te hubiera dado una puñalada. ¿Qué creés hoy que significó eso? ¿Te estaba poniendo a prueba?
Tute: No sé, ya no está él para preguntarle. El día que se lo pregunté, muchos años después, me dijo que no se acordaba de que me había dicho eso. ¿Pero no te acordás en serio?, le pregunté. «Yo te puedo decir donde estábamos parados». «No, no me acuerdo». Pero ¿por qué lo hiciste, si siempre me alentaste, por qué en ese momento me dijiste eso? Yo recién terminaba la escuela, tenía 17, me fui a vivir con él. Mis viejos se habían separado así que me vine para acá, a Capital, y vivíamos los dos juntos, ninguno de los dos tenía pareja. Para mí estuvo bien, porque si bien le hice caso y me anoté en Diseño Gráfico, empecé a dibujar descontroladamente. Me empecé a poner a prueba a mí mismo. Por ahí él no quiso que yo me dedicara a lo mismo que él, siendo quien era dentro de ese rubro. Porque si hoy lo pienso, es muy inconveniente querer dedicarte al humor gráfico si sos hijo de Caloi. Como es muy inconveniente querer dedicarte a la música si sos hijo de Spinetta. Yo lo veo Dante y digo «está loco, cómo fue por ahí», pero yo hice lo mismo: me asistió en ese momento una inconsciencia absolutamente saludable, porque si lo pienso desde hoy me diría: dedícate a otra cosa.
LENGUA: También contás que testeaste tus dibujos con varios dibujantes profesionales. La primera devolución que te hizo Quino («Hay que meter el dedo más en la llaga») habrá sido muy dura, además de formativa.
Tute: Fue muy importante. Tampoco lo supe en el momento, eh; en su momento no lo entendí. Y no entendí que aquello me iba a servir tanto a lo largo de mi vida, porque nunca olvidé esa frase. Y la llené de un sentido muy propio, nunca supe exactamente qué es lo que me quiso decir. Probablemente a lo que se refería era a una cuestión política, a meterme más en la coyuntura social. Yo la agarré para otro lado pero me vino muy bien porque entendí que el humor gráfico no era hacer chistes; es más, no tiene nada que ver con hacer chistes el humor gráfico, está absolutamente alejado.

El gran humorista Caloi representado como Superman en el sentido y admirado homenaje que le rinde Tute en Diario de un hijo a su padre (biológico y artístico): un recorrido autobiográfico que va desde el nacimiento del autor hasta la muerte de su padre.
LENGUA: Tiene más que ver con armar y encontrar sentidos…
Tute Es encontrar sentidos, pero además es hurgar en lugares muy profundos, en esas heridas, desde ahí salen cosas verdaderas. Los chistes son pour la galerie, esos que uno puede repetir en una reunión. El humor nace de un lugar mucho más profundo, más doloroso. En ese sentido, es un acto de sublimación, cada pieza humorística; tampoco quiero darle pompa, pero parte de un lugar más hondo. Después aparece el humor y es para reírse, por supuesto, pero cuanto más profundo es, más aristas tiene, más posibilidades de lectura. Y más te habla a vos como autor, más te sirve ese pequeño acto de sublimación que es agarrar algo que es de un orden y convertirlo en otra cosa: una pieza humorística, una canción, un poema, una escultura, una pintura. Un cuentito, lo que sea. No sé qué me quiso decir Quino, nunca se lo pregunté, pero si se lo hubiera preguntado como a mi viejo, seguramente tampoco se acordaría. No importa, lo que importó fue haberlo dotado de sentido para mí, un sentido que me sirviera.
LENGUA: En tu entrevista con Quino dice algunas cosas que resultan bastante tristes. Como que ratifica su decisión de no haber tenido hijos: «Cada vez que leo los diarios me alegro».
Tute: Creo que él se fue apagando de a poquito. Por eso cuando murió me dio tristeza, por supuesto, pero por otro lado pensaba: «ya no encontraba motivos para quedarse». Yo lo había visitado poco tiempo antes, y lo veías con más ganas de irse que de quedarse. Ya no había deseo para él. Me responde esto que me responde y es un poco triste la respuesta, pero creo que los artistas son personas muy débiles, están más hechos de debilidades y carencias que de fortalezas y armas, y se defienden con lo que hacen. Por otro lado, andá a saber si era el mundo lo que le impidió a Quino tener hijos; andá a saber qué hay detrás de esa decisión y andá a saber si él incluso lo sabía.
«Por ahí mi viejo no quiso que yo me dedicara a lo mismo que él, siendo quien era dentro de ese rubro. Porque si hoy lo pienso, es muy inconveniente querer dedicarte al humor gráfico si sos hijo de Caloi. Como es muy inconveniente querer dedicarte a la música si sos hijo de Spinetta. Yo lo veo Dante y digo "está loco, cómo fue por ahí", pero yo hice lo mismo: me asistió en ese momento una inconsciencia absolutamente saludable».
