Hisham Matar, una mente en llamas: amistad, exilio y ficción
Tras dos libros entre el ensayo y la memoria (dos títulos hondamente personales e íntimos: «El regreso», donde abordaba la herida de la desaparición de su padre durante la dictadura de Gadafi, y «Un mes en Siena», una oda al poder sanador del arte), el premio Pulitzer Hisham Matar regresa a la novela con «Los amigos de mi vida» (editado por Salamandra, como los anteriores), una conmovedora meditación sobre la amistad y el exilio.
Por Antonio Lozano

Hisham Matar. Crédito: Asís Ayerbe.
Referente de la literatura libia, pese a haber residido en Inglaterra la mayor parte de su vida adulta, Hisham Matar (Nueva York, 1970) posee un talento extraordinario para romper las barreras de lo inefable; es decir, para encontrar las palabras con las que dar forma a emociones y sentimientos por defecto elusivos. Marcado por tragedias personales que van de la ausencia paterna al exilio, tanto en sus novelas -las dos primeras, Solo en el mundo e Historia de una desaparición, estaban unidas por la mirada de la juventud a vivencias que superaban la capacidad de comprensión, suerte de pérdida de la inocencia ante algunos de los males del mundo- como en sus obras de no ficción ha explorado el modo de transformar la experiencia traumática en luminosa fuente de autoconocimiento. En su libro más reciente, Los amigos de mi vida, el premio Pulitzer y miembro de la Royal Society of Literature medita, con su calidez y perspicacia características, sobre la naturaleza de la amistad, sus ofrendas y sus desafíos, el modo en que el tiempo y la evolución del carácter las pone a prueba, a través de tres protagonistas masculinos, para quienes la irrupción de la Primavera Árabe supondrá un terremoto a todos los niveles. Hisham Matar, tan elegante y elocuente al escribir como al hablar, recibió a LENGUA en un hotel barcelonés durante su reciente gira promocional.
Ver mas
LENGUA: ¿Qué diría que lo encaminó con más fuerza hacia la escritura, su amor por la literatura o la dureza detrás de algunas de sus experiencias biográficas? ¿Cree que alguno de estos factores tuvo más peso que el otro?
Hisham Matar: Tuvo que ser una mezcla de ambos. ¿Sabes ese momento cuando de niño tomas conciencia de tu singularidad? Quizá ocurra a los seis o siete años. Sigues formando parte de un país, una cultura y una familia determinadas, pero hay algo que es solo tuyo, tomas conciencia de que existe algo llamado vida interior, y que todo lo que ocurre fuera de ella no deja de ser una expresión de la misma, aunque nunca le haga justicia del todo. Creo que este es el lugar de la literatura y la lectura, donde se asienta, es la forma más exacta y elocuente de unir ambos mundos. De todos modos, intuyo que me habría convertido en escritor de haber tenido una vida muy diferente. No creo que haya una relación directa entre acontecimientos trágicos y la buena literatura. Hay muchos libros mal escritos por gente que ha vivido grandes aventuras (risas). Por esto mismo encuentro tan fascinante a un autor como Marcel Proust, un hombre que en apariencia vivió una existencia desprovista de grandes acontecimientos, pero el aliento y la escala de su trabajo resultan deslumbrantes.
«Me habría convertido en escritor de haber tenido una vida muy diferente. No creo que haya una relación directa entre acontecimientos trágicos y la buena literatura. Hay muchos libros mal escritos por gente que ha vivido grandes aventuras».
LENGUA: Trabajó como arquitecto durante los primeros siete años de su vida profesional. ¿Influenció esta labor en su futura escritura? ¿Le ayudó u orientó de alguna manera a la hora de pensar, estructurar y moldear sus libros?
