Cuando Quincy Jones encontró a Michael Jackson
Quincy Jones ha sido un maestro que ha bailado con leyendas y ha tejido el alma de la música moderna (28 Premios Grammy y una fortuna de 500 millones de dólares dan fe su buen hacer). Su muerte a los 91 años (el 3 de noviembre de 2024 en Bel-Air) cierra uno de los períodos más fructíferos de la historia musical. Porque Quincy Jones no era solo (¡solo!) un compositor, director y productor musical (un alquimista que mezclaba jazz, pop y funk en un torbellino de notas vibrantes), sino que también era un cronista de la cultura, un puente entre épocas cuya historia está marcada por encuentros que han definido generaciones. Entre ellos, aquel con Michael Jackson que devino en «Off the Wall», «Thriller» y «Bad», tres de los álbumes más vendidos de todos los tiempos. En este extracto que LENGUA publica bajo estas líneas, el propio Quincy Jones explica (en su libro autobiográfico «12 notas: Sobre la vida y la creatividad» [Roca Editorial, 2022]) el momento en que él y el rey del pop entrelazaron sus vidas en una melodía inolvidable. Que suene la música.
Por Quincy Jones
Michael Jackson y Quincy Jones en la 26ª ceremonia de entrega de los Premios Grammy (1984). Crédito: Getty Images.
Mis detractores me han dicho repetidamente que no era lo bastante bueno o inteligente para alcanzar mis objetivos, pero tengo la suerte de haber advertido el poder de que te subestimen. Cuando la gente te sobrevalora, se interpone en tu camino, pero cuando te subestima, se aparta de él. Por ejemplo, si los demás ponen unas expectativas muy altas en ti, la presión por no fracasar puede convertirse en una distracción significativa para progresar. Cuando las expectativas puestas en ti son bajas o inexistentes tienes la libertad para crear sin que te vigilen. Una vez hube superado que me dijeran que era un incompetente o que no me merecía lo que tenía, el sentimiento de duda de si era lo bastante bueno se acabó convirtiendo en el combustible que me impulsó. Encontrarme en esa posición más veces de las que puedo contar ha sido en parte el motivo de mi éxito.
En lugar de verme como una amenaza, los dirigentes poderosos de la industria con frecuencia me veían solo como un desvalido sin ninguna posibilidad de alcanzar el éxito comercial. Ser infravalorado es la mejor posición en la que estar porque te da la oportunidad no solo de cumplir con las expectativas, sino también de superarlas. Aprender esta lección ha sido valiosísimo en mi carrera porque, en lugar de pensar que no estaba llamado a conseguir nada, lo veía como si tuviera una posición única para superar las barreras que me habían puesto. Después de todo, en algún momento todos hemos visto cómo la presión de ser sobrevalorado demasiado pronto en la profesión puede ir en detrimento del artista si no está convenientemente preparado. Piénsalo. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los artistas de un solo éxito se llaman artistas de un solo éxito? Tras un primer lanzamiento, se depositan unas expectativas tremendamente altas en ellos y ya no son capaces de seguir creando contenido igual o mejor. Siempre es mejor construir desde cero que intentar alcanzar lo más alto de entrada.
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Y lo más importante, que te subestimen ayuda a mantener el ego a raya. El exceso de bombo y las felicitaciones prematuras pueden llevar a la arrogancia. Unos humos subidos no sirven para nada más que para hacerte parecer un idiota.
Y por los mismos motivos nunca deberías prometer de más ni producir de menos. Siempre es mejor sorprender a los críticos que demostrar que tenían razón. No vayas por ahí presumiendo de ser «el mejor» porque tu trabajo hablará por sí mismo. En lugar de perseguir la fama, inclínate hacia tu zona de oscuridad, o hacia tu posición de grandeza inesperada, para planear y prepararte para el siguiente esfuerzo. El momento de menos atención suele ser cuando se ve más claro, sin las opiniones de los demás distrayéndote.
A medida que avanzaban los ensayos me di cuenta de que, además de sus talentos extraordinarios, Michael tenía una ética del trabajo como no había visto otra antes. Pasara lo que pasara, siempre estaba preparado.
En cualquier caso, no puedes permitir que las expectativas que los demás tengan sobre ti eclipsen quién eres de verdad. Poner demasiado énfasis en las asunciones de otros es el modo más rápido de fracasar, porque esperar la validación de fuentes externas solo te dejará sensación de vacío. Es una persecución sin sentido. Cabría pensar que tras alcanzar cierto nivel de éxito las especulaciones negativas se disipan, pero puedo decir por experiencia que no hacen más que intensificarse. Me han subestimado por ser demasiado joven y también por ser demasiado viejo. Es un ciclo que no acaba nunca, así que en última instancia depende de ti decidir si vas a vivir la vida que se espera que vivas o la vida que quieres vivir.
Quincy Jones (y su gato) en Los Ángeles, California, en 1985. Crédito: Getty Images.