LENGUA: Volviendo a esa idea del deseo como motor vital, vos vas entonces siempre un paso adelante; todo el tiempo necesitás hacer otras cosas sin necesidad de haber pasado por una crisis que te llevara a dejar de dibujar.
Tute: Tuve crisis, muchas crisis, pero para mí son interesantes. Te amargan un rato pero también te dejan en un lugar distinto. Cada vez que aparece una crisis artística, te dan ganas de patear el tablero y modificar todo. ¿Cómo quedo yo después de una crisis?: habiendo modificado un cachito nada más. En el medio fue la batalla; la angustia al principio, el desconcierto, la búsqueda, y después solo te corrés un poquito, hacés algo nuevo; se abre una puertita nueva dentro de eso que ya hacés. Son puertas inéditas que al abrirse me llenan de aire y que me conectan con la gente, porque el del dibujante es un trabajo muy solitario y, de pronto, cuando hago música estoy con una banda y con un productor y estamos pensando cosas y armando algo. El cine también. Todas estas puertas son muy refrescantes.
LENGUA: Respecto del cine: contaste que tenés escrito el guion de una película y que esperás filmarla como director pronto. ¿Cuánto dirías que se va a parecer a las otras partes de tu obra?
Tute: Se parece muchísimo. Ya me doy cuenta de que todo lo que hago tira para el mismo lado, son vehículos distintos pero siempre el mismo camino. Es una comedia melancólica; no sé si existe el género. La fui encontrando y construyendo a partir de una necesidad de hablar de algunas cosas, de algo lindo de un momento. La semilla fue una imagen que vi y que filmé: un trigal despeinado por el viento, que parecía un rio de aguas verdes fluyendo. Al principio se iba a llamar Un río que no es un río. Pero su título definitivo es Cenizas. Bah, definitivo: es definitivo por ahora.
LENGUA: ¿Tenés un referente cinematográfico?
Tute: Me fascinan dos bien distintos que son Wong Kar-wai y nuestro Leonardo Favio. A Favio lo amo, fue uno de nuestros grandes artistas populares que tiene lo que tienen los artistas populares: una conexión directa con la gente sin intermediarios. De esos que no necesitan más que él y la gente. Me metí a estudiar cine cuando ya era grande, hace quince años. Hice dos cortometrajes y estudié porque para poder filmar lo que quería no me alcanzaba lo que sabía. Hice un año; me sentaba en primera fila y preguntaba y veía todo lo que podía. Y una vez que sentí que tenía lo mínimo indispensable armé un equipo y filmé El ángel de Dorotea. Mi primera hija, Dorotea, estaba en la panza de su mamá, y ahí también había alguien que venía y alguien que se iba; el pibito de la película se llamaba Ángel y Dorotea era su abuela. Que estaba por morir. Pero a su vez esa viejita que se iba, tenía el nombre de mi hija que llegaba. Cuando entré en confianza con Favio me animé a mostrársela. Y le encantó y me llamó. Llamaba a casa y preguntaba «por el poeta»: «pasame con el poeta», le decía a mi mujer. Y por ahí me llamaba a la una de la mañana para preguntarme por qué había pegado un plano con otro y cómo había hecho y en qué había pensado. Yo le decía: «vos me estás jodiendo, si vos sos Leonardo Favio y me llamás a mí, que hice un corto infinitamente fallido, para saber cómo hice no sé qué cosa, déjame de joder». No, no, me decía, te estoy preguntando en serio, respondeme. Fue espectacular conocerlo. En un momento me llamó para que lo ayudara a escribir su última película, la que quedó sin filmar, El mantel de hule. Corté con él y lo llamé a mi viejo: me llamó Favio para que lo ayude con el guion, está loco. Y mi viejo me decía: «Y, andá». Pero qué le puedo aportar yo a Favio, le preguntaba. «Si te llama por algo es”. Quedó inconcluso; llegué a ir a verlo y tomar mate. Era un tipo que se manejaba con una intuición y con un conocimiento profundo de la popular. Nadie le podía contar nada a Favio respecto de esa conexión; es algo que se le daba naturalmente. Mi sensibilidad es lo único de lo que estoy seguro en mí; en lo otro son arenas movedizas. Le conté a Luis Ortega y me dijo que obvio que la tengo que dirigir yo, pero es un poco una locura.
LENGUA: Una pregunta que se volvió inevitable en los últimos tiempos, cierra la entrevista. Una pregunta sobre los límites del humor. Porque la historieta, como el cine, la literatura y la música, debieron volver a pensar algunas de sus taras en una época de reformulaciones sociales y culturales; principalmente aunque no solo las de género.
