Le Clézio y la literatura de «los indeseables»
«Para mí —escribe Jean-Marie Gustave Le Clézio—, la escritura es ante todo un medio de acción, una manera de propagar ideas. La suerte que reservo a mis personajes no es envidiable, porque son unos indeseables, y mi objetivo es el de que nazca en el lector un sentimiento de revuelta contra la injusticia de lo que les sucede». Con motivo de la publicación de «El amor en Francia» (Lumen), título irónico para una colección de relatos que pone el dedo en la llaga de la indiferencia, la exclusión y la xenofobia de su país, el Premio Nobel de Literatura de 2008 visitó Madrid días antes del atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023 y de que el estado de Israel desplegase toda su artillería sobre la población civil palestina. En este contexto, LENGUA charló con él sobre la literatura como acicate para la acción civil y política.
Por Carmen Cocina
Madrid, octubre de 2023. El escritor Jean-Marie Gustave Le Clézio durante la presentación de su última novela, El amor en Francia. Crédito: Getty Images.
Víctor Hugo los llamó Los miserables; Luis Buñuel, Los olvidados; Le Clézio los llama «los indeseables». Siguiendo la tradición romántica decimonónica, cuya notoria impronta en su propia escritura refiere explícitamente, el escritor galo centra su prosa en los márgenes, en los proscritos, en los invisibles, en los despojados de derechos, patria, casa, comida y hasta cordura. Con motivo de la publicación de El amor en Francia (Lumen), título irónico para una colección de relatos que pone el dedo en la llaga de la indiferencia, la exclusión y la xenofobia de su país (a imagen y semejanza de la de la comunidad internacional, tal como señalará durante esta entrevista), el prolífico escritor visitó Madrid en octubre de 2023, justo la víspera del fallo del Premio Nobel de Literatura, con el que él mismo fue galardonado en 2008, y pocos días antes del atentado de Hamás y de que el estado de Israel desplegase toda su artillería sobre la población civil palestina. En este contexto, LENGUA charló con él sobre las fronteras, la importancia de escuchar a la gente de la calle, la escritura torrencial, la literatura como acicate para la acción civil y política, las lenguas como patrimonio cultural, el éxodo que la población palestina lleva sufriendo desde los años 50… y el optimismo, que es lo último que se pierde.
LENGUA: En los relatos de El amor en Francia hay inmigrantes y niños que sufren en situaciones dramáticas. ¿Cuál es el rol de la literatura a la hora de recordar ciertas realidades sociales a las que hemos acabado acostumbrándonos al ver las noticias?
J.M.G. Le Clézio: Yo vivo en la sociedad humana. El escritor es un testigo de la vida cotidiana, o al menos yo lo soy. Considero la literatura como testimonio de la vida ordinaria, de la gente ordinaria. No exploro las relaciones de las vidas excepcionales de personas extraordinarias, porque las que me encuentro siempre son personas de a pie. La problemática económica y social y política me interesa, pero no soy un testigo privilegiado de ella: no tengo acceso a secretos. Mis únicas fuentes de información son mis ojos y mis oídos, por un lado, y la prensa y la televisión, por otro.
LENGUA: Se ha referido a sus personajes como «los indeseables». ¿Quiénes son esos indeseables? ¿Aquellos que no tienen un hogar al que agarrarse, ya sea por la inmigración, por violencia familiar o por razones similares?
J.M.G. Le Clézio: Soy deudor de la literatura que desarrollaron en el siglo XIX escritores como Charles Dickens o Émile Zola, y también de la de algunos escritores contemporáneos. También escucho lo que me cuentan mis amigos, mis hijas, unos ancianos que conozco... Personas de diferentes estratos de la sociedad y distintas edades. Ahí encuentro mi documentación, y me interesan principalmente los que están a una altura más baja que el ciudadano medio. Especialmente los niños pequeños, que ven las cosas de manera diferente a la mía, y personas que no tienen autoridad, pero que son actores en la sociedad, la gente cotidiana que uno se encuentra en el metro o en los lugares públicos. Es algo que está bastante cerca del periodismo. Una escritora francesa, Nathalie Sagot, representante de lo que vino a llamarse «nueva novela», escribía en cafeterías frecuentadas por libaneses, especialmente los que apostaban en las carreras de caballos. Cada día salía de su apartamento de lujo (su esposo era un abogado bastante adinerado) y se ponía a escuchar lo que decía la gente en el café de abajo. A diferencia de los tertulianos, que hablaban en árabe, ella no hablaba este idioma, sino francés y ruso. Así que trataba de adivinar lo que estaban diciendo y luego escribía sus novelas. Como a ella, a mí también me gusta escribir en los cafés.
