
Cómo identificar la ansiedad infantil
Cuando hablamos de ansiedad infantil, tenemos que tener en cuenta que estamos hablando de un trastorno mental que limita al niño, en el que su sintomatología es la ansiedad, la fobia, el temor y/o el miedo…
Hoy Alejandra Melús nos da las claves para poner solución cuando identifiquemos las señales.

En muchas ocasiones se puede observar que los niños y las niñas a edades tempranas, a lo largo de su infancia, expresan esta ansiedad a través de otros síntomas, con quejas físicas, dolores que persisten… y es aquí donde los Pediatras de Atención Primaria cobran un papel esencial, sabiendo detectar los primeros síntomas para poder ofrecer un tratamiento adecuado, adaptándose a las necesidades de cada niño y de su familia. Si hay una cuestión que cada vez va tomando más protagonismo e importancia en nuestra sociedad, ésta es la salud mental.
A raíz de la COVID-19 los datos empezaron a saltar en los medios de comunicación y se pusieron en relieve las carencias que nuestro sistema tenía para poder abarcar la realidad y dar visibilidad a los muchos trastornos mentales que existen y que están muy presentes en nuestra sociedad.
Una nota de prensa que compartía la Asociación Española de Pediatría en el 2022 concluyó:
(…) Antes de la pandemia ya se estimaba que en torno al 10% de los niños y al 20% de los adolescentes sufría trastornos mentales, con consecuencias que se pueden prolongar a lo largo de toda su vida. En la actualidad, los adolescentes presentan más ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones y conductas suicidas. Así lo ha constatado el Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, del que forman parte la Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPI), dependiente de la Asociación Española de Pediatría; la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP) y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap).
Estudios realizados por diversas ONG (UNICEF, Fundación ANAR o Save the Children) han alertado también del impacto de la pandemia. Se estima que los trastornos de ansiedad o depresivos casi se han cuadruplicado (de 1,1% al 4%).
Sabiendo esto, te sugerimos dos cuentos para luchar contra estos trastornos:
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Hablar de las emociones, ponerlas en relieve, aceptarlas, no juzgarlas, y comprender que no existen emociones buenas ni malas, nos hace entender que todas ellas nos aportan algo diferente y necesario para poder crecer, madurar, transitar el camino y exprimirlo.
En el cuento Nadia nunca dice nada, queda muy bien expresado qué es lo que su autora, Luisa Aguilar, y su ilustrador, Ricard López, quieren transmitir.
Nadia es una niña de esas que se perciben como fáciles, sencillas, que no «dan guerra». Es decir, fácil de llevar y acompañar para sus padres, fácil para sus profesores, para la familia, fácil para su hermano o incluso para el dentista, pero ¿qué siente Nadia cuando está rodeada de los demás? ¿Cómo se siente ella cuando su hermano le roba la atención de sus padres? ¿O cuando se queda sola a la hora del recreo? ¿O cuando escucha a sus padres discutir? ¿O cuando le dicen que tiene el pelo como si fueran zanahorias?
En el cuento podemos observar como a través de metáforas, su autora e ilustrador nos explican cómo se siente Nadia en cada una de las situaciones que vive, y que aunque la protagonista no diga nada, y no sea capaz de expresarlo con palabras, la realidad es que sí siente muchas emociones ante tales situaciones como, por ejemplo, frustración, miedo, tristeza, celos, vivencia de un duelo…
Nadia carga con todas esas emociones hasta que un día no puede más y explota.
Y de esto trata este cuento, de aprender a poner palabra y voz a lo que sentimos, expresando de manera adecuada aquello que nos preocupa, que no nos gusta, que nos hace sentir incómodos, que nos quita o resta paz, que nos genera malestar.
De este modo aprenderemos a reducir la intensidad de la emoción, a buscar herramientas para saber acompañarla, a encontrar el modo de encajarla adecuadamente y a aceptarla en nuestras vidas, comprendiendo que está ahí con un fin.
Si cuidamos y damos valor a nuestras emociones desde que somos niños, no tendremos que aprender a cuidarlas siendo ya adultos, como en muchos casos ha sucedido con las generaciones adultas de nuestra sociedad actual.
Ahora ya tenemos los datos y conocemos las consecuencias, por lo que lo idóneo es aprender a poner los medios necesarios para poder abordar las situaciones de la manera que merecen. La salud mental no es sólo cosa de adultos sino de todos.
En algunos casos habrá que recurrir a los profesionales de la salud, tales como psiquiatras o psicólogos, y en otros, podremos comenzar aprendiendo a poner voz a la emoción, a acompañarla con herramientas, adquirir estrategias de meditación y vuelta a la calma, de relajación, de aceptación y escucha a uno mismo y a los demás, de validación…
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No se trata de dar la espalda a aquellas emociones que nos remueven y nos hacen sentir poco cómodos, sino de aprender a escucharlas y convivir con ellas, dándoles la importancia que tienen pero sin que nos limiten ni nos hagan no poder vivir una vida como queremos.
También de esto habla el cuento Tengo un nudo en la barriga de Alberto Soler y Concepción Roger, un cuento muy práctico e ilustrativo que nos enseña cómo detectar en nosotros mismos y en los demás esa ansiedad o nervios que a veces parecen depositarse en un lugar del cuerpo y parecen nudos grandes que con las herramientas adecuadas pueden ir deshaciéndose y convirtiéndose en pequeños nudos.
Estos cuentos dan, sobre todo, visibilidad a una realidad de nuestra sociedad. Y es que la ansiedad no es sólo cosa de adultos, sino que cualquiera puede sentirla y es una emoción y una sensación muy fuerte que a veces nos impide y limita en nuestro día a día. Y enseñarles a los niños y a las niñas que puede ser acompañada, que podemos respirarla e ir haciendo que rebaje sus fuerzas en nuestro sentir, sin condicionarnos la vida, es muy positivo.
Encontrar el modo en que poder acompañar esta emoción adecuadamente junto a nuestros niños y niñas es esencial, ya sea a través de metáforas, juegos, dibujos o diálogos. Y estos cuentos son, sin duda, una de las herramientas mejor valoradas por las familias que se han interesado por esta temática.
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