Lina Meruane por Marta Sanz: literatura contra el dolor
«Nunca me enfermé por escribir, pero sí por querer hacerlo y no poder». En este diálogo con la escritora española Marta Sanz, la chilena Lina Meruane reivindica la importancia a nivel filosófico del cuerpo humano, relegado habitualmente a un segundo plano dentro del pensamiento y la escritura tradicional. A lo largo de la conversación, mantenida a propósito del lanzamiento de «Zona ciega» (Literatura Random House), la autora latinoamericana reflexiona en voz alta sobre la vulnerabilidad de nuestros cuerpos y sobre cómo estos condicionan nuestra experiencia en el mundo, además de funcionar como espacios donde se articula la represión política.
Por Marta Sanz

Lina Meruane. Crédito: Getty Images.
Lina Meruane: Lo primero: Marta no necesita presentación pero sí me gustaría decir que yo siento muchísima admiración por Marta y que ella generosamente me está regalando este tiempo de lectura y conversación. Voy a mencionar algunos de sus maravillosos títulos: La lección de Anatomía, Clavícula, que es un tremendo libro, Monstruas y Centauras, y el que estoy leyendo en el momento actual, Parte de mí, que trata sobre la pandemia y es una compilación de escritos sobre este tema. Creo que no es necesario más que dar las gracias y dar las gracias a ustedes por acompañarnos en la presentación de mi libro Zona Ciega.
Marta Sanz: Esto de que la presentada presente a la presentadora habla muy bien de Lina, aunque no hacía falta hablar más bien de Lina. Para mí que Lina se pusiera en contacto conmigo para que yo presentara Zona Ciega fue un tremendo honor. Lo primero que quiero es agradeceros a todas y a todos vuestra presencia aquí, vuestra hospitalidad. Esta tarde vamos a hablar de ojos, de ceguera, de violencia de género, de violencia política, de mutilaciones, de los límites de la literatura ensayística, de la escritura autobiográfica, de cómo el verbo se hace carne, de cómo la carne se hace verso, de nombres entrelazados, de intertextualidades, de enfermedad, de queja, de pelotas de goma, de Homero, de Borges, de Milton, de Gabriela Mistral, de Marta Brunet, de Lina Meruane. Insisto, mil gracias por haberme elegido para presentar este libro que a mí me parece extraordinario. Lo es tanto que cuando comencé a leerlo se me enrojeció notablemente el borde del párpado inferior del ojo derecho. Tuve un enrojecimiento y un abultamiento que es algo muy parecido a cuando acabé de escribir Pequeñas mujeres rojas, que yo creo que somaticé todo ese dolor y me salió un orzuelo. El escritor italiano Giuseppe Berto murió de un cáncer de Colón que él había narrado, recreado y descrito en El Mal oscuro. Sábato escribió que escribir sobre una enfermedad es auto-condenarse a ella. De hecho, una de las cosas que dice Lina en su libro es que hay muchas personas que leyeron Sangre en el ojo, que sufrieron similitudes somáticas a las que tú describías en esa novela. Entonces, mi pregunta es, ¿tú te resientes del daño físico que te provocan tus textos o piensas que ciertos textos pueden servir para paliar el daño físico?
Enfermedad, memoria y escritura
Lina Meruane: Fíjate que yo no sufro mi escritura, nunca me enfermé por escribir, pero sí me he enfermado por querer escribir y no poder. Hubo unas vacaciones en las que yo pensaba «ay, no, ojalá no empezará el semestre, yo me quiero enfermar de algo para no tener que volver a la Universidad». Y, de hecho, me puse bastante grave. Me entró como un mal misterioso y no era psicológico sino inflamatorio y de pronto lo pasé muy mal. Nunca más he vuelto a desear querer enfermarme porque me pareció peligrosísimo desear algo tan terrible. Nunca más lo volví a hacer. Pero no, nunca me enfermé escribiendo. Yo en realidad disfruto mucho escribiendo y disfruto mucho teniendo tiempo para escribir, lo que me enferma es no poder hacerlo.
