Carles Porta: un monstruo viene a vernos
Mucho antes de que se le llamara «true crime», cuando se la conocía simplemente como crónica negra, Carles Porta ya estaba ahí, investigando en primera persona y dando cobertura a relatos capaces de helarnos la sangre, pero también de revelarnos multitud de aspectos sobre el individuo y la sociedad. Un recorrido por valles sombríos que llaman por sistema a la reflexión, interpelándolos con preguntas no por incómodas menos necesarias. Su último libro, «Crímenes: Pecados capitales» (Reservoir Books), reúne siete casos reales que de alguna manera responden o encajan con las siete lacras -soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza- que, según la tradición eclesiástica cristiana, están en el origen de los demás vicios.
Por Antonio Lozano
Carles Porta. Crédito: Diego Lafuente.
Carles Porta (Vila-sana, Lleida, 1963) lleva mucha mili periodística a sus espaldas. Comenzó su carrera en el diario Segre y luego pasó a TV3, la televisión autonómica catalana, donde ejerció de corresponsal de guerra y se especializó en reportajes y documentales. Desde la publicación de su libro Tor. La montaña maldita en 2005, se ha convertido en un referente del periodismo de investigación sobre el mundo de la crónica negra, que ha desarrollado en diversos formatos, destacando el podcast y la producción televisiva Crímenes, un gran éxito de público que le ha merecido un Premio Nacional de Comunicación y un Premio Ondas al Mejor Programa de Radio.
Sus crecientes responsabilidades como guionista, productor y conductor no le han impedido ir trasladando su universo negro al papel. Tras la publicación de La farmacéutica. 492 días secuestrada y Crímenes: Diez casos reales, este 2023 ha publicado Crímenes: Pecados capitales, una colección de apasionantes, desconcertantes e impactantes historias reales, unidas por las pasiones más bajas del individuo y con las que de nuevo se radiografían los pasillos más oscuros del alma humana con el objetivo de intentar responder a la eterna pregunta de por qué matamos.
Ya se trate de episodios sonoros, como el secuestro de Mélodie Nakachian, en el ámbito de la jet set de la Costa del Sol en los años ochenta, o la historia del monje Shaolin de Bilbao, que había convertido su gimnasio en un pozo de los horrores, como de protagonizados por gente corriente -un guardia de seguridad, el propietario de un concesionario de coches…-, en cada una de estas historias resuena el célebre lema acuñado por su autor para definir su trabajo: «Poner luz a la oscuridad». En otras palabras, indagar, partiendo del máximo rigor periodístico y el respeto absoluto a todas las partes implicadas, y darle un ritmo narrativo trepidante a los más abyectos comportamientos de nuestros congéneres con el propósito de entender mejor nuestra naturaleza compleja, no olvidar a las víctimas directas ni la onda expansiva de dolor que acarrea su ausencia y reconocer el esfuerzo previo de todos aquellos que lucharon para que se hiciera justicia.
LENGUA: ¿Qué le condujo al periodismo?
Carles Porta: Yo siempre había escrito, incluso llegué a ganar un concurso de redacción escolar organizado por la Coca Cola, y a la hora de escoger carrera, me debatía entre Derecho y Periodismo. ¿Qué me llevó finalmente a decantarme por lo segundo? Derecho exigía hincar demasiado los codos y dos amigos míos que habían acabado primero de Periodismo se me acercaron y me dijeron: «¡Nos pasamos el día de fiesta y follando!». ¡Vamos allá! El problema es que me aburría de la muerte, me tiré medio año sin asistir a clase, volcado en organizar fiestas. Aquello no era serio, de manera que me puse a trabajar los fines de semana. En 1984 entré de becario en el diario Segre. Aún recuerdo que, el primer día que aterricé en la redacción: el subdirector Ramon Perelló me tendió tres libros de Truman Capote. Uno de ellos era A sangre fría, con el que seguramente descubrí alguna cosa. El periodismo local es con diferencia la mejor escuela que existe: haces de todo de manera directa y cuentas con unos maestros excelentes.
LENGUA: ¿Y cómo dio inicio su vínculo con la crónica negra?
Carles Porta: A partir del momento en que entré en la sección Tribunales y Sucesos. En la redacción disponíamos de un escáner conectado a la frecuencia de la policía, los bomberos… de manera que llegábamos con rapidez a los incidentes. Fue ahí donde descubrí que detrás de los juicios, una cosa aparentemente pautada y técnica, latían historias de interés humano, siempre en los márgenes, en la periferia, las cuales además demandaban una mirada más narrativa. Después todo vino rodado: el programa centrado en el caso Tor del programa 30 minuts, la sección sobre crímenes en el programa radiofónico Estat de gràcia, la creación de la productora…
Luz en la oscuridad...