LENGUA: Habla de gente corriente, de lo que cuentan en los bares. ¿Cree que los políticos y dirigentes de los gobiernos europeos están alejados de ello?
J.M.G. Le Clézio: Es una buena observación. En la Antigüedad, un tirano hizo un palacio que le permitía oír las conversaciones de la gente de fuera. Mediante un sistema de resonancia oía todas las críticas y complots. El escritor no es un tirano, pero la política, estos días, está bajo sospecha de tratar de construir un nuevo palacio para escuchar todo lo que se dice. Y el elemento que lo haría posible es internet. Los políticos están muy interesados en ello. Se habla de populismo, pero los tiranos de antaño también eran populistas, porque si no respetaban al pueblo este se rebelaría.
Jean-Marie Gustave Le Clézio en Albuquerque, Estados Unidos, en una foto de 2006. Crédito: Getty Images.
LENGUA: Es posible que ponga delante de sus lectores una realidad que ellos no quieren ver. ¿Cree que entienden que busca agitar su conciencia con sus novelas o podrían sentirse atacados?
J.M.G. Le Clézio: Es una buena pregunta. No sé, depende de cada uno. Tengo la suerte de tener unos lectores bastante indulgentes, y creo que perdonan mis errores. Y no les pongo delante una realidad que no quieren ver. Al contrario: hablo de problemas que la mayoría conocen mejor que yo. La única diferencia es que yo escribo y ellos no, y cuando uno escribe a veces se desdobla, a veces cambia cosas o las inventa, y la gente que vive la realidad cada día no tiene esta posibilidad. Así que leerlo en un libro puede ser una ayuda. En este sentido, creo que la literatura puede ser útil.
LENGUA: Hace años que escribió algunos de los relatos que componen este libro, pero se publican ahora. ¿Es de alguna forma una respuesta lo que está ocurriendo en la Unión Europea con las políticas de inmigración, que han generado diferencias entre varios países?
J.M.G. Le Clézio: Sí, es una forma de oponerme a las políticas xenófobas del gobierno francés, pero también del italiano, y supongo que del español. Esta colección ilustra mi vida: el primero de estos cuentos lo publiqué hace unos cuarenta años, cuando escribía el libro Estrella errante, sobre una jovencita palestina que huye cando estalla la guerra árabe-israelí. Había un capítulo que describía la huida de los niños y que no tenía nada que ver con el resto de la novela, así que lo dejé aparte. Y pensé que ahora era un buen momento para publicarlo. Algunos de los relatos de este libro son antiguos y otros nuevos, y todos ilustran mi recorrido vital a través de temas que me han interesado a lo largo de mi vida, desde la guerra del Líbano hasta la de Perú, el maltrato de los niños en la frontera entre Estados Unidos y México o la difícil condición de los niños de la calle en París. Son momentos de mi vida que me motivaron a escribir.
«El escritor es un testigo de la vida cotidiana, o al menos yo lo soy. Considero la literatura como testimonio de la vida ordinaria, de la gente ordinaria. No exploro las relaciones de las vidas excepcionales de personas extraordinarias, porque las que me encuentro siempre son personas de a pie».
LENGUA: Ha afirmado que la escritura es un medio para la acción, para propagar ideas. ¿Qué casuísticas requieren una acción más urgente?
J.M.G. Le Clézio: Yo no soy un hombre de acción. La mayor parte del tiempo estoy en mi cuarto escribiendo a mano en un cuaderno. Pero las palabras son semillas que pueden dar lugar a cosechas, y ese debe ser el papel de la escritura: dar forma a imágenes, temas, colores e ideas y colores que puedan desembocar en la acción. Paradójicamente, nunca he participado en una manifestación ni he emprendido acciones físicas, soy incapaz. Y admiro a los escritores como Malraux, que fueron guerreros, pero a la vez albergo ciertas dudas sobre la acción que puede llevar a cabo un intelectual.
LENGUA: ¿Por eso es tan importante para usted transmitir la idea de conservar las distintas lenguas como patrimonio de la humanidad?
J.M.G. Le Clézio: Sí. Soy bretón, y nuestra lengua está desapareciendo. Hoy en día hay un millón de bretones que no entienden su propia lengua. Yo no la hablo muy bien, y es una lástima. Es una parte de la identidad humana que desaparece, y está pasando también con los idiomas indígenas de América Latina y las lenguas minoritarias de Europa. Hay que tratar de ayudar a que sobrevivan, pero enseñarlas es difícil. Ahora el mundo entero está regido por cuatro o cinco idiomas, como el chino o el español, que ya se hablan más que el inglés. El francés ha perdido fuerza, pero no está amenazado. Al contrario: es él el que amenaza al criollo, el bretón o el euskera. Soy muy sensible con este tema, y pienso que al escribir en francés le estoy dando algo a esta lengua. Además, pertenezco a un grupo que se llama La Francofonía. No hay hispanofonía, pero el español no lo necesita: es un idioma dominante.