Marta Sanz: Un fallo de visión por mi parte. Cuando yo comencé a leer Zona ciega empecé por el principio. A mucha gente le gusta empezarlos por el final o por el medio y cada uno puede hacer lo que quiera con su lectura; pero en este caso yo empecé por el principio. Y el primer ensayo, que se titula Matar el ojo, es un ensayo político excelente que se abre con dos epígrafes: Uno es de Milton y otro es de Carlos Droguett. Y el epígrafe de este segundo dice: «El ojo es el hombre, es la parte del ser que contiene más cantidad de hombre». A partir de ahí, e insisto, mis prejuicios y mi falta de visión tienen la culpa, empecé a hacer hipótesis sobre que el libro de Lina iba a hablar de ocularcentrismo y patriarcado. Y habla de ocularcentrismo y patriarcado pero no en el primer ensayo. En el primer ensayo está hablando de cómo se apagan los ojos del pueblo. De cómo desde el poder se pueden apagar los ojos del pueblo. A mí me gustaría que tú resumieras las circunstancias sociales y políticas que a ti te llevan a escribir este primer ensayo de Zona ciega. Qué es lo que ocurre en Chile que a ti te remueve tanto para iniciar este proceso de escritura.
Lina Meruane: Lo cierto es que yo terminé de escribir este libro con ese episodio. Y es porque desde que yo escribí Sangre en el ojo, que es la novela sobre una mujer que se queda ciega, o casi ciega -pla ceguera es mi obsesión desde, casi diría, la infancia- yo he ido acumulando muchos materiales sobre el tema. Después de publicar Sangre en el ojo me pidieron un ensayo sobre este asunto con alguno de estos materiales escribí un breve ensayo que, en realidad, es el segundo de este libro y lo largo de esos diez años fui ampliando ese corpus, agregando reflexiones, todo lo que iba pensando sobre la literatura. Durante esa investigación aparecieron Gabriela Mistral quedándose ciega muy mayor de diabetes, que es la misma condición que tengo yo, y sus cartas a Marta Brunet, que es una escritora muy importante, no tan conocida fuera de Chile, que también estuvo casi ciega durante toda su vida a partir de los treinta años. Las cartas de ellas son realmente fabulosas y era asombroso que nadie hubiera escrito sobre esto que era un secreto a voces. Yo seguía escribiendo sobre ciegos y escritores ciegos y estas escritoras pero no terminaba de armar un libro porque no tenía sentido publicar algo tan personal. Hasta mi compañero me preguntó: «¿Pero a quién le importan tanto los ojos? ¿Quién va a leer esto?». Y yo pensé: «Tiene toda la razón». Terminé de decir eso cuando empieza el estallido social en Chile y no solamente empieza, sino que lo hace con una metáfora muy potente, la de un despertar. Como si el pueblo chileno hubiera estado dormido y de repente hubiera abierto los ojos. Y esos ojos abiertos del despertar chileno tuvieron su correlato siniestro con que la policía chilena empezó a disparar a la ciudadanía a los ojos. Fue impactante a nivel visual y realmente grotesco el gesto de inhibir a la ciudadanía y espectacularizarlo a través de las imágenes. Yo ahí entendí que había llegado el momento de concluir el libro porque el tema que a mí me parecía personal, de pronto también se revelaba como un político. Como si ese acontecimiento hubiese cerrado el círculo del cual yo no me podía restar porque venía pensando y escribiendo sobre ese tema desde hacía años.
«Empieza el estallido social en Chile y lo hace con una metáfora muy potente: la figura del despertar. Como si el pueblo chileno hubiera estado dormido y de repente hubiera abierto los ojos».
Marta Sanz: Luego te voy a preguntar más cosas sobre este Matar el ojo porque yo he aprendido muchas cosas leyendo este ensayo. Pero fíjate que tú has mencionado lo del argumento autobiográfico, tu propia experiencia con tus problemas de visión, lo que le ocurre también a Guadalupe Netel, y yo al leer tu libro recordé que ese era el tema de Sangre en el ojo, el libro con el que ganaste el premio Juan Inés de la Cruz». Me acordé también de esa palma de la mano que aparece en la película El laberinto del fauno donde se abre un ojo. Entonces veía que había unos desplazamientos en el cuerpo y en el texto, y yo me preguntaba hasta qué punto tú estableces un vínculo entre el ensayo y la autobiografía, y hasta qué punto Zona ciega se podría calificar -y la noción la saco de tu propio libro- de auto-ojo-grafía. ¿Es este libro una auto-ojo-grafía?
