Cambios de conducta al volver al cole: ¿son normales?
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Cambios de conducta al volver al cole: ¿son normales?

Ha empezado el cole y nada es como habías planeado. Pensabas que comprar material escolar y tener unas rutinas preestablecidas iban a ser suficiente, pero no contabas con los cambios de conducta de tu hijo o hija que, sin razón aparente, no quiere ir al cole, se despierta con cansancio o tiene rabietas. Hoy, Alejandra Melús te cuenta las razones de estos cambios de conducta y cómo ponerles remedio sin caer en la desesperación.

ALEJANDRA MELÚS

Experta en Atención Temprana y primera infancia

@melusalejandra

El periodo de vuelta al cole es una etapa especialmente sensible y de muchos cambios para la mayoría de los niños y niñas. Hay quienes inician esta etapa con alegría e ilusión y hay quienes necesitan más tiempo para adaptarse a la nueva rutina, pero sea como fuere, en muchos casos, aquellos que inician este momento con entusiasmo, puede que se vayan deshinchando poco a poco y pierdan esa ilusión o motivación del inicio.

Y en todos los casos es natural que pasen por estos pasos a la hora de realizar la adaptación al inicio del curso. 

Es importante que observemos a nuestro hijo y acompañemos sus emociones según vayan llegando, poniendo palabras a sus sentimientos, dialogando mucho, propiciando momentos de confianza, calma y seguridad. Si queremos que nos cuente cómo transcurre su día a día podemos motivarle contándole lo que nosotros hacemos en nuestra rutina para favorecer que él también nos cuente lo que vive, pero sobre todo, de una manera atractiva, sin presión ni agobios, sino tratando de que sea un momento compartido en familia, de interacción y enriquecimiento.

Es muy importante darle el tiempo que precise y comprender que la adaptación es un proceso y, como tal, necesita de una continuidad, calma y confianza para poder asentarse en nuestras vidas como una nueva rutina.

Tal y como avanzaba al principio del artículo, se trata de una etapa significativa y sensible a todos los niveles, tanto para los adultos como para los niños. Pero sobre todo es un gran cambio para los más pequeños, que aún no comprenden bien los tiempos, ni los horarios y pasan a un entorno lleno de gente nueva, con figuras de referencia desconocidas y tienen que llevar a cabo la vinculación con éstas para poder sentirse seguros, tranquilos y felices en un nuevo entorno.

Todos estos cambios pueden llevar a los niños y a las niñas a un estado de incertidumbre, que quizás haga que varíe su conducta y con ello nos estén trasmitiendo su malestar o necesidad de ser acompañados, escuchados, comprendidos y sostenidos.

¿Qué cambios podemos observar?

El niño demanda compañía. Lo hace para realizar todas las tareas que antes ya hacía solo, como pedir ayuda para comer, querer dormir con nosotros, necesitar que le acompañemos por el pasillo si está oscuro, pedir que le ayudemos a vestirse… Son hitos que quizás ya tenía afianzados de manera autónoma y ahora demanda nuestra compañía. 

¿Cuál es nuestro papel? Validar estas emociones, poner palabra y dar seguridad para que pueda coger impulso para afianzar su autonomía. Te pongo un ejemplo para que puedas comprenderlo mejor y te ayude: 

Si pide que le demos de comer, podemos decirle: «Entiendo que quieras que mamá te dé de comer, quizás me echas de menos ahora que estás yendo al cole pero, ¿sabes?, Mamá está siempre contigo aunque no nos veamos, no me voy a ir nunca. Te quiero mucho. Si quieres puedo darte una cucharada y la siguiente lo intentas tú solo, ¿te parece?». O «si te apetece podemos coger juntos el tenedor y vamos pinchando para que puedas comer». Nos mostramos disponibles, presentes y accesibles, pero impulsamos su autonomía, haciendo que entienda que estamos ahí incondicionalmente y a la vez confiamos en sus capacidades.