Tute: El mundo cambia y uno va cambiando con el mundo y naturalmente lo que uno produce va saliendo adaptado a ese mundo, salvo que uno sea un inadaptado, que uno no se cuestione nada después de una revolución como la feminista. Todo lo que hace uno tiene que ver con quién y dónde está uno y el mundo que lo rodea. Este mundo seguramente hubiera afectado a muchos autores de otras épocas. Habría que ver cómo hubiera sido el producto artístico de estos autores con esta modificación. O si no se hubiera modificado y hubiera quedado obsoleto: pasa mucho al final de la vida en los últimos años de los artistas que muchos no se adaptan, se caen del tiempo. Caerme del tiempo es una de las cosas que más me preocupan. Están los limites obvios que son los del medio en que uno publica, una línea editorial, una franja etaria. Y luego están los límites propios: yo tengo mis propios límites, produzco humor sobre lo que puedo hacer. Todos tenemos un sistema ético moral que te marca la cancha. Un límite es no reírse del débil, es un límite fuerte pero que ni siquiera me lo tengo que decir a mí mismo, ya está en mi sistema, no se me ocurren chistes en los que me ría del tipo que está cartoneando y no tiene para comer. Cada uno tiene su sistema y sus límites propios, no existe el humor libre. Hay que aspirar a la libertad total pero la libertad total no existe, ni en la calle ni en uno.

El inconsciente al desnudo y el contrato social roto, en las viñetas de Tute.
LA FAMILIA PROPIA
Hace poco más de una década, Tute inició en el diario La Nación una serie con personajes fijos: la de Batu, su perro Tútum y su banda de amigos. Un grupo de chicos de alrededor de ocho años que andan por el barrio, juegan, proyectan, emprenden aventuras mundanas y otras más bien cósmicas a través de la imaginación y las preguntas profundamente existencialistas propias de la edad. Batu tiene referentes clásicos en la historieta universal, como Peanuts, de Charles Schulz, y otro más cercano y no menos perdurable en Mafalda, de Quino. La tira duró poco menos de un lustro; hace poco se editaron los tomos 7 y 8 de su compilación, en un formato apaisado clásico que puede hace pensar en ciertos productos dirigidos a los chicos, aunque, como pasaba con la barra de Snoopy y con la de Mafalda, no están necesariamente pensados para un público infantil. Batu y sus amigos existen claramente en un presente cercano de celulares y redes sociales, pero a su vez dan vueltas por las calles con una soltura que cualquiera que sea padre hoy sabe que los niños ya no disfrutan. De algún modo, el presente de Batu es como una suerte de pasado emocional, sentimental –anclado a fines de los 70 o en los 80— de su autor. «Nunca pensé en los pibes al hacer la tira», dice Tute.
«Cuando empecé a firmar los libros que compilaban Batu en la Feria del libro y venían pibes a hacer la cola me sorprendía, no lo esperaba en absoluto. Evidentemente existen dos niveles de lectura. Pero para mí Batu es fundamentalmente un capítulo en mi vida, algo que siempre había querido hacer, una tira en un registro clásico. Y que había soñado toda mi infancia: tener mi familia de personajes, como mi viejo, como Fontanarrosa, como Quino. Quería tener mis dibujitos y que los pudiera pedir por nombre: ¿me dibujás un Tútum, me dibujás un Boris? Para mí es un sueño y ser humorista gráfico era eso. Y cuando empiezo a laburar como humorista gráfico mi primer trabajo es una tira diaria sin personajes fijos, mi segundo trabajo es un cuadro diario sin personajes fijos, entonces siempre me había quedado ahí en el tintero. Y un día encontré a Batu azarosamente. Se empezó a rodear de personajes y la propuse en el diario; aceptaron, salió publicada cinco años como mucho, con Trifonia y Baldomero, que intervienen y se quedan con la tira. Luego le doy un remate a la tira de Trifonia y vuelvo al espacio libro en el diario».
LENGUA: ¿Y cómo tomaste la decisión de terminarlo?
Tute: Me cansé de dibujar de nuevo al mismo personaje; de dibujar todos los decorados en cada cuadrito. Quería tener algo de aire de nuevo. No lo haría otra vez, pero quiero que salgan todos los libros para que quede registro.
OTROS CONTENIDOS DE INTERÉS:

La Batu y su perro Tútum palpitando la Navidad en el flamante tomo de compilaciones de la tira con la que Tute cumplió un viejo sueño: crear una serie regular con un conjunto de personajes fijos. Ambientada en un presente que tiene mucho de nostalgia, la inspiran la obra de Charles Schulz y, por supuesto, la de Quino.