Lina Meruane: En parte sí, pero no solo. Yo vengo trabajando el cruce de géneros y al mismo tiempo utilizo materiales de todos los registros. A mí siempre me interesó ese cruce entre la experiencia visceral, la del cuerpo, y la reflexión tal vez más distanciada. Cuando escribí mi tesis doctoral, que en rigor es mi primer libro de ensayo, sentí que el tono era muy distante y que estaba muy enfriado, mi escritura era la de una crítica y no la de un yo, entonces cuando lo convertí en Viajes Virales me propuse dar cuenta de la cercanía en la introducción, refiriéndome a mi lugar en ese libro, a la urgencia mía por escribir sobre la pandemia del SIDA. Y hablé sobre un amigo muy cercano que había tenido SIDA cuando éramos muy jóvenes, cuando el virus era una sentencia segura de muerte. Los libros se escriben porque a una le importan determinados problemas. Y en ese importar está ya sembrado algo muy fuertemente autobiográfico. Esto no lo digo yo sola, lo dice antes que yo Silvia Molloy, una extraordinaria crítica y escritora argentina que tiene un libro imprescindible sobre la cuestión autobiográfica. Ella afirma que la autobiografía se presenta de muchas maneras en un texto. Está en nuestras lecturas, en nuestras observaciones, en nuestros sueños, en nuestras obsesiones, y es eso lo que te lleva al texto. Lo autobiográfica no sólo está en la anécdota si no en todo aquello que a una le preocupa.
Marta Sanz: Yo comparto absolutamente la visión de lo autobiográfico en la literatura que acabas de dar. No lo explico tan bien como tú pero estoy absolutamente de acuerdo. Hay otra cosa en el libro que es muy significativa desde el punto de vista estilístico y es que tú sueles escribir de forma muy fragmentaria, lo que te pone en relación con otra escritora muy preocupada por los ojos y la vista y la visión que es Remedios Zafra. También antes ha salido el nombre de Guadalupe Nettel, han salido los nombres de Gabriela Mistral y Marta Brunet. Puedo pensar también en otras escritoras preocupadas por problemas oculares como María Gainza y Mercedes Halfon, ¿Tú serías capaz de dibujar tus genealogías literarias desde este punto de vista, que es una expresión muy adecuada en nuestra conversación de hoy?
Lina Meruane: Esa construcción de genealogías es una construcción que a mí me llamó mucho la atención. Está muy presente en el pensamiento de Borges. Borges es uno de los escritores genealógicos por antonomasia porque no solamente organiza genealogías literarias, sino que también patrióticas y heroicas...Borges se inscribe en una estirpe de héroes patrios, aun cuando él no se movió de su escritorio (risas). Borges se instala en una genealogía de la literatura universal pero también- esto está contado en mi libro, hace una genealogía literaria y se vincula con Milton, con Joyce, aun cuando con la literatura de Joyce mantiene una relación muy ambigua y a ratos despreciativa . Se vincula con su antecesor con la Biblioteca Nacional Argentina, que tiene una historia muy curiosa y es que ha tenido dos ciegos como directores. El gesto de inventarse antecesores en Borges es interesante como ficción pero yo no me identifico con este gesto que tiene algo de jerárquico y masculino. Más que pensar en estirpes, pensaría en una sintonía entre escritoras contemporáneas que no hablan solamente del ojo si no que se atreven a hablar del cuerpo. Para las escritoras llamadas "serias" el cuerpo estuvo vetado durante demasiado tiempo porque, en realidad, se escribía con la cabeza y filosóficamente se pensaba que esta no era parte del cuerpo. Los hombres escribían desde las ideas que pertenecían al ámbito público que ellos habitaban, y las mujeres escribían sobre sus cuerpos, es decir, no escribían literatura. El cuerpo, sobre todo el cuerpo de las mujeres, estaba excluido del campo literario, estaba relegado a lo doméstico, a lo privado. Sus cuerpos sexuados, sus cuerpos maternos. Mistral y Brunet no escriben sobre sus cuerpos y sus cegueras porque para una mujer del siglo XX todavía significaba bajar el nivel literario, incluso hablar del cuerpo podía implicar que este se maleaba, se manchaba. Eso ha sido una lucha de las escritoras feministas hoy, el poder hablar de lo que queramos y que nuestros temas se consideren dentro de lo literario y lo público. En ese lo que queramos aparece Ahí surge la cuestión del ojo como parte de un cuerpo, pero creo que aparece la cuestión del ojo de manera decisiva porque las mujeres, que hemos estado al margen, siempre hemos estado como mirando de reojo, de soslayo, con el ojo torcido o estrábico; eso es bien sintomático, se reivindica mirar diferente.
