Bernard Minier: el Mal está en los detalles
Cinco millones de ejemplares vendidos contemplan la apuesta de Bernard Minier (Bèziers, 1960) por un «thriller» hiperbólico y en ocasiones crudo que ha explorado los múltiples rostros del Mal. Con «Lucía» (Salamandra), el autor francés inaugura una serie protagonizada por una guardia civil que en esta ocasión va a la caza de un asesino en serie que se inspira en cuadros renacentistas: «Al escribir sobre España he intentado huir del tipo de novela de turista que practicó Dan Brown con París».
Por Antonio Lozano
Bernard Minier en una foto de marzo de 2021. Crédito: Getty Images.
No tiene ningún miedo Bernard Minier a la hora de zarandear la credibilidad del lector con escenas y personajes que rozan lo disparatado. Orgullosamente contaminado por dos géneros con tan larga tradición en Francia como la novela folletinesca y el gótico, sus miles de lectores en las veintisiete lenguas a las que ha sido traducido ya esperan piruetas, rizos, golpes de efecto, excentricidades… un catálogo de recursos de impacto que, según propia confesión, llegan a bordear la provocación. Pero debajo de la pirotecnia y el asombro yace una voluntad de denuncia de muchos de los problemas más acuciantes que definen nuestro presente. Sus estrechos vínculos con España -su madre nació en el Alto Aragón- lo han llevado a darle un descanso a su personaje más emblemático, Martin Servaz, comandante de la Policía Judicial de Toulouse, para poner el foco en una teniente de una unidad de élite de la Guardia Civil, una mujer de armas tomar y enorme carisma. Salamanca en especial, pero también Madrid, Valladolid, Pirineo Aragonés y Segovia, sirven de marco a la persecución de un monstruo en el que la erudición y la tecnología tendrán un papel muy destacado.
LENGUA: Abandonó pronto los estudios universitarios de Medicina, trabajó como funcionario de aduanas y no fue hasta rozar la cincuentena que empezó a publicar. ¿Qué lo impulsó a probar fortuna con la novela negra?
Bernard Minier: La escritura me interesa desde niño, a los quince años ya fabulaba historias de ciencia ficción para mis amigos, a los veinte quise ser el nuevo Nabokov o Thomas Bernhard, aunque pronto entendí que su excelencia no estaba a mi alcance, y a los treinta me dio por las obras de teatro. Lo del género negro fue casi un accidente y nació de una especie de reto, había leído profusamente tanto clásicos -Conan Doyle, Simenon, Chandler, Manchette…- como contemporáneos -Henning Mankell me dejó una honda huella- y creía haber entendido los códigos y las reglas del género, por lo que me lancé, sin considerarme en absoluto un especialista, a escribir Bajo el hielo. Aún trabajaba como funcionario de aduanas, de modo que aprovechaba los fines de semana y las vacaciones. Tardé dos años y medio en acabarla, se la ofrecí a las cinco editoriales franceses más importantes y cuatro de ellas se mostraron interesadas. Tuve la inmensa fortuna de que fuera un éxito comercial y que la editorial me ofreciera un nuevo y más generoso contrato por mis siguientes libros. Y aquí estoy, doce años después, porque sigo divirtiéndome y disfrutando, a la par que me permite decir muchas cosas sobre la condición humana en general y la sociedad francesa en particular.
LENGUA: Ese debut ya marca las líneas maestras de su aproximación a la novela negra y el thriller, donde manifiestas su afición a lo extremo y retorcido, incluso a lo extravagante en ciertos momentos. Su inspiración parece venir más del folletín que del polar.
Bernard Minier: Por descontado que me veo formando parte de esa tradición. Desde el principio quise aportar mi propio estilo y universo, mezclando la vena comprometida y social de la novela negra con la espectacularidad del thriller (un género que, en cierto sentido, es una actualización de los mecanismos del folletín). Quiero componer historias adictivas, que entretengan mucho, y que retraten la sociedad y los tiempos en los que vivimos. La clave está en hallar un equilibrio entre ambos objetivos.
Salamanca, otoño de 2019...
LENGUA: En aras de este chute de adrenalina, no teme llevar la maldad, la acción, la violencia… a cotas hiperbólicas.
Bernard Minier: Me gusta empujar los límites, ver hasta dónde puedo forzar la credibilidad del lector. Mi gran maestro en este sentido es Jo Nesbø, que te zarandea e impacta sin ningún tipo de pudor. Para contrarrestar este ángulo que noquea la realidad, hice que mi inspector Martin Servaz fuera un tipo normal, alguien nada aficionado a la botella, un desastre empuñando un arma, un individuo que lejos de ser un superhéroe podría ser tu vecino o un familiar tuyo. En definitiva, un hombre ordinario al que colocar en situaciones extraordinarias.