Tengo muchos ejemplos de haber sacado fuerza del hecho de ser subestimado, pero uno de mis recuerdos más irónicos es de cuando empecé a trabajar con Michael Jackson como productor de sus tres discos más importantes: Off the Wall, Thriller y Bad. La historia de la música sería un poco diferente si hubiera permitido que las opiniones negativas se interpusieran en el camino de lo que sabía que era capaz de hacer. Pero, como he dicho, presumir antes de hora solo te hace parecer un idiota, así que extrae tú mismo tus propias conclusiones de la siguiente anécdota.
A finales de la década de 1960, estaba saturado de componer música para películas. Llevaba hechas treinta y cinco y había tenido éxitos y fracasos. La mayoría de los compositores hacen una o dos al año, pero yo nunca hice tan pocas. ¡Un año hice ocho! Llevaba un ritmo insostenible. Recuerdo que a menudo dormía solo tres horas al día y metía las muñecas bajo el grifo de agua fría para mantenerme despierto. En aquel momento también había tenido tres hijos más, además de Jolie, Rachel, Tina y Quincy Jones III, así que durante el día no tenía demasiadas horas para trabajar. Asimismo, los compositores de música cinematográfica (sobre todo los negros) estaban en lo más bajo de la cadena productiva de Hollywood y eran fácilmente reemplazables. Era como si mi valor en la industria pendiera siempre de un hilo. A la más mínima me podían echar. Y, sobre todo, quería escapar de la rigidez de tener que componer música para películas. Tenía ganas de regresar a la industria discográfica y quería hacer discos con mi propio nombre, producir a otros artistas y facilitar un proceso creativo más fluido. No quería pensar en ningún plazo. Simplemente quería crear cosas que me pusieran la piel de gallina.
Cuando Michael abordó con su sello, Epic Records, el tema de que yo produjera el disco, su representante de A&R le contestó: «De ningún modo. Quincy tira demasiado hacia el jazz. Solo ha hecho The Brothers Johnson. Es arreglista y compositor de jazz».
En 1969 firmé un acuerdo con Impulse! Records, de Creed Taylor, a la que distribuía A&M, y durante la década de 1970 hice un buen número de discos, entre ellos Walking in Space, uno de los primeros discos de jazzfusión, Gula Matari, Body Heat, un montón de proyectos con The Brothers Johnson y muchas cosas más. Hacia finales de la década de 1970, me volvieron a reclutar para el cine después de que Sidney Lumet me pidiera que fuera el productor y supervisor musical de su nueva película, El mago. No quería hacerlo, pero Sidney me había ayudado a conseguir mi primer trabajo de música cinematográfica para la película El prestamista, en 1964, de modo que no podía decirle que no.
Había conocido a Michael Jackson cuando él tenía solo doce años, pero El mago nos unió en nuestra primera colaboración oficial, ya que él tenía el papel de Espantapájaros. Cuando empezamos los ensayos, Michael se estaba preparando para hacer su propio disco con Epic Records y me pidió que le ayudara a buscar productor. Yo estaba hasta la bandera tratando de conseguir preproducción para El mago, así que no podía ni plantearme pensar hacerlo yo. Sin embargo, a medida que avanzaban los ensayos me di cuenta de que, además de sus talentos extraordinarios, Michael tenía una ética del trabajo como no había visto otra antes. Pasara lo que pasara, siempre estaba preparado. Se aseguraba de que cada paso de baile, diálogo y verso quedaran perfectos, e incluso memorizaba los diálogos de sus coprotagonistas.
En una escena, le dijeron que tenía que sacarse del pecho de paja trocitos de papel que llevaban escritos proverbios de filósofos famosos, y él siempre pronunciaba mal Sócrates. Tras tres días de pronunciar «Socrates» y que nadie le corrigiera, le cogí aparte durante una pausa y le dije: «Michael, antes de que te acostumbres, creo que deberías saber que se pronuncia Sócrates».
«¿De verdad?», dijo con humildad extrema.
Sin pensarlo ni siquiera un segundo, le contesté: «Me gustaría intentar producir tu nuevo disco». Su capacidad de aceptar la crítica, además de su ética de trabajo y su talento, me indicaban que era exactamente el tipo de artista con el que querría trabajar. Él aceptó.
Quincy Jones circa 1950. Crédito: Getty Images.
Más tarde, cuando Michael abordó con su sello, Epic Records, el tema de que yo produjera el disco, su representante de A&R le contestó: «De ningún modo. Quincy tira demasiado hacia el jazz. Solo ha hecho The Brothers Johnson. Es arreglista y compositor de jazz».
Era el mismo tipo de respuesta que había oído una y otra vez a lo largo de los años. No conocían el alcance de mi experiencia, y le dijeron a Michael que lo harían Kenny Gamble y Leon Huff. Al final volvió a Epic con sus representantes, Freddy DeMann y Ron Weisner, y exigió que yo produjera su disco. El sello accedió con consternación, aunque sin esperar mucho de mí. Y pese a acceder, no cooperaron demasiado. Sin embargo, llegado a aquel punto, no importaba, porque la pelota ya estaba en mi campo. Sabía que podía cumplir sus bajas expectativas o superarlas. Además de sus dudas sobre mi competencia, muchos también se preguntaban si Michael lograría triunfar como artista en solitario en sus años adultos sin el apoyo de sus hermanos.