«Hay una coincidencia de escritoras que ya no hablan solamente del ojo, sino que hablan del cuerpo. El cuerpo para las escritoras llamadas serias estuvo vetado durante demasiado tiempo porque, en realidad, se escribía con la cabeza y filosóficamente se pensaba que esta no era parte del cuerpo.»
Marta Sanz: Justo has apuntado en dos direcciones sobre las que quería preguntar. Cuando yo leí en tu libro que Josefina Vicens no quería hablar de su ceguera porque iba a ser quejosa, lastimera, yo me acordé de una vez que fui a presentar Clavícula a un pueblo de Toledo: tenía a las señoras de allí completamente en contra, me querían linchar. La mitad de las señoras me llamaban pija por quejarme de un dolor de huesos, y la otra mitad me decían que me quejase más, que ellas también se querían quejar. Entonces yo pensé: «esto es importante», y cuando vi que tú recogías esta complicación en tu libro me gustó mucho.
Luego me hizo mucha gracia también cuando hablas de la mirada de soslayo de Gabriela Mistral porque hace unos años a mí me hicieron un retrato en una serie de reojos entre escritoras: a mí me tocó mirarme de reojo con Elizabeth Smart. Me senté y lloré, que es justo lo que hacemos muchas veces cuando estamos juntas.
Estaba leyendo tu libro y este a veces rebotaba y reverberaba en cosas que yo había vivido, que había conocido, que me había pasado, y me pareció una cosa absolutamente maravillosa. Pero quiero volver otra vez al tema de Matar el ojo. Tú comienzas su escritura en Nueva York, la terminas en Santiago y en la larga lista de citas ciegas con las que rematas el libro escribes una frase que para mí es sobrecogedora: «Necesité indagar en ese aparente cambio de estrategia de matar en dictadura y mutilar en democracia». Me encantaría que me comentaras cómo se escribe un ensayo de estas características desde un punto de vista espacial, desde lejos, y desde un punto de vista temporal, histórico, con la memoria, con la mácula de una dictadura sangrienta como fue la de Pinochet. ¿Cómo pudiste conciliar esas dos cosas? Y una tercera cosa para rematar este asunto. Tú tienes en este ensayo acusaciones muy directas y particularmente agresivas con quien agredió. ¿Has temido algún tipo de represalia? ¿Cómo ha sido la recepción del texto? No ya desde un punto de vista literario, sino político y social.
Lina Meruane: Bueno, parto por lo último, ninguna represalia, porque los políticos en Chile no leen, la policía no lee (Risas). No he tenido que preocuparme de nada. Todavía en la dictadura había algunos censores, pero ahora no leen nada. Una puede escribir con una libertad extraordinaria.
Marta Sanz: En el libro recoges eslóganes, como por ejemplo: «El capital carga, el gobierno apunta, el Paco dispara».
Lina Meruane: Claro, pero es registrar es lo que pasó en ese momento en la calle chilena, y si, yo estaba en Nueva York ese primer mes, estaba lejos de la calle pero en cierta medida también cerca ahora estamos todos en las redes.