LENGUA: Ha abordado el crimen desde diferentes disciplinas (radio, televisión, libros). ¿Cuál diría que es el fuerte de cada medio a la hora de sumergirse en esta temática específica?
Carles Porta: Cuando escribo el gran reto radica en encontrar el equilibrio entre emoción y tensión y dejar que el lector disfrute de la lectura como si estuviera dentro: si ofreces demasiados elementos, coartas; si ofreces pocos, no conecta. Se trata pues de generar complicidad, de hacerlo copartícipe. En la radio la relación es diferente, muy íntima dado que la mayoría la escucha en soledad o con auriculares. El oyente lo quiere todo fácil, no quiere pensar, el reto del audio es garantizarle todo aquello necesario para que no se pierda, se despiste o se duerma. En la tele se produce una combinación de estos factores, pero a través de ella lo que me gusta, por encima de todo, es llegar a las emociones de la gente (aquí sospecho que yace el éxito de Crímenes). Esto significa que trabajamos los guiones para generar inquietud, miedo, rabia… para llegar a flor de piel, que la gente enseguida se identifique con la víctima, compadezcan a los familiares, se enfaden con la policía si no detienen a los malos… En definitiva, crear sensaciones y ambientes.
Carles Porta. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: ¿Cuáles son los principios éticos que deben guiar la investigación y la exposición de hechos criminales?
Carles Porta: Existe uno de fundamental que es la honestidad. Trabajamos con rigor, respeto y ritmo narrativo, lo que yo llamo las tres erres. Rigor: que todo lo que se exponga sea real, verdadero y contrastado. Invertimos muchas horas en cada detalle porque hemos de ganarnos tu confianza. Respeto para todos, en primer lugar, para las víctimas, lo cual implica no entrar en detalles innecesarios, en ámbitos de la vida que no tienen nada que ver con el caso, huir de la intromisión aplicando el sentido común. Esto me viene del periodismo local, cuando iba a cubrir un suceso pensaba que al día siguiente me podía encontrar con algún familiar o conocido de los protagonistas, aquello era muy pequeño y no era plan que me soltaran una sarta de insultos, me acusaran o me ridiculizaran. Y para acabar, el ritmo, que supone una cuestión formal: me gusta gustar y enganchar. Pero ojo: en ocasiones, el ritmo se consigue con un silencio.
LENGUA: ¿Qué peaje emocional tiene el hecho de tratar con el lado más oscuro del ser humano de manera tan continuada?
Carles Potra: Depende del momento vital, del crimen en particular, de tu situación personal… pero por regla general sigo el ejemplo de mis amigos en las ramas de la Psiquiatría y la Psicología, los cuales siempre me han insistido en la necesidad de evitar llevarme los casos a casa, tenerlos en la cabeza todo el día. Procuro ir poniéndome y sacándome el mono de trabajo. Dicho esto, existen situaciones delicadas, como por ejemplo cuando hay niños de por medio, lo cual te afecta mucho si eres padre, dificultando enormemente que pongas la distancia necesaria. Con frecuencia a mi equipo y a mí se nos caen las lágrimas al escuchar los testimonios de las víctimas. Al mismo tiempo, un caso empuja al otro, esto es un trabajo y siempre has de procurar estar centrado en el caso entre manos.
«El verdadero true crime se encuentra a medio camino entre el periodismo y la novela, recurre a herramientas de ficción para explicar un caso real, se trata de un trabajo narrativo que necesita de cinco, siete o diez años».
LENGUA: Tratar con el círculo íntimo de las víctimas ha de ser delicadísimo.
Carles Porta: Muchas veces se te acercan suplicándote que resuelvas un caso y yo no me canso de repetir que nuestro objetivo no es resolver crímenes, sino explicar historias. Resolver es tarea de la policía y los fiscales. No contamos ni con tiempo ni con dinero, si damos con alguna prueba se la entregamos a las autoridades y listos. Además, tampoco nos dedicamos a juzgar, debemos ser neutrales, narradores puros.
LENGUA: Hablando de su último libro, ¿qué pecado capital le merece más indulgencia?
Carles Porta: Me cuesta creer en el concepto de pecado; pero si hablamos de indulgencia en un sentido religioso, lo cierto es que la siento hacia todos. Ahora bien, el asesinato es lo que encuentro más reprobable e indigno.
LENGUA: ¿Qué diría que acaba vertebrando un despliegue de crímenes tan variopinto como el que muestra la obra?
Carles Porta: El hilo que conecta todos los casos es, en última instancia, la humanidad. Somos humanos y matamos a humanos. Diría que somos la única especie sobre la faz de la Tierra que mata por placer o impulsada por motivos extraños. Como sintetizó de forma ocurrente un fiscal: «Todo lo que desemboca en un asesinato podría aglutinarse en un palmo, el que abarca desde la bragueta al bolsillo». Dicho esto, también es cierto que cada caso es diferente porque cada asesino y cada víctima son diferentes, al tiempo que las circunstancias de cada individuo son particulares. No me gusta sacar conclusiones porque no creo que sea un papel que me corresponda. Mis funciones son observar y narrar, nada más.
