Irene Vallejo y Andrea Marcolongo: resistir es subsistir
Irene Vallejo, autora de «El infinito en un junco: La invención de los libros en el mundo antiguo» (Premio Nacional de Ensayo 2020), y la italiana Andrea Marcolongo, quien firma «El arte de resistir: Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis», se dieron cita en Madrid para participar en la segunda edición del ciclo Atrévete a Pensar, unas jornadas organizadas por los sellos Debate y Taurus con la colaboración de Fundación Telefónica y el patrocinio de LENGUA. Allí conversaron sobre el heroísmo, la lucha, la refundación colectiva, la resiliencia y los vínculos solidarios entre las distintas comunidades de la mano de las enseñanzas de Virgilio: la épica como mecanismo de supervivencia. Rescatamos a continuación algunas de sus perlas.
Por Revista LENGUA
Irene Vallejo y Andrea Marcolongo reflexionan sobre la importancia de las historias épicas para nuestra sociedad.
Imagen de apertura: Virgilio leyendo la Eneida a Augusto, Octavia y Livia (Jean Baptiste Joseph Wicar, 1790/93). Crédito: Getty Images.
La épica como pilar de la sociedad
Andrea Marcolongo: «La palabra épica me parece muy hermosa. En griego antiguo, epos es el canto, el hecho de cantar la vida. Y es magnífico pensar que en la base de nuestra identidad, nuestra sociedad y nuestra comunidad no estén el dinero, los negocios ni las banderas, sino la épica, las historias. Ahora bien, ¿es así? ¿Cómo se construye una casa que tenga cimientos sólidos y que por lo tanto no sea un lugar peligroso? Una sociedad sin épica o épicas de base es una sociedad frágil. En el caso de la Eneida, seguramente la intención del emperador Augusto, que fue quien encargó a Virgilio que la escribiera, era que sirviera de pilar de la nueva fase del Imperio de Roma. Me parece precioso que hace tanto tiempo un líder político considerara que articular una historia como base del sentir de su pueblo fuera una cuestión de primera necesidad».
Historias para escapar de la soledad
Andrea Marcolongo: «La Eneida consta de doce cantos y es pura poesía. Volviendo a los tiempos de hoy, creo que desde entonces no ha cambiado nada. Nuestra sociedad necesita una o más épicas. Durante la pandemia sentí esa necesidad de tener una historia común, con la que un grupo de personas puedan sentirse identificadas, estén o no de acuerdo. Porque la épica no es una religión y puede evolucionar, transformarse y coger historias que vienen de lejos. Lo que caracteriza a la épica es que permite salir de la soledad individual. Por eso contar historias es un instinto antiguo y universal. Los niños les piden a sus padres que les lean un cuento antes de dormir, y eso les sirve para superar el miedo a la noche, a la oscuridad, a lo que pueda pasar. El ser humano necesita historias para confiar en la vida, para no tener miedo. Y a nivel colectivo, esa necesidad es aún mayor. Si perdemos el valor de la épica corremos el riesgo de quedarnos solos, cada uno con su dolor. Sin palabras, no hay forma de transmitir ese dolor al mundo».
La Eneida y el héroe contemporáneo: humilde, resiliente e integrador
Andrea Marcolongo: «La Eneida podría ser una épica muy contemporánea: el héroe, el personaje de Eneas, que es la razón por la que yo escribí este libro. Eneas es un héroe muy contemporáneo, muy diferente de los héroes de Homero. No es fuerte como Aquiles ni listo como Ulises, sino simple y magníficamente un ser humano, en toda su fragilidad y dignidad. No busca ni riquezas ni banderas. A Eneas le gustaba mucho su vida con su familia en Troya. Cuando esa vida se hunde, tiene que seguir andando, construyendo y buscando, y no solo por él mismo. Si Eneas hubiera estado solo no sé si habría cruzado el mar para fundar Roma. Él tiene a su padre y a su hijo, es un cuidador de su familia y de su colectividad. Sale sin casi nada. Solo lleva en los bolsillos unos penates, figurillas de sus antepasados. El libro se refiere no solo a su relación íntima con su familia, sino a los intereses, la cultura y la identidad de la comunidad que sale de Troya. Y lo que acaba formando no es una réplica perfecta de su pasado en Roma. Es otra cosa. Roma es el resultado de la integración entre dos civilizaciones (la de Troya originaria y la itálica europea) sino también de lo que Eneas ha aprendido durante su viaje: lo que tuvo que dejar y lo que ha encontrado por el camino».