Hisham Matar: Creo que resultó una formación de lo más provechosa. En primer lugar, aprendes mucho acerca de la historia de las ideas y del arte en diferentes periodos históricos, pero también te enseña a mirar a la naturaleza, a los edificios... de una determinada manera. Cuando te sientas a dibujar un árbol y luego contemplas el resultado con ánimo interrogativo, te despierta al hecho de que existen muchas formas de mirar a las cosas. Hablamos de un trabajo que agudiza la observación atenta y me parece que este es otro de los componentes fundamentales de la escritura. La calidad y el temperamento de la observación lo determinan todo. Luego también está, por descontado, la cuestión de la estructura, ya que varios de mis libros están escritos a partir de querer jugar con ella de una manera específica. Ahí está, sin ir más lejos, el caso de Los amigos de mi vida, donde el paseo del narrador -una forma de estructura- condicionó todo el andamiaje. Pero tampoco quiero sobredimensionar el papel de la arquitectura, luego trabajé unos años como cantero, experiencia que fue igualmente fructuosa. Y luego está la lectura, el cine, la música... Sobre esta última, a la hora de escribir Los amigos de mi vida me resultó muy provechoso escuchar los études de Chopin. Los capítulos son muy cortos, como los études, y a su imagen, la novela juega a ir y volver sobre varios motivos, o a coger uno y llevarlo en una dirección inesperada. Estas piezas de Chopin te sumergen en atmósferas muy oscuras, pero, al mismo tiempo, el oyente se desplaza por ellas impulsado por una cierta cordialidad. Y yo buscaba expresar esta cordialidad en la novela, por medio de estos amigos que conversan, pasean, comen juntos... En un momento de su elaboración, me di cuenta de que la amistad me interesaba tanto en su sentido inmediato como en un sentido metafísico; es decir, que el libro transmitiera la sensación de considerar al lector un conocido que con el transcurso de las páginas va deviniendo un amigo. A tal efecto, tanto la sintaxis como el ritmo del lenguaje y de las frases van cambiando, al tiempo que las revelaciones van adquiriendo matices más íntimos.

Hisham Matar. Crédito: Asís Ayerbe.
LENGUA: ¿Qué le impulsó a volver a la ficción en estos momentos? ¿Necesitaba descansar de la realidad y de la autobiografía tras dedicarles sus dos anteriores libros?
Hisham Matar: Considero a la ficción mi hogar y un género más exigente. Siento que la novela es ese lugar en el que puedo utilizar todas las partes de mi ser y me encanta el género, su forma, cómo me permite pensar sobre ciertos asuntos de una manera específica. Dicho esto, El regreso y Un mes en Siena no son ficciones, pero están escritas con el corazón de un novelista. Aunque intenté ser muy preciso con los hechos, en ningún momento pensé que yo fuera esas personas. Quise ser honesto y en paralelo crear algo. Con El regreso busqué escribir de la forma más directa posible sobre aquello más inalcanzable, encontrar el lenguaje para eso, fue un proceso muy intenso a nivel personal, pero lleno de recompensas en el plano artístico. Con Un mes en Siena estaba en juego mostrar el temperamento de la soledad, el arte y el deambular, algo que siempre me había interesado. Pese a su anclaje a la realidad, fueron dos libros escritos desde la pasión y tengo muchas otras ideas para volver a la no ficción, aunque repito que la novela es mi refugio. Quizá me pase como a otros escritores que se movieron entre ambos géneros -me vienen a la cabeza los hombres de Susan Sontag y James Baldwin- y que en su correspondencia mostraron reiteradamente su preocupación por pasar mucho tiempo alejados de la novela, un temor cuasi supersticioso, como si la musa fuera a castigarlos por su abandono. Al hilo de esto, recuerdo una anécdota protagonizada por Ted Hughes: además de escribir poesía, criaba ovejas y para ello tenía que introducirlas en un líquido tóxico de cara a desparasitarlas. La labor requería del uso de guantes, pero él era reacio a ponérselos, lo que claramente fue un factor a la hora de desarrollar el cáncer que lo mataría. Pues bien, él siempre rechazó con vehemencia esta posibilidad, achacando en cambio el origen de su enfermedad al hecho de que hubiera dejado de lado la poesía para escribir un ensayo sobre Shakespeare. ¡Estaba convencido de que los dioses de la poesía lo habían castigado por ello!
«Considero a la ficción mi hogar y un género más exigente. Siento que la novela es ese lugar en el que puedo utilizar todas las partes de mi ser y me encanta el género, su forma, cómo me permite pensar sobre ciertos asuntos de una manera específica».
LENGUA: Ha declarado que Los amigos de mi vida es una novela sobre la que llevaba pensando muchos años y que uno de sus motores fue analizar cómo el temperamento puede ser una fuerza más determinante que la ideología a la hora de la movilización política.
Hisham Matar: Todo empezó con esa primera y extensa frase con la que abro el libro, una reflexión sobre la amistad que escribí en el año 2012 (Matar la recita por completo). ¿Quién está hablando?, me pregunté. ¿Por qué piensa de esta manera? ¿De dónde sale esta distancia de la que habla entre lo interior y lo exterior? Ante la despedida, cuando muere un ser querido, ¿será verdad que su retrato queda completo? Gradualmente, entendí que el libro giraba en torno a tres hombres que eran amigos, tres libios viviendo en Londres y que de alguna manera se ven arrastrados por la Primavera Árabe. Todos empiezan más o menos en el mismo lugar para acabar en sitios bien diferentes. El tema del temperamento adquirió mucha importancia precisamente por el peso que tiene en la amistad. La gente repite que es amiga por compartir esto y lo otro, pero el protagonista silencioso de una amistad es el temperamento, que se manifiesta en el modo en que nos enfrentamos a algo o si nos gusta debatir sobre todo o guardar silencio, por citar dos ejemplos. El temperamento es algo muy elusivo y es por esto por lo que el mejor lugar donde abordarlo sea la novela. Analizando el comportamiento de varios amigos durante la Primavera Árabe, en Libia, Egipto, Túnez y otros lugares, comprobé que el temperamento era un condicionante tan destacado como la moral o las convicciones, y me pareció que nadie hablaba de ello, quizá por esta dificultad para medirlo, de modo que me puse yo (risas).
