Mick Herron y el espía que surgió del frío... de Londres
«Uno sólo puedo aproximarse a la novela de espías desde la presunción de que todos tenemos puntos débiles y somos corrompibles». Parece haber unanimidad en que desde el adiós del maestro John le Carré nadie había retratado el turbio y desalmado mundo de los espías, y más concretamente los entresijos de los servicios de inteligencia británicos, con la perspicacia y el humor de Mick Herron (Newcastle upon Tyne, Inglaterra, 1963). Conversamos con él al hilo de la publicación de «Las reglas de Londres» (Salamandra), la quinta entrega de la serie Jackson Lamb, una deconstrucción de varios fundamentos del género que ha tenido en su adaptación televisiva una caja de resonancia todavía más global.
Por Antonio Lozano
Mick Herron. Crédito: Roser Ninot.
En 2010, tras una tetralogía dedicada a una detective de Oxford, Mick Herron publicaba una primera novela de espías, Caballos lentos, que desafiaba los principios de heroísmo, acción en vena, patriotismo y sacrificio asociados al género para colocar el foco en un grupo de ex agentes marcados por el fracaso y el oprobio, que pagaban sus errores profesionales viéndose poco menos que desterrados a la Casa de la Ciénaga, organización en la sombra -o purgatorio soporífero y cutre- dirigida por un abusón dipsómano, grosero y sucio llamado Jackson Lamb. Con ocho novelas -amén de diversas nouvelles y títulos complementarios-, el ciclo ha maximizado y enfocado desde nuevos ángulos el cinismo y la amoralidad consustanciales a la especialidad, privilegiando la composición de personajes sobre el chute de adrenalina y pasando revista a la actualidad política británica con desternillante ánimo crítico (con el Brexit como piñata recurrente).
La publicación en septiembre de 2023 de Las reglas de Londres -donde convergen peligros internos (populismo), amenazas externas (un comando terrorista coreano) y los habituales encontronazos entre el mal avenido y estresado equipo-, y el estreno inminente en Apple TV de la tercera temporada de la adaptación televisiva que ha encontrado en el actor Gary Oldman la encarnación perfecta del inefable Lamb, invitan a charlar con el responsable del fenómeno.
LENGUA: Estudió Literatura en Oxford, ¿significa esto que tenía intención de hacer carrera académica?
Mick Herron: Disfruté mucho de la carrera, pero nunca me animó el propósito de quedarme en la universidad para ejercer la docencia o en calidad de investigador. Tampoco es que tuviera claro qué dirección tomar por lo que pasé un tiempo algo descolocado, por aquel entonces escribía poesía y acabé obteniendo un empleo editando textos en un pequeño sello dedicado a publicaciones jurídicas en el mismo Oxford. Pasé unos años ahí y salté de la poesía a la ficción; siempre había sido un gran lector de la primera, pero llegó un momento en que la inspiración para componer versos me abandonó. Conseguí acabar una primera novela detectivesca que tardó mucho tiempo en encontrar editor y por el camino hubo diversos proyectos literarios frustrados, así como un puesto en otro sello jurídico, aunque esta vez en Londres y de mayor tamaño. Estuve quince años cogiendo el tren de Oxford a Londres para ir a trabajar -básicamente editando libros sobre leyes relativas al empleo-, y dedicando las tardes a escribir.
LENGUA: Entre todos los géneros de ficción, ¿por qué se decantó en primer lugar por las novelas detectivescas?
Mick Herron: Desde muy joven había disfrutado mucho con el thriller -de adolescente devoré la obra de autores como John Le Carré y Dick Francis- y también pensé que trabajar dentro de sus parámetros me concedería un marco que me sería útil de cara a aventurarme en la prosa. Me obligaría a centrarme en un principio, un nudo y un desenlace, guías maestras que no son tan sencillas para un principiante. La idea de conclusión, de tener que atarlo todo, me atraía especialmente.