Retrato de Jean-Marie Gustave Le Clézio con 23 años. Crédito: Getty Images.
LENGUA: ¿Le ha costado mucho adoptar el punto de vista de los niños a la hora de escribir estos relatos?
J.M.G. Le Clézio: No es fácil adaptarse a la manera de hablar o de pensar de alguien que te es ajeno. Yo soy un adulto, así que he tenido que hacer frente a esa dificultad. Intento acordarme de cómo era y escucho a mis hijas y mis nietos, que me enseñan cosas interesantes sobre la manera de pensar de los niños.
LENGUA: Ha explorado la locura y la escritura torrencial. ¿Cree que eso puede llevar a una catarsis que a su vez lleve a conclusiones desacertadas, que no se correspondan con los verdaderos sentimientos?
J.M.G. Le Clézio: Me gusta el adjetivo torrencial. La catarsis es una de las leyes aristotélicas de la escritura. La escritura y el teatro deben ser catárticos: uno se libera de sus obsesiones y a veces ayuda a los lectores o al público a que hagan lo mismo. Es un ideal de la escritura. Pero a veces puede provocar lo contrario: que en lugar de liberarse, uno se encierre en sus propios problemas y los agrave. Pero esto no lo dijo Aristóteles.
«La escritura y el teatro deben ser catárticos: uno se libera de sus obsesiones y a veces ayuda a los lectores o al público a que hagan lo mismo. Es un ideal de la escritura».
LENGUA: Este 2023, el Premio Nobel de Literatura se falló a favor de Jon Fosse. ¿Cómo le cambió a usted la vida ganar ese premio, para bien o para mal?
J.M.G. Le Clézio: Quienes lo reciben pueden proponer un candidato en cada edición, pero los que yo he propuesto hasta ahora no se han tenido demasiado en cuenta. Propuse al novelista A Lai, un tibetano que escribe en chino y que ha sido traducido a varias lenguas europeas. Y este año, a Ida Vitale, una uruguaya que escribe en español. Por lo demás, los premios son buenos para los escritores porque les dan tiempo. Aunque yo ya sea mayor, necesito tiempo para escribir. Eso es importante. Sin ese tiempo estaría haciendo otras cosas, o tendría que jubilarme. Y no quiero.
Jean-Marie Gustave Le Clézio, ganador del Premio Nobel de Literatura 2008, se inclina ante los aplausos tras recibir su medalla en la sala de conciertos de Estocolmo, el 10 de diciembre de 2008. Crédito: Getty Images.
LENGUA: Ha escrito también que con su literatura trata de inspirar la rebelión contra la injusticia. ¿Quién o qué ha despertado ese deseo en usted?
J.M.G. Le Clézio: Es una larga historia. Nací en mitad de una guerra, y las guerras son una injusticia total. Por otro lado, yo tengo doble nacionalidad (la británica y la francesa), y cuando tenía veinte años Inglaterra entró en guerra con Malasia por su régimen comunista, así que podían reclutarme en cualquier momento para ir al frente a combatir a los malayos. Unos años después, Francia entró en guerra con Argelia, así que me encontré nuevamente en esa situación. Y para mí ambas guerras eran totalmente injustas. Como todas, pero para mí estas guerras poscoloniales eran la expresión misma de la injusticia. En aquellos momentos pensé en refugiarme en Suecia, donde podía vivir sin la amenaza de ser reclutado por el ejército. Por suerte, el general De Gaulle ofreció a los hombres jóvenes la posibilidad de realizar un servicio social sustitutorio. Eso sí que era justo, y acepté. Con todo esto quiero decir que en cada momento de la vida se producen determinadas injusticias. Ahora estamos viviendo la injusticia suprema, pero habrá otras que nos asalten a lo largo de toda nuestra vida. Las vemos todos los días, en la calle. Y se me pone la carne de gallina.
LENGUA: Con todo, sus personajes son optimistas: afrontan las penurias manteniendo la esperanza.
J.M.G. Le Clézio: Sí. Para mí no es cuestión de esperanza o de fe, sino de ver lo que es cómico y lo que es trágico en la sociedad. No sé qué sería lo positivo, pero reír por lo general lo es. Siempre encuentro que hasta en las situaciones más trágicas, como las que describo en estos cuentos, hay una chispa de luz.