LENGUA: Resulta tentador ver en el narrador, Khaled Abd al-Hadí, a una proyección de sí mismo, en el sentido de que es alguien que vive en una división profunda entre el pasado y el presente, la tierra de origen y la de acogida, una doble fractura que le otorga una visión singular de la vida, a verter sobre el papel.
Hisham Matar: Cuanto puedo decir es que no soy yo, pero sale de mí, ¿cómo reconciliar ambas cosas? Resulta interesante saber cuándo empieza un libro. Diría que arranca antes del lenguaje. En el momento en que te sientas a empezar un libro, es exactamente el momento en que careces de las palabras. Estás tan rebosante de ideas y sentimientos -una suerte de mundo psíquico- que te falta el lenguaje. ¿Por dónde empezar a describir la amistad? ¿O el exilio? En el proceso de encontrar las palabras para un libro lo que llevas contigo es la voz del personaje, y en el caso de Los amigos de mi vida, la tuve muy clara. No era mi voz, pero tampoco no lo era. Khaled fue un compañero muy cercano, o yo fui su sombra, durante muchos años.

Hisham Matar. Crédito: Asís Ayerbe.
LENGUA: ¿Qué desafíos plantea el retrato de la amistad que no lo haga, por ejemplo, el del amor?
Hisham Matar: Dado que tradicionalmente la literatura se ha centrado, con sobrados motivos, en la familia y el amor, relaciones muy profundas y complejas, ha quedado flotando en el aire el malentendido de que la amistad es una de más sencilla, más manejable y definible, de menores consecuencias. Lejos de esto, su intensidad y su hondura están a la par. De hecho, muchos de nosotros, la mayoría, hemos conservado amistades que nos han durado toda la vida. Además, encuentro fascinante su fragilidad. Al contrario que en el matrimonio, en la amistad no hay intercambio de votos ni expectativas muy concretas acerca de lo que ocurrirá en el futuro (fidelidad, permanencia, cuidados...). La amistad es un work in progress, por sistema a la expectativa de lo que va a suceder. La mejor manera de matarla es decir, «ya sé, esto es lo que le va a pasar» (risas). Puede ser simultáneamente robusta y muy promiscua. Y es un espacio muy libre, en el que puedes revelar múltiples facetas de ti mismo, algunas que quizá no sean accesibles en otras relaciones, y también facilita pues la experimentación, en el sentido de que uno puede mostrarse ligeramente diferente con un amigo que con otro. ¡Sin duda la literatura debería haberle mostrado más atención!
LENGUA: Los amigos de mi vida es una novel muy política, pero en todo momento recorrida por la emoción. ¿Buscar la conexión humana es la vía más directa para que cale la dimensión política de una ficción?
Hisham Matar: La política es solo una faceta más de nuestra experiencia. Cuando alguien dice «todo es político», creo que está subestimando la vida humana, restringiéndola. Y además las cosas más profundas escapan a las palabras. Mirémoslo así: dedico varios años a pensar en estos personajes y estas escenas, intentando dar con las palabras correctas, luego escribo la novela, tú la lees y lo que puse por escrito era una suerte de traducción de lo que en realidad pensaba y sentía, y al leerlo tú, te toca emocionalmente de maneras que son previas al lenguaje. Resulta fascinante.
LENGUA: Incidiendo en esto, entre los rasgos más admirados de su literatura ha estado su capacidad de describir sentimientos tan etéreos como la melancolía o la nostalgia. Hablamos de terrenos muy resbaladizos, donde resultaría fácil caer en el sentimentalismo, ¿no cree?
Hisham Matar: Una de las cosas que pretendes conseguir es mantener las cuestiones profundas en suspenso, crear un espacio para que la pregunta se expande. Aquí radica el problema del sentimentalismo, que busca respuestas rápidas, atajos, y también consolar y tranquilizar. Son intenciones bien loables, pero creo que acudimos a los libros buscando algo más, para que nos planteen dudas y contradicciones, en definitiva, interrogantes abiertos. Un truco a la hora de evitar el sentimentalismo: uno siempre acaba escribiendo una frase de más y por lo general es la última.