Irene Vallejo: «Yo creo que los relatos épicos son relatos de fundación, pero también de refundación. Y después de cada crisis, de cada sacudida, de cada epidemia, tenemos que reconstruirnos. Y esa habilidad o sabiduría para la reconstrucción es útil siempre. La Eneida es un poema para tiempos convulsos, difíciles, de retos. La épica es importante y quizá la hemos revestido de unas connotaciones ideológicas que no necesariamente debería tener. Un relato épico es aquel que une a una comunidad alrededor de una historia, y eso es enormemente valioso en todas las épocas y momentos. Un relato que nos une y al que tenemos conciencia de haber contribuido y de estar construyendo juntos. Los relatos épicos emanan la idea cívica de colaboración, y no tienen por qué ser relatos en los términos homéricos de guerra, conquista o imperialismo. La Eneida es distinta a otros relatos épicos. Es llamativo que, a pesar de lo antiguo que es, en cierto sentido es una contraépica que incluso desafía la idea tradicional de masculinidad y propone otra manera de ser hombre y de ser cuidador. No necesita ser el mejor de todos para ser el protagonista. Y esa búsqueda en medio del desconcierto, con la que quizá podemos identificarnos, muchas veces no sabe lo que tiene que hacer. Pero lo hace. Esa frase me gusta mucho: "No sabe qué hacer, pero lo hace". Recuerdo que cuando era pequeña mi madre me contaba un cuento que decía: "Vete a tal sitio y busca tal cosa". En los cuentos siempre te piden algo muy difícil que tienes que encontrar, atrapar o resolver. Y te parece que te supera. Y ahora vivimos en una época en la que la mayoría, en un momento u otro, expresamos estar superados por la exigencia y las necesidades. Pero existe ese heroísmo de seguir adelante y de esforzarse. La Eneida no es un poema de domingo, sino de lunes por la mañana. Está muy cerca de nosotros, y esa actitud también construye una determinada forma de estar en el mundo y de crear sociedades. Y Eneas nos ofrece esa nueva forma de hacerlo, porque Roma nace mestiza, como un encuentro entre Oriente y Occidente, entre distintas nacionalidades, tradiciones y miradas sobre la vida. Son dos comunidades que se funden, no hay una conquista ni una subordinación de unos por otros. Y todo esto está en nuestra tradición: el mestizaje, otra forma de entender la masculinidad ya desde hace milenios. Lo encontramos en la historia y en la poesía gracias a la valentía de Virgilio: le encargaron un poema que tenía que ser propagandístico y fue muchísimo más que eso. Consiguió superar las exigencias y hablar con una voz que se ha mantenido durante milenios. En un momento de su libro, Andrea dice con mucha gracia que ahora casi nos enternece pensar en unos tiempos en los que la propaganda política no tenía forma de tuit, sino de un poema en doce cantos con una historia épica de aventuras. Sería maravilloso, ahora que estamos en época electoral, que en vez de los mítines nos proporcionaran este tipo de historias. Pero lo maravilloso de la Eneida es que más allá de lo que Augusto le exigió a Virgilio (el poema que ensalzase a los antepasados de Augusto, que se decía descendiente de Eneas) fue mucho más allá: en el poema hay una voz que se rebela contra la guerra, la muerte y la destrucción, una voz que intenta construir, crear y reparar. Eso es lo más conmovedor, estimulante e iluminador para los momentos de extrema polarización que estamos viviendo, en los que necesitamos restaurar las comunidades y afianzar los vínculos, recordar lo duro que ha sido sobrevivir a las sucesivas crisis y ese heroísmo con el que hemos afrontado situaciones muy duras en nuestras familias y nuestras vidas después de la pandemia, algo de lo que todos podemos sentirnos orgullosos. Quizá de la mano de Virgilio podamos entender cómo reconciliarnos con toda esa experiencia y cómo hacer realidad eso que tanto decíamos durante el confinamiento: "De esta saldremos mejores". O al menos más cerca los unos de los otros, un poco más unidos».
Irene Vallejo y Andrea Marcolongo, dos grandes conocedoras del mundo clásico, reivindican la vigencia de las obras de la Antigüedad para proyectarnos hacia el futuro que queremos.