Yo estaba viendo lo que ve mucha gente, en cierta medida, en las calles de Chile. Lo que yo estaba viendo, lo que estaba circulando precisamente en las redes eran todos estos pintados en las calles, esta calle que lenguajeaba, y luego venían los chicos "buenos" de la derecha a limpiar la ciudad y pintaban todo de blanco, y al día siguiente esa página en blanco se volvía a llenar; digo una página de manera metafórica, porque kilómetros y kilómetros de muro. Yo fui recogiendo lo que la propia calle escribía porque me parecía que esa era la escritura del momento. Una escritura efímera que decía todo sin pelos en la lengua y yo no me podía restar de leerla. Yo más bien quería recoger y aumentar su volumen en la medida de mis posibilidades. No tanto la rabia que también estaba ahí. Me tocó esa escritura desde Nueva York, pero como he dicho en otros lados, nunca me siento como si estuviera en otro país. Estoy conectada desde una zona cercana, a una noche de distancia de mi Santiago. Y en la primera versión de este ensayo que en principio fue una crónica , el tema era precisamente qué se veía desde afuera. Pero luego eso ya no me bastó, necesité ampliar el foco para pensar pensar precisamente en eso que tú destacas, Marta, la cuestión de cómo se hizo desaparecer en dictadura, cómo se mató, no sólo en Chile sino en toda la América Latina y en muchos lugares en los que ha habido dictadura. De cómo la democracia se distancia de la dictadura en ese punto, porque en democracia no se puede matar a la ciudadanía salvo por accidente o en algunos lugares sin ser vistos. Pero digamos que a la ciudadanía no se la puede matar porque en eso consiste la democracia y sería ir en contra de los propios principios de esta. Las democracias -y esto lo pensé mirando situaciones paralelas- lo que hacen en realidad es mutilar. Deshabilitar a la ciudadanía físicamente tiene un efecto intimidatorio. Y a esas personas que están deshabilitadas porque les rompieron los brazos, las piernas, o se les disparó en lugares como los ojos. Esa ciudadanía queda dañada pero viva, que es un castigo incluso peor. Justo hoy en día estaba enseñando Edipo Rey en mi clase y hablábamos de por qué no se mata Edipo. Edipo se podría haber suicidado igual que Yocasta. Pero es ella la que se suicida y él queda dañado para siempre convertido en un chivo expiatorio para la sociedad.
Marta Sanz: En Matar el ojo también hay sugerencias metafóricas estremecedoras como «matar el ojo de un pueblo», «matar un ojo vivo»; habla de la imposibilidad de trasplantar un ojo, habla del ojo de cristal, de los ojos solidarios, y de los palestinos ciegos en los territorios ocupados por Israel y habla también del ojicidio como estrategia política en la época de ocularcentrismo. Suena dificilísimo, pero al mismo tiempo suena totalmente verdadero en un libro en el que tú también escribe cosas como «volver invisible la verdad, tergiversar la realidad, volverla espejismo». Yo creo que precisamente en esa línea se afianza esa idea de posverdad y también creo que esa bruma, ese espejismo ha sido durante mucho tiempo el discurso de prestigio de la literatura. Ese velo, eso que no se ve. También mucho de los reflejos borgianos, esa literatura fantástica, el relativismo y todas estas cosas. A mí me ha interesado mucho de tu primer ensayo que tú utilizas esas metáforas y citas a Derrida y dices que es muy difícil escribir ya sin aludir a las metáforas de la luz y todas estas cosas, pero también hablas de la realidad, y la realidad es que el transporte cuesta 30 pesos más, y dices que la tasa de paro crece y que el neoliberalismo ahoga, entonces querría que reflexionaras un poco en voz alta sobre cuál es la relación que tú estableces al escribir entre la retórica que utilizas y la realidad. Entre la ideología encubierta de bellas palabras y el poder, porque creo que ese es el tipo de literatura política donde el fondo y la forma se vuelven tan indisolubles y que tú practicas, y por eso yo valoro. Tus palabras, ¿en qué medida se construyen contra un estilo?
Lina Meruane: Qué pregunta más difícil. Tu pregunta me lleva a muchísimos lugares. En primer lugar, me lleva a toda esa escritura más bien críptica o velada de la dictadura que tenía que sortear a los censores. Una de las escritoras que yo más valoro en Chile contemporáneas es Diamela Eltit. Sus primeros libros son muy oscuros y difíciles de leer. Son muy políticos pero a los censores se les pasaba su contenido porque no entendían nada. Yo pasé por esa escuela, pero nunca pertenecí del todo a ese lenguaje, primero porque no pienso así y probablemente una escritora escribe así porque su reflexión es así de compleja. Yo no pienso así, siempre he querido equilibrar el juego literario con la posibilidad de comunicar una serie de ideas. Y además ya pasó lo que se había conocido como el momento de la neovanguardia chilena, ya no era necesario ocultarse, sino que más bien había que mostrarse.