«Al contrario que en el matrimonio, en la amistad no hay intercambio de votos ni expectativas muy concretas acerca de lo que ocurrirá en el futuro (fidelidad, permanencia, cuidados...). La amistad es un work in progress (...)».
LENGUA: El tema del exilio y la escritura reaparece en Los amigos de mi vida. No cabe duda de que el exilio confiere un propósito a un escritor, ¿pero ve esto más como una limitación/imposición o, por el contrario, le otorga a su obra una urgencia y una determinación que conlleva su propia recompensa?
Hisham Matar: No tengo claro que el exilio resulte de utilidad a un escritor, a veces me topo con ejemplos en que lo es y otras en que claramente resulta dañino. Si no tuviera más remedio que pronunciarme en un sentido u otro, apostaría por lo segundo. Por eso un caso como el de Joseph Conrad me produce un asombro infinito, que pudiera completar esa obra descomunal en circunstancias personales tan poco favorecedoras para ello. Pero hablas con una parte implicada, claro, que ha sufrido el exilio y piensa que seguramente el césped del vecino es más verde, que ha de ser fantástico permanecer conectado al mismo suelo y a la misma gente de por vida, escribir el tipo de libros que caracterizaron a Balzac o Mahfuz. Volviendo a Conrad... resulta que se carteó durante años con el filósofo Bertrand Russell hasta que este decidió finalmente desplazarse desde Londres al pueblo de Canterbury donde vivía el autor de Nostromo. Pues bien, luego, en sus diarios, Russell mostraría su asombro al descubrir que aquel hombre capaz de escribir con semejante elocuencia poseía un acento tan marcado, que le comentara la pena que le daba morir ya que su hijo se quedaría sin parientes cercanos y que le enseñara, emocionado, álbumes familiares de su infancia... cuando en su trabajo no había dejado ninguna pista de todo esto.
LENGUA: Al principio de Los amigos de mi vida encontramos una meditación sobre el tiempo en la que el narrador señala que su transcurso revela la naturaleza profunda de las cosas. ¿Cree que se podría decir exactamente lo mismo de la literatura?
Hisham Matar: Es muy verdad y me hace pensar en cómo al empezar a escribir, crees saber qué intereses te mueven, pero estos solo los descubres a través del propio proceso de la escritura. Algunos ejes centrales de mi obra -por ejemplo, el de la masculinidad, qué significa ser un hombre- han conseguido sorprenderme porque en su momento no sospechaba que me parecieran tan relevantes. De modo que los libros brindan esa revelación tanto a los lectores como a sus autores, a estos últimos les señalan sus pasiones ocultas, los fuegos ocultos que arden en su interior.
LENGUA: Además de ser el escenario de su última novela, por donde su protagonista pasea con ánimo meditativo, ¿cree que Londres determina el espíritu o el carácter de la obra de formas más sutiles?
Hisham Matar: Estoy convencido de que sí, su temperamento sobrevuela el libro y contagia a los personajes. Londres tiene ese lado espectacular que atrae a las masas, pero el que vive en ella conoce un lado oculto y secreto, en el que se muestra tímida e insegura, para ser una ciudad imperial está llena de dudas. Creo que estas cualidades se traspasan al momento vital del protagonista, indeciso acerca de cómo proceder en ese momento de su vida. Si una ciudad no es algo más de lo que nos pensamos que es -una organización que regule la vida humana, un centro cultural y de negocios...-, ¿qué nos llevó a crearlas? Quizá fue para manejar nuestra libertad, para disponer de unos límites marcados sobre los que explorar. Algo en nosotros nos impulsó a crear un ambiente que funcionara en un sentido utilitario, pero también al servicio de la imaginación. Así las ciudades devinieron una suerte de estado mental. Y Londres tiene muchísimo de estado mental.
LENGUA: Ejerce de profesor de Literatura en el Bernard College. ¿Cómo se definiría en tanto que docente? ¿Cuáles diría que son sus prioridades respecto a sus alumnos?
Hisham Matar: Llevo doce años impartiendo clases y se ha convertido en algo fundamental en mi vida. Mis clases implican una lectura atenta de los textos, práctica que llevada a cabo con un grupo de jóvenes talentosos supone un inmenso placer. Los coges en un momento de sus vidas en los que siguen teniendo fe en las posibilidades de la vida de la mente, son criaturas soñadoras y hambrientas, que rinden culto a la imaginación, poderes todos estos que deberíamos conservar a lo largo de la vida. Recurro a muy poca teoría porque solo conseguiría cerrarlo todo, cuando precisamente debes dejar espacio para ir abriendo preguntas. Me traen mucha alegría y consuelo porque existen pocas experiencias tan bonitas como ver a una mente joven en llamas.