«Tu Anne M. Frank»: 80 años del punto final del diario que narró la barbarie
Tras la invasión nazi de Holanda, los Frank, comerciantes judíos alemanes emigrados a Ámsterdam en 1933, se ocultaron de la Gestapo en una buhardilla anexa al número 263 de la calle Prinsengracht, finca donde el padre de la familia tenía sus oficinas. Ocho personas permanecieron recluidas allí desde junio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944. Aquel día, entre las diez y las diez y media de la mañana, un coche se detuvo frente al edificio. El Oberscharführer de las SS Karl Josef Silberbauer, junto con al menos tres colaboradores neerlandeses, bajaron del vehículo y entraron en el bloque. Tardaron más de una hora en descubrir la estantería que ocultaba el refugio (todavía hoy se desconoce si fueron delatados y, en tal caso, quién pudo hacerlo). Las ocho personas (cuatro miembros de la familia Frank, tres miembros de la familia Van Pels y un dentista judío) fueron detenidas y enviadas a campos de concentración. Anne Frank, de apenas 15 años, fue enviada a Auschwitz el 2 de septiembre de 1944 y trasladada posteriormente al campo de Bergen-Belsen, donde falleció de fiebre tifoidea el 12 de marzo de 1945, días antes de que Holanda fuera liberada. Durante el tiempo que estuvo oculta en la Casa de atrás, Anne Frank escribió un diario en las más precarias condiciones, un testimonio único sobre el horror y la barbarie nazi y sobre los sentimientos y experiencias de la propia Anne y sus acompañantes. Cuando se cumplen 80 años de su arresto, en LENGUA reproducimos la conmovedora última entrada de su diario, una carta fechada el 1 de agosto de 1944 (apenas tres días antes de su detención) y destinada a Kitty, una amiga imaginaria a la que confiaba su intimidad y desvelaba sus anhelos.
Por Anne Frank
Detalle de la muestra sobre Anne Frank en el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, en Washington, DC. Crédito: Getty Images.
Martes, 1 de agosto de 1944
«Un manojo de contradicciones» es la última frase de mi última carta y la primera de esta. «Un manojo de contradicciones», ¿serías capaz de explicarme lo que significa? ¿Qué significa contradicción? Como tantas otras palabras, tiene dos significados, contradicción por fuera y contradicción por dentro. Lo primero es sencillamente no conformarse con la opinión de los demás, pretender saber más que los demás, tener la última palabra, en fin, todas las cualidades desagradables por las que se me conoce, y lo segundo, que no es por lo que se me conoce, es mi propio secreto.
Ya te he contado alguna vez que mi alma está dividida en dos, como si dijéramos. En una de esas dos partes reside mi alegría extravertida, mis bromas y risas, mi alegría de vivir y sobre todo el no tomarme las cosas a la tremenda. Eso también incluye el no ver nada malo en las coqueterías, en un beso, un abrazo, una broma indecente. Ese lado está generalmente al acecho y desplaza al otro, mucho más bonito, más puro y más profundo. ¿Verdad que nadie conoce el lado bonito de Anne, y que por eso a muchos no les caigo bien? Es cierto que soy un payaso divertido por una tarde, y luego durante un mes todos están de mí hasta las narices. En realidad soy lo mismo que una película de amor para los intelectuales: simplemente una distracción, una diversión por una vez, algo para olvidar rápidamente, algo que no está mal pero que menos aún está bien. Es muy desagradable para mí tener que contártelo, pero ¿por qué no habría de hacerlo, si sé que es la pura verdad? Mi lado más ligero y superficial siempre le ganará al más profundo, y por eso siempre vencerá. No te puedes hacer una idea de cuántas veces he intentado empujar a esta Anne, que solo es la mitad de todo lo que lleva ese nombre, de golpearla, de esconderla, pero no lo logro y yo misma sé por qué no puede ser.
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Tengo mucho miedo de que todos los que me conocen tal y como siempre soy descubran que tengo otro lado, un lado mejor y más bonito. Tengo miedo de que se burlen de mí, de que me encuentren ridícula, sentimental y de que no me tomen en serio. Estoy acostumbrada a que no me tomen en serio, pero solo la Anne «ligera» está acostumbrada a ello y lo puede soportar, la Anne de mayor «peso» es demasiado débil. Cuando de verdad logro alguna vez con gran esfuerzo que suba a escena la auténtica Anne durante quince minutos, se encoge como una mimosa sensitiva en cuanto le toca decir algo, cediéndole la palabra a la primera Anne y desapareciendo antes de que me pueda dar cuenta.
O sea, que la Anne buena no se ha mostrado nunca, ni una sola vez, en sociedad, pero cuando estoy sola casi siempre lleva la voz cantante. Sé perfectamente cómo me gustaría ser y cómo soy... por dentro, pero lamentablemente solo yo pienso que soy así. Y esa quizá sea, no, seguramente es, la causa de que yo misma me considere una persona feliz por dentro, y de que la gente me considere una persona feliz por fuera. Por dentro, la auténtica Anne me indica el camino, pero por fuera no soy más que una cabrita exaltada que trata de soltarse de las ataduras.
Copia del diario de Anne Frank en una exposición en Frankfurt en marzo de 2017. Crédito: Getty Images.
Como ya te he dicho, siento las cosas de modo distinto a cuando las digo, y por eso tengo fama de correr detrás de los chicos, de coquetear, de ser una sabihonda y de leer novelitas de poca monta. La Anne alegre lo toma a risa, replica con insolencia, se encoge de hombros, hace como si no le importara, pero no es cierto: la reacción de la Anne callada es totalmente opuesta. Si soy sincera de verdad, te confieso que me afecta, y que hago un esfuerzo enorme para ser de otra manera, pero que una y otra vez sucumbo a ejércitos más fuertes.
Dentro de mí oigo un sollozo: «Ya ves lo que has conseguido: malas opiniones, caras burlonas y molestas, gente que te considera antipática, y todo ello solo por no querer hacer caso de los buenos consejos de tu propio lado mejor». ¡Ay, cómo me gustaría hacerle caso, pero no puedo! Cuando estoy callada y seria, todos piensan que es una nueva comedia, y entonces tengo que salir del paso con una broma, y para qué hablar de mi propia familia, que enseguida se piensa que estoy enferma, y me hacen tragar píldoras para el dolor de cabeza y calmantes, me palpan el cuello y la sien para ver si tengo fiebre, me preguntan si estoy estreñida y me critican cuando estoy de malhumor, y yo no lo aguanto; cuando se fijan tanto en mí, primero me pongo arisca, luego triste y, al final, termino volviendo mi corazón, con el lado malo hacia fuera y el bueno hacia dentro, buscando siempre la manera de ser como de verdad me gustaría ser y como podría ser... si no hubiera otra gente en este mundo.
Tu Anne M. Frank
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