Vuelve Jackson Lamb
LENGUA: Tras cuatro novelas detectivescas, en 2010 da el salto a la novela de espías con Caballos lentos. Además de su afición lectora por el género, ¿qué otros factores lo motivaron a ello?
Mick Herron: El principal fue el interés por escribir sobre un grupo de personas en vez de centrarme en un único protagonista, quizá haber trabajado en el seno de una organización contribuyera un poco. La política resultó también determinante, las novelas de espías tratan forzosamente de asuntos gubernamentales. La actualidad informativa se me reveló una fuente de inspiración literaria desde los atentados con bomba de Londres en 2005. Estos provocaron que me diera cuenta de que, de alguna manera, en aquella guerra todos los que vivíamos en grandes ciudades estábamos en primera línea de fuego.
LENGUA: Cuando arrancó con la serie dedicada a La Casa de la Ciénaga, ¿tenía en mente subvertir los clichés del género, orecer una visión alternativa al heroísmo, el sacrificio... que tantas veces lo ha definido?
Mick Herron: Escribir sobre espías es hacerlo sobre traición, ser un espía es persuadir a alguien para que traicione algo en lo que cree (aunque quizá ya ha dejado de creer en ello). Uno no puede aproximarse a esto con una visión candorosa de la naturaleza humana sino desde la presunción de que todos tenemos puntos débiles y somos corrompibles. Dicho esto, no diría que subvertir estuviera en mi agenda. Si los elementos de las novelas de espías están bien trabajados son tropos estimulantes, el problema es cuando lo están mal y devienen un cliché aburrido. En cualquier caso, mi intención radicaba más bien en hablar sobre el fracaso, sobre gente que ha caído en los márgenes. El heroísmo no me interesaba, sinceramente tampoco me veía capaz de abordarlo ya que creo que requiere de una cierta convicción, de una fe en que el bien se acabará imponiendo, además de que, por descontado, te exige poner el acento en muchos pasajes de acción. Explorar la tristeza y la derrota se me antoja mucho más interesante que hacer lo propio con la felicidad y la eficiencia.
«Escribir sobre espías es hacerlo sobre traición, ser un espía es persuadir a alguien para que traicione algo en lo que cree (aunque quizá ya ha dejado de creer en ello). Uno no puede aproximarse a esto con una visión candorosa de la naturaleza humana sino desde la presunción de que todos tenemos puntos débiles y somos corrompibles».
LENGUA: Desde su comienzo, ¿qué margen de libertad creativa se concedió respecto a la realidad del mundo de los espías?
Mick Herron: Absoluta. No me siento constreñido por la realidad. Por ejemplo, constantemente estoy difuminando las fronteras entre el MI5 y el MI6, o he movido los centros de inteligencia de Regent's Park a otro distrito. Me lo invento todo, no parto de información rigurosa a la que tema traicionar.
LENGUA: ¿No dispone de una mínima red de contactos o fuentes a las que consultar cosas en aras de la verosimilitud?
Mick Herron: Nada de nada. Forma parte de mi metodología de cara a preservar la libertad que te concede la fantasía, si estuviese más al corriente de cómo funcionan de verdad los servicios de inteligencia me sentiría aprisionado. La narrativa y el estilo generan todo el rigor que necesito, ahí es donde presto más atención. Por otro lado, claro está que busco que los trasfondos políticos sean plausibles y para ello miro a la realidad, es decir, mis novelas no son 100% fantasías. La plausibilidad y la autenticidad no son conceptos idénticos, si alcanzo lo segundo es más que nada por accidente, digamos que revela que he adoptado e interpretado algo que ha salido en las noticias. Ahora bien, ni siquiera diría que la plausibilidad tiene tanta importancia, como lector me abandono felizmente a la idea de aletargar mi credibilidad para disfrutar de una historia que no pretenda más que entretenerme. Basta con creer en el mundo que el autor crea para ti, no en que ese mundo se corresponda o se acerque a algo que ya existe en la realidad.
Mick Herron. Crédito: Roser Ninot.