• Rabietas inesperadas. Son a las que no encontramos origen ni motivo y nos parecen desmesuradas ante la situación que las desencadena. Por ejemplo, le llevamos a la salida del cole su merienda favorita y ese día no se la quiere comer y llora sin parar, se enfada y no conseguimos que se encuentre mejor hasta pasado mucho rato, ni con abrazos ni con las opciones que nos suelen funcionar. La mayoría de las veces esto no se debe a la merienda en sí, sino a la necesidad del niño de expresarnos su malestar por alguna situación que ha vivido a lo largo del día cuando no estábamos con él. Es su manera natural de decirnos «te he echado de menos, no me gusta estar tanto tiempo separados, estoy enfadado o triste…». Y es que si lo pensamos objetivamente, esto nos sucede también a los adultos; Cuando tenemos un mal día en el trabajo no lo pagamos con el compañero ni con la jefa, sino que cuando llegamos a casa y vemos a nuestra pareja, aparece todo ese malestar y sacamos todo el enfado que teníamos dentro esperando a ser escuchados, validados, acompañados y sostenidos. Lo mismo les sucede a nuestros hijos, no es nada personal contra nosotros. 

¿Cuál es nuestro papel? Validar, aceptar que es así y que no tiene nada que ver con la merienda, con el plan que propongamos o la conversación que hayamos sacado, sino que cuando nos ve saca todo aquello que lleva guardando todo el día y nos lo hace saber, ya que con nosotros puede ser él mismo y recibir nuestro amor incondicional.

• Cambios en el sueño. Pueden aparecer miedos, pocas (o ningunas) ganas de ir a la cama, despertares nocturnos… y esto a veces desencadena que por las mañanas estén más cansados y aún tengan menos ganas de ir al cole, levantarse y ponerse en marcha. 

¿Cuál es nuestro papel? Es importante que nos anticipemos a esta situación, y si sabemos que no le gusta irse a dormir, trataremos de acompañarle siempre, explicándole que estamos con él o ella, que no le dejamos solo, tratando de adelantar la hora de ir a la cama para que nos aseguremos que cuando se duerma, descanse las horas necesarias, procurando que no haya actividades que le activen antes de ir a la cama, como pantallas, actividad física o deporte, enfados o conversaciones extrañas. Antes de ir a dormir es importante crear un ambiente relajado, de calma, con una rutina muy sencilla y básica, fácil de cumplir, sin salirnos de ésta y tratando de dar mucho amor, cariño y paz antes de cerrar los ojos.

• No quiere ir al cole y le cueste la separación cada día a la hora de despedirnos. 

¿Cuál es nuestro papel? Es importante que transmitamos seguridad, calma y paciencia. A veces este tipo de situaciones nos generan mucha angustia y nos hacen sentir que nuestro hijo está sufriendo mucho, y a veces esto no nos deja pensar de manera racional. Ante todo debemos validar esta emoción, comprender que puede suceder y estar muy presentes y disponibles. El niño que se siente así y nos lo hace ver, no lo hace para manipularnos ni hacernos sentir mal, sino que verdaderamente está transitando este malestar y necesita que le acompañemos, le trasmitamos calma y busquemos los recursos necesarios para que su adaptación sea lo más exitosa posible. Hay centros que permiten acompañar a los niños en este proceso y esto sería lo ideal, siempre y cuando se pueda, ya que pasar de una figura de referencia a otra tan rápido es complicado, pero si no podemos hacer una adaptación así, lo ideal sería coordinarnos con la escuela y sus tutores y contarles cómo se siente nuestro hijo, cuáles son sus gustos, qué le hace sentir bien… y de este modo tratar de encontrar unas medidas adecuadas para nuestro hijo.

Cuentos con ideas para poner en práctica

Además me encantaría dejaros algunos recursos materiales para poder acompañar esta etapa de una manera más exitosa y adecuada. Los cuentos siempre nos ayudan a empatizar con los protagonistas y nos ofrecen ideas muy prácticas para nuestro día a día.

¿Qué hago con mis emociones? De Anna Morató. Un cuento que nos ayudar a gestionar y acompañar nuestra emociones en familia. Ideal a partir de 6 años.

El niño que quería dar abrazos, de Sonia Encinas. Un título maravilloso que habla sobre lo que a su protagonista, Neo, le gusta hacer y lo diferentes que son los adultos de los niños, según los estereotipos y costumbres que vamos adquiriendo a lo largo de la vida.

¿Quieres un abrazo? De la colección Cuentos Blanditos. Ideal para hablar sobre emociones, afecto y la necesidad de contacto.

• La noche antes de empezar el cole, de Marina Montero, habla sobre los miedos que aparecen ante esta nueva etapa. Empatiza con las emociones que tienen muchos niños y hace ver que es algo común y natural.

¿Qué necesito cuando me enfado? De Tania García. Un cuento que nos ayudará a comprender ese malestar que a veces puede que nuestro hijo tenga al salir del cole, y además nos dé herramientas para acompañarlo del mejor modo posible.

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