LENGUA: ¿Cómo se plantea no romper del todo la credibilidad del lector para que no se sienta engañado?
Bernard Minier: Todo el trabajo de la policía que muestro nace de una concienzuda labor de documentación y de consultar a fuentes, todo lo cual reflejo luego con rigor en la página. Algunas situaciones y crímenes pueden llegar a ser extravagantes pero las reacciones emocionales a los mismos y el modo en que las fuerzas de la ley los investigan y combaten son fieles a lo que ocurriría en el plano de la realidad.
«Me gusta empujar los límites, ver hasta dónde puedo forzar la credibilidad del lector. Mi gran maestro en este sentido es Jo Nesbø, que te zarandea e impacta sin ningún tipo de pudor».
LENGUA: El lector intuye que se lo pasa en grande diseñando muertes grotescas.
Bernard Minier: Y tanto, es la mar de divertido. En mi última novela, Un oeil dans la nuit, recién publicada en Francia, hago que un productor de cine misántropo y vicioso se suicide tirándose al vacío desde lo alto de un castillo bretón justo después de masturbarse. Disfruto provocando y confío en lanzar el mensaje de que lo políticamente incorrecto no me importa nada, vivimos tiempos peligrosos de intimidación y autocensura. Me irrita sobremanera todo lo que pretenda limitar la libertad de expresión de un escritor. Como declaró André Gide, la única moral de un libro es si es bueno o malo. Dejar indiferente al lector es el mayor fracaso de un autor. Una de las cosas buenas del género negro y del thriller es que te concede mucho margen de acción, algo en lo que coincide con el cine de terror. El que este fuera el marco de mi última novela me llevó a ver muchas películas y comprobar que ahí se muestra de todo. No debemos perder esta libertad, permitir que esta llama se apague.
Bernard Minier en una foto de marzo de 2021. Crédito: Getty Images.
LENGUA: Con Lucía inaugura una nueva serie ambientada en España. ¿Qué desafíos le ha supuesto salir de los escenarios y la cultura francesas?
Bernard Minier: Me ha obligado a cambiar de parámetros. Para empezar, mi protagonista pasaba de ser un hombre de mi edad y nacionalidad como Servaz, y con el que comparto afinidades generacionales, a una mujer joven de otro país y con visiones de la vida diferentes. Además, ella es una heroína de acción mientras que él es un tipo más cerebral y reflexivo. A escribir Lucía me ayudó conocer bien España, país que he ido visitando regularmente desde que tenía veinte años y que está lleno de familiares y amigos. Viví intensamente los años de la Movida y de la Transición democrática y lo he visto evolucionar desde dentro y desde fuera. Mi objetivo fue no parecer un turista, un autor francés de thriller que se da un garbeo por España, sino conseguir una novela que pudiera haber escrito perfectamente un escritor local. En otras palabras, huir de las novelas-tour de Dan Brown por París.
LENGUA: El personaje de la teniente Lucía Guerrero es asimismo un vehículo para profundizar en problemáticas de la mujer como el machismo, la falta de igualdad de derechos, la violencia de género...
Bernard Minier: Desde el principio me ha gustado tener personajes femeninos fuertes (Bajo el hielo y No apagues la luz serían ejemplos de ello) y abordar asuntos que afectan a la mujer y que nos interpelan como sociedad. Por cierto, he descubierto que España es un país más avanzado que Francia en la lucha contra la violencia de género.
«Disfruto provocando y confío en lanzar el mensaje de que lo políticamente incorrecto no me importa nada, vivimos tiempos peligrosos de intimidación y autocensura. Me irrita sobremanera todo lo que pretenda limitar la libertad de expresión de un escritor».
LENGUA: Pese a encontrarse en lados diferentes de la ley, es inevitable pensar en Lisbeth Salander al analizar la composición del personaje de Lucía Guerrero: su dureza, su vestimenta oscura, sus tatuajes…
Bernard Minier: No cabe duda que Stieg Larsson creó a un arquetipo del que muchos hemos tomado prestados elementos pero tengo la prueba de que Lucía no es Lisbeth. [Minier me muestra un vídeo en el que se ve a una mujer de espaldas, con coleta y camiseta banca sin mangas, haciendo prácticas de tiro. «Lleva tatuajes y piercings aunque no se aprecian», añade]. Mi punto de partida fue una persona real que es toda una guerrera, aunque no policía, y cuya identidad obviamente no puedo revelar. De cara a pulir el retrato de Lucía consulté con muy buenas amigas lectoras: tener más mujeres que me leen que hombres -algo extensible a todos mis colegas, quizá con la excepción de los dedicados a la ciencia ficción- añadió más relevancia a no meter la pata…
LENGUA: ¿Hubo alguna particularidad de la Guardia Civil que le pareciera interesante desde un punto de vista literario? ¿Quizá rasgos propios que no comparte con la policía francesa?