LENGUA: El sentido del humor, y con frecuencia el sarcasmo, es el registro o el tono que definen la serie. ¿Lo tuvo claro desde el principio? ¿No temió que pudiera desconcertar a los devotos del género?
Mick Herron: Nunca dudé de él porque desde el primer momento supe que era el más adecuado para el tipo de historias que pretendía explicar, es decir, para reflejar la crudeza y la grisura que envuelven a los protagonistas, unos fracasados que trabajan en un lugar que detestan, con compañeros insufribles y un jefe que los maltrata. Su situación era tan miserable que de haberla reflejado sin más me habrían salido unos libros patéticos, algo que quería evitar a toda costa. Había pues que tirar de un sentido del humor oblicuo para mostrar cómo los personajes reaccionan los unos a los otros y al lugar de trabajo que los reúne. Obviamente también era una forma de hacer que el plato fuera más apetitoso para los lectores y de ofrecer comentarios sobre la naturaleza cínica y sarcástica del submundo descrito. Mi intención era que el narrador expusiera los acontecimientos de una forma atractiva y que no se contagiara de su naturaleza depresiva. En retrospectiva puede parecer una decisión de riesgo, pero en su momento las posibles respuestas de los lectores jamás se me cruzaron por la cabeza, me limité a escribir el libro que me hacía disfrutar. Tardé mucho tiempo en granjearme una comunidad de lectores que esperaran con ansias un nuevo libro mío. Ahora, paradójicamente, lo que podía ser un riesgo es una ventaja, ya que los fans esperan precisamente esto.
LENGUA: Ha citado a John le Carré entre sus lecturas de juventud. Todo el mundo que escribe novelas de espías parece hacerlo a su sombra, pero me pregunto hasta qué punto fue una influencia determinante en su caso, o si hubo nombres más relevantes.
Mick Herron: John le Carré ha sido con diferencia el novelista de espionaje más destacado en los años que llevo escribiendo, quizá junto con Graham Greene, aunque hay unanimidad en que las mejores novelas de este último no fueron las de género. Sobre el primero, he leído toda su obra y no me siento influenciado de una forma consciente, pero no cabe duda que en parte trabajo sobre mundos que él contribuyó a crear. Ningún autor británico de novelas de espías podría negar que Le Carré estableció muchos de los parámetros a partir de los cuales hemos ido desarrollando nuestros propios libros. Él además expandió estos parámetros, demostrando que el género podía ser literario, él escribía literatura que resultaba ser de género. Has dicho que escribimos «a su sombra», pero yo prefiero la idea de «bajo la luz que él proyectó». Y agradezco las comparaciones, pero me temo que están cogidas con pinzas: soy consciente de que jamás podré alcanzar su nivel.
«He leído toda la obra de John le Carré y no me siento influenciado de una forma consciente, pero no cabe duda que en parte trabajo sobre mundos que él contribuyó a crear. Ningún autor británico de novelas de espías podría negar que Le Carré estableció muchos de los parámetros a partir de los cuales hemos ido desarrollando nuestros propios libros».
LENGUA: Jackson Lamb es aparentemente lo opuesto a un espía clásico -un hombre íntegro y de acción, dotado de principios y elegancia en sus varias acepciones-, pero, de todos modos, le cubre las espaldas a su equipo. Su aspecto, actitud y lenguaje parecen un modo de camuflar su yo auténtico. ¿Fue esta bipolaridad uno de los aspectos que más le interesó explorar al crear al personaje?
Mick Herron: Sin duda, me atrae mucho el modo en que la persona que proyecta exteriormente -su falta de tacto, el que parezca que todo le importa tres pimientos, que ha renunciado al menor atisbo de idealismo o moralidad, que sólo quiere que lo dejen en paz para beber, fumar y sumirse en el olvido- oculta un código moral que de hecho siempre ha estado ahí. Me interesa especialmente ese momento en que este código moral -resumible en proteger a su equipo, no porque sus miembros le caigan bien o sienta estima por ellos, sino porque respeta el papel que cumplen en tanto que espías y porque sabe que la prioridad de un jefe es cuidar de sus agentes- lo propulsa a la acción. A Lamb no le preocupan como seres humanos o individuos particulares, sino que se interesa por aquello que representan y también porque ha experimentado en sus propias carnes verse decepcionado y abandonado por figuras de autoridad.
