Marx en el Antropoceno
Con las grietas del capitalismo dando paso a los populismos de extrema derecha y con una crisis ambiental que nos aboca a una catástrofe irreversible, parece inevitable repensar una política diferente -y diferencial- de cara al futuro. Paradójicamente, quizá la clave de lo que está por venir la proporcionen algunos postulados del pasado. En este sentido, las ideas del pensador Karl Marx están volviendo a ser objeto de atención en los últimos años. ¿Por qué Marx? ¿Por qué ahora? En los siguientes párrafos, extraídos del cuarto capítulo de «El capital en la era del Antropoceno» (Ediciones B, colección Sine Qua Non), un ensayo superventas que imagina una sociedad más justa a través del ideario ecológico del autor alemán, el filosofo y economista Kohei Saito responde a estas preguntas al tiempo que propone una perspectiva actualizada del pensamiento de Marx en esta era de crisis ambiental llamada Antropoceno.
Por Kohei Saito
Berlín, año 2017. Grafiti del artista urbano Marycula en el que se aprecia a Karl Marx rebuscando en la basura. La camiseta del filósofo dice lo siguiente: «Os dije cómo cambiar el mundo». Crédito: Getty Images.
La rehabilitación de Marx
La emergencia climática del Antropoceno reclama una crítica del capitalismo y una propuesta de futuro poscapitalista. Pero ¿por qué Marx a estas alturas?
En general, el marxismo está fuertemente asociado a la imagen de la dictadura del partido único de los comunistas de la URSS o de China y a la nacionalización de todos los medios de producción. Por eso, al oír hablar de Marx, no pocos lectores sentirán que es algo trasnochado e incluso peligroso.
En efecto, el marxismo en Japón está en horas bajas como consecuencia del colapso de la URSS. En la actualidad, son muy pocos los que, aun siendo de izquierdas, defienden abiertamente a Marx y tratan de aprovechar su sabiduría.
Sin embargo, en los últimos años fuera de Japón, las ideas de Marx están volviendo a ser objeto de atención. A medida que las contradicciones del capitalismo se hacen más profundas, el sentido común que dictaba que el capitalismo es la única opción está empezando a ser cuestionado. Existen datos de sondeos de opinión que indican que entre los jóvenes de Estados Unidos, una mayoría siente predilección por el socialismo en detrimento del capitalismo.
A partir de aquí, trataré de aclarar cómo Marx analizaría la crisis ambiental del Antropoceno e iré sugiriendo algunas pistas para alcanzar soluciones diferentes al keynesianismo medioambiental.
Por supuesto, no voy a redundar en una interpretación apolillada de Marx. Propondré una nueva perspectiva del pensamiento de Marx en el Antropoceno, recurriendo también a documentos nuevos.
Cómo cambiar el sistema
Una tercera vía llamada lo «común»
Uno de los conceptos clave para la reinterpretación de Marx en los últimos años es el concepto de lo «común», o del «bien común». Lo común hace referencia a los bienes que deben ser socialmente compartidos y administrados. Se trata de un concepto propuesto por dos marxistas en las postrimerías del siglo XX, Antonio Negri y Michael Hardt, en su obra Imperio, que alcanzó notoriedad.
Se puede afirmar que lo común es la llave que abre una tercera vía entre los dos polos opuestos del liberalismo norteamericano y el colectivismo soviético. Es decir, ni se trata de mercantilizarlo todo, como ocurre bajo el fundamentalismo de mercado, ni de nacionalizarlo todo, como sucede en el socialismo de corte soviético. Lo común, como tercera vía, consiste en tomar como bienes compartidos el agua, la electricidad, la vivienda, la sanidad o la educación y gestionarlos democráticamente entre la gente.
Se puede trazar un paralelismo con el concepto, más popular en Japón, de «capital común social», de Hirofumi Uzawa. El razonamiento de Uzawa fue el siguiente: para que la gente pueda vivir en una sociedad rica y prosperar, es necesario satisfacer una serie de requisitos: el medio ambiente natural, como el agua o el suelo; las infraestructuras sociales, como la electricidad o los medios de transporte; y los sistemas sociales, como la educación o la sanidad. Considerar todo ello como bienes compartidos, o comunes, de toda la sociedad, y administrarlos y operar con ellos socialmente sin recurrir a normas estatales o criterios de mercado. Esta es también, en esencia, la idea de lo común.
Pero a diferencia del capital social común, en lo común se concede más peso a la participación ciudadana en la cogestión democrática y horizontal, sin delegar su manejo en manos de expertos. Y se distingue definitivamente del capital social común en que su fin último es la superación del capitalismo a través de la ampliación progresiva de los límites de lo común.
Kohei Saito. Crédito: Kazuhiro Igarashi.
Gestionar la Tierra como lo común
En realidad, el comunismo no era para Marx la dictadura de partido único o la nacionalización de la producción, como ocurrió en la URSS. Para él, el comunismo hacía referencia a una sociedad en la que los productores coadministran y cooperan los medios de producción bajo la consideración de estos como «bienes comunes».