Se convirtió en el disco de un cantante negro más vendido de la historia. No está mal para alguien que tira demasiado hacia el jazz, ¿verdad? Paradójicamente, Epic estaba a punto de hacer una ronda de despidos, pero Off the Wall salvó los puestos de trabajo de muchos de los escépticos que afirmaban que Quincy no era el tipo adecuado.
Evidentemente, yo estaba al tanto de sus días en los Jackson 5, pero me interesaba ayudarle a romper con aquel antiguo personaje en el que estaba encerrado. Quería empujarle más allá de la música dance y ver hasta dónde podía estirar su musicalidad. Hacía poco le había visto en los Oscars cantando «Ben», una canción sobre una rata (para la película Ben), que yo sabía que no era lo bastante buena.
Más que nada, quería ayudarle en su desarrollo artístico y hacerle buscar dentro de sí mismo, sin limitaciones sobre hasta dónde podía llegar musicalmente. Tenía talento y motivación de sobras. Hacía los deberes. Solo necesitaba algo de guía. Evalué su creatividad desde todos los ángulos y apliqué todo lo que había aprendido con los años para ayudarle a crecer como artista, como bajar los tonos una tercera menor para darle flexibilidad y un rango más maduro en sus registros más altos y más bajos. Jugué con cambios de tempo. Quería hacer un álbum pop que mezclara elementos de R&B, ritmos disco, arreglos de primera y, por supuesto, sus voces. Reuní a mi «banda matadora de Q», integrada por Rod Temperton, uno de los mejores compositores que ha habido sobre la faz de la tierra; Bruce Swedien, el ingeniero de todos los ingenieros; Greg Phillinganes, teclista virtuoso; Jerry Hey, un monstruo de trompetista y arreglista; Louis Johnson, el más joven de The Brothers Johnson; John «J.R.» Robinson, un compañero exalumno de Berklee y batería de Rufus; el brasileño Paulinho Da Costa a la percusión; y muchos otros grandes talentos musicales.
Aunque era imposible predecir las posibilidades de éxito del álbum, todos dimos más del cien por cien en cada pista y matiz del disco. En un intento de encaminar a Michael hacia canciones con más profundidad y sentimiento que las que había cantado hasta entonces, cogí «I Can’t Help It» de Stevie Wonder, «Girlfriend» de Paul McCartney, «She’s Out of My Life» de Tom Bahler (¡canción que en un principio le iba a dar a Frank Sinatra!), «Rock With You» de Rod Temperton y, por supuesto, «Don’t Stop ’Til You Get Enough». Michael hizo la mayoría de sus voces en directo, sin sonido agregado. El disco resultante, Off the Wall, vendió diez millones de copias.
Se convirtió en el disco de un cantante negro más vendido de la historia. No está mal para alguien que tira demasiado hacia el jazz, ¿verdad? Paradójicamente, Epic estaba a punto de hacer una ronda de despidos, pero Off the Wall salvó los puestos de trabajo de muchos de los escépticos que afirmaban que Quincy no era el tipo adecuado. También se convirtió en el primer disco en generar cuatro éxitos que llegaron al top 10. Debido al éxito de Off the Wall, Michael y yo seguimos adelante y grabamos Thriller (que, hoy en día, continúa siendo el álbum más vendido de todos los tiempos) y Bad.
Sir Elton John y Quincy Jones en una imagen del año 2019. Crédito: Getty Images.
Aquella experiencia confirmó el hecho de que la gente siempre va a tener una opinión sobre tu cualificación. Lo que de verdad importa es lo que hagas con ella. Centrarse demasiado en lo que digan los demás sobre ti te llevará por el camino de la derrota antes de tener siquiera la oportunidad de actuar. Tienes dos opciones: considerar su escepticismo o quitar las cadenas a tu creatividad y permitirte estar a la altura. Todavía tengo que recordarme esta lección porque a mí no dejaron de subestimarme tras Off the Wall, Thriller o Bad. De hecho, cuanta más gente oía esos álbumes, más opiniones me llegaban.
Sin embargo, en la actualidad, en lugar de verme subestimado por mi competencia, me veo subestimado por mi edad. A menudo me preguntan cuándo voy a retirarme, y yo me limito a contestar: «Si estoy empezando. ¿Retirado? Si le quitas el 're' te queda 'tirado'. Y yo no me veo tirado». Si no te vas, no has de reaparecer, y eso es justamente lo que tengo idea de hacer. Retirarse no tiene nada de malo, y menos si has aportado décadas de trabajo duro, pero sencillamente no es para mí. No tengo interés en que mi edad dicte mi competencia. Si acaso, cuanto mayor me hago, más aprendo y más quiero aplicar ese aprendizaje a mi trabajo, mi música y mi vida.
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