LENGUA: Sus novelas son muy críticas con el MI5. ¿Diría que en este sentido reflejan el sentir general de los británicos?
Mick Herron: No lo creo, sospecho que soy muy injusto a la hora de retratar a la organización. El problema es que sólo nos fijamos en ella cuando algo sale mal, cuando estalla una bomba en un vagón de metro se la culpa de incompetencia, pero nadie haba de ella el resto de los días del año en que esto no ocurre. Nadie celebra las victorias, es decir, el trabajo bien hecho. Esto es una constante que vemos con otros ejemplos. Cuando alguien va a juicio por planear algún tipo de acto atroz que no se consumó, la atención pública es infinitamente menor que si hubiera tenido lugar. Hay un problema de percepción clarísimo y mis novelas participan del mismo en aras del entretenimiento.
LENGUA: El Brexit también se lleva su buena ración de varapalos en el ciclo, ¿diría que ha afectado negativamente a la inteligencia británica?
Mick Herron: Me imagino que es así por el simple hecho de que la cooperación internacional se ha visto disminuida. No tengo información al respecto, sólo hablo desde el sentido común, pues haber encogido tu marco de operaciones sólo puede traerte dificultades. En cualquier caso, es uno más entre los muchísimos inconvenientes que ha comportado el Brexit, al que considero una calamidad de gran alcance, sin ninguna ventaja a la vista.
LENGUA: La tecnología no juega un papel muy invasivo en la serie. ¿Se debe esto a que le sustraería buena parte de la diversión o es antes un modo de recordarnos que el factor humano sigue siendo el elemento más crucial en el ámbito del espionaje?
Mick Herron: Ambas cosas. El factor humano es fundamental en general y la base de mi serie, miro a la organización como una estructura conformada por personas con sus debilidades y ambiciones. Además, poner el foco en este hatajo de fracasados de los que no se fía nadie me ahorra tener que dotarles de una tecnología puntera. A esto se suma, 1) que el grueso de las labores de inteligencia se llevan a cabo hoy en día con ordenadores y creo que reflejarlo sería aburrido a la hora tanto de escribir como de leer, y 2) que la tecnología no me atrae en absoluto y que mis conocimientos son muy limitados. El grupillo de Lamb me evita meterme en fregados de los que no tengo la menor idea.
Mick Herron. Crédito: Roser Ninot.
LENGUA: En Las reglas de Londres se repite la idea de que la capital inglesa funciona en base a unos códigos específicos e idiosincrásicos. ¿Cómo los resumiría? ¿Podrían quedar englobados en una suerte de macro idea?
Mick Herron: La idea la saqué de Le Carré y su novela Moscow Rules. Las reglas del maestro con Moscú venían a decir «actúa siempre como si te estuvieran observando», «sé paranoico», «recuerda que en todo momento te mueves por territorio hostil». Las mías para Londres se resumirían en «cúbrete las jodidas espaldas, «asegúrate de que, si la cagas, le cargarán el muerto a otro». Fue pues un juego de espejos con la novela de Le Carré y han ido reapareciendo a lo largo del ciclo, ya se hacía referencia a ellas en el título fundacional, Caballos lentos, que surgió al calor del Brexit, momento en que se me hizo más evidente que nunca que los políticos del Reino Unido sólo miran por sus intereses a la hora de medrar, que la población se las trae al pairo y que si algo falla se cuidan mucho de desviar responsabilidades.
LENGUA: ¿Qué convierte Londres para usted en un escenario tan rico para la novela de espionaje?