Lo político dejaba de ser una ocultación y más bien empezaba ese quitar el velo del poder, porque el poder, que en la dictadura era bastante directo, ahí pasa a ser esta democracia falsa que nos vende lemas, que nos oculta la verdad, que tergiversa -y esto lo vemos de manera muy pronunciada en Bolsonaro, Trump y todos los líderes populistas-. Pienso que la literatura latinoamericana de hoy se hace cargo de no bajar su nivel estético, sin dejar de decir lo que hay que decir, especialmente en los temas que son realmente políticos como es el primer ensayo. Luego se puede jugar más en otros temas, pero en los temas políticos hay que decirlo. Me pasó lo mismo en Volverse Palestina, que es un libro que todo el mundo me dice que es muy poético, va a la yugular de lo político caiga quien caiga, cueste lo que cueste. Eso es importante para mí sobre todo en los ensayos. En la escritura de ficción mi herramienta es otra, más de mostrar que de declarar. Y también depende del género y de la necesidad, sobre todo.
«La literatura se tiene que hacer carga de no bajar su nivel en términos estéticos, pero al mismo tiempo no dejar de decir lo que hay que decir, especialmente en los temas que son realmente políticos como es el primer ensayo».
Marta Sanz: Desde luego me parece que encuentras las palabras justas sea cual sea el género en el que trabajas para transmitir la denuncia, el testimonio, la pregunta, la idea o el sentimiento que quieres comunicar en cada caso y por eso eres una estupenda escritora. Eso es lo que hacen las estupendas escritoras. En el segundo ensayo Ojos prestados usas una cita de Gracián. Yo creo que en España nadie se atrevería e empezar con una cita de Gracián. Coges una cita de Gracián y además es una cita muy respetable porque dice: «Hacen falta ojos sobre los ojos para ver cómo miran los ojos». Y yo a veces siento en ese saber decir, y en ese saber decir punzante, que tú eres una escritora conceptista en el mejor sentido de la palabra. Como una escritora sorjuanista. Nunca diría que eres una culturalista por ese afán de comunicación primigenio que te motiva. Pero sí que diría que eres una escritora extremadamente culta y que escribes desde el peso de una cultura vívida y desde la conciencia de que para ver necesitamos nuestros ojos, pero también los de los demás. ¿Tú te sientes identificada con esta descripción que acabo de hacer?
Lina Meruane: La verdad es que no me siento una escritora culta, me desespera pensar en todo lo que aún no he leído. Para mí casi que no cuenta lo que leí porque pienso en todo lo que me falta. Ante la gran cultura siento una especie de vértigo y a ratos algo de rebeldía. Yo he aprendido que una siempre trabaja desde sus limitaciónes no puede depender de lo que hacen los demás. Uno trabaja desde donde puede y hace lo que puede para ir ampliando su territorio de creación. Entonces no pienso tanto en esa gran cultura y tampoco dejo que me atrape porque esa gran cultura, está muy delimitada por el canon, por una cierta visión del mundo elitista, patriarcal y clasista. Eso, por un lado: el cuidado de que la gran cultura no nos aplaste y no restrinja nuestra mirada del mundo. Por otro lado, está la cuestión del préstamo al que recurrimos cuando leemos, ese compartir, ese diálogo, y la contradicción es algo importante para mí. Una de las cosas que a mí más me interesa del ensayo que están escribiendo sobre todo mujeres es precisamente que la voz del ensayo habla con otros escritores vivos o muertos, presentes o ausentes. En ese diálogo hay interrogación, hay interlocución, preguntas y respuestas, tensión, acuerdos, y esa manera de abordar el diálogo me parece hermosa y productiva. Yo nunca pienso sola. Siempre pienso a partir de lo que está ocurriendo, de lo que estoy viendo, de lo que me están contando. Y me gusta mucho más escribir acompañada. Esto lo dice de una forma muy elocuente Cristina Rivera Garza que habla de la escritura comunitaria. Yo no estoy hablando de eso. No escribo con 20 personas al lado, en simultáneo, sino que pienso más bien en una gran conversación que se establece sobre todo en el ensayo de ideas.