Es más, describía como comunismo una sociedad en la que la gente gestionara no solo los medios de producción, sino la Tierra como parte de lo común.
De hecho, en un famoso pasaje en la última parte del primer volumen de El capital, conocido como la «negación de la negación» —donde ilustra la llegada del comunismo a través del «saqueo del saqueador»—, Marx afirma lo siguiente:
Es la negación de la negación. Esta restaura la propiedad individual, pero sobre el fundamento de la conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre los medios de producción producidos por el trabajo mismo [poseerlos como lo común].
Voy a explicar brevemente qué significa «negación de la negación». La primera «negación» hace referencia al trabajo de los productores a las órdenes del capitalista, desgajado de los medios de producción considerados lo común; pero en la segunda «negación» («negación de la negación») los trabajadores desmontan el monopolio del capitalista ¡y recuperan la Tierra y los medios de producción como lo común!
Sin duda, este es aún un esquema muy abstracto. Sin embargo, la propuesta de Marx es clara: derrocar al capitalismo que arruina la Tierra en su búsqueda infinita de la multiplicación del valor de cambio con comunismo; después, cogestionar la Tierra entre todos como lo común.
El comunismo reconstruye lo común
Este posicionamiento, que concede gran importancia a la propuesta básica de Marx acerca de lo común, ha sido ampliamente compartido, más allá de Negri y Hardt. Por ejemplo, Žižek también afirma la necesidad del comunismo haciendo referencia a la idea de lo común.
Según Žižek, bajo el capitalismo global se está produciendo un acoso a los cuatro bienes comunes o commons —cultura, naturaleza exterior, naturaleza interior y seres humanos— de un modo hostil a las personas. En esta coyuntura, «la legitimación de la resurrección del concepto "comunismo" [...] se debería basar en los commons», dice Žižek.
Para Žižek, el comunismo no es sino el intento de reconstrucción consciente de lo común —el conocimiento, la naturaleza, los derechos humanos, la sociedad, etc.— desguazado por el capitalismo.
Aunque no es algo muy conocido, Marx se refería como «asociación» a las sociedades en las que se hubiera reestablecido lo común. En sus esbozos de la sociedad futura, Marx apenas utilizó términos como «comunismo» o «socialismo». En cambio, empleaba la expresión «asociación». Es la ayuda mutua voluntaria (asociación) de los trabajadores la que hará realidad lo común.
Las asociaciones son el origen de la seguridad social
Lo común, en este sentido, no es una exigencia nueva que haya surgido en el siglo XXI. Los servicios que comprende la seguridad social, a cargo de los Estados en la actualidad, tienen su origen en lo común que la gente fue conformando a través de la asociación.
Es decir, el origen de los beneficios de la seguridad social se remonta a los diversos intentos de autogestión de todo aquello necesario para la vida cotidiana, sin delegarlo al mercado. Por lo tanto, la seguridad social no es sino la sistematización de aquellos intentos bajo el estado del bienestar del siglo XX.
Sobre este punto, David Graeber, antropólogo cultural de la London School of Economics, afirma lo siguiente:
En Europa, prácticamente todos los sistemas principales que constituyen los estados del bienestar posteriores —seguridad social, pensión, bibliotecas públicas, sanidad pública, etc.— tienen su origen no en otros Gobiernos estatales, sino en sindicatos, asociaciones de vecinos, cooperativas, partidos de clase obrera y en todo tipo de organizaciones, muchas de ellas participantes en proyectos conscientes y revolucionarios para la «construcción de una sociedad nueva dentro de una piel vieja»; es decir, implicadas en proyectos de conformación gradual, y desde abajo, de sistemas de tipo socialista.
De acuerdo con Graeber, el estado del bienestar fue una de las formas de sistematización, bajo el capitalismo, de lo común, producto de la asociación. Sin embargo, a partir de la década de 1980, las políticas de austeridad propiciadas por el neoliberalismo desintegraron o debilitaron seriamente las asociaciones, como los sindicatos o la sanidad pública, y lo común fue engullido por el mercado.
En esta situación, tratar simplemente de restaurar el estado del bienestar sería una medida insuficiente contra el neoliberalismo. La vía del estado del bienestar, cuyas premisas son unos elevados niveles de crecimiento económico o el mantenimiento de las diferencias Norte-Sur, es ya ineficaz en esta era de crisis ecológica, y está condenada a terminar degenerando en un keynesianismo medioambiental nacionalista. El peligro de la deriva al fascismo climático va de la mano.
Además, el marco del Estado-nación es insuficiente para afrontar la actual emergencia ambiental global. La gestión jerárquica, o vertical, característica de los estados del bienestar, es incompatible con la horizontalidad de lo común.
Es decir, no se trata simplemente de colmar de riquezas la vida de la gente, sino de tantear nuevos caminos a través de los que recuperar, de las garras de la mercantilización del capitalismo, la Tierra como lo común sostenible.
Para ello, se requiere una perspectiva amplia e integradora. Precisamente por eso se necesita una nueva interpretación de Marx en esta era de crisis ambiental llamada Antropoceno.
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