Mick Herron: Nunca he vivido en Londres, pero me pasé muchos años acudiendo a trabajar; de hecho, La Casa de la Ciénaga está muy cerca de mi antigua oficina, así que, desde un punto de vista meramente práctico, estaba muy familiarizado con el terreno, me fue cómodo tirar de escenarios de mi día a día. A nivel general, la tradición literaria de Londres es abrumadora, empezando por Charles Dickens, de quien prácticamente se puede decir que se adueñó de la ciudad. Es una localización maravillosa e inagotable para un escritor, y como toda gran urbe, se abre a multitud de metáforas y estados de ánimo.
«La tradición literaria de Londres es abrumadora, empezando por Charles Dickens, de quien prácticamente se puede decir que se adueñó de la ciudad. Es una localización maravillosa e inagotable para un escritor, y como toda gran urbe, se abre a multitud de metáforas y estados de ánimo».
LENGUA: El populismo está en el centro de Las reglas de Londres por medio del temible político Dennis Gimball. ¿Hablamos de una de sus máximas preocupaciones actuales?
Mick Herron: Claro, y no circunscrita al ámbito británico sino a un nivel global. Su auge es peligroso y pernicioso para las instituciones democráticas. Ha sido una maldición en este país, pero hemos visto ejemplos terroríficos del mismo en Estados Unidos, buena parte de Europa y otros lugares.
LENGUA: ¿Qué lo llevó a escoger Corea del Norte como país de origen de los malos?
Mick Herron: Por entonces -hablamos de 2018, año de su publicación original- sus malas acciones recibían mucho eco en los medios. Además, en ese punto concreto del ciclo, necesitaba a unos villanos foráneos. Nosotros seguimos siendo los causantes de muchos de los problemas, pero por una vez quería contar con una amenaza externa. Dado que actúan en suelo británico, no necesité documentarme más allá de consultar artículos de prensa.
LENGUA: Sin ánimo de destripar la trama, la novela incluye un plan para desestabilizar países del Tercer Mundo. ¿Esta excusa argumental está tomada de la realidad?
Mick Herron: No, pero su existencia se me antoja de lo más plausible y eso me motivó a intentar conseguir que también o fuera para el lector.
Mick Herron. Crédito: Roser Ninot.
LENGUA: Las reglas de Londres es el quinto título de un ciclo que ya ha alcanzado las ocho entregas. ¿Diría que ha evolucionado de una forma significativa, tanto en términos de contenido como formales? ¿Qué balance hace?
Mick Herron: Diría que el trasfondo político está retratado con más precisión y detalle que en los inicios. Precisamente Las reglas de Londres fue el primer título en el que profundicé en cuestiones políticas. Fuera de esto... conozco a mis personajes mucho mejor que al principio y espero que se traduzca en más sustancia a la hora de retratarlos y también de abordar las relaciones entre ellos. He ido creciendo como escritor en paralelo al ciclo, y aunque por sistema he buscado la consistencia de cada título, confío en que esto se refleje en términos de calidad, pero sólo los lectores pueden juzgar algo así. Ahora paso mucho más tiempo editando mis libros, elimino muchas más páginas, la reescritura es tan importante como la escritura.
LENGUA: ¿Tiene decidido el número final de títulos y la conclusión del ciclo?
Mick Herron: No, no, ojalá pudiera decir lo contrario pues creo que haber partido con un arco narrativo definido me habría sido de gran ayuda. En estos momentos estoy escribiendo el noveno título y lo único que sé es que no va a ser el último.
LENGUA: ¿Cómo valora la adaptación que Apple TV está llevando a cabo de sus defenestrados agentes?
Mick Herron: No podría estar más feliz, han hecho un trabajo fantástico. Sólo el reparto ya es de ensueño. Está siendo una gran experiencia colaborar en calidad de asesor, leyéndome los guiones y haciendo algunas sugerencias. En breve se estrena la tercera temporada y en 2024 contaremos con una cuarta, ¿qué más puedo pedir?
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