Carles Porta. Crédito: Diego Lafuente.
LENGUA: ¿Cree que atravesamos un contexto de sobreproducción de libros, películas y series sobre crímenes que tiene sus aspectos nocivos?
Carles Porta: Depende de la óptica con la que se mire el asunto. Si se sobreproduce es básicamente porque previamente existe una demanda y un público. Esto pasa con todos los géneros, ya hablemos de libros de autoayuda o de cocina. No creo que exista una sobreproducción, sino una producción exagerada en ciertos términos, una que no es de calidad, digamos muy deficitaria, y aquí prefiero pensar que el público es lo suficientemente listo como para saber cribar y escoger.
LENGUA: ¿Y ante esta oferta tan pobre no corremos el riesgo de insensibilizarnos hacia cuestiones muy serias?
Carles Porta: Bueno, depende de cada uno… De existir este proceso de insensibilización, que vengan unas leyes a prohibir que se haga crónica negra y true crime. ¿Dónde ponemos la raya? Esto lo establece el mercado. Hay productos que ponen reflexión y contexto, y lamentablemente los hay que no. Al final la educación la deben hacer los padres, la familia y el colegio, no los medios de comunicación ni los periodistas. No quiero entrar en este tipo de cuestiones y opiniones. Yo me dedico a hacer un producto de mucha calidad, basado en el rigor y respeto, y lo que haga el resto se lo dejo al buen criterio de la gente, que la presupongo con edad y madurez para decidir.
LENGUA: ¿Hay algún caso de los reunidos en Crímenes: Pecados capitales que lo conmocionara de una forma especial?
Carles Porta: Todos los casos son importantes desde el momento en que todos implican víctimas; pero cuando hay niños, como es el caso del bebé de Canovelles, la situación se hace mucho más dura y la comprensión se hace más difícil. Probablemente sea el caso que más me ha perturbado y que me ha dejado una huella más imborrable.
«Llevo dos años sin poder leer y con las cervicales hechas polvo, con un estrés laboral descomunal (...). Todo el mundo quiere más. Gestionar un fenómeno así no es sencillo, pero uno debe aprovechar cuando está surfeando la ola porque en el mundo del periodismo nunca sabes cuándo pasará tu momento».
LENGUA: ¿Considera que hay algún aspecto de cómo se hace true crime en el extranjero del que habríamos de tomar buena nota?
Carles Porta: De entrada, existe uno de crucial que es el tiempo que le dedican. Creo que técnicamente buena parte del true crime que se factura en España no lo es, si acaso hablamos de reportajes largos y vistosos. El verdadero true crime se encuentra a medio camino entre el periodismo y la novela, recurre a herramientas de ficción para explicar un caso real, se trata de un trabajo narrativo que necesita de cinco, siete o diez años. Aquí la manera de funcionar es muy superficial, en el género abundan las cosas efímeras y de baja calidad que por desgracia invisibilizan propuestas que sí merecen la pena. Dicho esto, algunas de les historias de Crímenes son true crime y otras no, porque a veces hemos de trabajar demasiado rápido, una de las batallas a la que nos enfrentamos ahora mismo es procurar reducir el número de capítulos y trabajar con años por delante con la idea de conseguir una mirada profunda a los temas.
LENGUA: ¿Existe el riesgo de que el monstruo los devore?
Carles Porta: Hemos de ir con cuidado y detenernos a reflexionar. Llevo dos años sin poder leer y con las cervicales hechas polvo, con un estrés laboral descomunal. Hemos crecido una bestialidad y nos llegan ofertas de todos lados y de todo tipo. Todo el mundo quiere más, los equipos crecen… Gestionar un fenómeno así no es sencillo, pero uno debe aprovechar cuando está surfeando la ola porque en el mundo del periodismo nunca sabes cuándo pasará tu momento. De todos modos, la investigación periodística sobre crímenes no se puede industrializar, tratamos con gente de carne y hueso.
LENGUA: ¿Y cómo mantiene la cabeza fría frente a semejante éxito?
Carles Porta: Si dejo de fregar los platos, dejo de tener los pies en el suelo. Yo vengo de muy abajo. Creo poseer serenidad y ser muy consciente de lo que me ha costado llegar hasta aquí, de lo que cuesta hacer lo que hacemos, de la cantidad de gente que participa… Diría que después de tantos años de periodismo no he perdido la humildad, al tiempo que la imbecilidad y el egoísmo los tengo bajo control.
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