Marta Sanz: Estamos hablando todo el rato de que en tus textos hay una dimensión política de la mirada. Pero me impresiona mucho y esto enlaza con lo que estabas diciendo antes del cuerpo, cómo describes lo netamente físico. Por ejemplo, yo todavía recuerdo muy bien esa gota de sangre en el ojo. Eso nos dice que una pipa no es una pipa, pero es una pipa. En la literatura hablamos de los modos de presentación, en el arte hablamos de los modos de representación, pero luego hay algo que también hay que decir que está aquí. Entonces a mí me gustaría que tú profundizaras un poco más en la idea de cómo el relato de tu propia enfermedad o el relato de tu propia vulnerabilidad o de tu propia incertidumbre está expresando algo público. Algo que es común y que es de todos. No es un acto de ombliguismo ni lastimero, sino que estamos hablando de lo común.
Lina Meruane: Es que creo que la pregunta contiene su propia respuesta. Estoy completamente de acuerdo contigo. Lo que sí me gustaría decir es que a mí siempre me ha interesado la materialidad de esos cuerpos vulnerables, porque el dolor no es algo abstracto, sino encarnado. Lo que me interesa mostrar no es el cuerpo como metáfora sino como realidad concreta. Yo soy de familia de médicos entonces algo entiendo. Pero a mí me impresiona que hay personas que no entienden cómo está hecho su cuerpo, cómo funciona. Comprender cómo funciona tu cuerpo es completamente esencial para la vida. Entonces a mí me gusta mirar justamente eso que está ocurriendo ahí, que a veces es duro de mirar.
«Siempre me ha interesado la materialidad. No el cuerpo tanto como metáfora sino como algo que es una realidad, que somos nosotros mismos, que es nuestro cuerpo».
Marta Sanz: Tú has hablado antes precisamente de la oposición cuerpo-mente que para mí es una oposición completamente falsa pero que se ha perpetuado durante toda la historia de la literatura y que es una paráfrasis del pensamiento de Borges cuando escribes, que Borges rechaza al yo que dramatiza su circunstancia del cuerpo propio y ajeno y aquí viene lo alucinante porque la fragilidad es una zona de riesgo sentimental o narcisista y lo que debe privilegiarse es la cabeza. Entonces yo cuando leí esta paráfrasis que tú hacías del pensamiento borgiano, yo pensé que ahora somos muchas las escritoras que podemos ser comparadas con gallinas sin cabeza. Vamos como gallinas sin cabeza. Vamos decapitadas, no pensamos con la mente somos sólo cuerpo y cuerpo decapitado. Me pareció horroroso. Y luego hay otra cosa que dices de Borges, que es que Borges se aleja de su cuerpo y se acerca a su memoria. Y esto te lo pregunto con genuina curiosidad: ¿es esto posible? ¿Se puede reconstruir la memoria sin cuerpo? ¿Acaso los hombres no necesitan su cuerpo para hablar de su memoria o para hablar de sus sentimientos? Creo que la escritura masculina se debería corporeizar mucho más.
Lina Meruane: Bueno, esa es la gran ficción de una cabeza sin cuerpo. Esa es la gran ficción de la literatura universal escrita por hombres y algunas mujeres. Así como Borges se inventa su estirpe también se puede inventar que no tiene un cuerpo y, de hecho, es muy notoria la biografía de Borges porque pareciera como que su cuerpo no está ahí, como si él solo fuera una gran idea. Y eso es muy interesante en Borges. Borges es ejemplar en esta ficción masculina sobre la experiencia pero estamos en un momento de repensar esto. De pronto los escritores empiezan a escribir desde la corporalidad, a pensar sobre los cuerpos.
Marta Sanz: Me ha gustado mucho la lectura que haces de Borges porque es profunda y respetuosa, pero al mismo tiempo mete el dedo en el ojo. Hay algo que me encanta también que aparece en este segundo ensayo que me vuelve a llevar a ese territorio del que no puedo escapar que es el del estilo y los modos de representación. Cuando hablas de los textos de James Joyce, trabajas con la idea de cómo la enfermedad corporal puede cristalizar en un estilo y cómo es incluso plausible la hipótesis de que la sífilis de Joyce opaque su lenguaje hasta llegar a la expresión infinita de la noche que es Finnegans Wake. Aquí en España siempre se ha dicho que la figura del Greco y el alargamiento de sus figuras podría tener que ver con un problema de astigmatismo. ¿Crees que esto es posible, que es verdad?