La Eneida como manual de superación en los tiempos de crisis
Andrea Marcolongo: «La Eneida es el bestseller más importante de la historia de la literatura laica occidental. Ha sido leída, querida, transmitida y traducida desde el momento en el que Virgilio la acabó, o mejor dicho, desde que murió. Él no quería que se publicara, pero sus amigos decidieron hacerlo y conservar así su belleza. Gracias a ellos todas y cada una de las personas nacidas en la Europa mediterránea (hombres, mujeres, estudiantes, profesores…) han podido leerla. Y ha inspirado a muchos poetas, empezando por Dante. Es una historia infinita que lleva dos mil años con nosotros. La Eneida es además el poema de Italia, mi país, ya que es el canto de la fundación de Roma. Pero no es fácil dar con ella: yo oí la historia mucho antes de encontrar el libro. Ya la había leído de niña, porque en Italia se estudia en el colegio cuando los alumnos tienen unos doce años, y también los estudiantes universitarios de Latín. Así que yo me topé con ella tres veces. La fundamental fue la última, justo antes de la pandemia. Quería entenderla, porque veía su belleza, pero no me llegaba tanto como la poesía de Homero. Y fue durante el confinamiento cuando este texto de Virgilio comenzó a interpelarme. Comprendí que si no había sentido antes la voz de Eneas era porque la Eneida no es un poema para tiempos de paz, sino de crisis. Cuando las cosas empiezan a ir mal, la Eneida es un manual de superación colectivo, porque no es solo la historia del héroe, sino la de todo un pueblo que ve caer Troya, su ciudad. Es una comunidad que lucha por salvarse y se ve obligada a buscar un nuevo hogar. El pasado ha quedado enterrado y deben construir su futuro. La leí durante una época de incertidumbre y de dolor, durante la cual tanto el futuro como todo lo que habíamos vivido hasta entonces nos parecía muy lejano, y fue un revulsivo, como lo fue para Dante o Baudelaire o para otros en la Edad Media. Nos ayuda a encontrar un sentido al dolor histórico y a construir un futuro».
Irene Vallejo: «A mí a Eneas me lo presentó mi madre, que era una apasionada lectora de la Eneida en la traducción de Agustí García Calvo. La cautivó. Decía que sentía mucho más cercano a Eneas que a los protagonistas de los poemas de Homero. No se sentía identificada con Aquiles, un hombre obsesionado con la gloria y la victoria, y la de Ulises le parecía una historia picaresca. Y me transmitió su identificación con Eneas ya cuando era niña, mucho antes de que yo decidiera estudiar Filología clásica. Así que conocí todas las leyendas de la Antigüedad en casa, gracias a mis padres y de forma muy íntima, sin noción de su relevancia cultural; se trataba, simplemente, de relatos fascinantes. Me reencontré con Eneas cuando estalló la guerra de Siria. Por entonces trabajaba en El Periódico y a todos los de la redacción nos impactaron las imágenes de los refugiados huyendo a Europa en busca de una nueva vida y naufragando en las costas. La icónica foto de Aylan, el niño muerto en la playa. Y tuve la sensación de que volvía a la Eneida, de que esto ya había sucedido, que nos lo había contado Virgilio: la huida del horror, de la guerra, de la destrucción y de la aniquilación en busca de una vida mejor, y aproximadamente en los mismos países: Grecia, Italia… Y otra vez esos terribles naufragios. Así que en lugar de escribir sobre el presente decidí hacerlo sobre Eneas, el fundador de Europa, algo especialmente importante en el contexto de racismo y de rechazo creciente hacia los refugiados en que nos encontrábamos. Quise recordar que el primer europeo venía de Oriente: hablando en términos contemporáneos era turco».
Eneas resiste
Irene Vallejo: «Eneas era un inmigrante refugiado, alguien que lo había perdido todo en su ciudad natal y que tuvo la energía suficiente para construir algo nuevo de lo que nosotros somos descendientes. La Eneida es una leyenda muy antigua y al mismo tiempo muy contemporánea. Y muy revolucionaria, porque da la vuelta al concepto tradicional del héroe: Eneas no lo es porque triunfe en la guerra; de hecho, ha perdido sus batallas. Ha hecho algo tan poco heroico como huir de su ciudad en vez de morir con los suyos: ha preferido salvar a su padre, su hijo y a unos cuantos compañeros para minimizar los daños. Es un héroe cuidador, que se ocupa de su padre y de su hijo, con esa bella imagen en la que se carga a su padre a las espaldas y lleva a su hijo de la mano. Es un inmigrante, un refugiado, un hombre cuidador y un perdedor, pero sobre todo un resistente. Todos ellos me parecieron rasgos muy necesarios para construir una nueva idea del heroísmo, así que decidí volver a la sensibilidad de Virgilio y dejar que iluminara el presente que estaba viviendo entonces, y que ahora ha vuelto una vez más con la guerra de Ucrania, que en realidad es una entre muchas, pero que quizá estamos viviendo con más desgarro y que de nuevo ha hecho aflorar a personas que huyen de la guerra e intentan construir algo nuevo. Me parecía un mensaje muy actual y una reflexión crucial para entender y afrontar el mundo que estamos viviendo».
