Absurdo y terrorismo... a 50 años vista: Manuel Vázquez Montalbán sobre la causa palestina
Periodista todocamino, novelista, poeta y ensayista (¡y creador del detective Pepe Carvalho!), Manuel Vázquez Montalbán trabajaba como pocos la fina ironía con una visión crítica y muy personal de la realidad social. Cuando se cumplen 20 años de su muerte, en octubre de 2003 en Bangkok a causa de un paro cardíaco, recordamos a este maestro del columnismo español con un texto breve publicado el 1 de junio de 1972 en el ya desaparecido diario barcelonés «Tele/eXpres» (titulado «Absurdo y terrorismo», el artículo está incluido en el libro «La mirada inconformista», de Random House, año 2019). El texto informa sobre la masacre del Aeropuerto de Lod (también Aeropuerto de Lydda, hoy de Ben Gurión, en Tel Aviv). A saber: después de bajar del vuelo 132 de Air France desde Roma, tres terroristas del Ejército Rojo Japonés accedieron al área para retirar equipaje con el resto de pasajeros. Al recuperar sus maletas, sacaron de ellas armas automáticas y abrieron fuego contra todo aquel que tuvo la mala fortuna de encontrarse en aquella zona de la terminal. Mataron a 26 personas e hirieron a otras 71. El ataque fue una operación conjunta entre el grupo guerrillero japonés y el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Maniobras Externas (FPLP-ME). En apenas 800 palabras, Montalbán informa, vislumbra e incomoda removiendo nuestra relación con la equidistancia. Y también aterra: por lo que cuenta de manera expresa y por lo mucho que sirve un relato de hace medio siglo para explicar con lucidez y rigor lo que está ocurriendo hoy en Oriente Medio.
30 de mayo de 1972. Aeropuerto de Lydda, en Tel Aviv. Sangre y equipaje esparcido por el suelo de la terminal, en una imagen tomada instantes después del atentado del Ejército Rojo Japonés que acabó con la vida de 26 personas. Crédito: Getty Images.
Hace dos semanas [el 10 de mayo de 1972], en el escenario del aeropuerto de Tel Aviv se desarrollaron los siguientes acontecimientos: un grupo de guerrilleros palestinos utilizó como rehenes a los pasajeros de un avión para reclamar la libertad de sus camaradas, apresados en las cárceles de Israel. La respuesta de Dayan conmovió a todo el mundo porque el ministro de Defensa israelí complicó a la Cruz Roja en la dramática resolución del desafío. Un comando de Dayan, confusamente disfrazado de camilleros de la Cruz Roja y al parecer trasladado hasta el avión en una ambulancia, irrumpió dentro del aparato a continuación del delegado de la institución internacional, dio muerte a dos guerrilleros, apresó a una muchacha e hirió a distintos miembros de la tripulación.
Dayan montó la operación con la suficiente confusión como para que los guerrilleros del interior del avión creyeran que se trataba de la Cruz Roja, pero para que, posteriormente la opinión mundial no pudiera reprocharle haber instrumentalizado descaradamente a la organización. La respuesta a Dayan no se ha hecho esperar y ha llegado mediante un acto atroz, surrealista, increíble. Un comando de kamikazes japoneses ha matado a veintiséis personas en el aeropuerto de Lydda y herido a casi un centenar. La mayor parte de estas personas eran turistas en viaje a los «Lugares Santos», ajenos a los planteamientos del conflicto árabe-israelí. Los autores del atentado son japoneses, pertenecientes a una organización izquierdista que colabora con las secciones más radicales del guerrillerismo palestino.
Un maestro del columnismo
Hasta aquí un resumen esquemático de hechos que pueden ustedes leer en otras partes de este mismo periódico. Estos hechos plantean crudamente uno de los fenómenos peor formulados y que en cambio más caracterizan las tensiones actuales del mundo: el renacimiento del terrorismo como forma de ruptura del status político. El renacimiento del terrorismo aparece coprotagonizado por organizaciones de extrema derecha y de extrema izquierda. A la acción del guerrillerismo latinoamericano se le opone una represión legal y una represión ilegal de extrema derecha. Esta subrepresión se está revelando especialmente eficaz en el caso de la lucha contra los tupamaros. Síntomas de una importación europea del sistema se aprecian en Alemania Federal, Italia, Inglaterra y otros países de menos cómoda mención.
30 de mayo de 1972. Aeropuerto de Lydda. Un miembro de la seguridad israelí señala restos de sangre tras el atentado terrorista perpetrado por Ejército Rojo Japonés. Crédito: Getty Images.
Cierta izquierda y cierta derecha empezaron desconfiando bien de la capacidad de modificación de la historia que tenía la izquierda «tradicional» o bien de la capacidad de conservación de la historia que tenía la derecha «tradicional».
La respuesta ha oscilado desde un radicalismo estratégico, ideológico, táctico, a un radicalismo terrorista. Es este radicalismo el que queda en primer plano a raíz de los increíbles hechos del aeropuerto de Lydda.
Ante todo.
¿Qué rentabilidad política o revolucionaria tiene el que veintiséis personas civiles pierdan la vida en un atentado cuyo más determinante elemento lingüístico es la sangre saliendo a borbotones?
¿Acaso esta violencia sanguinolenta, este auténtico baño de sangre, va a provocar otro efecto que avalar [los] procedimientos del general Dayan?
¿Acaso una brutalidad semejante no va a servir para que el general Dayan quede como un potencial Premio Nobel de la Paz?
¿Acaso se espera crear una sensación de solidaridad internacionalista por la vía terrorista que va a minar los fundamentos del poder represor a nivel mundial?
¿O bien, como es más presumible, actos de este tipo van a robustecer una organización internacional de la represión frente a la que no hay posible respuesta?
¿Qué papel puede jugar el terror por el terror en un insustituible, irrechazable frente de lucha ideológica, que en todo el mundo tienen planteado los partidarios de lo nuevo frente a los partidarios de lo viejo?
Estas preguntas no pueden ser contestadas por actos como el del atentado del aeropuerto de Lydda. Actos como el del aeropuerto de Lydda son la negación por la negación. Y hay que rechazar este nihilismo demencial con la misma energía con la que hay que rechazar el cínico nihilismo que siempre, siempre, respalda la violencia, menos aparente, de gente que, como Dayan, la emplean para reprimir causas justas: por ejemplo la del pueblo palestino. Causas que en nada han salido beneficiadas por la indiscriminada masacre.