Lina Meruane: Bueno, yo creo que las generalizaciones son arriesgadas. No llegaría tan lejos como para decir que algo siempre es verdad o siempre es mentira. Lo que sí pienso es que nuestras experiencias corpóreas pueden cambiar nuestra manera de mirar el mundo. Si uno se despierta un día con dolor de cabeza las cosas no le parecen tan bonitas, ni tan alegres, ni el día le parece tan feliz. Entonces yo creo que si alguien sufre en su cuerpo de una forma tan constante como una sífilis, claramente eso genera miedos, partiendo de ahí, culpa, de dónde habías adquirido esa sífilis. Está casi documentado, aunque un poco escondido también, que él la adquirió en una casa de señoras que trabajan con su cuerpo, su mujer y sus hijos se contagiaron también. Entonces, la carga de enfermedad también define la manera en la que las personas se relacionan con la enfermedad, con el sexo… Mi padre médico me hizo una descripción al detalle de cómo caminaba Joyce y está descrito que levantaba un poco las piernas porque la sífilis le tenía fastidiados los nervios de las piernas. Caminar de esa cierta manera cómo no va a cambiar ciertas cosas. Lezama Lima decía que su asma se veía en el exceso de puntuación, su escritura era entrecortada y asmática como su habla... Entonces, nuestra experiencia vital cambia la manera en qué pensamos y eso puede incidir en la escritura salvo que uno haga esfuerzos porque no incida. La manera en que un texto se deposita en la página también depende de la voluntad autorial y de la imaginación.
«El amor ciego ha sido descrito en torno a las mujeres, al sacrificio de las mujeres, la prueba del amor, el amor ciego, y que espeluznantemente como dices tú ocurre en la historia de las mujeres y es que o se sacan ellas los ojos».
Marta Sanz: En Zona ciega hay muchas referencias en torno a los ojos y el amor. El libro está recorrido por ese imaginario de E.T.A. Hoffman en El hombre de arena. Él está recorrido por los alfileres que ciegan a ese Edipo incestuoso y por esas mujeres que se sacan los ojos para preservar su castidad. Me gustaría que comentaras esto para que nos quedemos todos completamente espeluznados.
Lina Meruane: Voy a intentar no hacer eso y hablar de esa figura que a mí me llamaba mucho la atención siempre que es la idea del amor ciego. Es una metáfora que tenemos cristalizada en el lenguaje sin pensar lo que realmente significan, ¿no? Al llevar al extremo ciertas figuras del lenguaje para pensar cómo ese lenguaje oculta románticamente algo que es muy violento que es cómo el amor ciego ha sido descrito en torno a las mujeres, al sacrificio de las mujeres o la prueba del amor. Sangre en el ojo, empieza con un epígrafe sobre un cuento de Clemente Palma, el escritor peruano que escribió algunos textos fantásticos. Y ese cuento es precisamente sobre un hombre que le tiene terror a los ojos de su mujer porque son unos ojos verdes, demoníacos, es decir, que representan el deseo sexual. Cuento corto: la mujer antes de casarse se oculta y finalmente lo recibe en el día de la boda y le entrega sus ojos en una cajita con todo amor, como para hacerle que ver que le entregaba su sexualidad. Me parecía muy interesante esta imagen de que lo que las mujeres tienen que entregar es su libertad sexual, su independencia, su capacidad para pensar libremente. Eso es entregar los ojos porque los ojos en nuestra cultura representan el poder. Entregar los ojos es entregar el poder grande o pequeño que una mujer tiene y en general esa entrega es femenina en la tradición.
Marta Sanz: Ya para finalizar, siguiendo con las metáforas del ojo y lo visionario, yo te pido que saques una visionaria bola de cristal para hacer una especie de vaticinio ¿Qué derroteros puede adoptar una futura literatura política?
Lina Meruane: Yo no puedo vaticinar nada, no tengo esa capacidad, ni visual ni visionaria, ni si quiera postularía mi propia escritura como modelo..., ni siquiera como modelo para mí misma y futuros libros míos. Lo que más me interesa es justamente lo que me sorprende. Prescribir una forma de escribir lo político en literatura sería incluso riesgoso.
Marta Sanz: Quiero cerrar con una cita de Katherine Anne Porter que he descubierto en tu libro y que a partir de ahora voy a utilizar todos los días: «El cuerpo no es un lugar para vivir». No sé si estaréis de acuerdo, pero creo que es muy posible que, con el paso de los años, lo estéis.
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