Irene Vallejo y Andrea Marcolongo, dos grandes humanistas de nuestro tiempo.
Clásicos que no mueren: aprender del pasado para construir el futuro
Andrea Marcolongo: «Leer a clásicos como Homero, Virgilio o Platón no es una obra de arqueología. No significa leer a alguien que simplemente vivió y escribió hace dos mil años. No es cuidar el pasado, sino el futuro. No es diacrónico, sino sincrónico, porque aunque han cambiado muchas cosas desde entonces (la tecnología, la ciencia, el clima), pero no el funcionamiento del ser humano. Eso no se puede cambiar. Lo que sentimos cuando nos pasa algo muy fuerte e intenso, como un dolor, un amor o una vida que empieza, es exactamente lo mismo que sintieron los griegos hace dos mil años y lo mismo que van a sentir nuestros hijos, nietos y todas las generaciones venideras. Por eso para mí los clásicos son el manual de instrucciones de la humanidad. Gracias a ellos podemos entender cómo funcionamos como personas, ciudadanos, amantes, padres… Son un manual que nos permite dar un sentido digno y profundo a la existencia».
Irene Vallejo: «En el momento que estamos viviendo tenemos que reivindicar el humanismo: ser ciudadanos humanistas de este mundo. Siento que Andrea y yo hemos tenido vidas paralelas, como diría Plutarco, y hemos sentido lo mismo con las mismas lecturas y las mismas lenguas. Sentimos esa ciudadanía mediterránea que va más allá de nuestras fronteras. Me gusta que la pregunta se plantee en los términos de "Por qué seguir leyendo a los clásicos", lo que es decir implícitamente que nunca se han dejado de leer. Y es cierto. ¿Cómo definir a los clásicos? Muchos de nosotros seguramente diríamos que son los libros que nos han obligado a leer en la escuela, el instituto o la universidad. Pero los clásicos han sobrevivido porque han sido especialmente amados a lo largo de los siglos. Para cualquier obra de la imaginación, el pensamiento o las ideas lo más probable es que se pierda en el olvido. Pero unos pocos textos han sido capaces de despertar un amor sucesivo generación tras generación, más allá de sus fronteras y de los idiomas en los que fueron escritos. Ha habido copistas que los copiaron, personas que quisieron tenerlos en su hogar, lectores apasionados y editores, maestros, profesoras, bibliotecarios y libreras que siguen confiando en ellos. Y eso son los clásicos: las obras que acumulan siglos de amor y de apasionada lectura que no es comparable a ninguna otra. Y todo ello se entiende si nos sumergimos en esos libros. Es algo parecido a ser cosmopolita: viajar y no vivir solo en el entorno, la ciudad o el país al que uno pertenece. Leer a los clásicos es ser cosmopolita en el tiempo: no vivir solo en tu época, sino dialogar con las mentes más brillantes de otros siglos. Mentes que a veces nos desafían con sus argumentos y su mirada sobre el mundo, revelándonos nuestras propias paradojas. Es un ejercicio muy enriquecedor que nos permite hacer acopio de experiencias que nos permiten proyectarnos hacia el futuro. Solo a través del bagaje histórico que tenemos a nuestras espaldas podemos imaginar cómo será el futuro. Por eso es importante seguir buceando en estos textos tan cercanos a nuestras pasiones y emociones, que ya anticipaban lo que somos, pensamos y sentimos, nuestras pasiones y nuestros miedos. Es muy conmovedor identificarse con las experiencias e ideas de personas que vivieron hace tantos siglos. Y también esperanzador: si puedo identificarme con Platón o con Safo o con Tácito, cómo no voy a poder entender a mis contemporáneos».