Bernard Minier: Me sorprendieron más los rasgos compartidos a ambos lados de los Pirineos, sobre todo en cuestiones negativas como los bajos presupuestos, los coches destartalados, reglamentos crecientemente coercitivos, el aumento del trabajo burocrático y el descenso del que se lleva a cabo sobre el terreno, las plantillas reducidas… Bueno, una curiosidad de la Guardia Civil sí que me descolocó: son las primeras fuerzas policiales que rechazaron mi ofrecimiento a aparecer en los agradecimientos.
Bernard Minier en una foto de marzo de 2021. Crédito: Getty Images.
LENGUA: Los cuadros renacentistas y barrocos inspirados en pasajes de Las metamorfosis de Ovidio y la bibliofilia son troncales en Lucía. ¿Estos toques cultos nacen de sus propias aficiones?
Bernard Minier: Desde mi primera novela he querido compartir con mis lectores mis intereses, gustos, inquietudes… y en Lucía he volcado mi pasión por la pintura del Renacimiento y del Barroco. Los dos grandes textos que inspiraron a sus artistas fueron la Biblia y Las metamorfosis, que supone un catálogo de escenas ultraviolentas y espantosas, casi podríamos hablar de una novela negra. También me fascina la erudición, sospecho que soy un académico frustrado, lo mío ha sido el autodidactismo más absoluto. De aquí el placer a la hora de crear a un personaje como Salomón Borges, el catedrático de Criminología de la Universidad de Salamanca, muy relevante en la trama de Lucía, y que como en el caso de Guerrero, está inspirado en una persona real. Me gusta que la frontera entre realidad y ficción sea muy fina, llevando al lector a preguntarse qué pertenece a cada cual.
LENGUA: Lucía aborda temas muy duros como la pederastia o las violaciones. ¿Tiene alguna suerte de código ético para materiales tan inflamables?
Bernard Minier: Uno debe acercarse a ellos con mucha responsabilidad y seriedad. El realismo y el tacto me parecen esenciales. Me prohíbo escribir escenas con niños, a veces los incluyo como víctimas pero sus historias nos llegan a través de testimonios o diarios, nunca de la descripción directa. Tengo mis límites éticos. Algunas escenas de violencia con adultos operan del modo completamente opuesto: son tan extravagantes y pasadas de vueltas que es un modo de decir: «Aquí estamos en el territorio de la novela, no en la realidad».
«Me limito a hacer las cosas lo mejor que sé, le pongo mucho esfuerzo, invierto mucha energía y tiempo en cada una de mis novelas. No soporto a los vagos».
LENGUA: Ha vuelto repetidas veces a la figura del asesino en serie. ¿Cómo diría que va renovando su composición para mantener el interés del lector?
Bernard Minier: Es una figura tan explotada que tengo mis dudas sobre si aún hay espacio para la originalidad. Hablamos de una expresión tan evidente del Mal Absoluto que, aunque la he abordado en algunas ocasiones y resulte divertida de escribir, debo decir que me interesan más otras formas del Mal, como aquel que lo ejerce impulsado por su carácter servil o gregario, o el que intentando hacer el Bien hace el Mal, o el que lo practica entendiendo que el fin justifica los medios. En cualquier caso, de nuevo el realismo no es algo que me condicione en absoluto a la hora de trabajar sobre el arquetipo del asesino en serie.
LENGUA: ¿Ha llegado a alguna conclusión sobre el Mal?
Bernard Minier: Creo que fue Spinoza quien formuló primero una idea a la que me adhiero: el Mal es un concepto humano. En la Naturaleza no existe, los animales matan para alimentarse. Si hemos necesitado distinguir entre el Mal y el Bien ha sido con el propósito de evolucionar como sociedad.
LENGUA: ¿Tiene alguna intuición de por qué ha conectado masivamente con los lectores?
Bernard Minier: ¿Por qué he sido tan afortunado de convertirme en un best seller y tantos compañeros no? No le doy ninguna vuelta, no quiero ni pensarlo por miedo a que me afecte y me ponga a buscar una fórmula que no existe… Me limito a hacer las cosas lo mejor que sé, le pongo mucho esfuerzo, invierto mucha energía y tiempo en cada una de mis novelas. No soporto a los vagos. Lo que distingue un buen thriller de un gran thriller -algo extensible a cualquier libro- son los detalles, ellos son los que consiguen que una lectura sea memorable. Repetiré aquí lo que siempre les digo a mis alumnos de los talleres de escritura: «Cocino el plato que deseo comer». Intento escribir el thriller ideal para el lector que soy, una faceta que antecede a la del novelista. No hay más receta.
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